Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 8: La hora del baño.

Los guardias me escoltaban con cautela por las amplias escaleras del palacio mientras el príncipe y el Emperador quedaban atrás, sumidos en una conversación que no alcanzaba a escuchar. Yo no quería salir del cuarto, no aún, príncipe... bobo.

Ninguno de los guardias se atrevía a tocarme; en sus rostros había temor, pero también cierta curiosidad. Sus manos permanecían sobre las empuñaduras de sus espadas, listas para actuar si fuera necesario. Caminaba junto a ellos, sintiendo el peso invisible de su vigilancia constante. Mi mente estaba dividida entre el miedo y la confusión, tratando de entender qué planeaban hacer conmigo.

Después de un rato, una mano firme se posó en mi hombro. Era Arnold. Ahora que el Emperador no estaba presente, su expresión había cambiado de cautela a determinación, como si su posición de Líder había sido repuesta.

—Tranquila, Blode. Me aseguraré de que nadie te haga daño —murmuró con firmeza.

Asentí con gratitud, intentando calmar el temblor de mis manos.

Mis ojos recorrían el esplendor del palacio, sus paredes estaban adornadas con tapices elaborados y candelabros de cristal que reflejaban la luz nocturna en un millón de fragmentos brillantes. Los pasillos y pisos del palacio relucían, cada rincón estaba decorado para impresionar.

Un palacio con doce pisos y demasiados cuartos, recordaba algunos de los caminos que Lia y yo solíamos recorrer juntas. Los recuerdos se arremolinaban en mi mente, en imágenes de risas compartidas. De repente, estábamos frente a la antigua habitación de la Emperatriz en el Palacio Imperial. La puerta, imponente y tallada con intrincados diseños, se alzaba ante nosotros como una barrera que separaba el pasado del presente.

Un guardia abrió la puerta y anunció que permanecería aquí durante esta noche, bajo el cuidado de la doncella Adara. Arnold asintió y ordenó a los guardias que retomaran sus posiciones habituales, asegurando que nadie más se acercara a la habitación. Su voz firme y autoritaria resonó en el pasillo, disipando cualquier duda sobre la seriedad de la orden.

Adentrándome en la estancia, noté la penumbra que la envolvía, apenas tenía un par de muebles y una cama cubierta de polvo y las cortinas pesadas daban al lugar un aire de abandono.

Arnold me hizo un gesto para que entrara completamente, interrumpiendo mis pensamientos. Avancé con pasos vacilantes, mis pies se hundían ligeramente en la alfombra desgastada.

—Adara vendrá pronto para ayudarte —dijo con suavidad, rompiendo el silencio que se había instalado—. Confía en Selene, ella sabrá como ayudarte, por lo menos ya no tendrás que estar encerrada en el cuarto verde.

No, ahora ya no estaba en mi lugar seguro.

Permanecí de pie en el centro de la habitación, sintiendo las nuevas cadenas, invisibles pero opresivas, alrededor de mi cuello y manos. Aunque no sentía dolor físico, la sensación de estar atrapada era casi abrumadora. Miré a Arnold, quien me devolvía una mirada comprensiva.

—Gracias —murmuré, reconociendo la rareza de mis palabras hacia él después de tantos años de silencio.

—¡Oh! —respondió con una sonrisa leve pero alentadora, mientras sus ojos adquirían un tono rojizo—. En los ocho años que te he custodiado, nunca me habías dirigido una palabra, Blode. Eres solo una niña, después de todo, no debes pasar por todo esto tu sola...

En ese momento, escuché pasos suaves acercándose por el pasillo. Adara apareció en la puerta, su mirada era impetuosa y seria.

—Retírese, necesito lavar esa cosa —dijo con brusquedad, mirando de reojo a Arnold como si esperara que se fuera de inmediato.

Arnold se acercó también, con paso firme hacia la puerta, pasando al lado de Adara con determinación.

—Si necesita algo, estaré al pendiente —añadió Arnold, asegurando su presencia con una mirada penetrante—. Su nombre es Blode.

Adara cerró la puerta con un movimiento decidido y se dirigió hacia uno de los muebles en la habitación. Sacó un par de prendas y las dejó sobre la cama con desinterés. Luego abrió la puerta que daba al baño, arregló las mangas de su vestido con eficiencia y comenzó a llenar la tina sin decir una palabra.

No era la primera vez que sentía la hostilidad velada de Adara hacia mí.

—Ven, te quitaré toda esa ropa andrajosa —me dijo con tono tranquilo mientras seguía preparando el baño.

Permanecí quieta y en silencio. Adara era una de las doncellas de Lia, conocida por su estricto apego a las reglas de etiqueta y comportamiento. Sin embargo, durante el confinamiento en el palacio del Este, había sido la intermediaria en las comunicaciones entre el Emperador durante el embarazo de Lia. No pasaba un día sin que Adara llevara información al Emperador, quien lo respetaba y adoraba profundamente.

Adara, al ver que no respondía, avanzó hacia mí con determinación, despojándome sin ceremonias de mi vestimenta sucia y de mi collar de blode, finalmente me llevó al baño. Intenté sujetarme de los bordes de la tina mientras me sumergía.

—Alice solía adorar esta tina —mencionó Adara, más para sí misma que para mí—. Siempre me recordaba lo mucho que le gustaba jugar aquí cuando era pequeña, ya nadie usaba esta habitación, estaba completamente abandonada pero tiene un buen baño.

Mis ojos siguieron sus movimientos mientras limpiaba el polvo y la suciedad de mi piel. Adara era meticulosa en cada gesto, como si cada tarea cotidiana fuera un recordatorio de su propia disciplina y dedicación al palacio.

—Voy a limpiarte bien —dijo con firmeza, sumergiendo un paño en el agua y continuando con su tarea, a pesar de su tacto brusco, nada me hacía sentir dolor, solo era la sensación, pero podría soportarlo hasta el punto que me dejara sin piel.

Permití que me limpiara sin ofrecer resistencia. No sentía ninguna necesidad de oponerme a sus acciones. Mientras Adara trabajaba, me permití observarla más de cerca. Su cabello era rubio, recogido en un moño estricto, y su rostro serio estaba marcado por años de servicio, sus manos que se movían con una destreza aprendida y repetida incontables veces.

No era de mi ser parlanchina, pero una corriente en mi interior me había empujado a hacerlo, como si las palabras fueran expulsadas de forma brusca.

—Hola Adara —dije, rompiendo el silencio que se había establecido entre nosotras.

Adara se detuvo por un momento, sus ojos se encontraron con los míos en una evaluación silenciosa.

—No creas que ahora seré tu compañera de juegos, solo estoy haciendo mi trabajo—respondió finalmente, retomando su tarea sin más explicaciones.

Asentí en silencio. A medida que el agua clara se teñía de gris por la suciedad de mi piel, me pregunté sobre cómo estaría Lia, ¿se habrá enterado que me habían sacado del cuarto verde?, ¿podré verla?

Finalmente, cuando Adara consideró que mi limpieza era suficiente, me ayudó a salir de la tina y envolvió mi cuerpo en una toalla suave. Sentí el abrazo confortante de la tela mientras me secaba con prisa, consciente de las uniones que marcaban mis extremidades: los tobillos, las rodillas, las muñecas, los codos, donde mi piel se unía de manera diferente, revelando mi naturaleza.

—Ahora ponte esto —dijo Adara, ofreciéndome un vestido verde.

Lo miré por un momento antes de tomarlo con cuidado y deslizarlo sobre mi cuerpo. Dentro de él, sentí un ligero tintineo que provenía de un bolsillo. Con curiosidad, ingresé mi mano y logré vislumbrar un objeto conocido: el collar de blode.

—Si el Emperador te ve con el collar, todo se arruinará. Es mejor que no lo uses —advirtió Adara mientras acomodaba una vieja silla de madera.

Mientras me ponía el vestido, no pude evitar pensar en cómo me quedaba a la perfección. Era simple pero hermoso, tejido con tela suave y adornado con detalles delicados.

—Era de Alice, solo que ha crecido bastante rápido a pesar de su edad —añadió.

—Gracias, Adara —murmuré, esperando que le agradara mi etiqueta.

Adara asintió con determinación mientras comenzaba a cepillar mis rizos, desenredando los mechones con cuidado. El silencio se instaló entre nosotras durante un rato, roto solo por el suave susurro del cepillo contra mi cabello y el crujir distante de las cortinas pesadas en la habitación.

—No hay zapatos para tu talla... pero supongo que no los necesitas, eres solo una muñeca.

Después de un momento, Adara dejó el cepillo sobre la cama cubierta de polvo y se dirigió hacia la puerta. Se detuvo antes de salir, dirigiéndome una última mirada de advertencia.

—Aguarda aquí hasta que den otra orden —me indicó con firmeza—. ¡Y no pienses en ensuciarte!

Con eso, cerró la puerta tras de sí, dejándome sola en la habitación. Observé el vestido verde que ahora llevaba puesto, era cómodo y dejaba ver la unión de mis rodillas y tobillos, suspire al notar que realmente ya no había una cadena.

Una brisa fresca se coló por la habitación, atrayéndome hacia el balcón. Mis dedos tiraron de las cortinas pesadas y luego deslizaron con cuidado las puertas de cristal que se abrían al exterior. La lluvia había cesado hacía poco, y el aire todavía llevaba el dulce aroma de la tierra mojada. Mis ojos se encontraron con el vasto jardín de las maravillas que se extendía ante mí, brillante y sereno bajo la luz de la luna.

Me acerqué al borde del balcón, sintiendo la frescura del mármol bajo mis pies descalzos. Mis manos se apoyaron en la barandilla de hierro forjado. Un sentimiento de paz y asombro me invadió, como si el mundo exterior ofreciera un respiro. Observé las estrellas que comenzaban a puntuar el cielo, brillando como pequeñas joyas en la vastedad oscura.

Tome asiento en una de las esquinas del balcón y mirando la luna, decidí cerrar mis ojos, pero poco a poco caí en un sueño.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro