CAPÍTULO 3: El collar
—Yo solo quería saber... —Era la voz del niño.
Me levanté del suelo con cuidado, moviéndome poco a poco para no perturbar al niño al otro lado de la puerta. El sonido metálico de la cadena resonó suavemente en la habitación, mientras me deslizaba de rodillas hacia la rendija.
—Respira, respira, no es cosa de niños tener miedo —dijo con incertidumbre—. Yo... no te tengo miedo, pero...
"No es cosa de niños tener miedo". Reconocí esas palabras como algo que Óscar diría. Conocía al príncipe desde su nacimiento, aunque yo no había cobrado vida en ese entonces. Recordaba vívidamente a Lía, postrada en su cama, llorando sin cesar después de dar a luz.
Hacía mucho tiempo que no hablaba y siendo sincera, no me apetecía. No estaba cumpliendo con mi propósito, ¿qué necesidad tenía de hablar?
Moví mi tobillo haciendo ruido con la cadena. mientras observaba a través de la rendija, lo único que podía vislumbrar era una sombra, esta vez no venía acompañado. El príncipe, con su voz insegura pero decidida, continuó.
—¿Re-realmente estás viva? —Era obvio que se moría de miedo, pero debo admitir que era valiente.
Esa era una pregunta que a menudo me hacía a mí misma. Aunque sabía quién me había dado vida, seguía sintiéndolo como algo increíble.
Dejé que la cadena hiciera un ligero tintineo como respuesta. El príncipe rió nerviosamente al escuchar el sonido, y yo, contagiada por su risa nerviosa, no pude evitar soltar un pequeño sonido de risa también. Me tapé rápidamente la boca con ambas palmas y enderecé mi cuerpo, pero aun así escapó un pequeño "tomp".
Todo se quedó en silencio por un momento. Luego, escuché su respiración agitada mientras trataba de calmarse. Sentí la necesidad de disculparme de alguna manera, pero solo pude mirar a través de la rendija, esperando que no se asustara aún más.
—¿Cómo te llamas? —preguntó con cautela.
¿Acaso no ya lo sabía? En primer lugar, ¿a qué había vuelto? ¿Quería algo de mí? Me quedé en silencio, contemplando las preguntas sin respuestas claras.
—Yo... yo me llamo Luan.
Lo sabía a la perfección.
—El tuyo es Blode, ¿verdad? —suspiró, tratando de romper el silencio tenso. —¿Puedes hablar?
Dirigí mi mirada hacia el cuarto y solté un suspiro apenas perceptible. Este no es mi propósito. Decidí darle la espalda a la puerta, enfrentando las sombras que se proyectaban por la rendija.
—¿No te sientes sola ahí? —preguntó con delicadeza.
Era una pregunta difícil de responder. ¿Acaso no era obvio? Estar encerrada tanto tiempo no era precisamente agradable, pero había aprendido a aceptar mi cadena y mi cuarto como mi única realidad. El mundo exterior era aterrador. Si los rumores sobre Lía fueran ciertos, ¿me aceptaría de nuevo?, solo necesitaba cumplir con mi propósito pero antes que eso, yo seguía siendo propiedad del Emperador. ¿Qué haría conmigo si saliera de aquí? Me aferré al suelo del cuarto, resistiéndome a la idea de abandonarlo.
—La Emperatriz...—dijo con pausa —Ella escribió bastantes cartas en secreto para mí, estoy seguro que lo sabes porque siempre estabas con ella.
Giré la cabeza hacia la puerta y moví mi tobillo, haciendo tintinear la cadena para mostrar mi interés. El príncipe continuó hablando como si reflexionara en voz alta.
—Ella es muy diferente a la persona que escribió estas cartas. En algunos pasajes habla de ti. La Emperatriz actual es una mujer terrible que me odia, y yo también la odio — en su voz percibí dolor.
Lia, ¿horrible? Me sentí molesta. Azoté mi puño con un poco de fuerza sobre el suelo, haciendo que resonara el metal en mi interior con un eco profundo y abrumador. Miré a través de la rendija, sintiendo una mezcla de emociones que no podía expresar con palabras.
—Lo siento —murmuró.
Hubo un silencio tenso, mientras él parecía reflexionar sobre sus próximas palabras.
—Blode, si estás viva, ¿por qué no hablas?
No estaba segura de qué esperaba encontrar aquí, pero su presencia y sus preguntas revolvían un dentro de mí. Con cuidado, me levanté y me dirigí hacia una esquina del cuarto, haciendo que mi cadena tintineara con cada paso.
—Blo-Blode, espera...
Antes de que pudiera decir algo más, la voz apresurada de Mirabel resonó desde el pasillo.
—¡Luan! ¿Príncipe, estás ahí?
El príncipe pareció sorprendido por el tono de urgencia de Mirabel.
—Volveré, lo prometo —aseguró con determinación.
Di la vuelta al escuchar al príncipe y sin darme cuenta moví mi cadena con estrépito, ¿realmente iba a volver?, ¿por qué?No es como si nuestra conversación de una sola persona hubiera sido la mejor.
—No seas boba —respondió con una mezcla de sorpresa, como si entendiera el significado detrás del sonido de mi cadena, —. Ahora somos amigos, ¿no? Volveré.
Con rapidez, el príncipe se alejó corriendo por el pasillo, y a lo lejos se escuchó su voz.
—¡Madre, aquí estoy!
—¡Príncipe Luan! —gritó Mirabel desde el pasillo, evidentemente nerviosa—. No debe llamarme así, y menos en el Palacio Imperial. Tenemos que irnos —añadió, mientras se alejaban apresuradamente.
"Amigos...", pensé después de un rato. Me sorprendí sintiendo una ligera sonrisa, pero no me permití ilusionarme con la idea de que regresara.
El resplandor que se filtraba por la rendija de la puerta comenzó a atenuarse a medida que el día pasaba.. Pronto llegó Arnold, acompañado de unos pasos delicados y suaves.
—Blode, Selene ha venido a visitarte. ¿Estás despierta, verdad? —preguntó Arnold con tono suave.
Me moví ligeramente, haciendo un leve ruido con la cadena para indicar que estaba consciente y escuchándolos.
—Oh, Blode —se escuchó un suspiro desde el otro lado de la puerta—. Me has estado evitando, señorita escurridiza.
Me atrapo.
El peso de las llaves resonó mientras Arnold las manipulaba. Cada una de las doce cerraduras hizo un clic distintivo, y la puerta se abrió con un ligero rechinar, permitiendo que la luz de la linterna de aceite se filtrara y nuestros ojos se encontraran.
La mirada de Selene, con sus ojos oscuros cargados de preocupación, despertó en mí una profunda curiosidad. Siempre me había parecido misteriosa, con su piel pálida y esos ojos rasgados de un negro profundo. Su cabello, recogido en una larga trenza que caía sobre su espalda, tenía un tono anaranjado que contrastaba con su semblante sereno. Sus orejas, que se volvían puntiagudas cuando estaba distraída, añadían a su presencia un aire casi etéreo.
Antes de entrar, Selene se dirigió a Arnold con una palmada reconfortante en la espalda. Sus colmillos prominentes eran visibles cuando hablaba, y su figura delgada, un poco más baja que la estatura común en Ruénia, le daba un aspecto frágil. Aunque parecía pasar desapercibida para la mayoría, nadie mostraba sorpresa por su apariencia.
—Estaré a solas con ella, tranquilo —dijo con firmeza, indicando a Arnold que se retirara.
Arnold asintió y se retiró, cerrando la puerta tras de sí. Selene avanzó hacia mí, sosteniendo la linterna de aceite que arrojaba una luz tenue pero acogedora sobre el cuarto.
—Hola, Blode —saludó Selene con tono juguetón como siempre. —Te he traído algunas cosas cariño, y espero que en mi próxima visita no me ignores ni finjas estar dormida —añadió, pellizcando suavemente uno de mis cachetes.
Asentí con pena por mis acciones.
Se sentó en el suelo y dio un par de palmadas a su lado, señalando el lugar donde podía sentarme. Me dejé caer en el suelo, cruzando las piernas con naturalidad y la observé con curiosidad.
Selene abrió una bolsa similar a un costal de papas, cuidadosamente cosida con telas coloridas y decorada con bordados finos. Ella se había dedicado a mi cuidado cuando estaba con Lia; me confeccionaba vestidos, me peinaba y limpiaba, incluso después de ser separada de Lia, se dedicó a cuidarme hasta que fui encerrada.
—Roma y yo hemos recopilado algunas cosas para ti —explicó Selene mientras sacaba delicadamente algunos libros pequeños y unos cuantos juguetes de la bolsa—. Sé que te gusta escuchar historias, así que pensé que podrías disfrutar de estos cuentos. Y estos juguetes, bueno, no son lo más emocionante esta vez.
Una emoción inusual se apoderó de mí al ver su sonrisa perspicaz . Me moví ligeramente, ajustando mi postura para estar más cerca, y dejé escapar un suspiro apenas perceptible, como si aquel momento hubiera despertado una parte de mí que había permanecido dormida por un tiempo. Se trataba de Lia.
—Esto te lo mandó Lia. Recupero un poco de lucidez así que empezó a darme cosas para ti. Me hubiera encantado traerte todo, pero sería sospechoso que subiera al cuarto más alto del palacio Imperial con una bolsa tan grande.
Selene sacó del costal un ligero collar, adornado con una resplandeciente joya de blode que emanaba un brillo intenso y profundo, engarzada con un fino marco de plata ornamentada con detalles de espirales que la rodeaban. Mi mente se transportó a un recuerdo lejano.
"Tomá, mi querida Blode," recordé con cariño las palabras de Lia mientras me entregaba el collar. "Es similar a tus ojos, ¿no crees? Me encantaría que pudieras hablar y moverte para que se lo mostrases a todo el mundo."
—Es tu collar, Blode —dijo Selene, trayéndome de vuelta al presente.
Sentí un nudo formarse en mi garganta. Mi respiración se aceleró ligeramente y mis manos comenzaron a temblar. No podía apartar la mirada del collar.
Selene se acercó a mi espalda deslizándose con sus rodillas y me lo colocó con delicadeza. Su toque era firme pero reconfortante, lo que ayudó a calmar un poco mi cuerpo.
—Gracias, Selene —musité con gratitud, sintiendo cómo mi voz raspaba un poco. ¿Qué haría ahora con esto? ¿Era una señal de que algún día volvería a estar con Lia?
—Es hermoso, pero no dejes que se convierta en una carga —sonrió y se sentó cerca de mí, colocando la linterna entre nosotras para que ambas pudiéramos ver mejor.
—¿Te gustaría que te lea algo esta noche? —propuso, abriendo uno de los libros y hojeando las páginas con cuidado.
Asentí con entusiasmo mientras mis manos contemplaban mi collar. Selene comenzó a leer en voz baja, su tono suave y melodioso llenando el cuarto verde con palabras que parecían cobrar vida en el aire tranquilo de la habitación.
Gracias a ella, aprendí a leer y hablar durante estos años de encierro, aunque cuando era solo una muñeca, comprender las palabras era más fácil, que pronunciarlas cuando cobré vida.
"Saber leer y hablar te da más libertad, incluso dentro de este cuarto" decía Selene.
Llegó un momento en el que mis párpados se volvieron pesados, aunque no era necesario que durmiera, se había convertido en un hábito arraigado. Antes de dejarme llevar por el sueño en los reconfortantes brazos de Selene, susurró con urgencia:
—Necesito sacarte de aquí, pequeña. Deberías estar con los tuyos, no encerrada en este lugar. Al menos habré hecho algo bueno por una de ustedes. No te imaginas la cantidad de guardias que hay antes de llegar al último piso de este palacio. Él está planeando algo para ti.
Me dio un beso cálido en la frente y me arropó con una manta en el suelo. Su aroma a tierra y plantas frescas era reconfortante.
—Solo espera.
Esperar, eso se me da muy bien...
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