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El dios de las dos caras

Apenas habían caminado treinta metros y ya estaban totalmente perdidos.

El túnel no se parecía en nada al pasadizo con el que Annabeth, Percy y Haetae, la ultima estaba en una cangurera durmiendo con sus lentes de sol puestos. Ahora era redondo el túnel como una alcantarilla, tenía paredes de ladrillo rojos y ojos de buey con barrotes de hierro cada tres metros. Percy siendo el curioso que es, se enfoco  en uno de aquellos ojos de buey con la linterna, pero no logro ver con claridad. Se abrió una oscuridad infinita. Cambio sus ojos para ver mejor, pero no encontro algo que le fuera útil.

Annabeth hizo lo posible para guiarlos. Pensaba que debían pegarse ala pared de la izquierda. 

Annabeth: Si ponemos todo el rayo la mano en el muro de la izquierdo y lo seguimos, deberíamos encontrar la salida haciendo el trayecto inverso.

Por desgracia, apenas lo hubo dicho la pared izquierda desapareció y, sin saber cómo, se encontraron en medio de una cámara circular de la que salían ocho túneles.

Grover: Hummm... ¡por dónde hemos venido?  -nervioso-

Haetae: Eh? -despertándose de su sueño- .ñam , ñam

Percy: Durmio bien? -mirándola-

Haetae: No, no tenia mi mantita -haciendo pucheros-

Annabeth: Solo hay que dar la vuelta -ignorando lo que estaba haciendo Percy con la niña-

Cada uno se volvió a un túnel distinto. Era absurdo. Casi ninguno de ellos era capaz de decir por dónde se regresaba al campamento.

Tyson: Las paredes de la izquierda son malas. ¡Ahora por dónde?

Con el haz de luz de su linterna. Annabeth barrió los arcos de los ocho túneles. Para el modo de ver de Percy y Haetae, eran idénticas.

Annabeth: Por allí.

Percy siendo todo un genio en la orientación, que se pierde en camino en la tienda, pregunto.

Percy: ¿Cómo lo sabes? 

Percy: O sea...

Haetae: Se lo esta imaginando Tío -con una paleta de caramelo-

Annabeth: Ustedes síganme.

EN ALGUN LUGAR DE KOREA

Daewi: Estamos listo, tenemos todo lo necesario para ir a buscarlo.

Mira:  Solo espero que no haga una locura en su estadía -mirando a su esposo-

Daewi: Al menos nuestro vuelo sale en una hora.

La pareja de casados espero en el aeropuerto para poder ir en busca de su amigo.

CON PERCY

El túnel que había elegido Annabeth se estrechaba rápidamente. Los muros se volvieron de cemento gris y el techo se hizo tan bajo que enseguida tuvimos que avanzar encorvados. Tyson se vio obligado a arrastrarse, Haetae tuvo que caminar para su desgracia. Lo único que se escuchaba era la respiración agitada de Grover y las quejas de Haetae.

Grover: No lo soporto más.  ¿Ya hemos llegado?

Annabeth: Llevamos a aquí cinco minutos-suspirando-.

Grover: Ha sido más tiempo. ¡Y por qué habría de estar Pan aquí abajo? ¡Esto es justo lo contrario a de la naturaleza silvestre!

Siguieron arrastrándose. Cuando ya creían que el túnel  iba a volverse tan estrecho que creyeron que los iba a terminar aplastándolos, se abrió bruscamente a una sala enorme. Percy empezó a enfocar las paredes con su linterna, notando los detalles.

Percy: ¿Qué es este lugar?

Todas la estancia estaba cubierta de mosaicos. Los dibujos se veían mugrientos y descoloridos, pero aun era posible identificar algunos colores: rojo, azul, verde, dorado y café. El friso mostraba a los dioses olímpicos en un festín. A Poseidón, con su tridente, le daba unas uvas a Dioniso para que las convierta en vino. Zeus se divertía con los y Hermes volaba por los aires con sus sandalias aladas. Eran imágenes bonitas, , pero no demasiado fieles. Percy noto algo, un mosaico diferente, era un persona con  un objeto cilíndrico enorme con sus mismas ropas que su armadura. Al verlo le dio dolor de cabeza intenso.

Percy: Mi cabeza -colocándose de rodillas por el dolor-

AFUERA DE DONDE ESTABA PERCY

Un fenómeno imposible estaba pasando en el mundo, todas las nubes empezaron a reunirse al rededor de un  solo punto, antes de caer en picada, infiltrándose en las grietas, con el objetivo de llegar a su dueño, ante la expectante mirada de todos los que vieron ese suceso.

EN EL ESPACIO

Una nebulosa empezó a moverse en dirección a la tierra, de manera lenta.

Percy: ¿Qué es esto? Parece

Annabeth: Romano. Estos mosaicos deben de tener unos dos mil años de antigüedad.

Percy: Pero, ¿Cómo pueden ser Romanos?

A pesar de no saber mucho de historia antigua, pero estaba seguro de que los romanes nunca llegaron a Long Island.

Annabeth: El laberinto es un conjunto de retazos. Ya te lo dije. Continuamente se expande e incorpora nuevas piezas. Es la única obra arquitectónica que crece por sí misma.

Percy: Lo dices como si estuviera viva.

En ese momento, la ropa de Percy se aprete de golpe a modo de protesta por lo dicho por Percy, dejándolo sin aire por un momento. Por el túnel que tenían de delante, les llego el eco de una especie de lamento.

Grover: No hablemos de si esta vivo. Por favor.

Haetae: Tío, la cabra es muy asustadiza -susurrándole al oído a Percy-

Percy: Lo sé, pero que se le puede hacer -susurrando también-

Annabeth: Vale. Adelante.

Tyson: ¿Por el pasadizo  con ruidos feos? -nervioso por los ruidos-

Annabeth: Sí. El estilo arquitectónico se va volviendo más antiguo. Eso es buena señal. El taller de Dédalo debería estar en la zona más vieja.

A primera vista parecía lógica, pero para Percy no tenia mucho sentido. Pero muy pronto el laberinto empezó a jugar con ellos. Avanzaron quince metros y el túnel volvió hacer de cemento, con las paredes llenas de tuberías y cubiertas de grafitis hecho con espray.

Haetae: Muy romano no parece esto.

Annabeth respiró hondo y siguió avanzando. Cada pocos metros, los túneles se curvaban, giraban y se ramificaban. El suelo bajo sus pies pasaba del cemento a ladrillo y al barro desnudo, y vuelta a empezar. No había ninguna lógica. Se tropezaron con una bodega provista de una infinidad de botellas polvorientas alineadas en estantes de madera. Como si estuvieran cruzando el sótano de una de una casa, con la única diferencia de que no había salida al exterior, sólo más túneles que seguían adelante.

Luego el techo se convirtió en una serie de planchas de madera y Percy junto con Haetae escucho voces por encima de sus cabezas y un crujido de pisadas, como si caminaran por debajo de un bar o algo parecido. Era tranquilizador  oír gente, pero, no podían llegar a ellos. Estaban atrapados allá abajo sin ninguna salida. Entonces encontraron el primer esqueleto.

Estaba vestido con ropas blancas, como una especie de uniforme. Al lado, había una caja de madera con botellas de vidrio.

Annabeth: Un lechero

Haetae / Percy: ¿Qué?

Annabeth: Repartían leche en casa en casa.

Percy: Ya, pero... eso debía de ser cuando mi madre era pequeña, hará un millón de años. ¿Qué hace éste aquí?

Annabeth: Algunas personas entraron por error. Otras vinieron decididas a explorar y no lograron salir. Hace mucho, los cretenses incluso enviaban gente aquí abajo como si tratara de un sacrificio humano.

Grover trago saliva.

Percy: Éste lleva aquí mucho.-señalando las botellas cubiertas de polvo-.

Los dedos del esqueleto habían quedado aferrados a la pared de ladrillo, se diría que arañándola, como si el hombre hubiese muerto mientras trataba de hallar una salida.

Tyson: Sólo huesos. No te preocupes, niño cabra. El lechero está muerto

Grover: El lechero me tienen sin cuidado. Es el olor. A monstruo y  lechero muerto.

Tyson asintió.

Tyson:  Montones de monstruos. Pero los subterráneos huelen así. A monstruo y a lechero muerto.

Grover: Ah, genial. Creía que tal vez me equivocaba.

Annabeth: Hemos de internarnos más en el laberinto. Tiene que haber un camino para llegar al centro.

Annabeth los guio hacia la derecha y luego hacia la izquierda a través de un pasadizo de acero inoxidable, como una especie de respiradero,  y llegaron otra vez a la estancia romano con el mosaico y la fuente. Pero esta vez no estaban solos.

Lo primero que le llamó la de Percy sobre el sujeto, fueron sus caras. Las dos. Le sobresalían a uno y otro lado de la cabeza y cada una miraba por encima de un hombro, o sea que tenía una cabeza mucho más ancha de lo normal, como una especie de tiburón martillo. De frente, lo único que se veía eran dos orejas superpuestas y dos patillas que parecían un reflejo exacto la uno de la otra.

Iba vestido como un conserje de Nueva York, es decir, con un largo abrigo negro, zapatos relucientes y un sombrero de copa negro que lograba sostenerse de una manera rara encima de su ancha cabeza.

Cara izquierda: ¿Annabeth? ¡Deprisa!

Cara derecha: No haga ni caso. Es muy grosera. Venga por este lado, señorita.

Annabeth se quedó boquiabierta.

Annabeth: Eh... yo...

Tyson frunció el ceño

Tyson: Ese tipejo tiene dos caras.

Cara izquierda: El tipejo también tiene oídos,  ¿sabes? Venga, señorita.

Cara derecha: No, no. Por aquí, señorita. Hable conmigo, por favor.

El hombre de las dos caras observó a Annabeth lo mejor que pudo, o sea, con el rabillo de los ojos. Era imposible mirarlo de frente a menos que puedas dividirte o te centraras en uno u otro lado. Percy supo inmediatamente lo que estaba pasando, sus ojos se tornaron rojos, sus pupilas tomaron forma de una especie de estrella de cuatro puntas con una estrella de color dorado. 

Lo que Percy vio con sus ojos rojos, logro ver lo que eran, solo querían destruir la voluntad de Annabeth, decidía no actuar, para poder ver, que tanta era su determinación y si realmente era ese su motivo.

Detrás de la criatura, había dos salidas con grandes puertas de madera y gruesos cerrojos de hierro. La primera vez que habían cruzado la estancia no había ninguna puerta. El conserje de las dos caras sostenía una llave plateada que se iba pasando de la mano izquierda a la derecha, y un viceversa. Percy sabia que había una trampa.

A la espalda de sus amigos, había desaparecido la entrada por la que acababan de llegar. Ahora sólo había mosaico. No podían volver sobre sus pasos.

Annabeth: Las salidas están cerradas.

Cara izquierda:  ¡Todo un descubrimiento! -burlonamente-.

Annabeth: ¿Adónde conducen? 

Cara derecha: Una lleva probablemente a donde usted quiere. La otra una muerte segura.

Annabeth: Ya... ya sé quién es usted -balbuceando-

Cara izquierda: ¡Ah, qué lista! -con desdén-. Pero ¿Sabe qué puerta debe escoger? No tengo todo el día.

Annabeth: ¿Por qué tratan de confundirme?

Percy estaba orgulloso de Annabeth, al no dejarse engañar con facilidad de no vacilar, pero sabia que aun era muy pronto para cantar victoria.

La cara de

Cara derecha: Ahora usted está al mando, querida. Todas las decisiones recaen sobre sus hombros. Es lo que quería,  ¿No?

Annabeth: Yo...

Y ahí estaba a lo que Percy temía, el corazón de Annabeth se empezó a llenar de dudas y miedo.

Cara izquierda: La conocemos, Annabeth. Sabemos con qué dilema se debate un día tras otro. Conocemos su indecisión. Tendrá que elegir tarde o temprano. Y la elección quizá acabe matándola.

Percy sabia perfectamente a lo que se refería ese fenómeno, habrá algún momento en la tú vida donde te veras obligado a elegir sin tener tiempo para pensar si es lo correcto a no. Él sabia perfectamente la lo que se refería, pero dependía de ella si podría afrontarlo, no de él. Annabeth palideció.

Annabeth: No... yo no ...

Pero no seria este momento donde se tomaría la decisión, por lo que intervino.

Percy: Sera mejor que la dejen tranquila. No me importa quienes sean, si siguen así peleare con ustedes.

Percy se coloco en una postura de combate demasiada extraña para todos, pero para "nuevo cuerpo" le era familiar, como el poder tomar agua.

Cara derecha: Soy su mejor amigo.

Cara izquierda: Soy su peor enemigo.

Las dos caras: Soy Jano. Dios de las puertas. De los comienzos, de los finales. De las elecciones. Pronto nos veremos las caras-mirando a Percy-.

Cara izquierda: Sun Wukong.

Cara derecha: Perseus Jackson.

Los compañeros de Percy, miraron confundidos a Juno, al decir dos nombre de manera individual.

Cara derecha: Pero ahora es el turno de de Annabeth -riendo con un aire frívolo- ¡Qué divertido¡

Cara izquierda: ¡Cierra la boca! Esto es muy serio. Una elección equivocada podría arruinar su vida entera. Puede matarla a usted y a todos sus amigos. Pero no se agobie, Annabeth. ¡Escoja!

Con cierta incomodidad, Percy recordó las palabras de la profecía: <<El último refugio de la criatura de Athena.>>

Percy: Annabeth, creo que lo mejor que no lo hagas.

Cara derecha: Me temo que tiene que hacerlo-con alegria-.

Annabeth se humedeció los labios.

Annabeth: Escojo...

Percy se estaba preparando para poder atacar, pero antes de que hiciera algo o de que Annabeth señalara una puerta, una luz deslumbrante iluminó la estancia.

Jano alzó las manos a uno y otro lado para protegerse los ojos. Cuando la luz se extinguió, había una mujer junto a la fuente. 

Era alta y esbelta, con una cabellera de color chocolate recogida en trenzas y entrelazada con cintas doradas. Llevaba un sencillo vestido blanco, pero la tela temblaba y cambiaba de color al moverse, como la gasolina sobre el agua.

Mujer: Jano, ¿Ya estamos otra vez causando problemas?

Cara derecha: ¡N-no, mi señora!

Cara izquierda: !Sí¡

Cara derecha: ¡Cierra el pico!

Mujer: ¿Cómo?

Cara derecha: ¡No me refería a usted, mi señora! ¡Hablaba conmigo!

Mujer: Ya veo. Sabes que tu visita es prematura. La hora de la muchacha no ha llegado. Así que soy yo la que te plantea una elección: déjame estos héroes a mí o te convertiré en una puerta y luego te echare abajo.

Cara izquierda: ¿Qué clase de puerta?

Cara derecha: ¡Cierra el pico!

Cara izquierda: Porque las puertas acristaladas son bonitas. Un montón de luz natural.

Cara derecha: ¡Cierra del pico! ¡Vos no, mi señora! Claro que me iré. Sólo estaba divirtiéndome un poco. Es mi trabajo: planear elecciones.

Mujer: Provocar indecisión. ¡Ahora, desaparece! 

La cara izquierda murmuró <<aguafiestas>>, alzó la llave plateada, la insertó en el aire y desapareció.

La mujer se volvió hacia el grupo de héroes, Percy se sintió incomodo ante la mirada de la mujer. Sus ojos relucían de poder. Por instinto se puso en pose de pelea tan rara que ha usado últimamente. Pero entonces la mujer sonrió. 

Mujer: Deben de tener hambre. Siéntense conmigo y hablemos.

Bastó un ademán suyo para que empezara a manar la fuente romana. Varios chorros de agua clara salieron disparados por el aire. Apareció una mesa de mármol repleta de bandejas de sándwiches y jarras de limonada. 

Percy: ¿Quién eres?

Haetae: Eso a quien le importa- llendo a comer- nos dio comida.

Mujer: Jajaja, que niña más simpática, yo soy Hera-sonriendo-. La reina de los cielos.

Percy había visto una vez a Hera en la asamblea de los Dioses, pero eh ese entonces no le había prestado mucha atención, debido a que se encontraba discutiendo con los demás dioses que discutían sobre matarlo o no.

Percy no la recordaba con un aspecto tan normal. Normalmente los dioses suelen medir seis metros cuando están en el Olimpo, lo cual hace que no parezcan tan normales. Pero la verdad es Hera parecía ahora una mamá normal, corriente y un poco hermosa...

Hera: Grover, querido, utiliza la servilleta. No te la comas.

Grover: Si, señora-murmurando-

Hera: Niña, come despacio, la comida no se va a ir -mirando a Haetae-.

Haetae: Pero... esta bien -comiendo más despacio-.

Hera: Tyson, te estás consumiendo. ¿No quieres otro sándwich de mantequilla de cacahuete?

Tyson reprimió un eructo.

Tyson: Sí, guapa señora.

Annabeth: Reina Hera. No puedo creerlo. ¿Qué haces en el laberinto?

EN ALGUN LUGAR DEL LABERINTO

Una nube esta pasando por los lugres a gran velocidad, pasando por las grietas del mismo, en busca de algo o mejor dicho de alguien. La nube lo traspasaba todo para llegar a su objetivo.

CON PERCY

Hera sonrió. Dio un golpecito con un dedo y el pelo de Annabeth se peinó por sí solo. Toda la mugre y el polvo desaparecieron de su rostro.

Hera: He venido a verlos, desde luego.

Grover intercambio miradas de nerviosismo con Percy. Normalmente, cuando los dioses buscando es acusa de bondad. Es porque quieren algo.

Lo cual no detuvo a Percy ni a Haetae de seguir zampándose bocadillos de pavo con queso y bebiendo limonada. No se habían dado cuenta de lo hambriento que realmente estaban. Tyson y Haetae se tragaban un sándwich de mantequilla de cacahuete tras otro y Grover estaba entusiasmado con la limonada y masticaba los vasos de plásticos como si fuesen él cono de un helado.

Annabeth: No creía... -titubeando-. Eh, no creía que le gustaran los héroes.

Hera sonrió con indulgencia.

Hera: ¿por aquella pequeña trifulca con Hércules? ¡Hay que ver la cantidad de mala prensa que he llegado a tener por un solo conflicto!

Annabeth: ¿No intentaste matarlo, eh... un montón de veces?

Hera hizo un gesto desdeñoso.

Hera: Eso ya es agua pasada, querida. Además, el era un de los hijos de mi amantísimo esposo tuvo con otra mujer. Se me acabó la paciencia, lo reconozco. Pero desde entonces, Zeus y yo hemos asistido a unas excelentes sesiones de orientación conyugal. Hemos aireado nuestros sentimientos y llegado a un acuerdo. Sobre todo, después de de último incidente menor.

Percy: Se refiere a Thalía, verdad.

En cuanto escucho el nombre, los ojos de Hera se volvieron hacía Percy con una expresión glacial. Cosa que a Percy ni le inmoto, al contrario, el ver esa expresión de Hera, le pareció lindo, se veía más hermosa de lo que ya era a ojos de Percy.

Nota de autor: Vamos por todas.

Hera: Percy Jackson, ¿No es eso? Una de las... criaturas de Poseidón. Por lo que yo recuerdo, en el solsticio de invierno voté a favor de dejarte vivir. Espero no haberme equivocado.

Se volvió de nuevo hacia Annabeth con unas sonrisa radiante.

Hera: A ti, en todo caso, no te guardo ningún rencor, querida muchacha. Comprendo las dificultades de tu búsqueda. Sobre todo cuanto tienes que vértelas con alborotadores como Jano.

Annabeth bajó la vista.

Annabeth: ¿Por qué habrá venido aquí? Me estaba volviendo loca.

Hera: Lo intentaba. Debes comprenderlo, los dioses menores como él siempre se han sentido frustrados por el papel secundario que desempeñan. Algunos, me temo, no sienten un gran amor por el Olimpo y podrían dejarse influenciar fácilmente y apoyar el ascenso al poder de mi padre. 

Haetae: ¿Su padre?

Percy: Cronos -susurrándole en el oído-

Hera: Debemos vigilar a los dioses menores. Jano, Hécate, Morfeo. Todos ellos defienden el Olimpo de boquilla y no obstante...

Percy: Por eso se ausentó Dioniso. Para avisar a los dioses menores.

Hera: Así es. Verás: en tiempos revueltos hasta los dioses pierden la fe. Y entonces empiezan a depositar su confianza en cosas insignificantes; pierden de vista el cuadro general y se comportan de un modo egoísta. Pero yo soy la diosa del matrimonio, ¿Sabe? Conozco las virtudes de la perseverancia. Hay que alzarse por encima de las disputas y el caos, y seguir creyendo. Has de tener siempre presentes tus objetivos.

Annabeth: ¿Cuáles sus objetivos?

Hera sonrió ante lo dicho por la hija de Annabeth.

Hera: Conservar a mi familia unida, naturalmente. A los olímpicos, me refiero. Y por ahora, la mejor manera de hacerlo es ayudarlos a ustedes. Zeus no me permite interferir demasiado, la verdad. Pero una vez cada siglo más o menos, siempre que sea en favor de una búsqueda que me importe especialmente, me permite conceder un deseo.

Annabeth: ¿Un deseo?

Hera: Antes de que la formules, déjame aconsejarte, eso puedo hacerlo gratis. Ya sé que buscas a Dédalo. Su laberinto me resulta tan misterioso a mí como a ti. Pero si quieres conocer su destino, yo en lugar iría a ver a mi hijo Hefesto a su fragua. No ha habido ningún otro al que haya admirado más. Si alguien se ha mantenido en contacto con Dédalo y conoce su destino, ése tiene que ser Hefesto.

Annabeth: Pero, ¿Cómo podemos llegar allí? Eso es lo que deseo. Quiero encontrar el modo de orientarme en el laberinto.

Hera pareció decepcionada.

Hera: Sea. Sin embargo, deseas algo que ya te ha sido concedido.

Annabeth: No entiendo.

Hera: Ese medio de orientación lo tienes a tu alcance.

Hera se volteo a ver a Percy, el cual estaba luchando contra Haetae por la ultima rebanada de Sándwich con un tenedor.

Hera: Percy conoce la respuesta -sonriéndole "amistosamente"-

Percy: ¿Yo? -sorprendido y un poco sonrojado-

Haetae: Jajaja, mío -comiendo la ultima rebanada-

Percy: Nooooooooo.

Annabeth: Pero eso no es justo. ¡No me estáis diciendo qué es!

Hera movió la cabeza.

Hera: Conseguir algo y saber utilizarlo son cosas distintas. Estoy segura de que tu madre, Atenea, coincidiría conmigo. 

Algo parecido a un trueno lejano retumbó en la sala. Hera se levantó y otro trueno retumbo cerca de la sala.

Hera: Debo irme. Zeus empieza a impacientarse. Piensa en lo que te he dicho, Annabeth. Busca a Hefesto. Tendrás que cruzar el rancho, imagino. Pero tú sigue adelante. Y utiliza todos los medios disponibles, por comunes que parezcan.

Señalo las puertas y ambas se disolvieron, mostrando la boca de dos oscuros corredores.

Hera: Una última cosa, Annabeth. Sólo he aplazado el día en que hayas de elegir, no anulado. Pronto, como ha dicho Jano, tendrás que tomar una decisión. ¡Adiós!

Agitó la mano y se transformó en humo blanco. Lo mismo sucedió con la comida, justo cuando Tyson estaba a punto de engullir otro sándwich, que se le esfumó en la boca. La fuente goteó y s detuvo. Los mosaicos de las paredes se difuminaron y se volvieron mugrientos de nuevo. La estancia ya no era un lugar donde te apeteciera celebrar un picnic.

Annabeth pateó el suelo.

Annabeth: ¿Qué clase de ayuda es ésta? <<Toma, cómete un sándwich. Pide un deseo. ¡Ah, no puedo ayudarte! ¡Puf!>>

Tyson: ¡Puf! -asintiendo con tristeza, mirando su plato  vacío- 

Grover: Bueno. Ha dicho que Percy conoce la respuesta. Ya es algo.

Todos miraron a Percy de manera extraña.

CERCA DE DONDE ESTABA PERCY

Una nube se acercaba en dirección de Percy con una gran velocidad, produciendo un ruido muy p0arecido a un chiflido.

CON PERCY

Percy: Pero no la sé. No tengo ni idea de qué quería decir.

Annabeth suspiró.

Annabeth: Muy bien. Entonces vamos a seguir.

Percy: ¿Por dónde?

Pero justo entonces Grover y Tyson se pusieron alerta y se levantaron a la vez, como si lo hubiese ensayado.

Grover y Tyson: Por la izquierda.

Annabeth frunció el ceño.

Annabeth: ¿Cómo estáis tan seguros?

Grover: Porque algo viene por la derecha.

Tyson: Algo grande. Y muy deprisa.

Percy: Ellos tienen razón, es peligroso, me parece muy bien ir a la izquierda.

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