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Capítulo único: Repercusiones.

Elección.

Es una sencilla palabra que guarda en su interior un enorme significado. Una elección consiste en el proceso mental de juzgar distintas opciones y seleccionar una o más de ellas. Todo con el propósito de obtener algún beneficio determinado. Ya sea para nosotros, o para otra persona.

Las decisiones de Beatriz Pinzón, acertadas o incorrectas en su momento, trazaron un camino que terminó desembocando en su puesto como presidenta de Ecomoda, en su compromiso matrimonial, y más importante aún, en el nacimiento de su primera hija Camila.

Hechos tan importantes de su pasado, como lanzar la colección de ropa para mujeres comunes, escuchar a Marcela poco antes de que Armando se fuese del país, decidirse a ir al área de producción para finalmente perdonar al hombre que tanto daño le hizo, fueron solo algunos de los eventos claves para forjar su futuro inmediato.

No obstante no todas las determinaciones llevaron a finales tan esplendorosos en un principio. La joven Marcela Valencia después de abandonar Ecomoda, y salir del país junto a su amiga y compañera de trabajo Patricia Fernández; se encontró sola. Al menos así ella lo percibió.

Todo por lo que había luchado durante años no existía más. Su trabajo en la empresa, su prometido y recientemente su amiga, no estaban más con ella. De un día para otro, la vida que poseía le fue arrebatada, dejándola solo con el triste pensamiento de lo que pudo haber sido.

Con el dedo índice trazando pequeños círculos en la boca de una copa a medio llenar, la mirada perdida en el horizonte y el cabello tapando parte de su rostro. La susodicha se encontraba sentada en la barra de un lujoso bar, recordando con amargura los últimos meses, reprochándose a sí misma por muchas de sus elecciones pasadas. ¿Podría haber obtenido otro resultado? Nunca lo sabría.

Un pequeño suspiro de resignación salió de sus rojos labios ante esta conclusión, tomando el pequeño recipiente de vidrio y empinando el resto del brebaje alcohólico que tenía dentro, mientras desviaba de mala gana su rostro hacia uno de los televisores del establecimiento.

Durante un tiempo, Marcela intentó concentrarse en la mala película que estaba en la pantalla sin mucho éxito. El mar de pensamientos que seguían atormentándola en su cabeza, combinado con la sosa trama del filme, eran suficientes motivos para no dejarla estar en paz.

De repente, una mano tocó uno de sus hombros, sobresaltándola. Con rapidez, ella giró parte de su cuerpo, encontrándose cara a cara con la responsable. Se trataba de Catalina Ángel. La famosa relacionista pública. La cual, además de parecer mucho más contenta que ella, no estaba sola.

—¿Podemos sentarnos? —cuestionó la otra mujer con una pequeña sonrisa, en tanto se acomodaba su bolso de mano negro.

—S-sí, claro —respondió saliendo de su sorpresa inicial, haciendo un ademán para mostrar los asientos a su lado.

Catalina y su acompañante ocuparon sitio al lado de la morena. El otro individuo que era un hombre de camisa azul claro y traje gris, fue abordado por el barman para tomar su orden. Al tiempo que la relacionista pública concentraba su atención en la hija de Julio Valencia.

—¿Cómo estas, Marce? —comentó la rubia en voz baja, aprovechando la distracción momentánea de su compañero—. Me entere de lo sucedido. Debo admitir que estoy sorprendida por tu decisión.

—No debería. Yo ya no tenía sitio en Ecomoda —aseguró con el mismo tono sin mirarla, pareciendo más interesada en la copa de vidrio vacía.

—Como así. Ecomoda siempre significó algo importante para ti —comentó desconcertada —. Si es por Betty, estoy segura que podrías...

—No es por ella —interrumpió, volteándola a ver, soltando otro largo suspiro al mismo tiempo que contenía las repentinas lágrimas que amenazaban con expandirse por sus mejillas —. Bueno no del todo, es solo que... No podía quedarme ahí y verlos juntos. Simplemente, no podía.

—Ya veo.

Un pequeño mutismo incomodo se asentó entre las dos mujeres con esta última declaración. Fueron solo un par de segundos donde el único sonido que llegaba a los oídos de ambas, fue el de las voces de fondo de los otros comensales y la tranquila música emitida por el televisor del bar.

—Señoritas —Rompió el silencio el hombre con un par de copas en sus manos.

—Gracias Michel —dijo Catalina aceptando una de las bebidas.

Por su parte, Marcela Valencia ignoró en un primer instante el ofrecimiento. Su atención se concentró en examinar al individuo. ¿Era este el hombre que había intentado cortejar a Betty? Patricia llegó a contarle algunas cosas sobre él. Su procedencia, ocupación y forma de ser; pero ciertamente le parecía interesante encontrárselo en persona.

—¿Michel Doinel? —cuestionó la morena de todas formas.

El aludido asintió.

—Disculpe no haberme presentado antes, no deseaba importunar —habló por primera vez con su marcado acento francés, ofreciéndole una vez más la copa de vino —. Un gusto conocerla señorita Marcela.

—El placer es mío —Terminó por decir tras un pequeño silencio, aceptando el vino.

El trio poco a poco reanudó de forma timorata la plática. Los ánimos seguían siendo tensos entre las mujeres. Existían muchos motivos pasados y actuales para que un comentario mal dicho llegase a ser mal interpretado, y generase un nuevo problema entre ambas.

Durante la conversación, Marcela mantuvo un perfil bajo. La mayor parte del tiempo estuvo callada, escuchando las palabras de Catalina y las puntuales declaraciones de Michel. Escudándose frecuentemente con la televisión o con su copa nuevamente vacía. Con el paso de los minutos, las verdaderas intenciones de los recién aparecidos salieron a la luz. Su casual encuentro, no había sido tan imprevisto como en un primer momento llegó a pensar la ex prometida de Armando. Ellos tenían una propuesta para ella:

—Después de conocer a Betty y descubrir todo lo que había hecho en Ecomoda, empezó a interesarme todo el mundo de la moda. Parecía un área de negocio sinceramente muy próspero y rentable —declaró en cierto momento el francés con un notable entusiasmo—. Fue por eso que decidí invertir un notorio capital en una pequeña empresa de ropa en Cartagena. Lamentablemente están cortos de personal, sobre todo en las áreas administrativas. Necesitamos más personas que puedan tomar decisiones importantes.

—¿Es por eso que están aquí? —cuestionó de manera seria la morena, al entender hacia donde iba todo eso.

—Marce como te dije en nuestra última reunión en Ecomoda. No me gusta que se desperdicien mujeres con tanto talento —comentó la rubia, cruzándose ligeramente de piernas —. Tú no eres la excepción. Con tus capacidades podríamos lograr grandes cosas.

La mencionada soltó un largo suspiro, tocándose la frente, abrumada. Era una marea de información lo que tenía en su cabeza y ahora más que nunca se sentía sofocada. Catalina no tardó en notar el estado en que estaba la hija de Julio Valencia, por lo que decidió zanjar el asunto por hoy.

—Piénsalo, Marce —pidió, sacando de su bolsa una pequeña tarjeta que le entregó, haciéndole un gesto a Michel para que se retirasen.

La morena asintió, tomando el trozo de cartón blanco, forzando una sonrisa en sus labios. El par se despidió, sin decir otra palabra, abandonando el bar en un abrir y cerrar de ojos. Marcela se quedó mirando la ficha entre sus dedos, al tiempo que pedía otra copa de vino al encargado. "Quizá era momento de empezar de nuevo". Pensó. Esta vez tomando otro tipo de decisiones y consiguiendo todo lo que deseó lograr en Ecomoda.

Otro tipo de decisiones tuvieron pocas repercusiones en la persona que las hizo. Nicolás Mora, en los últimos tiempos, no había sufrido grandes cambios, ni en su forma de vida, o en su forma de ser. El señor mantenía su tranquila y sencilla vida, trabajando de manera notable en Ecomoda, y por supuesto asegurándose de no desperdiciar ningún momento para presentarse como una gran opción para todas las modelos que ponían un pie en la empresa liderada por su amiga Beatriz Pinzón y el doctor Armando Mendoza.

Lamentablemente para el hombre, la suerte casi nunca corría de su lado. Pese a sus no muy reservadas menciones por teléfono sobre su supuesto gran capital, y sus charlas poco discretas referentes a su cuestionable poder adquisitivo, poco lograba hacer para llamar la atención de las féminas.

De todas formas eso nunca lo desanimó. Cada día llegaban nuevos rostros bonitos y sus esperanzas se renovaban. Estaba convencido que algún día conseguiría su propósito.

Y en una ocasión, lo logró.

De manera sorpresiva. Nicolás Mora tenía una cita.

Betty cuando se enteró de este hecho se puso muy contenta. Tanto fue su ánimo inicial que llegó al punto de ofrecerse, sin opción a ser rechazada, a ayudarlo para prepararse para su importante compromiso. Armando Mendoza sin saber muy bien cómo sucedió, también fue inmiscuido en el asunto.

Horas antes del evento. Los tres mencionados estaban reunidos en la nueva casa de los ahora recién casados. La pequeña bebe de Betty y Armando estaba con su abuela materna, y los dos estaban cómodamente sentados en una cama, a esperas que Nicolás saliese vestido de la habitación que tenían frente a ellos.

—Betty, no creo que todo esto sea necesario. Voy a ver a una linda mujer, no a desfilar en un concurso de moda —comentó el hombre del evento tras salir por quinta ocasión del probador improvisado, sosteniendo un par de camisas con corbata contra su pecho, mientras hacia una mueca, seguido de aquel característico sonido de clic con la boca.

—¡Deje de quejarse Nicolás! —Le regañó ella levantándose, entregándole un nuevo par de prendas—. Tenga, pruébese este otro.

El susodicho miró de reojo a Armando, suplicando ayuda para terminar con esto. Lamentablemente una expresión parecida a un "Lo siento" fue lo único que recibió a cambio. Sin opción, salió de la vista de la pareja con un suspiro de derrota, dispuesto a cambiarse. Otra vez.

—Me alegro mucho por él —comentó de repente Beatriz de forma soñadora—. Realmente se merece una persona que lo quiera.

—Estoy de acuerdo. Todos merecen una persona que los quiera —dijo cambiando a un tono más seductor —. ¿No lo cree doctora Pinzón?

Ella no pudo evitar soltar su característica risa al escuchar su forma de hablar, sonriéndole.

—Claro que si Don Armando.

De repente, las miradas de ambos se encontraron. La mujer cerró los ojos y lentamente fue acortando la distancia entre ellos. Su pareja no tardó en imitarle. Lamentablemente antes de que lograran concretar su cometido, el sonido de una voz estropeó el momento.

—¿Y bien?

Los dos se separaron, un poco rojos y apenados, pese a su ya muy conocido lazo sentimental. Al regresar la mirada, se encontraron con el antiguo gerente general de Inversiones Terramoda, vistiendo un traje marrón a su medida, pantalones al juego, y gafas oscuras mucho más llamativas que sus antiguos y aparatosos lentes rojos.

—Me agrada —contestó Armando después de un carraspeo—. Es muy apropiado.

—A mí también —apoyó la mujer presente —. Te ves muy guapo, Nicolás.

—Gracias, Betty. Esta ropa realmente embellece, ennoblece. ¡Te eleva del piso! — aseguró emocionado, arreglándose las mangas del traje—. Cuando ella me vea llegar así. Va decir, ¡Uy, tan divino el Nicolás!

—Bueno, bueno. Pero para que eso ocurra debe ponerse en marcha —indicó Armando levantándose, mirando el reloj de su muñeca —. Se está empezando hacer tarde.

—Tiene usted mucha razón —respondió el otro hombre, moviendo de arriba abajo su dedo índice —. Es hora de que me vaya.

El trio se dirigió a la entrada principal del hogar. Betty en el pequeño recorrido mantuvo una pequeña plática con su mejor amigo. Armando un par de pasos por detrás, los observó tranquilo, con una sonrisa estampada en su rostro. Le daba la sensación de ver a un par de hermanos conversando.

Al llegar a la acera, los recién casados se detuvieron, mirando al moreno ingresar al interior de su vehículo. Emocionado, el hombre de la cita se despidió con un gesto de mano, encendiendo el motor del vehículo y posteriormente poniéndose en marcha a su nuevo destino.

Betty se mantuvo quieta, viéndolo irse. La cita podría resultar ser un éxito o un fracaso, eso nadie lo sabía. Pero ella estaba muy contenta de que pese a los años, Nicolás Mora, aquel amigo leal y honesto que siempre estuvo a su lado cuando más lo necesitaba, siguiera estando ahí para ella.

Fuera del país, para total desconocimiento de la mayoría de sus antiguos compañeros de trabajo, amigos y familiares. Se encontraba Daniel Valencia, que después de recibir su último cheque, dejó Bogotá en busca de mejores oportunidades para su persona.

El aludido no tardó en toparse con múltiples opciones de trabajo ahí por donde pasaba, todo gracias a su impresionante currículum. No obstante, nada de lo que le ofrecían llegaba a satisfacerle, ninguna oferta estaba "a la altura" de lo que buscaba. Muy pronto se dio cuenta que necesitaba ayuda. Requería de alguien que le favoreciese a acelerar su proceso a la cima de alguna compañía.

Sin pensarlo, tomó el teléfono y se puso en contacto con Patricia Fernández. La mencionada era una gran opción para él, ya que con su coqueteo y flirteo creía podía llegar a favorecerle. Cuando por fin dio con ella, le ofreció prácticamente la luna y las estrellas, con tal de tenerla de su parte. La susodicha no pudo resistirse, y aunque le dolió hacerlo, abandonó a Marcela, y se encontró en el aeropuerto con el hermano de la indicada.

Con la insistencia y el fuerte carácter de Daniel, combinado con las habilidades de la peli teñida no tardaron en encontrar puestos de trabajo en una empresa de textiles, elevándose en cuestión de semanas a los sitios de ejecutivo. Los dos obtuvieron influencia en la toma de decisiones y se hicieron de un nombre que era respetado y temido por muchas personas en ese lugar.

—¡Necesito el reporte en mi escritorio en quince minutos! —vociferó Daniel una mañana cualquiera con el rostro rojo de furia, encarando a una pobre secretaria.

—S-si señor —respondió entre tartamudeos la pobre mujer, asustada.

La chica desapareció como un rayo, cargando un montón de carpetas a punto de explotar, resguardándose tras las sencillas paredes de su cubículo.

—Daniel —Una voz cantarina se escuchó en las cercanías. El hombre sin quitar su ceño fruncido giró hacia dónde provenía el sonido.

—¿Sí, patricia? —cuestionó de mala gana, sabiendo quien era.

—¡Ay, no sé porque me hablas de ese modo! Yo solo venía a darte los buenos días —dijo haciendo un puchero. El hombre hizo un esfuerzo por no poner los ojos en blanco— ¿Listo para la reunión?

—Todavía no —respondió un poco más calmado—. Me hace falta el balance general del último mes.

—Como así. ¿Todavía no te lo han entregado?

—No —contestó el hermano de Marcela soltando un suspiro de molestia, elevando la voz para que los demás en la oficina lo escucharan —. Como siempre, el personal de este lugar es incompetente.

—Estoy de acuerdo —apoyó con tranquilidad, acomodándose un mechón de su rubio cabello.

Daniel Valencia centró su mirada en el atuendo de la mujer frente a él. La peli teñida vestía en esta ocasión un poco menos formal de lo acostumbrado, portando el mismo vestido rojo con el que curiosamente coincidió tiempo atrás con Bertha, llevando en adición el cabello suelto y unas zapatillas. Caso contrario de Daniel Valencia, que debido a la reunión estaba con un aspecto mucho más elegante usando un saco gris, camisa blanca y pantalón de vestir.

—¿Te sucede algo Daniel?

—Nada —contesto con rapidez al darse cuenta que había estado mirando más de lo esperado, arreglándose la corbata—. Se me está haciendo tarde. Asegúrate que el informe llegue a mi oficina.

—Claro —respondió un tanto confundida, observándolo irse.

Horas más tarde, la reunión de aquella mañana comenzó. El propósito era el de notificar a los ejecutivos del gran adeudo que había contraído la compañía. Aunque no se mencionó abiertamente, la mayoría de los presentes ya esperaban la noticia. Una serie de malos manejos, sumado al poco interés de los altos jerarcas eran una bomba de tiempo que irremediablemente terminó en números rojos en el último balance.

Como si se tratase de un déjà vu. Daniel no pudo evitar pensar en la oportunidad de repetir la sugerencia que propuso a Ecomoda en sus horas más oscuras. Insistió a la junta directiva que el único camino lógico a seguir era vender la empresa y repartirse los activos sobrantes.

Esta vez, su idea tuvo éxito.

Cuando la compañía se vendió, tanto Daniel como Patricia buscaron nuevos empleos, en un nuevo lugar. A simple vista parecía una vuelta a empezar. Un retroceso. Sin embargo en el fondo, el hombre no lo veía como tal. Todo lo contrario, acababa de descubrir la mejor forma de ganar dinero de una manera fácil y eficiente.

Para la siguiente ocasión elegir un nuevo sitio de trabajo no dependía ni del dinero que recibiría, o el puesto que obtendría. Que más daba ser un simple secretario a las órdenes de un baboso incompetente. Lo importante era conocer el factor de riesgo para que la empresa quebrase a corto plazo, y la liquidación que obtendrían sus empleados. ¡Ahí era donde estaban las grandes cifras! No era fácil obtener esa información, pero para eso tenía ayuda extra.

"Mucho mejor que una mugrosa presidencia" pensó Daniel Valencia tiempo después sentado en el interior de un centro nocturno, disfrutando con Patricia del ultimo cheque de finiquito de otra compañía quebrada.

En Ecomoda, el tan conocido como "cuartel de las feas" no tuvo apenas que pensar a la hora de tomar sus decisiones futuras. Todas ellas estaban convencidas de quedarse donde estaban, trabajando a las órdenes de su amiga e integrante del grupo Beatriz Pinzón.

A lo anterior se le sumaba su felicidad por su reciente y sorpresivo trabajo como modelos. Desde la colección de ropa para mujeres comunes, Sandra, Aura, Sofía, Berta, Mariana, e incluso la misma Inés, habían participado en múltiples eventos, recibiendo algo de fama en el trascurso. Distintas empresas nacionales e internacionales llegaron a ver con buenos ojos esta idea, sumándose poco a poco a esta iniciativa. Cada vez más mujeres sin cuerpos exuberantes ocupaban las pasarelas, otorgándole otro tipo de enfoque a todo el mundo de la moda.

El siguiente evento para las seis mujeres seria en poco tiempo, ya que Ecomoda tenía planeado lanzar una nueva línea de artículos de complemento para la última colección mostrada. Sin embargo dicho evento estaba opacado. Las féminas solo podían tener su atención puesta en otro asunto que se celebraría poco antes.

Después de la boda de Armando y Betty, el resto del cuartel presionó de forma constante y poco sutil a Freddy para que imitara las acciones del primogénito de Roberto Mendoza. El aludido intentó excusarse o hacer caso omiso de las peticiones, pero estando en el fondo realmente enamorado, terminó cediendo. Una mañana, en mitad de los pasillos de la empresa, le pidió matrimonio a Aura María.

El grupo de amigas desde entonces solo tenía ojos para los preparativos de la boda, lo demás quedó en un segundo plano. Todo debía ser perfecto. La pareja comprometida no tardó en recibir cientos de elogios, e incluso algunas insinuaciones subidas de tono no tardaron en aparecer.

Los días pasaron y la fecha de la celebración finalmente llegó. A las afueras de una iglesia de Bogotá. Una gran cantidad de personas cercanas a la pareja se aglomeraron en espera de la llegada de la novia. Freddy estaba entre ellos, y desde lejos se podía notar lo nervioso que se encontraba.

Armando ocupando el conocido puesto de padrino del novio, estaba con el aludido. Observando con interés como el hombre no dejaba de moverse y de llevarse una mano a la boca, preocupado. La situación le parecía en el fondo nostálgica. Recordaba cuando estuvo en su lugar y en la cantidad de pensamientos atemorizantes que invadieron su cabeza. ¿Qué pasaba si la novia no llegaba? ¿Y si lo dejaba plantado? Ciertamente, eran preguntas que preocuparían a cualquier futuro esposo.

—Cálmate Freddy. Todo va a salir bien.

—Pero doctor ¿Qué pasa si mi grillita se arrepiente?

—No va a pasar —aseguró colocando una mano en el hombro de su amigo—. Y cuando la veas llegar con ese hermoso vestido blanco. Te sentirás como el hombre más afortunado del mundo.

—Así será doctor, así será.

Pocos minutos después, con los invitados ya ocupando sus respectivos lugares. Un auto se detuvo en la entrada de la iglesia, dejando ver a la novia con una hermosa vestimenta diseñada exclusivamente para ella en las instalaciones de Ecomoda. La música ceremonial de inmediato comenzó a resonar por toda la estructura y los presentes se levantaron para recibir a la mujer entre aplausos, palabras de ánimo y buenos deseos.

Cuando la pareja se colocó en el altar junto al sacerdote. Todos tomaron sus asientos. Armando junto a Betty, quien cargaba a la pequeña Camila, y Nicolás aun lado. En la fila de adelante el resto del cuartel, las cuales lloraban emocionadas por la bonita escena. Y el resto de los asientos ocupados por otros familiares y amigos cercanos a los futuros esposos.

Beatriz en cierto momento del evento no pudo evitar regañar a Nicolás, por una botella de alcohol que ocultaba en su formal abrigo, de la cual tomaba con un pequeño sorbete casi imperceptible a la vista.

—Que puedo decir Betty —dijo en un susurro haciendo una mueca —. Estos eventos matrimoniales, la verdad es que me afectan un poco.

La presidenta de Ecomoda negó con la cabeza, regresando su mirada al frente. De todas formas no pudo evitar sonreír al paso de los segundos, al darse cuenta de todos los seres queridos que compartían con ella ese hermoso momento. No podía haber deseado nada mejor.

—¡Y ahora los declaro, marido y mujer! —La voz del sacerdote se oyó por toda la iglesia—. ¡Puede besar a la novia!

Los gritos eufóricos y los aplausos emergieron nuevamente cuando Freddy capturó los labios de su ahora esposa. Betty ante la euforia, salió de su nube de pensamientos, uniéndose a la lluvia de ovaciones que se estaba desarrollando.

***

"Dicen que la suerte de las feas las bonitas la desean. Debo admitir que tiempo atrás hubiese encontrado totalmente ridícula esa afirmación. No haber sido una mujer agraciada, elegante y mucho menos sexy, solo me había traído problemas y burlas por mucho tiempo.

Pero ahora no estaba tan segura de pensar lo mismo.

Las últimas semanas de mi vida habían sido perfectas junto a mis seres queridos. Ecomoda estaba prosperando, la empresa casi ya no tenía deudas y los activos cada vez crecían más y más. Mis queridas amigas parecían felices modelando y reuniéndose para platicar todas las veces que podíamos. Nicolás, aunque no tuvo éxito en su cita, seguía saliendo más a menudo con otras modelos, y en ese tiempo compró otro automóvil junto a un bonito celular que usaba para impresionar a cualquier mujer que se atravesaba en su camino. También descubrí gracias a una carta de Catalina, que ella y Michel se habían aliado con Marcela y tenían una compañía muy fructífera. Sobre Daniel y Patricia, bueno, no sabía mucho de ellos, pero pese a nuestros desacuerdos, deseaba que estuviesen bien y llevasen una vida feliz.

Y por supuesto estaba Armando. La vida a su lado era maravillosa, más ahora que Camila estaba en nuestras vidas. Ellos dos hacían que todos los difíciles momentos que tuve que pasar valieran la pena.

Quizá tengan razón. Las feas podemos llegar a ser la envidia de las bonitas..."

Fin.

Nota de autor: Ahh...sé que no es lo que habitualmente escribo, pero espero lo hayan disfrutado. Muchas gracias por detenerse a leer pese a no ser mi contenido habitual.

Antes que nada. Espero te haya gustado  Heheidych o al menos te haya resultad o mínimamente entretenido. La verdad me sentía un poco oxidado al escribirlo, además que como comente al principio, es un fandom del cual tengo cero experiencias. Es posible que encuentres algún error de algún tipo, o alguna personalidad que no termine de cuadrar en su totalidad. Disculpas anticipadas por eso xD

Sobre los puntos que solicitaste, solo tú puedes decidir si fueron cumplidos. Aunque si me gustaría mencionar que los dos primeros pese a que no se menciona de forma explícita como seguramente esperabas, si se hace referencia al principio (jeje la salida fácil). Y lo de Marcela con la empresa, bueno, dice que es preferentemente.

Por ultimo me gustaría mencionar que me he divertido mucho haciéndolo. Nunca creí que vería +50 capítulos de una telenovela y menos que buscaría en distintas páginas resúmenes referentes a lo mismo.

Sin más que decir.

Saludos

:D

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