3. ENOJO
Era la hora del almuerzo de ese mismo día en casa de Imma, y toda la familia se encontraba aún en la mesa cuando llamaron al timbre. Raro momento para visitas.
—¿Oh...? ¿Quién debe ser a estas horas?— dijo su madre, Maira, sorprendida.
Fue a levantarse, pero Iván, que ya había terminado de comer, se levantó más raudo para abrir la puerta él. Su madre lo miró agradecida volviendo a tomar asiento.
—¿Sí?— le oyeron decir en el fondo del pasillo después de oír el sonido de la puerta al abrirse. Por el tono, parecía que no se trataba de nadie conocido, pues.
No oyeron la respuesta del visitante, pero sí oyeron a Iván invitándole a pasar. Qué extraño..., pensó Imma.
—Aún estamos comiendo.— decía el chico a quién le seguía, volviendo de nuevo al comedor. —Imma no tardará en terminar. ¿Verdad que no?— le dijo divertido a la susodicha, alertándola.
Entonces era alguien a quien probablemente ella conociera. Pero... ¿Qué le divertía tanto a su hermano...?
Todo se aclaró cuando él dejó ver a la persona detrás suyo, al apartarse, alarmando a Imma aun más.
Era Núria, su mejor amiga, que se había adelantado un poco a la hora en la que solían quedar ellas dos los sábados. ¿Porqué se había adelantado?? ¿Acaso no miraba el reloj...?? ¿Ya no recordaba porqué siempre quedaban a esa hora...?? Pero ahora ya era demasiado tarde. El rostro rojo como un tomate de Núria delataba su extrema debilidad por Iván, lo cual a pesar de que hacía tiempo que era un secreto a voces, Núria seguía tratando de ocultar ante él, y claramente se veía que eso a él le hacía mucha gracia, y no de una forma positiva.
Normalmente, cuando llegaba Núria Iván ya estaba en su cuarto tomando su siesta y así no las molestaba, pero ahora que sabía que Núria estaba ahí, no sabía lo que iba a pasar.
Enfadada, Imma fulminó a su hermano con la mirada mientras él se marchaba por el momento del comedor con una sonrisita de suficiencia. Iván era dos años mayor que Imma, y ella sabía que cualquier chica de la misma edad que ella o menor, a él le parecían niñas, por lo que no se tomaba para nada en serio los sentimientos de Núria.
Entonces Imma comió tan de prisa como pudo el resto de su plato y se levantó. Quería mucho a Núria como para dejarla más rato ahí plantada con su azoramiento.
—Eh, ¿a donde vas?— la paró su madre, crítica. —Te falta el postre.
Imma reaccionó rápido.
—Me llevo una mandarina al cuarto, ¿vale?
Sin dar tiempo a su madre a reaccionar, cogió una y salió pitando tomando a Núria de la mano y llevándosela escaleras arriba como un pañuelito. Era como arrastrar una nube por el pasillo, pues ese era el efecto que le provocaba siempre estar cerca de Iván.
Pero al pasar por delante de la puerta del dormitorio de Iván, esta estaba abierta y él se encontraba recostado en su marco.
—¿Adonde vais, ratoncitas?— dijo usando el apodo que solía usar normalmente para enfadar Imma. —¿Me van a pitar mucho los oídos?— se rió de ellas, dando a entender que sabía que iban a hablar de él.
Imma frunció el ceño, parándo en seco. Su mirada era de pronto aun más furiosa.
—¡Pon el freno, imbécil! ¡Ten más respeto por mi amiga!— le soltó, dejándolo cortado y sacándole la estúpida sonrisa de la cara. —¡Eres un hipócrita!
—...¿Qué?— se quedó a cuadros Iván.
—¡Hace poco le rompiste la cara a otro por hacer lo mismo conmigo!— le encaró.
La cara de su hermano reflejó su contrariedad. ¿Lo estaba comparando con David?
—¡Eh! ¡...Yo no soy como...!
—¡Vete al infierno!— lo cortó de nuevo Imma, volviendo a avanzar hasta su dormitorio para a continuación encerrarse en él con Núria, poniendo todo su peso contra la puerta.
Luego volvió su ojos hacia su amiga.
—¿Y tú...??— le preguntó acusadora. —¡¿Porqué has venido antes de hora, hoy??
Núria la miraba con una expresión entre confundida y sorprendida.
Un golpe en la puerta las asustó.
—¡Imma!— le gritó Iván desde el otro lado de la puerta. —¡Abre la puerta!
—¡Déjanos en paz!— gritó ella a su vez sin dejar de poner su peso en la puerta.
Esperaron en un silencio tenso deseando que el chico se diera cuenta de que Imma no iba a ceder, hasta que oyeron como volvía frustado a su habitación.
—En el fondo son todos iguales.— sentenció Imma tras un bufido.
—No tenías porque hacerlo, a mi no me importa que...
—No digas tonterías.— Imma interrumpió a su amiga. —Él tiene que darse cuenta de algo: si cree realmente que yo me merezco un respeto, tendrá que aprender que el resto de las mujeres también se lo merecen.
Nuria negó con la cabeza para al final suspirar.
—Entiendo que estés enfadada con David, ¿pero tienes que castigar a todo el género masculino, incluido tu hermano?
—No a todo, mi padre y Peter Sagan se salvan. Y no defiendas a mi hermano, él hace lo mismo que todos...pero no te das cuenta porqué estás cegada de amor.
—¿Peter Sagan?— redirigió la conversación Núria, no queriendo ser de nuevo el blanco de las críticas de su amiga. —¿No es el ciclista ese que te lleva loca desde hace un tiempo?
—Sí.— suspiró Imma dejándose caer de espaldas sobre la cama. —Él es el único hombre sobre la Tierra que merece mi amor.
En este punto, tras un incrédulo silencio Núria no pudo evitar estallar en risas.
—¡¿Qué te hace tanta gracia?!— se enfadó Imma.
—Es un amor imposible, ¿no te das cuenta?
—Pués claro que me doy cuenta, tonta. Además, está hasta casado, pero ahora mismo sólo me veo capaz de amarlo a él. Como mínimo sé que Sagan nunca me haría ningún daño; ...sólo hay que ver cómo trata a su pareja.
Núria paró de reír y la miró con cierta comprensión. Entendía que fuera a lo seguro después de lo que le pasó, aunque sea in extremis. Imma nunca había tenido buena suerte con los chicos: a pesar de ser muy bonita, siempre le habían gustado los que no se fijaban en ella. Y cuando por fin uno le hace caso, va y le pasa eso. Pero aún así su actitud empezaba a preocupar a Núria. Decidió intentar razonar con ella.
—Ahora que ya sabes que David es un cretino, no dejes que sus acciones afecten tu manera de ser, por favor...
Imma suspiró, entendiendo a qué se refería.
—Pero... es que no me esperaba eso de él.— confesó Imma. —Creía que como mínimo éramos amigos...
—¿Amigos?— se extrañó Núria. —Venga ya, tampoco lo conocías tanto, ¿no?. Total, ¿lo dices porqué hace tiempo que está en el equipo de tu padre y por eso os habéis visto mucho? Pero siempre te ha tratado con una cierta distancia. Además, va a un curso por delante nuestro.
Imma miró de reojo hacia un lado, nerviosa.
—Nunca te lo he dicho, pero de pequeños éramos vecinos y había jugado con él a menudo.— le contó Imma tras ese lapso.
Eso a Núria la sorprendió, pués realmente nadie nunca lo había mencionado antes. La miró con gravedad. Por lo visto la cosa era más complicada de lo que parecía. Pero si ya se conocían de antes, ¿porqué David le hizo eso, tratándola como una cualquiera con lo que dijo de ella? Quizás la respuesta se encontraba en esa misma supuesta amistad. Quizás a él le gustaba de verdad ella...
—No quiero defenderlo, pero... quizás es que se sintió algo contrariado. Llevabas tiempo bebiendo los vientos por él, y luego...
—Entiéndeme, yo tampoco me lo esperaba.— la cortó Imma. —Simplemente sucedió. Lo malo es que no me di cuenta de eso hasta que me besó.
De eso ya habían hablado.
—¿De verdad no sentiste nada?
Imma negó rotundamente con la cabeza.
—Me dejó indiferente.— añadió con énfasis.
—Pero tú siempre habías dicho que te gustaba tanto.
—Creo... que todo fue una ilusión por mi parte. Supongo que como él gusta a todo el mundo, yo...
—Tú creíste que a ti también te gustaba lo suficiente como para...
—Sí, tú me entiendes. Pero no funcionó.— atajó Imma. —Fue como besar a una un muñeco, ya sabes, como hacen los actores. No me transmitía nada, y para mi desgracia no estaba dispuesta a fingir. ¿Acaso hice mal en ser sincera?
—Seguramente no. Pero a él le supo mal tu negativa, eso es obvio.
—Pero no tenía ningún derecho a decir lo que dijo luego. Eso me hizo mucho daño, ¿sabes? Además, yo no le hice nada parecido. Sólo lo rechacé...
—Supongo que su orgullo no le permitía reconocer tu rechazo ante los demás cuando habían sido testimonios de que algo pasaba, y como luego desapareciste, él se aprovechó.
Imma inspiró con fuerza antes de declarar:
—Y yo nunca se lo perdonaré.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro