Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

querido hermano


En uno de los edificios más imponentes del centro de Royal Woods, Evan se encontraba en su oficina, un espacio que reflejaba no solo su ambición, sino también el legado de su padre, Robert. Las paredes de vidrio ofrecían una vista impresionante de la ciudad, mientras que el interior, decorado con muebles minimalistas y detalles de lujo, proyectaba profesionalismo y modernidad. Evan, sentado detrás de su escritorio de madera oscura, escuchaba con atención a un grupo de nuevos congresistas y empresarios. Habían sido invitados para discutir proyectos relacionados con la expansión de la compañía que Robert había fundado años atrás.

Evan proyectaba confianza, aunque el peso de su responsabilidad nunca lo abandonaba. Su habilidad para abordar temas complicados con claridad y seguridad hacía evidente que no estaba ahí solo por herencia, sino porque estaba decidido a demostrar que podía estar a la altura de su padre.

Evan (con una sonrisa tranquila):
—Entiendo sus preocupaciones sobre los riesgos iniciales. Pero si miran nuestras proyecciones a largo plazo, verán que los beneficios no solo son tangibles, sino que también colocarán a nuestra compañía en una posición estratégica dentro del mercado global.

Uno de los congresistas, un hombre mayor con un traje gris impecable, revisaba detenidamente los documentos frente a él antes de levantar la mirada.

Congresista:
—Es un plan ambicioso, Evan. Pero también riesgoso. ¿Cómo planea manejar la competencia y garantizar que estas inversiones sean rentables en un mercado tan saturado?

Evan inclinó la cabeza ligeramente, preparado para esa pregunta. Tomó su tablet y proyectó un gráfico en una pantalla cercana, destacando una tendencia ascendente en los sectores clave que su equipo había identificado.

Evan:
—La competencia siempre será un desafío, pero también una oportunidad. Mi padre, Robert, fundó esta compañía con la filosofía de que la innovación y la adaptación son las claves del éxito. Lo que proponemos no es solo una expansión, sino un cambio estratégico que nos posicionará como líderes en un nicho aún sin explotar. Además, nuestros analistas han identificado oportunidades que no solo son rentables, sino también sostenibles.

El grupo asintió lentamente, algunos tomando notas y otros intercambiando miradas de aprobación. A pesar de su juventud, Evan hablaba con una autoridad que dejaba claro que sabía lo que estaba haciendo.

Congresista 2 (una mujer joven, con un tono analítico):
—Debo admitir que su presentación es impresionante. Sin embargo, ¿qué pasos tomarán para mitigar los riesgos regulatorios y las posibles críticas públicas?

Evan hizo una pausa, mostrando una expresión reflexiva antes de responder.

Evan:
—Esa es una preocupación legítima, y hemos tomado medidas para abordarla. Ya estamos trabajando con un equipo legal especializado para garantizar que cada operación cumpla con las regulaciones vigentes. Además, planeamos implementar políticas de transparencia que no solo fortalezcan nuestra relación con los socios, sino también con el público en general. Confío en que esta estrategia no solo reducirá los riesgos, sino que también nos posicionará como una compañía responsable y confiable.

Los asistentes intercambiaron miradas de aprobación. Incluso los más escépticos parecían satisfechos con las respuestas de Evan. Cuando la reunión terminó, él se levantó para despedir a cada uno de los presentes con un apretón de manos firme y agradecimientos personales.

Uno de los congresistas, mientras se preparaba para salir, se detuvo junto a Evan.

Congresista:
—Tiene una visión clara, Evan. Estoy seguro de que su padre estaría muy orgulloso de usted.

Evan sonrió cortésmente, pero esas palabras dejaron un eco en su mente. Para él, cada decisión que tomaba era un esfuerzo por honrar el legado de Robert, aunque ese peso a veces se sentía abrumador.

Evan (con cortesía):
—Gracias, señor. Mi objetivo es continuar construyendo sobre lo que él inició.

Cuando la oficina finalmente quedó vacía, Evan se dirigió a la ventana, observando cómo las luces de Royal Woods comenzaban a encenderse con el atardecer. Mientras admiraba la vista, los pensamientos de su padre llenaron su mente.

Evan (pensando):
—Papá, espero estar tomando las decisiones correctas. Todo esto es por ti... y por lo que construiste.

El silencio de la oficina era casi ensordecedor. A pesar de las aprobaciones y los logros del día, Evan sabía que apenas estaba comenzando un camino lleno de retos.

La escena estaba tensa en la oficina de Evan. Los congresistas debatían sobre temas de negocios, mientras Evan se mantenía al frente, asegurándose de que todo se llevara a cabo según lo planeado. De repente, la puerta se abrió con brusquedad, captando la atención de todos los presentes.

Jason apareció en el umbral, su figura sombría destacándose en el marco de la puerta. Su rostro, cubierto de cicatrices y marcas de lo que parecía ser un largo sufrimiento, reflejaba el dolor y la rabia que acumulaba. Su cuerpo estaba notablemente deteriorado, su postura rígida como si cada movimiento le costara una gran cantidad de energía. A pesar de estar en su forma humana, su presencia parecía intimidante, una sombra del hombre que una vez había sido.

Evan se quedó en silencio por un momento, sorprendió por la irrupción de Jason. La sala se quedó en un tenso silencio, los congresistas observando con curiosidad. Finalmente, Evan, con el rostro tenso y su voz seria, fue el primero en hablar.

Evan:
—Jason... ¿qué diablos haces aquí? Esta es una reunión importante, no es momento para...

Jason lo interrumpió con un tono feroz y su mirada fija en él, ignorando por completo a los demás presentes.

Jason:
—¿Reunión importante? ¿De verdad crees que lo que estás haciendo aquí, construyendo tu imperio, importa más que lo que pasó en el pasado? ¿Qué tipo de hijo eres, Evan? ¿Cómo puedes sentarte aquí tan tranquilo cuando sabes todo lo que pasó?

Los congresistas intercambiaron miradas nerviosas, algunos frunciendo el ceño, mientras otros parecían intentar entender lo que estaba pasando. Jason caminó hacia el centro de la sala, acercándose a Evan. La tensión en el aire se volvió palpable.

Jason (con rabia contenida):
—Sabes, siempre me dijiste que mi padre era un hombre irresponsable. Me dijiste que lo había matado, que fue culpa suya, que se distrajo porque yo lo estaba molestando mientras conducía. ¡Tú, siempre culpándome! Nunca pensaste que tu propio ego fue el que nos llevó hasta allí, ¿verdad?

Evan se tensó, una sombra de culpa cruzando su rostro. Recordaba aquel fatídico accidente, el choque en el que su padre, Robert, había perdido la vida. Ambos, Evan y Jason, estaban en el coche, pero Evan siempre culpó a Jason por distraer a su padre en el último momento.

Evan (tratando de mantener la calma):
—Jason, eso fue hace años. Nadie puede cambiar lo que pasó, y mucho menos con lo que estás haciendo ahora.

Jason (riendo con amargura):
—¿Nadie puede cambiar lo que pasó? ¿En serio? ¡Tú mataste a mi padre, Evan! No con tus manos, pero sí con tu actitud. Todo este tiempo te has estado ocultando detrás de tu fortuna, de tu negocio, mientras yo he estado viviendo en la miseria. Y tú sigues aquí, con tu cara de hijo perfecto, olvidando lo que hiciste.

Evan lo miró con desesperación, intentando encontrar una respuesta que calmara la situación, pero no podía. Jason seguía hablando, su tono más bajo, pero más lleno de ira y dolor.

Jason:
—Todo lo que tengo hoy, todo lo que soy... no es por mí. Es por lo que tu familia me hizo. Es por el peso de esa culpa que has dejado en mis hombros. Yo también estaba en el coche, ¿lo recuerdas? Pero tú fuiste el que se quedó con todo: la herencia, la familia, el negocio. ¿Y yo? Yo terminé solo, con la culpa.

Evan bajó la mirada, la culpa se apoderaba de él, aunque no lo quería admitir en voz alta. Los congresistas, que antes estaban murmurando entre sí, ahora observaban con más atención. Jason hizo una pausa y luego continuó.

Jason (más calmado, pero con amargura):
—¿Sabes lo que es perder a un padre y que nadie te culpe? Nadie te diga que fue tu culpa, que si no lo hubieras distraído, estaría vivo. Y mientras tú sigues con tu vida, con tu negocio, yo tuve que cargar con esa culpa. Pero no solo eso. Tú ni siquiera tuviste el valor de enfrentarme, de decirme que todo eso no fue mi culpa.

Jason miró a los congresistas, finalmente reconociendo que todos los presentes estaban observando la discusión, pero no le importaba.

Jason:
—¿No creen que es hora de que alguien pague por todo esto? Mi padre murió por culpa de la arrogancia de Evan. Y aunque suene egoísta, la única forma de que todo esto tenga sentido es que alguien pague. Y ahora, yo soy el único que se ha quedado con la responsabilidad de todo esto.

Evan intentó hablar, pero su voz se quedó atrapada en su garganta. Sabía que no podía justificar su comportamiento en ese momento.

Evan:
—Jason, yo... no lo sabía.

Jason se acercó aún más a él, y por un momento, la tensión fue casi insoportable. Los congresistas no sabían cómo reaccionar, temerosos de lo que pudiera suceder.

Jason (con una expresión furiosa):
—¡No lo sabías! Claro, porque siempre tuviste la cabeza en el dinero, en el negocio. Y ahora te vas a quedar con todo, mientras yo sigo aquí, arruinado, por tu culpa.

Evan tragó saliva, la culpa y el miedo visibles en su rostro, mientras los congresistas observaban el intercambio.

Evan (con voz baja):
—Jason, lo siento mucho. Pero no sé qué más puedo hacer...

Jason, mirando a todos los presentes, dio un paso atrás.

Jason:
—No tienes que hacer nada, Evan. Ya es demasiado tarde para ti. El daño está hecho. Y yo... ya no voy a quedarme aquí observando cómo sigues creciendo a costa de la muerte de mi padre.

Con esas palabras, Jason se dio la vuelta y salió de la sala, dejando a Evan en silencio, con la mirada fija al suelo, incapaz de enfrentar la verdad. Los congresistas, aún en shock por lo sucedido, se quedaron en silencio, no sabiendo qué decir ni qué pensar.

La tensión en la sala estaba al límite. Jason, con su cuerpo deteriorado y su rostro lleno de ira, se acercó lentamente a Evan, quien apenas pudo reaccionar. Los congresistas, paralizados por el enfrentamiento entre los dos hermanos, observaban la escena con creciente alarma.

Jason, con la mirada fija en Evan, habló en voz baja, pero su tono era helado, como si estuviera a punto de desatar algo mucho más oscuro.

Jason (con voz baja, pero peligrosa):
—Este asunto no se resolverá con palabras, Evan. No hay redención para lo que has hecho. He estado esperando este momento demasiado tiempo. ¿Y tú sigues allí, sentado en tu torre de marfil, sin arrepentimiento, sin saber el dolor que has causado?

Evan trató de retroceder, pero su cuerpo no respondía. El miedo lo había paralizado, mientras Jason se acercaba más y más, su presencia opresiva.

Evan (tembloroso):
—Jason, por favor... esto no... no tienes que hacer esto.

Jason (con voz firme, llena de furia):
—No, Evan. Esto es lo que se merece alguien como tú. Alguien que no tiene la más mínima comprensión del sufrimiento, del dolor que ha causado. Pero no te preocupes, lo resolveré de una manera muy clara.

De repente, antes de que Evan pudiera decir algo más, Jason lo agarró con una fuerza brutal. Lo levantó del suelo y, con un movimiento rápido, lo lanzó contra la pared de concreto de la oficina. El impacto fue tan fuerte que la pared se rompió, y el sonido del choque resonó en toda la sala. Evan cayó al suelo con un grito ahogado de dolor, su cuerpo retorcido y marcado por el impacto.

Evan (gritando de dolor):
—¡Ahhh!

Jason observó a su hermano, que ahora yacía inmóvil en el suelo, con los huesos rotos, su cuerpo destrozado por la fuerza del golpe. Las piernas de Evan estaban dobladas en ángulos imposibles, sus costillas fracturadas, y su rostro estaba pálido de dolor. El miedo se reflejaba en sus ojos, pero ya era demasiado tarde para pedir piedad.

Jason (con voz baja y llena de odio):
—Esto no es más que lo que mereces, Evan. ¿Por qué deberías vivir? Si no puedes ver lo que has hecho, si no puedes comprender el daño que has causado, ¿por qué debería seguir permitiendo que sigas existiendo?

Evan intentó levantarse, pero el dolor lo venció. Los congresistas estaban en estado de shock, algunos tratando de salir de la sala, pero la presencia de Jason los mantenía paralizados. De repente, Jason extendió la mano y, con una energía oscura, invocó algo mucho más allá de su control. Las sombras comenzaron a moverse a su alrededor, y en un susurro casi demoníaco, pronunció las palabras.

Jason (con voz sombría):
—Los Siete Pecados Capitales... escúchenme. Acaben con ellos.

En ese momento, las sombras que giraban alrededor de Jason tomaron forma, y las figuras de los Siete Pecados Capitales emergieron de la oscuridad, con su poder palpable y aterrador. Cada uno de ellos encarnaba un pecado mortal, y su presencia causaba que el aire se volviera más denso, más pesado.

Lujuria, la figura de un ser voluptuoso y oscuro, avanzó primero, sus ojos llenos de deseo y malicia.
Lujuria (con voz seductora):
—¿Quién soy yo para resistirme a un pedido tan tentador?

Gula, una figura enorme y descomunal, seguida por una nube de humo y olor nauseabundo, caminó lentamente hacia los congresistas.
Gula (con una risa gutural):
—Me encanta una buena comida... y hoy serán ustedes mi banquete.

Avaricia, un ser de oro y joyas, cuya sonrisa era una máscara de codicia, caminó hacia los otros, su mirada fría y calculadora.
Avaricia (hablando con tono hiriente):
—Todo tiene un precio, y hoy, todo será mío.

Pereza, un ser flácido y sombrío, arrastrándose como si no tuviera fuerza para levantarse, pero con una risa siniestra.
Pereza (susurrando):
—Nadie se escapa... nadie...

Ira, con ojos inyectados en sangre y una presencia explosiva, avanzó con pasos largos y una furia incontrolable.
Ira (gritando):
—¡Es hora de hacerlos pagar por todo!

Envidia, un ser delgado y serpenteante, sus ojos brillando con una malicia interna, observaba a todos con una sonrisa torcida.
Envidia (con voz venenosa):
—No puedo esperar a verlos sufrir, todos ellos son tan... inferiores.

Y por último, Soberbia, un ser imponente, con una armadura dorada y una corona sobre su cabeza. Su presencia era tan abrumadora que el aire a su alrededor parecía romperse.
Soberbia (con voz altiva):
—Soy la representación de todo lo que debería ser... y hoy, nadie se salvará de mí.

Con esas palabras, los Siete Pecados Capitales atacaron de inmediato. Los congresistas intentaron huir, pero no tenían escapatoria. Gula se abalanzó sobre uno de ellos, devorándolo con una rapidez que dejó a los demás horrorizados. Lujuria atrapó a otro, llevándolo hacia ella con un abrazo mortal, mientras sus gritos resonaban en el aire. Ira desató su furia, arrasando con todo a su paso, dejando una estela de destrucción.

En el caos, las figuras de Envidia, Avaricia, Pereza y Soberbia se unieron, causando una carnicería que no dejó espacio para el arrepentimiento ni la esperanza. Los gritos de los congresistas se mezclaban con los rugidos y las risas de los Pecados, mientras el suelo de la oficina se teñía de sangre.

Jason observó, impasible, el desastre que se desataba. Sabía que su venganza había comenzado, y que todo aquello que había guardado por tanto tiempo ahora estaba siendo pagado con sangre y sufrimiento. Mientras la destrucción se extendía, Jason miró a su hermano, que yacía tendido en el suelo, incapaz de moverse, y sonrió, aunque con una sonrisa que no transmitía nada de alegría, sino una fría satisfacción.

Jason (con voz baja, casi como un susurro):
—Esto es solo el principio, Evan.

Jason se acercó lentamente a su hermano Evan, quien yacía en el suelo, luchando por respirar y apenas consciente de lo que ocurría a su alrededor. El dolor en su cuerpo era insoportable, sus huesos rotos y sus piernas inutilizadas. Pero lo que más le dolía no era el daño físico, sino las palabras que Jason estaba a punto de pronunciar. La mirada en los ojos de su hermano era la misma que había tenido desde el accidente, una mezcla de culpa y desdén. Jason lo observó por un momento, como si estuviera estudiando cada detalle de su rostro, antes de hablar, su voz llena de frialdad.

Jason (con voz baja pero venenosa):
—Sabes, Evan... He estado pensando. Hay una forma de que sufras más que la muerte. Mucho más.

Evan (jadeando con esfuerzo, mirando a Jason con ojos llenos de desesperación):
—No... no tienes que hacer esto... ¿por qué?

Jason se agachó frente a él, de manera que ambos estuvieran cara a cara, su sombra cubriendo el cuerpo quebrantado de Evan. El aire se volvió espeso y pesado, mientras Jason pronunciaba sus palabras con una calma casi espeluznante, como si estuviera revelando un plan elaborado durante años.

Jason (con una sonrisa cruel en sus labios):
—¿Por qué? Porque quiero que sepas lo que se siente perderlo todo. No solo tu vida, sino tu capacidad de vivir. Estoy harto de ti, de tu maldita indiferencia. Siempre creíste que podías huir de las consecuencias, que todo lo que hacías no importaba. Pues ahora, vas a saber lo que es tener que cargar con la culpa... por cada día que no puedas caminar. Por cada intento de levantarte y no poder.

Evan (con dificultad, suplicando):
—Jason, por favor... ¡Basta! ¡Lo siento! ¡Lo siento por todo!

Jason lo ignoró, su voz volviéndose más fría y más profunda, como si cada palabra estuviera impregnada de rencor acumulado durante años.

Jason (en voz baja, casi como un susurro):
—No entiendes, Evan. Lo que más deseo es que vivas con un cuerpo que no te obedezca. Que cada paso que des te recuerde lo que perdiste, que cada movimiento sea una tortura, un recordatorio de lo que me hiciste sentir. Que tu cuerpo sea una prisión, una cárcel de la que no puedas escapar.

Con un movimiento brusco, Jason levantó una de las manos de Evan, observando cómo su hermano luchaba por respirar, sus ojos llenos de terror y arrepentimiento. Jason podía sentir la adrenalina en sus venas, una mezcla de satisfacción y rabia que lo consumía.

Jason (con tono burlón):
—Tú siempre fuiste el niño mimado, ¿verdad? Siempre pensaste que tenías todo resuelto, que podías salirte con la tuya. Pues ahora... ahora vas a ver qué significa estar completamente indefenso.

Evan intentó moverse, pero su cuerpo no le respondía. La presión que Jason había ejercido sobre él lo había dejado casi inconsciente, pero aún podía escuchar la amenaza en las palabras de su hermano, la amenaza que lo perseguiría para siempre.

Jason (finalizando con una sonrisa sádica):
—Y lo mejor de todo es que no necesitarás morir para sufrir. Estarás vivo, pero no podrás hacer nada. ¿Lo entiendes, Evan? Eso es lo que más duele.

Con esas palabras, Jason se levantó, dejando a su hermano destrozado en el suelo. La sala estaba sumida en el caos, los Siete Pecados Capitales continuaban su carnicería fuera de control, pero Jason ya no prestaba atención. Su mente estaba completamente centrada en la venganza, en hacer que Evan sufriera de la manera más cruel posible.

Jason (pensando para sí mismo mientras se alejaba):
—La muerte sería un descanso para ti. No, Evan, te haré vivir con la carga de tu culpa. Y eso... eso es peor que morir.

Fin del capítulo

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro