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CAPÍTULO 5: Una hoja de papel.

Me levanté de golpe, encontrándome rodeada de los nuevos juguetes y libros que Selene me había dado, mientras una manta cubría mi cuerpo. ¿Cuánto tiempo había pasado? Mis movimientos bruscos hicieron que la cadena resonara estruendosamente, similar a una orquesta.

— ¿Blode? — Arnold llamó desde el otro lado de la puerta, me percaté que la cálida luz del sol pasaba por la rendija de la puerta — Es interesante, parece que apenas dormiste.

Moví mi cadena con más fuerza. ¿Cuánto tiempo había pasado?

— Oh, supongo que quieres saber qué día es, ¿verdad? No te preocupes, estoy sorprendido; solo han pasado unas horas desde que Selene se fue.

Había despertado... Era inusual despertar tan rápido. Permanecí ahí, absorta en mis pensamientos sobre la noche anterior. Selene había mencionado que había muchos guardias antes de llegar a este piso. ¿Es por eso que Arnold no se preocupa demasiado cuando se va durante el día?, ¿Cómo logró el príncipe llegar hasta aquí?

Durante la mañana, me ocupé de ordenar los objetos que Selene me había entregado. La cadena estaba atada a la esquina del cuarto, lo que me permitía moverme por todo el espacio excepto cerca de la puerta.

Coloqué los libros en una estantería improvisada hecha con los mismos libros, apilándolos con cuidado para que se mantuvieran estables. Los juguetes los dispuse cuidadosamente en una fila junto a la pared opuesta, asegurándome de que cada uno tuviera su propio espacio. Doblé la manta y la coloqué sobre una caja desgastada. A pesar de la limitación, traté de hacer el lugar lo más acogedor posible.

Cada objeto tenía su lugar... incluso yo.

Después de un rato, escuché los pasos de Arnold alejarse, dejando todo en silencio. De pronto, unos pasos ligeros resonaron en el pasillo. Un hormigueo de emoción se apoderó de mí y una sonrisa se formó involuntariamente en mis labios, ¿qué me pasa?. Me acerqué lo más que pude a la rendija de la puerta, y pronto su sombra apareció.

—Blode, ¿estás despierta? —dijo el príncipe con un tono nervioso.

Quería decir "¡Hey, estás aquí!", "¡Hola, amigo fiel!", "¡Hurra, has vuelto!", pero todo se redujo a un pequeño golpeteo en el suelo: pok, pok. Intentaba sonar misteriosa, pero la emoción se apoderó de mí y el golpeteo se aceleró: pok, pok, pok, pok, pok.

El príncipe soltó una pequeña risa, aliviado al escuchar mi señal. Parece que había perdido su temor hacia mi.

—Bueno, ahora ya sabes, soy un príncipe de palabra —respondió con un toque de humor—. Además, no me gusta jugar con Alice, es menor que yo pero es muy pesada y los demás niños son raros.

¿Raros? ¿Y yo no soy rara? Me levanté y di un par de saltos, con la esperanza de que me entendiera.

—Bueno, sí, también eres rara. Pero eres rara de una manera genial —dijo con entusiasmo—. Los otros niños son solo... no sé, son diferentes.

Tenía la impresión de por qué lo decía, pero no era el momento ni el lugar para decirlo.

—Ayer, cuando volví al Palacio del Oeste, me detuve a observar sus detalles. Mientras lo observaba, recordé los rumores que dicen que tus ojos tienen el color de esa joya, que en realidad son de blode, pero parecen ojos humanos.

Qué coincidencia, yo pensé en el príncipe, tratando de aceptar la idea de que no volvería.

—Fui con mi Madre, Mirabel. Le pregunté sobre ti, al inicio no quería decirme mucho, no le gusta hablar sobre el pasado, pero si que me dijo que eras la muñeca más real que había visto y que nunca te vieron como una amenaza... —parecía dudar de sus palabras — si no que eras similar a una persona, a una niña...

Sentí una mezcla de emociones al escuchar sus palabras. Recordé aquellos días cuando apenas había cobrado vida. Tenía tan solo un año y mi cuerpo había cambiado bastante. Lia me sostenía las manos y, con esfuerzo, aprendí a mover mis piernas. Al principio caminaba como un pato, pero después logré usar mis articulaciones para caminar normalmente. Justo cuando cumplí dos años, Lia... ella intentó... me alejaron del palacio del Este.

—De ser así serías como yo, ¿no es verdad? —se escuchó la voz emocionada del príncipe trayendome al presente—. Ambos tenemos doce años. Estoy seguro de que podríamos tener una buena carrera tú y yo.

Me quedé en silencio y, después de un rato, no pude evitar sonreír junto con una pequeña risilla.

—¡Oh, así que puedes reír! —dijo en voz alta, pero su voz hizo eco y se calló. Luego susurró—: ¡Puedes reír!

Golpeé suavemente el suelo, como un pequeño aplauso, tratando de transmitir mi respuesta afirmativa.

—Blode... —dijo y el sonido de un bolso siendo rebuscado captó mi atención—. Te he traído algo para pasar el tiempo.

Pasó una hoja de papel por debajo de la puerta, pero cuando intentó pasar algo más, pareció atascarse.

—Oh, por la diosa, no pensé que sería tan difícil. ¿Cómo dibujarás ahora?

El príncipe suspiró con decepción, y su voz temblorosa revelaba su frustración.

—Lo siento mucho...

Observé la hoja de papel con curiosidad. ¿Dibujar? Me reí con calma y me levanté, haciendo que mi cadena tintineara mientras me acercaba a mi estante de libros. En el lomo de uno de ellos guardaba un gis rojo que solía usar cuando estaba molesta. La última vez que lo usé, me dediqué a escribir "monstruo" en las paredes. Cuando Selene llegó, me reprendió y tuvo que limpiar todo.

Regresé hacia la puerta y raspé el gis rojo sobre el suelo. El sonido metálico de mi cadena tintineó rítmicamente, como un suave murmullo que acompañaba mi tarea. Cada rasguño del gis contra el suelo resonaba en la pequeña habitación

—¡Oh, tienes algo para dibujar! ¿Qué te gustaría dibujar, Blode? —preguntó con un tono renovado de entusiasmo.

Me quedé en silencio por un momento. Dibujar no era algo que me apasionara, pero este momento con el príncipe me agradaba.

—Quizás... El jardín de las maravillas. ¿Has estado allí alguna vez?

Traté de recordar los colores y formas en mi mente. Era un jardín inmenso, escondido tras los tres palacios, con muros altísimos cubiertos de enredaderas y cientos de entradas. Se podía ver desde cualquier palacio, pero había una advertencia: quien entrara allí podía perderse y no volver a salir. Muchos nobles se habían extraviado en ese jardín, seducidos por las flores hermosas que lo rodeaban. Claro, yo nunca ingresé; siempre he estado encerrada entre palacios, al igual que Lía.

—Es uno de mis lugares favoritos. Nunca he entrado, pero suelo observar sus flores desde el exterior —respondió emocionado—. Es hermoso. Tal vez pueda describirte el jardín mientras dibujo.

El príncipe continuó hablando y dibujando, cada palabra y trazo parecían crear un lazo entre nosotros. Por primera vez en mucho tiempo, me dediqué simplemente a apreciar el momento, sin vagar entre sueños ni recuerdos.

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