Capitulo 02.
Verano del año 2006
Suguru Geto
«El señor Tengen perdió su recipiente, pero pronto encontraron otro que ocupara su lugar. Entonces... ¿De qué sirvió? ¿No éramos nosotros los más fuertes? ¿De dónde diablos salió ese sujeto? ¿Cómo consiguió traspasar la barrera de la escuela sin ser detectado y atacar a Satoru incrustando la espada por detrás? Es probable que Kuroi también esté muerta», fueron unas de las tantas preguntas que rondaron dentro de la cabeza de Suguru Geto.
Riko Amanai de 14 años fue asesinada por el sicario Toji Fushiguro, que en realidad era Toji Zenin quien ejecutó a la niña por encargo de la "Asociación de Vasijas del Tiempo" a cambio de una recompensa por su cabeza de 30 millones de yenes.
Lo que Suguru ignoraba es que el enemigo estudió a detalladamente a su oponente y planeó agotarlo para que bajara la guardia. La verdad se confiaron de más creyendo que eran los hechiceros más fuertes de la época; y, lo que al principio era solo una misión de búsqueda y rescate terminó siendo una masacre.
La encrucijada llenó su mente de tantas preguntas sin respuesta que no notó que le a ocultaba cosas a Satoru, su mejor amigo. Analizaba la situación a detalle tratando de encontrar el problema. Era muy analítico, buscaba alguna respuesta lógica a lo sucedido, pero solo conseguía llenarse de más dudas sin darse cuenta del desgaste su físico.
¿Eran los humanos tan necesarios al punto de arriesgar su propia vida para protegerlos?
Inmediatamente hizo esos pensamientos a un lado dándose cuenta de que hacer ese tipo de preguntas no estaba bien.
«Los humanos no son el problema», pensó tratando de concentrándose al ciento por ciento en su siguiente misión.
«Los humanos... Tengo buenas razones y las mejores intenciones en protegerlos. Quizá estoy pensando demasiado las cosas».
Sacudió la cabeza borrando esos pensamientos oscuros para centrarse en su siguiente misión. Debía exorcizar una maldición de primer grado cerca de Tokyo. No es nada complicado para él, ni para Satoru.
—Irás solo. El enemigo es de primer grado. Puedes manejarlo— dijo el profesor Yaga que lo miraba seriamente.
—¿Satoru no me acompañará?—preguntó, extrañado al confiársele a una misión solo a él. Esto no había pasado antes, ellos siempre estaban juntos.
—Satoru tiene otras cosas que hacer. El poder de los seis ojos le ha dado una ventaja extraordinaria. Sus habilidades se incrementaron considerablemente y ahora le asignarán misiones más... extremas—la voz de Yaga salió cuidadosamente sin dejar de mirar fijamente a su estudiante—. No necesitas a Satoru Gojo para esta misión.
—P...Pero, profesor... —protestó inmediatamente, muy confundido por esa decisión.
«¿Acaso está haciendo diferencia entre nosotros dos?»
«¿Satoru, él más fuerte?»
—Es mi última palabra—finalizó clavándo una mirada seria antes de abandonar el salón cerrando la puerta detrás de él, dejándolo solo con sus propios pensamientos.
«¿Ahora estaré solo?»
Como era de esperar, logró cumplir la misión con éxito. Luego de esto siguió una serie de misiones para él, la mayoría de grado especial y algunas de primer grado. En todas tuvo éxito, pero ahora le disgusta el sabor de las maldiciones, las cuales son producidas por las emociones negativas de las personas y que, poco a poco lo consumían en la oscuridad haciendo que la línea aparentemente bien definida entre el bien del mal sea más difusa.
«Exorcizar y absorber... »
«Exorcizar y absorber... absorber... absor... »
« Uhg... ¿Qué estoy haciendo?»
«Cada vez que absorbo alguna maldición siento que ellas me absorben a mi».
«¿Debería seguir con esto? Estoy comenzando a sufrir de insomnio. Me estoy desmoronando a pedazos. Se suponía que tenía eso en cuenta cuando decidí convertirme en hechicero. Creo que solo...»
Los días fueron pasando, Satoru se alejó cada vez más de su amigo desde aquella misión que lo hizo despertar el poder de los seis ojos. Ahora era considerado el hechicero más fuerte y no había ninguna duda en ello.
Fue como si todos hubiesen olvidado que hubo un tiempo en que alguna vez existió el duo más fuerte.
«Tienen un sabor asqueroso. Es como intentar tragar un trapo empapado de vómito y excremento», pensaba al mirar la maldición que acaba de exorcizar sosteniéndola en la mano. Respiró profundamente para calmar su estrés y acercó la maldición a su boca. Una vez que estuvo dentro hizo el enorme esfuerzo por tragarla.
Su corazón se detuvo al igual que la respiración. Mantuvo los ojos cerrados sintiendo la esfera pasar percibiendo el sabor que le causa náuseas.
Abrió los ojos y su mirada se centró en los escombros que dejó la batalla con aquella maldición de grado especial. Se le estaban formando ojeras debajo de los ojos y no sonreía. De hecho no lo hacía desde hacía mucho tiempo. Y de alguna forma sintió que que se le agotaba el tiempo.
«Estoy solo... La luz que se supone existe en mí se desvanece. Ahora solo queda oscuridad».
«Estoy solo...»
«Creo que en cualquier momento mi cabeza explotará. Ya no tengo un propósito claro. ¿Por qué decidí ser hechicero?»
Silencio
«Ah, sí... Fue para proteger y salvar personas».
«Personas...»
«... Sin energía maldita».
«No son hechiceros. No, más bien son como monos...»
«Monos...»
Un año después (2007)
Perdió peso, tenía ojeras muy pronunciadas debajo de los ojos y dormía más de la cuenta. Estaba distraído y era incapaz de sonreir de corazón. Se le veía apagado, tampoco no le encuentraba sentido a la vida. Todo le parecía monótono, no le atraía nada. Las cosas simples de la vida ya no le llaman la atención.
Prefería estar solor y descuidó su imágen luciendo desaliñado. El cabello le creció, sus ojos perdieron ese brillo especial al igual que su corazón.
Una plática cotidiana le parecía aburrida. Escuchar a Satoru hablando sobre su progreso realmente no le interesa, ahora ya nada lo motiva. Todo se sentía frío. Cerró su interior. Todo era oscuro y solitario. No tiene un rumbo fijo, no ambiciones, una meta. Perdió el propósito para continuar.
¿Depresión? Tal vez... Quizá era incomprendido o se estaba volviendo demente.
«¿Por qué hacía esto? Ah, sí... Fue para salvar personas».
El agua se deslizaba por todo su cuerpo. Tenía el cabello empapado y se cuestiona mucho. Luchaba por convencerse de que lo estaba haciendo era lo correcto. Apoyó el antebrazo en el tubo donde fluía el agua de la ducha teniendo una mirada perdida.
«No te desvíes».
«Cumple con tu deber como hechicero».
«No te desvíes...»
El agua corría por debajo de sus pies mientras parecía estar pendiendo de un hilo. Ahora que conocía de primera mano el egoísmo y lo corrompido que estaban los humanos comunes, batallaba por aferrarse con todas sus fuerzas para no perder la razón.
«¡No te desvíes!»
Silencio
«Malditos monos».
Las conclusiones a las que llegó Yuki Tsukumo le dieron la razón. Lo estuvo pensando desde hacía mucho tiempo, pero había caído en la adición de la moral y los principios. No podía avanzar desgastándolo mental y físicamente. Finalmente alguien había sacado las mismas conclusiones que él. Los humanos eran el problema y debían ser eliminados.
Yuki, otra hechicera de grado especial acabó con la encrucijada de su interior, y la abalanza del equilibrio entre el bien y el mal se inclinaba hacia un lado.
Luego de eso sucedió lo peor, la gota que rompió el vaso; la muerte de Haibara.
Estuvo con Nanami revisando su cuerpo. Estaba frío, él lo admiraba, quería impresionarlo y ahora estaba muerto. Todo pareció perdido para Suguru. Algo muy dentro de él se destruyó. No existía ni un rayo de luz que iluminara su camino.
Después ejecutó la masacre a más de cien civiles que habitaban una aldea ubicada en un pueblo lejano, liberando a dos pequeñas niñas de aproximadamente cinco años de edad sensibles a la energía maldita.
«Los humanos deben ser eliminados o mis compañeros hechiceros seguirán desfilando hacia la muerte».
A pesar de tener un semblante neutro, Suguru Geto había perdido la razón.
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