Capitulo 11.
Edad del Barroco
Siglos XVII y parte del XVIII (1600 a 1750) después del Renacimiento.
Paris-Francia
Mansión de la casa Vallezoren
Los pilastras y columnas de la nueva mansión se veían imponentes, la pintura que decoraba las diferentes habitaciones, los colores usados en ellos, las sombras, las diferentes esculturas y el arte realzaba en belleza el hogar de la casa Vallezoren. No tenía nada que envidiarle a las otras casas de la corte. La fachada central y la escalera circular de la entrada estaban diseñadas al estilo Barroco como lo ameritaba la época. El catolicismo se había expandido a gran parte de Francia, las pinturas que estaban plasmadas en el tejado eran recordatorio de la importancia de la religión. Los atuendos de aquella época se distinguían por prendas amplias y muy ornamentadas, por el uso de colores vivos brocados de seda y encaje.
Las damas vestían muy estilizado, prendas confeccionadas con encajes y cintas en cascadas acompañadas de zapatos de tacón, la parte de la falda que llevaban estaba partida a la mitad dejando ver las enaguas. En las caderas la prenda va muy ajustada y se levantaba la falda ligeramente usando aros de hierro. El cuerpo o el famoso corsé iba atado con lazos y el pelo se llevaba recogido a capas usando alambres y adornado.
El atuendo de los caballeros estaba muy influenciada por el atuendo militar de los mosqueteros usándose un jubón con mangas cortadas a tiras, capa apoyada en un solo hombro, cuello de forma rectangular de banda caída denominado valona, botas de media caña con forma de embudo y esa gran pluma que adorna los sombreros. Los pantalones se llevaban hasta la rodilla combinándolos con calcetines de seda normalmente blancos.
El jardín rodeaba la mansión decorando el paisaje con hermosas rosas en especial blancas que eran las que se sembraban en época de verano y agradables para el paisaje y las favoritas de la Lady Elise, hija del duque que simbolizaban la pureza de y el honor de la hija casadera de la casa Vallezoren. Al frente se extendía un lago grande que capturaba el reflejo de los pinos que se alzaban como columnas por los laterales.
Elise tenía dieciocho años, fue presentada en sociedad el día de su cumpleaños hace apenas dos semanas y los pretendientes enviaron una solicitud previa llenando la canasta que usaban para recoger la correspondencia hasta el tope. Uno de los mayordomos entró al despacho del duche para dejar la canasta en su escritorio para retirarse en silencio.
—Parece que harás muchos amigos esta temporada, mi querida Elise—comentó su padre, un hombre de mediana edad, alto, de piel blanca, ojos café y de facciones agraciadas todavía a su edad. Tomó una de las cartas de la canasta para leer quien la enviaba—.Oh, vaya. Esta es de los duques de Borbón—giró la parte posterior donde tenía escrito el nombre del autor de la carta pasándola a su hija que se levantó del mueble junto a la ventana para recibirla.
—Aún no he conocido a todos estos caballeros que enviaron las cartas y ya quiero que acabe la temporada—responde con una expresión de aburrimiento abriendo la carta para leer su contenido. Sus ojos leen rápidamente el papel mientras pasea por la habitación mordiendo una manzana—Uhm, dice que su hijo está por regresar de Champagne.
—Champagne...—pronuncia saboreando el nombre de la ciudad mientras extiende una de las cartas hacia la ventana donde la luz entra para ver mejor el propietario ajustándose los anteojos—Escuché algo acerca del hijo del duque de la casa Borbón. Está buscando esposa.
—¿Esposa?—Elise detiene su paseo abruptamente dejando de morder la manzana—Uhm, bueno tendrá que esforzarse si cree merecer la palabra—comenta, su expresión es de engreimiento fingiendo superioridad.
Su padre ríe entre dientes, niega con la cabeza a las provocaciones de su hija y continúa revisando los nombres de los propietarios que enviaron las cartas, posibles candidatos para desposar a su joven hija.
—Quizá conozcas a alguien interesante esta temporada.
—No lo creo, padre—suspira pesadamente tirando la carta en la mesa para ir a la mecedora y sentarse tomando un libro que estaba cerca—Ya he visto a todos.
Puerto Marsella
El carbón, la madera, barcos, velas y comercio era lo que se veía en uno de los primeros puertos construidos en el país. Gente subiendo y bajando de los barcos con cargamento o equipaje preparada para emprender un viaje, ya sea de negocios o de placer.
Un barco trajo cargamento de otro continente, bajó todo el comercio que transportaba y con él bajaron algunos hombre de aspecto muy particular.
—¿Y esos?—dijo uno de los comerciantes que bajaba un par de cajas de madera.
—Son esclavos—comentó otro que también bajaba el cargamento bajando por un pequeño puente de manera entre el barco y el muelle.
—¿Y por qué se ven tan raros?
—Vienen de otro continente.
—¿Cuál?
—Asia, creo.
Varios hombres de diferentes edades que vestían ropas holgadas, viejas y sucias desembarcaron en el muelle y fueron obligados a entrar en algunas jaulas. Uno de entre ellos destacaba por su apariencia que era distinta a los demás. Tenía un aspecto más fornido, aunque no dejaba de ser delgado, pero era muy alto, de cabello largo que caía como cortina a los lados ocultando su rostro de ojos rasgados. Su mirada era un enigma, parecía ser alguien de pocas palabras, sus ojos eran oscuros y afilados, misterioso, pero había algo en su aire que llamaba la atención en especial a las mujeres que lo observaron discretamente mientras bajaba del muelle y era obligado a entrar a un carruaje tirado por caballos.
Los lacayos colocaron grandes cadenas alrededor de su cuello, manos y pies para que no escapara, cerraron la puerta y tiraron poniéndolo en marcha.
—¿Informaron al conde que llegó el "paquete"?—dijo uno de ellos.
—Debió llegar hace días y preguntó porque no había llegado. Ya sabes como se pone cuando la entrega no es puntual.
—Si...
—Al menos no nos echó esta vez—. bromeó el otro en respuesta y ambos dejaron escapar risas.
Mientras el carruaje se balanceaba hacia su destino el misterioso hombre permanecía cabizbajo sin decir una sola palabra. Tenía la espalda ancha, las manos grandes, su tono de piel era más oscuro que el de los europeos y tenía largas piernas. Lucía sucio, olía un poco mal, pero fuera de eso tenía un atractivo con aire de misterio que cualquiera podría darse cuenta si lo observaba detenidamente.
—Oye... —murmuró uno de los lacayos señalando con la cabeza la parte trasera del carruaje—¿Y ese japones?
—Uhm, el amo hizo el encargo de un esclavo hace seis meses. Se suponía que iba a ser alguien mayor para que ayudara en el jardín, pero el anciano murió y enviaron a este.
—¿En serio?—mira por encima del hombro dando una mirada al esclavo—Pues parece bastante joven. Yo diría de unos 25 o 26.
—Si. Habían muchos enfermos y este era el único sano dispuesto a hacer el trabajo pesado—comentó sin darle mucho interés al tema.
El carruaje corrió unas cuantas millas más hasta que subió a una colina y en medio se alzaba una mansión con aspecto de castillo de color blanco. Un jardín hermoso con rosas del mismo color les daba la bienvenida y el aroma era embriagador.
—Ah, que bien huelen las rosas que cuida lady Elise.
—Si. Su aroma es un deleite para quien entre a los dominios del conde.
Detrás de ellos el joven esclavo parecía no tomarle importancia a la conversación, pero sus ojos se habían clavado en la espalda de ambos lacayos escuchando con suma atención cada palabra de lo que decían almacenando información de sus nuevos amos.
Los pinos abrían paso en dos columnas a los costados del camino hasta que se encontraron con un enorme lago. El carruaje lo rodeó y podía apreciarse el castillo que se alzaba como una torre blanca que brillaba con el sol.
Los caballos se detuvieron en la entrada, dieron aviso de que el "paquete" había llegado y algunos guardias bajaron del vehículo al esclavo obligándolo a entrar. Dentro se encontraba el conde de la casa Vallezoren y padre de Elise. Le dio una mirada detenida de pies a cabeza empujando los anteojos hasta el puente de su nariz con una expresión seria.
—¿Cómo te llamas?
El hombre que lo miraba como un depredador directamente a los ojos casi cabizbajo no respondió.
El conde se aclaró la garganta y repitió la pregunta, pero nuevamente el esclavo no despegó los labios. Entonces, uno de los guardias se acercó a él propinándole una fuerte bofetada que le hizo girar la cabeza hacia el otro lado.
—Tu amo ha preguntado por tu nombre—dijo el guardia.
Por un momento no hubo respuesta. Parecía que no iba a hablar y el conde estaba considerando otra manera para hacerlo hablar hasta que una voz suave pero varonil salió de los labios del misterioso hombre.
—Katsumoto...
El conde levantó una ceja cuando escuchó la voz del esclavo, entrecerró los ojos y comenzó a caminar alrededor de él estudiándolo con la mirada.
—¿Cuántos años tienes, Katsumoto?
—26—contesta—Pronto cumpliré 27.
—¿Y qué eras antes de venir a Francia?
Hubo otro silencio sepulcral que dominó el gran salón.
—... Soy un samurái...
—¿Samurái?—el conde le da otra mirada de sorpresa y se detiene detrás de él—Pues tengo una tarea para ti, Samurái.
Tres horas más tarde.
Vestía como un hombre usando pantalones, botas oscuras, un gran cinturón ceñido sosteniendo una espada entre los dedos de la mano balanceándolo hacia ambos lados cortando las hojas de un pino dándole forma de un perro o el intento de uno, mientras que imitaba la voz de su madre recitando el sermón que le había dado cuando se enteró que quemó todas las cartas de los pretendientes que solicitaron una audiencia con ella.
—"¡Una dama jamás rechaza la invitación de un caballero respetable! Ten en cuenta tu rango, la posición de tu familia, el linaje de donde provienes. ¡Eres Lady Elise! ¡No un hombre sin educación usando una espada! ¡Piensa en tu padre! ¡Tu posición! Debes obedecer y aceptar la mano de uno de ellos para que te despose. Cuando yo tenía tu edad..."—se sintió irritada, arrojó la espalda en el césped y se sentó cruzando los brazos—Uch, es agotador discutir con ella—descansó la espalda en el suelo cerrando los ojos mientras extendía los brazos—Solo el amor más profundo me hará contraer matrimonio...
Una de sus doncellas se apresuró en ir con ella para avisarle que su padre solicitaba su presencia con urgencia en el gran salón. Se levantó apoyando el peso de su cuerpo sobre una rodilla y recogió la espada.
—Lady Elise, ¿No estará usted pensando en presentarse luciendo así?
—¡Claro que no! —exclamó frunciendo el ceño levemente limpiando el mango de la espada—. La llevaré conmigo—contestó extendiendo una sonrisa que solo mostraban los valientes.
https://youtu.be/-8ocswNarr0
Introdujo la espada en el cinturón y luego sin detenerse a preguntar si estaba bien presentarse con ese atuendo avanzó entrando al castillo. El gran salón se alzaba encima de su cabeza con pinturas de la época realzando el acabado del gran salón. Bajó rápidamente las escaleras del vestíbulo mirando a lo lejos varias siluetas. Una era la de su padre, las otras de los lacayos y guardias, pero hubo una en particular que no logró identificar.
Caminaba a paso seguro y firme con la barbilla levantada hasta que fue recibida por su padre con una sonrisa.
—Querida hija...—dijo su padre abriendo los brazos recibiéndola—tengo algo para ti que te encantará.
—Dímelo ya, padre.
El conde se alejó de su hija y rodeó al hombre mugriento y greñudo que estaba de rodillas con la cabeza baja.
—Este hombre que ves aquí...—dijo mirándola a los ojos deteniéndose al lado del esclavo— será tu guardaespaldas.
***
¡HOLA!
¿Me extrañaron?
Perdón por la demora, pero me detuvieron algunos asuntos que estuve haciendo. Trámites, papeleos y demás que no tuve tiempo de escribir y editar el capítulo. Pero por suerte ya voy desocupándome un poco y espero que todo marche bien para seguir escribiendo la historia. No se preocupen que si voy a completarla, es solo que surgieron algunas cosas y podría tardar, pero sí publicaré si Dios me da permiso, claro.
En serio extrañé esta historia, me encanta escribirla. Ya la tengo armada en mi cabeza y solo la estoy trasladando por escrito.
Próximamente subiré el siguiente capítulo, tal vez el fin de semana.
¡Besos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro