Capitulo 12.
«Katsumoto»
Bajó las escaleras del vestíbulo con rapidez. Las botas que usaba le permitieron llegar más rápido de lo que lo hubiera hecho con tacones. Sus pisadas eran largas, tenía la barbilla levantada con una mirada de orgullo queriendo mostrar su valía más no como una dama en edad casadera sí no como algo más y se acercó a todos los que estaban en el gran salón. Infló el pecho, caminó erguida a paso seguro y firme, sus ojos pasearon por todos los presentes que la recibieron con la misma mirada sintiéndose igual de orgullosos que ella.
—Querida hija... —dijo su padre abriendo los brazos para recibirla —Tengo algo preparado para ti que te encantará.
—Dímelo ya, padre.
El conde se alejó de su hija para acercarse al hombre mugriento y greñudo rodeándolo hasta detenerse justo a su lado.
—Este hombre que ves aquí...—habló el conde mirando a los ojos a su hija con una sonrisa—será tu guardaespaldas.
Elise sonrió de lado y por primera vez bajó la mirada para ver a un hombre completamente mugriento, con el rostro oculto por su cabello largo y negro que caía como cortina a los lados. Tenía la ropa rasgada, sucia y olía mal. También llevaba cadenas alrededor de su cuello robusto, en las muñecas y pies. A pesar de estar cabizbajo pudo darse cuenta que era fornido y grande, tan grande como los soldados que custodiaban la corona.
Su mente se puso en blanco por unos minutos procesando la noticia. Parpadeó varias veces y quiso pellizcarse para verificar que todo esto era un sueño. Era evidente que no se lo esperaba para nada, jamás lo hubiera imaginado.
«¿¡Un esclavo!? ¿¡En que diantres está pensando mi padre!?», pensó indignada.
Los ojos de ella fueron recorriendo cada parte de su aspecto con desprecio. El esclavo tenía el cabello húmedo, parece que lo habían castigado minutos antes y usaba un camisón de manga larga que estaba hecha casi tiras dejando ver algunos músculos de su torso bien definido, tenía piel oscura y llevaba pantalones de color marrón holgado y estaba descalzo.
Miró a su padre a los ojos casi queriendo maldecir, pero tuvo que morderse la lengua. Hizo un gesto con la mano para que él se alejara del esclavo y se acercó para rodearlo a paso lento. De cerca tenía un bonito perfil, pero eso a ella no le importó, lo rodeó, sus ojos recorrieron la espalda de él estudiándolo detenidamente.
«Su espalda es ancha y tiene los hombros robustos sin llegar a ser exagerado. Pensé que era bastante musculoso pero es delgado».
Se detuvo detrás de él notando que la tela del camisón estaba también rasgada por la espalda. Notó varias heridas abiertas hechas con un látigo, marcado por la espalda como se les marca a las bestias y posiblemente también tendría cicatrices en el pecho, ya que todo estaba hecho tiras. Ningún hombre común podría soportar ese nivel de castigo, pero este hombre no era normal. Siguió rodeándolo hasta que nuevamente estuvo frente a él.
—Levanta la cabeza—ordenó Elise con firmeza teniendo una mirada era de superioridad.
Las gotas que caían de su cabello húmedo mojaron el suelo mientras su pecho subía y bajaba respirando por la boca.
—¿Recibiré otro castigo por desobedecer a monos?—cuestionó, su voz sonó profunda y ronca manteniéndose cabizbajo. Elise abrió los ojos de par en par sorprendida por su actitud. Era la primera vez que alguien usaba ese tono con ella. El esclavo solo levantó la mirada para verla a los ojos con desprecio—. ¿O solo estás jugando a la heroína?—finalizó torciendo los labios hacia un lado dibujando una sonrisa burlona.
El color se le subió a las mejillas y su sorpresa aumentaba sin poder creer el atrevimiento de este hombre. Nunca nadie le había hablado de esa manera, ni siquiera los esclavos extranjeros que eran sometidos por su padre se atrevieron a responder con tanta confianza.
«Este hombre...»
—¿¡Cómo te atreves a hablarle de esa forma a tu ama!? —protestó uno de los guardias que custodiaba la mansión acercándose a él con intensión de golpearlo—¿¡Acaso quieres que vuelva a meter tu linda cara en el pozo!?
El conde no despegó los labios, ni siquiera salió en defensa de su hija.
Elise entendió el mensaje, infló sus pulmones con aire cerrando los ojos para calmar los nervios y cuando estuvo lo suficientemente tranquila los abrió acercándose al guardia interviniendo.
—¡Basta!—exclamó sin apartar la mirada de él—Levántate.
El esclavo no apartó la mirada y se puso de pie alzándose sobre ella. El peso de las cadenas sonaron golpeando el suelo como martillo
«¡Este tipo es enorme!»
Aclaró su garganta retrocediendo unos pasos para no verse pequeña frente a este sujeto tan intimidante.
—¿Tu nombre?
No hubo respuesta.
Preguntó de nuevo esta vez levantó la barbilla para mirarlo fijamente a los ojos con una expresión seria en el rostro para aparentar autoridad.
—No hablo con monos—respondió el esclavo mirándola con desdén sintiéndose poderoso gracias a su estatura.
A estas alturas se sintió bastante irritada, apretó la mandíbula, los colores le subieron a la cara conteniendo la rabia y respiraba pesadamente. Sus fosas nasales se ensancharon y su pecho subía y bajaba.
—Quiero saber tu nombre—exclamó Elise levantando la voz dando un paso hacia él fulminándolo con la mirada—¿Quieres otro castigo?—amenazó y entrecerró los ojos ahuecando su cintura con las manos.
—No tienes agallas para hacerlo—contestó él de manera condescendiente retándola con la mirada.
Los demás no sabían si estar sorprendidos o enfadados. Todos a excepción de Elise y el esclavo miraron al conde que no tuvo la mínima intensión de intervenir, solo era un espectador más de la situación.
Elise esta vez se dejó llevar por las emociones, le arrebató el látigo a uno de los guardias y sin detenerse a pensar lo dejó caer contra la mejilla del esclavo. Este apretó los dientes cuando sintió el impacto, el golpe hizo que volteara la cara y de inmediato se le hinchó el párpado junto con la mejilla del lado derecho. El escozor se sintió en la mitad de su cara pero su mirada seguía sobre ella.
—Maldito mono...—susurró limpiando la sangre que salió del labio partido con el dorso de la mano mirándola con desprecio conteniendo las intensas ganas de acabar con ella.
Las pulsaciones, la respiración y su nerviosismo se incrementó. Miró lo que acababa de hacer desconociéndose y de inmediato la culpa carcomió su alma.
¡Esta no era ella! ¿¡Qué le estaba pasando!?
Sintió que se le revolvía el estómago, quería disculparse o salir huyendo, lo que sea primero, pero ya no quería seguir allí.
Había un silencio sepulcral en la sala, todos enmudecieron después de que ella le propinara un fuerte latigazo directo en la cara. Apenas conocía a su guardaespaldas y ya lo hizo su enemigo Metía la pata una y otra vez.
—L-Lo siento—dejó caer el látigo retrocediendo. Tenía las manos temblando, jadeaba respirando agitada y por primera vez la culpa la hizo sentirse como un monstruo. Sintió un fuerte nudo en la garganta, lo miraba asombrada de sus propias acciones y los ojos del esclavo la miraron con odio.
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La expresión facial del esclavo se endureció, frunció el ceño y sus ojos inspeccionaron las armas de los guardias quienes ya las empuñaban sintiendo la tensión. Tenía la intensión de atacar, pero no actuaría por impulso, debía ser cauteloso y calculador si quería escapar de este lugar. Había probado la paciencia de la chica, era igual que todos a los que llamaba "monos". Tampoco tenía la intensión de someterse a una mujer, menos si no poseía poder maldito; y, es que él era eso, un hechicero disfrazado de samuraí.
Elise seguía perturbada por su reacción, se sintió mal por el párpado hinchado en el rostro del esclavo, el escozor en la mejilla y el labio partido. Lo miró con ojos suplicantes sintiendo culpa por el latigazo que le había dado dejando su rostro marcado.
Se tragó su propio orgullo, no sabía que más hacer ni tampoco habrían palabras para perdonar algo semejante. El corazón le latía con fuerza, las manos seguían temblando, el calor en sus mejillas se incrementó por la vergüenza de sus acciones.
—D-Déjame curar tus heridas—tartamudeó acercándose a él con la intensión de tocarle el rostro alargando la mano.
—No me toques—contestó el esclavo echándose para atrás sin dejar de mirarla con odio—. Podría contagiarme de tu "hedor a mono".
Las duras palabras de desprecio hacia ella y el calificativo que usó para describirla solo empeoraron su malestar.
—¡No quise golpearte! Pregunté tu nombre y te atreviste a provocarme—respondió levantando la voz frunciendo levemente el ceño. Alejó la mano de él, suspiró profundamente cerrando los ojos para tomarse un respiro y tratar de arreglar la situación. Se mordió el labio inferior, cerró los ojos mientras trataba de pensar. Pasaron algunos minutos hasta que habló—Libérenlo.
Todos incluido su padre y el mismo esclavo se sorprendieron por lo que había dicho.
—Hija...—se acercó el conde a Elise preocupado—¿Quieres que liberen al prisionero?
—Quiero que le retiren las cadenas—contestó abriendo los ojos y esta vez la mirada que le mostraba al esclavo era de seguridad—. Lo tomaré como mi guardaespaldas.
***
N.A/Gracias por sus estrellitas, me apoyan y animan mucho con la historia de verdad. Aunque por ahora no sean muchos lectores espero que con lo que tengo preparado para esta historia gane más popularidad. En serio que estuve craneando como encajar a mi protagonista en la historia de Jujutsu Kaisen.
Como se habrán dado cuenta no tendrá contenido +18 y eso es por decisión propia, por respeto a mi trabajo, el contenido y a los menores de edad que podrían encontrarse con esta historia. Quiero contar una historia que de verdad encaje con la vida e historia de Suguru Geto, es por eso que tardaré casi una semana en subir capítulos para escribirlos con más profundidad y tenga sentido la historia.
También quiero pedirles que escuchen los soundtrack que aparecen para darle más vida a la historia mejorando así la experiencia cuando lean los capítulos.
Lanzaré capítulos todos los viernes a partir de ahora y la protagonista femenina obviamente es la lectora, pero en esta ocasión quise ponerle un nombre y rostro para crear un pasado, un presente y por supuesto ya tengo planeado su futuro.
Eso es todo y como en todos los capítulos me despido con un beso.
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