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Prólogo: Primer beso

// El vestido es perfecto. // Piensa Camila.

Se mira al espejo de arriba a abajo y no puede estar más feliz.

Hoy el día de su quinceañera, un día muy importante para cualquier chica mexicana y una tradición. La celebración de una niña pasando a ser mujer... Aunque para Camila le suena un poco a una estupidez. Y no es el hecho de que no sea importante ni nada parecido, si no que ha escuchado tantas veces la frase hecha que dicen las señoras "Quince años solo se cumplen una vez en la vida", y pues sí, pero no es como que se cumplan los ocho años a cada ratito ¿no? de igual manera ella en cierto modo lo entendía.

Y pues sí.

Amaba su vestido.

-- Hijaaa, -- Habló su madre a través de la puerta del cuarto (más bien gritó, pero como siempre le dice su madre, así hablaba ella). -- ¿Está todo bien?

Camila dejó de prestar atención a su reflejo y de apretar su corsé a sus costados haciendo que este se abriera un poco y se deslizara en el acto. Había estado batallando para abrocharlo desde hacía ya cinco minuto que ella había sentido como tres horas.

Ahora tenía la paciencia en cero, los brazos cansados y la desesperación a flor de piel.

La voz de su madre la hizo regresar a la realidad y a todos los problemas que una quinceañera puede estar sufriendo además de problemas con el corsé de su vestido, eso solo era la punta del iceberg.

Primeramente, Camila no había dormido casi nada la noche anterior por los cólicos, síntoma de que le iba a bajar en poco tiempo. Nada peor que estar como una catarata de sangre humana en tu día especial, gracias a Dios ese desastre natural aún estaba a unos días de distancia.

Luego la maquillista llegó con media hora de retraso en la cual Camila tuvo que escuchar a su madre quejarse, lo que solo la hizo ponerse más nerviosa aún; cuando por fin llegó la maquilló y le puso tantos menjurjes en la cara que ella solo oraba por que al final no pareciera un payaso, que para su sorpresa, el maquillaje quedó mucho mejor de lo que esperaba, aunque podía sentir un extremo de la pestaña postiza picandole el ojo, algo que a estas alturas, con la desesperación al máximo, se sentía como un gran problema.

Sumándole a esto que por comentarios de sus tías sobre su peinado, al ser el cabello suelto acomodado con algunos pasadores y rulos, alegaban de ser muy simple, se sentía algo triste.

Y junto a todo lo anterior no podría sentirse más frustrada.

Lágrimas se le comenzaron a asomar y su voz se quebró mientras respondía:

-- Sí, mamá.

-- ¿Segura que está todo bien? -- Se escuchó la voz ahora preocupada de su madre. -- ¿Necesitas ayuda? -- dijo mientras abría la puerta para asomarse. Al ver la cara descompuesta de su hija, Marta entró a su habitación, consternada. -- ¿Por qué lloras, mi vida?

Intentando que las lágrimas no salieran y estropearan el maquillaje, Camila se dio la vuelta y dijo a la vez que agarraba los dos lacitos del corsé mostrándole a su madre como no podía amarrarlos. -- No puedo ajustarme el corsé.

Marta no pudo evitarlo y soltó una pequeña risa ante el drama que estaba haciendo su hija por algo tan insignificante.

-- Ay mi amor. -- Quitó las manos de su hija con ternura y comenzó a ajustar el lazo desde el comienzo del corsé. -- Tu deja. Ya lo hago yo.

Mientras su madre terminaba, Camila volvió la mirada al espejo e intentó limpiar con cuidado las lagrimas que había derramado procurando (y fracasando) no derramar más.

-- Listo, ahí quedó perfecto. -- Marta tomó a su hija por los hombros y la hizo darse vuelta para que quedaran de frente. -- Ya no llores, hija. Te ves hermosa. -- Reanudó la tarea que Camila había dejado y siguió secándole las lágrimas mientras empezaba a botar las suyas propias, pero por una razón completamente diferente.

Su hija menor estaba creciendo.

-- Gracias mamá. -- Respondió Camila formando una sonrisa de agradecimiento.

Ya no hacía falta decir mucho más, ambas lo entendían.

Marta acercó a su hija para darle un abrazo intentando reconfortarla sin palabras, a lo que Camila contestó afectuosamente.

-- Ahora, lo último.

Ambas se separaron prosiguiendo con lo siguiente. Tomó la corona con piedras artificiales y se la entregó a su hija.

-- Sipi. -- Acomodó la tiara en su cabeza y se contempló frente al espejo con todo su aspecto terminado.

Se sentía hermosa.

Marta observaba a su hija con una sonrisa orgullosa y nostálgica a la vez.

-- Ya es hora de irnos a la iglesia, es tarde. Dejé a tu papá alistando el carro así que debemos apurarnos.

Camila salió de sus pensamientos y empezó a recoger todo lo que iba a necesitar ese día en una pequeña maleta ya que después de la ceremonia en la iglesia iban a ir directamente al salón de eventos donde se realizaría la fiesta.

//Cepillo de dientes, pasta, un cepillo para el cabello, algunos dulces para el camino, su botella de agua...-//

-- ¿Estás lista? ya están todos afuera. -- Dijo una voz desde la puerta.

No había escuchado esa voz desde hace un rato ya, más específicamente desde el último ensayo del vals hace una semana (que por todo el ajetreo de los días en los que apenas había estado en su casa se sentía como un mes).

Camila aún no terminaba de entender como Edgar, entre todos, terminó siendo su chambelán de honor (además del único), y más aún el hecho de que el mismo se ofreciera a serlo.

❄️❄️❄️

- Lo tengo, Martín es la opción perfecta, o Carlos, no no ya sé, Álvaro. Sip, Alvaro lo hará genial. Además, va en danza folclórica, así que ha de bailar vals muy bien. Asi que-

La mamá de Camila siguió hablando y seleccionando los candidatos para ser "el chambelán perfecto" para su hija.

Camila solo volteo los ojos y siguió jugando a ser la mejor youtuber en el juego que su amiga le había recomendado. Se había enviciado tanto que ya estaba de gira por Tokio y era de las número uno a nivel mundial a solo cuatro días de que lo había descargado. Nada como utilizar el tiempo de la asignatura de lógica para pasar de nivel en tu juego favorito.

- Camila, ¿me estas prestando atención? - Acusó Marta a su hija frunciendo el ceño al notar ni siquiera la estaba mirando a ella.

- Sí, mamá, estoy escuchándote. - respondió Camila suspirando y dejando el celular sobre sus piernas. - pero no creo que Álvaro debería ser mi chambelán, apenas le hablo. - Opinó haciendo una mueca de incomodidad.

Álvaro es el hijo de una amiga del trabajo de su madre, y ambas señoras estaban empeñadas en juntar a sus respectivos hijos, y aunque se topan casi todos los días en la escuela, no intercambian más que una breve e incómoda sonrisa de reconocimiento.

- Pero si es perfecto, sabe bailar y-

- No quiero mamá. - interrumpió quejándose y haciendo pucheros.

- Okay, entonces qué tal Martín o Carlos - ofreció Marta resignada.

- No lo sé ...

- Yo puedo hacerlo.

Marta y Camila voltearon al rincón de la sala en donde Yania y Edgar se encontraban haciendo tarea.

Edgar las miraba con cara de sueño y Yania observaba a este con expresión confundida.

- ¿Quieres ser el chambelán de honor de Camila? - preguntó Marta extrañada.

Las mariposas en el estomago de Camila comenzaron a revolotear.

Eso era lo que sucedía cada vez que Edgar estaba cerca.

Camila tenía un enamoramiento por el desde que tenía tan solo cinco años, que con el paso de los años no hizo más que crecer.

Nada la haría más feliz que Edgar fuera su chambelán, pero obviamente jamás se lo pediría, por lo que se había quedado muda al escuchar que el mismo se estuviera ofreciendo.

- Claro, - respondió con simplicidad encogiéndose de hombros. - se ve que Camila no quiere elegir, así que para ahorrarle problemas con sus amigos podría ser yo y dan como excusa que somos muy amigos desde chicos.

Eso decepcionó un poco a Camila.

No era la razón que esperaba.

//Pero algo es algo ¿no?// se consoló a sí misma.

- Me parece buena idea. - Contestó Camila con voz chiquita encontrando su voz.

- ¿Estás segura? - preguntó Marta a su hija frunciendo el ceño.

- Si mamá, - Camila miró a Edgar de reojo quien le sonreía de manera algo extraña mientras su hermana le decía algo que no alcanzaba a escuchar. - estoy segura. Además, así está mejor, ya sabes que no estaba del todo segura de querer chambelanes. Además así no tendré que oír a mis amigos y primos pelear.

- Genial, considéralo tu regalo de cumpleaños. - dijo Edgar guiñándole el ojo a Camila a través de sus lentes de aumento de manera juguetona, lo que hizo que esta se sonrojara y desviara la vista haciendo que la sonrisa de Edgar se ensanchara aún más.

Yania soltó una risita mientras seguía mirando lo que estaba escribiendo en su cuaderno y se metió a la platica por primera vez solo para molestar a su amigo.

- uff, que mal regalo Camila, yo que tú rechazo a este topo cegatón y espero un regalo decente.

Camila se quedó callada y fingiendo no haberla escuchado volvió a su celular.

Edgar tomó un almohadón del sofá y lo aventó directo a la cara de Yania.

- Oyeee. - se quejó ella exageradamente de manera juguetona devolviendo el golpe mientras ambos comenzaban a reír. - ¡¡¡mamá!!! ¡Edgar no para de enfadar!

- Ya chicos, que me van a romper algo. - los reprende Marta divertida mientras vuelve a su cuaderno de planeación. - Entonces Edgar será...

La felicidad de Camila no cabía en su pecho.

❄️❄️❄️

- Sí, estoy en eso. - Respondió Camila mientras terminaba de guardar a toda prisa las cosas que necesitaría para más tarde.

Volteó hacia Edgar que estaba recargado en la puerta observándola con una pequeña sonrisa de lado.

Desviando la mirada de él se colgó la mochila en el hombro y fue hacia la puerta.

Antes de que pudiera dar un paso más Edgar se adelantó y le quitó la mochila.

- Yo te ayudo con esto, tu apresúrate que parece que a tu padre le va a dar algo si sigue esperando.

Camila suelta una risa nerviosa y mira hacia el suelo mientras sale por la puerta con Edgar a su espalda.

- okay, aquí vamos.

- Sí, - dice Edgar de acuerdo. - acabemos con esto.

Y así, Camila no pudo hacer más que ofrecerle una sonrisa y seguir caminando.

// Este será un día largo // Pensó cuando su mente volvió a la propuesta que tenía que hacerle a Edgar.

~~~

¿Oficialmente era una mujer no?

// Seguramente // pensó Camila.

Llevaba un buen rato viendo la fiesta desde lejos.

Se había excusado de sus amigos y familiares, después de la ronda de saludos y fotos, para armarse de un poco de valor.

Lo había estado pensando desde hacía ya dos semanas.

Camila iba a pedirle a Edgar que fuera su primer beso.

Porque sí, ya tenía quince años, era "oficialmente" una mujer y jamás había dado un beso.

Eso era extraño para todos. Según sus amigas era lindo; //si claro, es lindo cuando alguien más es la que está en esa posición. ¿pero cuando eres tú? Es simplemente penoso.//

A pesar de que Camila pensara de esa manera, en el fondo sí que le daba importancia a su primer beso, dijera lo que dijera, y más aún cuando el objeto de su enamoramiento estaba tan cerca suyo.

Más de una vez se imaginó el momento en el que pasara, como Edgar se acercaría a ella diciéndole que sentía lo mismo desde hace tiempo y que le pediría que fueran novios... pero claro que eso nunca pasaría.

Por lo que ella se conformaría con que simplemente fuera su primer beso.

Y era justo lo que le iba a pedir.

Su regalo de cumpleaños perfecto.



Edgar jamás había sido muy fan de las multitudes, ni cuando era chico ni ahora.

Por lo que en en el transcurso de su búsqueda no le sorprendió encontrarlo a lo lejos caminando por el jardín del terreno que habían rentado para la fiesta, pasando el sendero que lo conducía hacia un kiosco en medio de este.

// Perfecto// se dijo Camila a sí misma mientras se encaminaba hacia él intentando no isar con sus tacones el gran vestido que llevaba puesto. //Pero estos tacones me van a dejar sin huesos en los pies.//

El primer paso por los escalones del kiosco fue lo que la delató.

Edgar, quien ya se encontraba recargado en un barandal del mismo, sumergido en sus pensamientos, dirigió la mirada hacia ella un tanto sorprendido mientras fruncía las cejas.

- ¿Camila? ¿Qué haces aquí? ¿Por que no estás en tu fiesta?

- Hola. - dijo simplemente, dándole una sonrisa nerviosa, ignorando todo el arsenal de preguntas que Edgar le había lanzado.

La expresión de Edgar se suavizó y dejó salir una risa que derritió por completo a Camila.

- Hola Camila, - dijo retirándose del barandal y acercándose a la cumpleañera. - ¿Qué sucede?

- Mmm, en realidad - No tenía la menor idea de que decir o inventar para no echarse de cabeza, pero no se le ocurrió nada, así que decidió que iría directo al punto. Tomo aire profundo, lo soltó y continuó - La verdad es que quería pedirte algo.

- ¿Querías? ¿Ya no? - preguntó con una sonrisa, a lo que Camila no pudo evitar poner los ojos en blanco. Siempre le aplicaba lo mismo.

// malditos fanáticos de la gramática//

- Quiero pedirte algo. - rectificó en un suspiro, calmando los nervios.

- Okay, okay. Te escucho. - dijo cruzándose de brazos prestándole atención. Pero antes de que Camila comenzara a decir cualquier cosa, este se le adelantó. - Ya sé, no me digas, lo que quieres es tu regalo ¿no?

Camila peló los ojos sorprendida.

- Pero-pero, quién- no sabía que decir, ella no podía explicarse cómo se había enterado de que quería pedirle que la besara como regalo de cumpleaños.

Edgar no la dejó seguir hablando.

- ¿Enserio creías que hablaba enserio cuando dije que yo siendo tu chambelán sería tu regalo? Era solo una broma. No soy tan egocéntrico como parezco, pequeña Camila. - se defendió haciendo crecer su sonrisa mientras sacaba una cajita del bolsillo de su esmoquin.

// Oh no, aquí vamos otra vez con lo de pequeña. Que apropiado, Edgar. //

Camila permaneció muda hasta que Edgar puso la cajita en sus manos.

- Te ves hermosa, por cierto.

Ella no supo como manejar el cumplido, así que miró la cajita con atención intentando descifrar que podría haber dentro.

- La puedes abrir si quieres. - dijo Edgar rascándose la nuca, a lo que Camila, al levantar la mirada hacia el, le hizo notarlo ¿nervioso? No podía estar segura, tal y solo eran imaginaciones suyas.

- Oh, si sí, obvio. - Contestó mientras abría la cajita.

Jamás hubiera esperado encontrarse algo así.

Era un anillo.

- ¿Te gusta? -- Preguntó. --Siempre has dicho que no te gustan los aretes, pulseras ni collares porque te hacen sentirte como una doña, - Camila soltó una risa al escuchar sus propias palabras en boca de Edgar mientras contemplaba el anillo y lo sacaba de la cajita. - así que no sabía que regalarte. De hecho mi mamá me dio la idea... ¿sabes qué? Si quieres devuélvemelo y te puedo comprar algo que tú quieras-

- Es muy bello, Edgar. - interrumpió mientras se le formaba una gran sonrisa.

- ¿Sí?

Camila solo asintió.

>> Tiene algo grabado adentro. - dijo Edgar un poco más bajo.

Camila frunció el ceño confundida y leyó lo que decía:
Esperanza

>> Algo cursi si me lo preguntan a mi, pero se que es tu palabra favorita- no pudo decir más porque Camila se lanzó hacia el tomándolo en un abrazo.

>> Me alegra que te haya gustado. - Se escuchaba la sonrisa en su voz.

- Lo amé. - Dijo Camila separándose de él y poniendo el anillo en su dedo índice. La sonrisa de Edgar no podía ser más orgullosa de si mismo.

- Ahora si, ¿Qué querías decirme?

La expresión de Camila cambió más rápido de lo que hubiera querido.

// okay, es tiempo. //

- Oh, sí. Sobre eso...

- ¿ Qué pasa? ¿Es algo malo? - pregunta Edgar preocupándose.

- ¿Qué? No. No, espero que no. Mira.

- Okayyy, dime. - Alienta a que prosiga, extrañado.

- Te quería pedir otro regalo. - Soltó de una.

Edgar estalló en risas.

- ¿Qué? ¿Era eso? - dijo con una risa de alivio. - me estabas asustando.

- ¿Podrías besarme por favor? - terminó.

La risa de Edgar murió al instante.

- Espera, ¿qué? - Edgar no podía creerlo. Permaneció pasmado un rato hasta que pudo proseguir. -- ¿Me estás pidiendo enserio que te bese?

- ¿Sí? - Camila ya ni siquiera sabía si estaba afirmando o preguntando. Y se lo pensó mejor, reaccionando de la misma manera que Edgar con el anillo, intentando retractarse. - ¿Sabes qué? Ignora lo que dije, no p-

- Wow wow, espera un poco Camila, para un poco. Yo no he dicho nada. Y antes de que sigas hablando respóndeme esto. ¿Por qué?

- ¿Por qué? - murmuró Camila haciendo eco de Edgar y pensando que excusa podía darle que no la delatara ni a ella ni a su enamoramiento. Así que optó por la verdad... a medias - Pues porque sí, tú eres casi de la familia, pero no eres mi hermano. - //Okay, eso sería simplemente extraño. Genial Camila, sigue metiendo temas incestuosos y pertúrbalo aún más. // - Quiero decir, no. Quiero decir, existe confianza entre nosotros, y pues, nunca he dado un beso, así que pensé, "tiene sentido" ¿no? - terminó su explicación con una extraña sonrisa entre nerviosa y "necesito salir corriendo de aquí".

La expresión de Edgar era indescifrable, tenía el ceño fruncido, como si internamente se estuviera debatiendo consigo mismo y algo en sus ojos había cambiado, aunque Camila no sabía el qué.

Así estuvo por un buen rato pensando, lo que a Camila le parecieron horas.

- Okay.

Camila estaba confundida.

- ¿Okay? ¿Eso es un sí?

- Sí - contestó Edgar simplemente. - Es tu cumpleaños. Quieres eso de regalo. Por mi está bien.

Camila no estaba segura de si había una trampa oculta o algo, pero ya estaba cansada y todo parecía estar saliendo bien. Mejor de lo que esperaba si se lo preguntaban. Así que decidió avanzar e intentar tomar su beso.

- Espera. - La paró Edgar de repente.

Camila sintió su cara arder por completo.

Tal vez no lo había entendido bien.

- Perdón, pensé que habías dicho que sí, así que solo...

Edgar negó con la cabeza.

- Y no he dicho lo contrario, simplemente no vayas tan rápido. - se paró más derecho. - Cierra los ojos. - Camila lo miró como si estuviera esperando que dijera que era solo una broma. - Hablo enserio, ciérralos.

Tomando aire y dejándolo salir lentamente, Camila le hizo caso.

No pasan mas de cinco segundos cuando siente como Edgar se aproxima a ella, su colonia llega a su nariz y su calor la inunda.

Da un saltito cuando de la nada siente como una mano se posa en su mejilla delicadamente.

- Calma, no haré nada que no me pidas. - dijo en voz baja muy cerca de ella, lo que hizo que a Camila se le erizaran los bellos del cuello y los brazos.

No sabía ni qué pensar.

Estaba a punto de pasar.

Sintió un aliento sobre sus labios, lo que la hizo separarlos un poco.

No sabía por qué tardaba tanto. Significaba muchísimo para ella, ¿pero para él?

Y así como así, en cuanto sus labios estuvieron juntos, rosándose por primera vez, nada de eso fue importante en la mente de Camila. Sencillamente sintió.

Al principio era solo una leve presión. Edgar no hacía mucho más que presionar sus labios juntos y Camila no sabía que hacer.

Pero la naturaleza es sabia y fue lo que se apoderó de ella.

Comenzó a mover los labios y Edgar, dejando de pensar tanto, hizo lo mismo.

Las manos de Edgar estaban en su rostro, acariciando tiernamente.

Las de Camila fueron a la cintura de él y permanecieron ahí, con puños cerrados, estáticos por la intensidad que ella sentía en su corazón a la par de sus erráticos latidos.

Después de unos segundos, Camila sintió como algo húmedo pedía permiso a sus labios para entrar, y siguiendo sus instintos, los separó e imitó con su lengua lo que hacía la de él.

Sin embargo nada de eso duró demasiado, o por lo menos lo que ella hubiera querido ni subió de intensidad ya que Edgar se separó de manera abrupta, pero sin soltarla.

Recargó su frente en la de ella y permaneció así, dejando salir respiraciones entrecortadas acompasadas a las de Camila.

Camila no tenía idea de qué decir. Había sido mucho más de lo que había esperado. Sintió muchísimo en ese beso, y parecía que Edgar también.

Pero el silencio de este no cesaba y ella no sabía como tomarlo.

//¿Se estará arrepintiendo?// pensó.

Y dijo lo primero que se le vino a la mente.

- Gracias.

Edgar sonrió aún con los ojos cerrados.

- No hay de que. - Soltó en un suspiro.

- Y por favor, no le digas a nadie y finjamos que nada pasó. - dijo rápido. - Por favor. - repitió quedito.

Edgar respiró ondo y dejó caer sus manos, abriendo los ojos y alejándose poco a poco de ella dejándola fría y algo confundida.

- Por supuesto, no había pensado algo distinto.

Metió las manos en sus bolsillos y le dio una sonrisa... pero algo era diferente... simplemente estaba mal.

- Vuelve a la fiesta, Camila.

Ella le regresó la sonrisa y comenzó a alejarse en dirección a la fiesta sin saber qué más hacer o decir.

En respuesta a su nerviosismo su mano comenzó a girar el anillo que hace poco había puesto en su dedo y finalmente dio la vuelta y se alejó.

Más tarde aquella noche, después de la cena y el brindis, al toparse con su hermana y Edgar, ella no pudo haberse puesto más nerviosa.

Pero él solo le sonrió y le habló como siempre.

Como si no hubiera sucedido nada.

Como si ese chico no hubiera hecho a su corazón latir como nunca.

Justo como ella se lo había pedido.


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¡Hola! ¿Me extrañaban?
Espero que les haya gustado mucho este capítulo que sí, fue bastantante largo ( de hecho es el capítulo más largo que haya escrito jamás, hasta yo estoy sorprendida) pero siento que era necesario darles a conocer todo esto.

Y pues ¿qué les ha parecido?
Se aceptan todo tipo de comentarios 😉

Y acá una pregunta, ahora que vamos a entrar a lo bueno, a la historia en si, ¿cómo les gustaría que estuviera narrada la novela?
¿¿En primera persona o en tercera??

E igual, también déjenme saber qué les gustaría que pasara en los siguientes capítulos :3

Sin más que decir esto es todo, les mando un beso, que Dios le bendiga y felices lecturas!!!!

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