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26| Lo volvería a intentar

Hasta ese día no fui completamente consciente del poder que tenía alimentar los rumores en esa ciudad. Podían transformar a un adolescente con problemas de adicciones en un completo monstruo.

—Dicen que él le hizo algo a Ezequiel, pero yo no creo... —comentaba Julián desde el banco de atrás.

—Ay, es que Ezequiel siempre lo tuvo muy vigilado —seguía Milagros—. Y con razón, mirá la pinta de desequilibrado que tiene.

—Correte, pendejo. —Miranda me clavó el dedo índice en la costilla para que la dejara pasar, y se reunió con las demás.

—Su padre tuvo que pagarle a la policía para que no lo metieran preso de una —afirmó la reina de los chismes con orgullo.

—Nah, ¿posta? —El hippie del grupo estuvo a punto de ahogarse con los bizcochitos de grasa que trataba de tragar con el mate de su desayuno.

—Esto va a arruinar su linaje familiar —dijo Alanis, pegándole en la espalda.

—Los Florencio siempre estuvieron arruinados, su linaje es la plaga en nuestra ciudad. —La rubia de cabello enrulado dejó caer la mochila sobre el suelo con un ruido seco al sentarse y mordió con fuerza un chupetín mientras cambiaba totalmente su semblante—. ¿Qué pasa, Dani? Volvió tu novio y tenés cara de que acabas de ver un fantasma. —Me enseñó los dientes teñidos de azul con una sonrisa sardónica.

—Andá a bañarte en cloro, loca —mascullé acomodándome en mi banco, centro del salón hacia la izquierda, cerca de la puerta.

Sabía que la iglesia le había metido esas ideas a la cabeza, porque fue la primera en horrorizarse cuando Enzo no apareció en su rastrillaje.

—¿Cómo dijiste? —Miranda trató de levantarse, pero Milagros la retuvo en su lugar con un ruidoso shhh que no logró callarla del todo después de que la profesora les llamara la atención.

Me volteé en su dirección y puse las manos alrededor de mi boca para gesticular las palabras sin hacer sonido alguno.

«Loca de mierda».

—¿Loca yo? ¡Mirá quién habla, el novio del asesino!

Noté las venas violetas saltar en su pequeño cuello pálido. Me imaginé presionándolo con mis manos hasta que toda su cara siguiera el mismo patrón monocromático y no pudiera decir ni una puta palabra nunca más.

«Calmate, Danilo». Al escuchar la voz de Ezequiel parpadeé aturdido.

Enzo miraba sus manos con expresión perturbada, como si una enorme laguna se extendiera en sus pensamientos y se adueñara de su cuerpo, que se drenó de color.

—¡Basta! —Meluen estrelló el borrador contra el pizarrón—. No voy a tolerar ese lenguaje en mis horas, señorita Salomé Miranda se lo notificaré a sus padres.

La expresión de Miranda se deformó en un gesto que varió entre una sonrisa y una mueca de sufrimiento.

—¿Qué padres, señora?

El silencio se profundizó cual abismo y todos se convirtieron en muñecos de plástico hasta que la pequeña risita de su amiga me obligó a enfocar la visión.

Meluen señaló su escritorio mientras escribía la fecha en el pizarrón, sin inmutarse.

—Deje su cuaderno de comunicaciones, voy a informarles a sus tutores legales que hoy se va a quedar conmigo haciendo un informe después de clases.

Miranda palideció, rascándose el cuello ahora lleno de sudor.

—Pero hoy tengo catequesis, profe. —Nerviosa parecía más humana, no una bruja.

Solo entonces, Meluen se volteó, su gesto de piedra pulida perturbado por un instante debido a la extraña curva desdeñosa de su boca que no se esforzó en ocultar.

—La iglesia tendrá que perdonarte. —Juntó ambas manos frente a ella de forma irónica y creí ver el inicio de un incendio arder en el interior de sus ojos antes de que recuperara su posición original como una vieja estatua.

No tuve tiempo de procesar mi victoria o la razón por la cual la profesora parecía tener un inusitado odio hacia las clases de catequesis, la mirada de Enzo se chocó con la mía y sin previo aviso se levantó tirando la silla al suelo. Se apoyó en la mesa con brazos temblorosos, y ocultó el rostro en el espacio entre sus hombros.

—Yo no...—Se quedó mudo a mitad de la frase, las náuseas alargaron las sombras enfermizas sobre su rostro y un instante después su espalda desaparecía tras la puerta, directo al baño.

La profesora chasqueó la lengua y negó con la cabeza acariciando la punta de la tiza con el pulgar.

—Necesito seguir con la clase, Rodríguez, Cazzani. —Nos señaló—. ¿Pueden ir a ver que su compañero esté bien, por favor?

|✝|✝|✝|

Cazzani y yo hacíamos un excelente trabajo mientras Enzo se arrodillaba en el cubículo del baño vomitando lo que parecía ser su desayuno. Yo le sostenía el pelo, que le había crecido bastante. El otro sostenía un papel higiénico y lo miraba como si el poder de su mente pudiera evitar que se diera la frente contra la taza del inodoro.

—Para mí que hay que llamar a alguien más, che. —Julián rompió el silencio—. No sé, un médico o algo.

—No hace falta. —Le pedí una tira de papel.

—Pero parece la pibita poseída de esta película, que no me acuerdo como se llama...

—La del exorcista. —Limpié el hilo de baba que caía de su nariz.

—¡Esa sí! —Julián miró lo que hacía con cara de asco y tragó cuando Enzo trató de incorporarse, sus huesos crujieron—. Pero creo que llamaron a un sacerdote.

Enzo balbuceaba entre los espasmos de las arcadas porque ya no le quedaba nada para devolver y mi compañero se sobresaltaba con cada mínimo movimiento suyo. Irritado, terminé tirándole en la cara el papel higiénico usado para que dejara de decir tonterías, se lo quitó de encima con un manotazo.

Los dedos de Enzo se aferraban a la cerámica, y no parecía que fuera capaz de hilar palabras coherentes.

—Shh, tranquilo —murmuré con el malestar tensando mi estómago, a leguas se veía que estaba empastillado hasta las cejas—. Sabemos que no hiciste nada.

«¿Lo sabemos?»

Esa voz en mi cabeza se había vuelto cada vez más intrusiva.

Di un paso atrás cuando Florencio finalmente se incorporó, su cuerpo me recordó a un muñeco de trapo demacrado que alguien dejó tirado después de usarlo.

Me miró durante un momento con los ojos convertidos en dos botellas de cristal llenas de agua sucia, pero no me dirigió una sola palabra antes de ir a lavarse la cara con agua fría. Lo conocía lo suficiente como para saber que ese era su instinto de supervivencia actuando por él y en estos casos había que dejarlo tranquilo.

Pero necesitaba hablar con él, tenía su celular en la mochila.

Me volteé para tirar la cadena y choqué de frente con la mirada escrutadora de Julián que estaba medio encorvado en el reducido cubículo detrás del inodoro. No era muy alto, pero no me había dado cuenta de que tenía los ojos de un incómodo color grisáceo.

Parecía un bicho de la humedad con suéter tejido.

—Che, yo te vi en la bici el otro día. —Su gesto variaba entre pensativo y asqueado, mientras el cabello le caía sobre la frente.

—Nada que ver.

—Sí, te saludé y todo.

En otro momento podría haberlo considerado interesante, ahora solo era un insoportable.

—Flasheaste cualquiera, boludo. —Me troné el cuello. El olor me estaba mareando, necesitaba salir de ese cubículo del baño cuanto antes.

El muchacho negó con la cabeza y chasqueando la lengua tiró de la cadena para que el ruido del agua ahogara sus palabras.

—De boludo tengo la cara nomás, rey. —Apoyó la mano al lado de mi cabeza evitando que abriera la puerta del todo—. ¿Qué buscabas en esa tienda de mascotas que vende drogas?

—Ni ahí, dejame salir, flaco —farfullé y como no me hizo caso, tiré del hilo encerado que unía sus collares para dejarlo a centímetros de mi cara—. ¿O querés un premio por ser tan buen chico y ayudarme con el otro pendejo?

La cara de espanto que puso se contradijo con el colorado de sus mejillas. Esperaba que Enzo no prestara atención a otra cosa que no fuera limpiar sus piercings.

—Eu, pero no te pongas así, solamente quiero ayudarte —siguió—. Si necesitás plata fácil podés hacer otras cosas, si te metés en esa vas a terminar como Bruno, él...—Una mueca de dolor lo interrumpió—. No importa. Si necesitas algo avisame, ¿sí? Posta. —Se rascó la nuca despeinándose más, y alargó la mano para abrir la puerta.

Captó mi atención demasiado tarde, casi podía ver el gusano de la culpa carcomiendo su interior como a una manzana podrida en la verdulería.

«Así que Bruno también había entrado en esa».

Yo no era ese prototipo defectuoso de ser humano, y por mi podía meterse su buena voluntad en el culo, no quería su lástima.

—Danilo. —Su mirada a través del espejo me descolocó. No supe cómo, pero había logrado enfocarme y trataba de ponerse un cigarrillo entre los labios pálidos—. ¿Tenés fuego?

Él sabía que siempre tenía.

—Chicos los dejo un toque, voy a ir a...—Julián asintió para sí mismo obedeciendo a la mirada entornada de Florencio—. Vigilar si llueve afuera, eu no se zarpen, eh —soltó antes de salir por la puerta.

Revisé la hora en mi celular, faltaban alrededor de treinta minutos para el primer recreo. Él se había acomodado sobre la mesa de lavamanos como solía hacer en el pasado, observaba sobre mi hombro con gesto desesperanzado, y mandíbula en tensión.

Hacia el último cubículo.

Me acerqué hasta pararme frente a él, a centímetros de rozar sus rodillas, no pude evitarlo. En vez de encenderle el cigarro acerqué el fuego a uno propio que saqué de la cajita que siempre llevaba en mi bolsillo, y fumé una profunda calada para que el humo disipara un poco el imposible magnetismo que aún me producía.

No me miraba.

—¿Por qué volviste?

El silencio supuraba como una herida abierta.

—Pensé que ibas a dejar a los cuervos.

Se descomponía.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo?

Y dolía demasiado.

—¿Vos sí me crees? —preguntó en cambio, su inútil intento de detener lo inevitable.

«Tramposo».

Sabía que le creía, no necesitaba decirlo en voz alta y aún así le temblaba la voz.

Una parte de mí quería abrazarlo, dejar que descargara todas sus frustraciones. Y la otra ardía de las ganas encajarle una trompada por lo mal que me había hecho sentir durante todo este tiempo. Se suponía que estábamos juntos en esto, que él podía confiar en mí, pero ni siquiera se molestaba en tratar de explicarme lo que estaba sucediendo.

Su primer intento de salvación siempre había sido manipular a los demás.

«No es el único». La voz del cuervo me hablaba ahora, a veces se multiplicaba como en mis sueños.

Me costó mantener la calma al sentir de repente el tacto de la piel suave de su pulgar acariciando mi labio inferior.

—¿Me extrañaste? —El fantasma de aquella media sonrisa tensando su boca me cortó la respiración y envió una ola de calor por todo mi cuerpo.

—Imbécil. —Solté el humo que retenía por la nariz.

—Esa no es la respuesta correcta a mi pregunta, Dani. —Parecía que le hablaba a una versión lejana de mí, más infantil, una que había existido mucho antes de que discutiéramos la última vez. Era solo un recuerdo, un intento fallido de aferrarse a lo que éramos en el pasado.

—La respuesta es que sos tremendo pelotudo, Enzo. —Tiré el cigarro en el lavamanos y salí del baño antes de tener el impulso de arrepentirme al sentir su mirada clavada en mi nuca.

|✝|✝|✝|

Los rumores fueron desmentidos por el director ese mismo martes en un acto escolar en el que llamaron a todo el plantel de profesores, y hasta el auténtico oficial Naín Miranda estuvo presente a su lado cual soldadito de juguete. A juzgar por su expresión disfrutaba tanto de pararse junto a Florencio padre como yo de prestar atención al profesor de Biología Genética y Sociedad que daba clase en las primeras dos horas del día.

Mi mañana venía siendo una reverenda mierda que comenzó con el fantasma insistiendo con que salir a correr era la mejor manera de estar siempre preparado y en forma. ¿Para qué? No quería saber.

Me obligó a desayunar algo más que un energizante y gracias a las náuseas que me atacaron luego del acto me di cuenta de que mi estómago no estaba tan de acuerdo con esa dieta en particular.

Había logrado escabullirme al baño para descargar mi ansiedad fumando un cigarro cuando escuché las últimas palabras del director sonar en los altavoces, seguido del ensordecedor timbre del recreo, y tuve que salir obligado luego de lavarme las manos.

En el pasillo entre el alumnado que empezaba a circular en libertad me crucé a Naín. El hombre llevaba el uniforme como si solo ese pedazo de tela le otorgara alguna clase de súper poder.

Caminaba con el rictus calculador de un cazador experimentado.

—Rodríguez. —Inclinó la cabeza en cámara lenta, y sus ojos transparentes me atravesaron.

Junto a él iba Áureo Florencio, el hombre pelirrojo de espaldas anchas y mirada de granito soltaba palabras hirientes hacia su hijo que trataba de seguirle el paso en una suerte de desfile de la vergüenza. Atraía las miradas de todos los estudiantes. Parecido a un animal salvaje que está a punto de entrar al matadero.

—¡Ajá! ¡Así te quería agarrar! —Julián se abrió paso en la maraña de ruido que había en mi cabeza, enganchó su brazo al mío y bajó la voz, susurrando—: ¿Qué le andás mirando el culo al director? Nos vamos.

Me guio en dirección contraria al patio del recreo, hacia las aulas vacías y estaba a punto de protestar por los horribles recuerdos que me provocaba esa situación hasta que atravesé la puerta y me encontré con las demás.

—Seguro se preguntarán por qué los traje a este lugar. —Milagros descruzó las piernas sentada en el escritorio del profesor y se bajó de la mesa de un salto que no tomó en consideración lo corta que era su falda—. Yo les voy a decir...

—Esto es una intervención —dijo Alanis, sorbiendo un mate que le tendió Miranda.

—¡Yo quería decirlo! —Su amiga se quejó, y la otra se encogió de hombros.

—Sos lenta, Vidal.

Alanis recibió su mirada irritada.

Me alejé de Julián con un empujón como si fuera un traidor.

—Tenía que hacerlo, rey. —Él se encogió de hombros y me ofreció algunas garrapiñadas que acepté de muy mal humor—. Tenemos que estar todos.

Por alguna razón eso sonó triste.

—Cielo está ocupada con asuntos familiares —mencionó Garibaldi al pasar—, hoy le voy a llevar la tarea.

Fruncí el ceño.

«¿Desde cuándo son tan cercanas?»

«Desde que la empezaste a ignorar después de la muerte de su novio».

«Ah».

—Estamos frente a una posible escena del crimen. —Milagros señaló la mesa en la que siempre nos sentábamos.

El banco estaba limpio antes de que saliéramos al acto, pero en ese momento no había superficie vacía de letras. Alguien había decidido usarla de lienzo para escribir frases e insultos dirigidos hacia Enzo con tinta roja indeleble en una caligrafía gruesa, igual a la del pizarrón.

—El colegio entero piensa que Enzo hizo cosas horribles y eso puede perjudicar nuestra vida académica.

Dejé de oír el discurso de Milagros apenas me acerqué y leí cada una de esas palabras, algunas eran insultos, pero la mayoría acusaban a mi ex novio de haberse convertido en una especie de Caín moderno y a juzgar por lo fresca que se veía la tinta esa intervención había sucedido durante el acto del director.

Ezequiel se asomó sobre mi hombro y chasqueó la lengua.

—Fue uno de ellos, nadie más sabría donde se sienta Enzo. —Sus palabras provocaron que me tensara de repente—. Es una trampa, y la persona que hizo esto quiere inculparlo, Danilo, pensá con cuidado lo que vas a decir.

—Tenemos que elegir cuál va a ser nuestra posición al respecto. —Alanis le dejó el mate a Julián y se paró al lado de su amiga con los brazos cruzados, se veía menos enferma ahora que había ganado más masa corporal, pero tenía un brillo salvaje en los ojos, era mucho más intimidante que de costumbre.

Nuestra me suena a manada —murmuré.

—Lo somos —comentó sin parpadear.

—Esto es una boludez de los pendejos de años inferiores —acaricié las letras, atento a sus reacciones—. ¿A quién carajo piensan intimidar con unas pintaditas de mierda?

—Inteligente. —Ezequiel asintió con orgullo, y su mano se aferró con intensidad a la parte trasera de mi cuello—. Seguí.

—Son una manga de inútiles, buenos para nada que solo quieren llamar la atención.

—Es verdad eso, no pueden con la facha de la promo dos mil diecinueve. —Me apoyó el rubio, y el ruido del mate inundó el aula—. Y también es verdad que ellos se llevaban mal, pero no creo que Enzo...

—Ezequiel me da igual —interrumpió Miranda observando sus uñas puntiagudas de forma desinteresada—. Pero todos saben que la familia Florencio es "perfecta" porque son muy buenos cubriéndose entre ellos y para colmo nadie se acuerda de nada de lo que pasó en el UPD por culpa de las drogas que él trajo.

—Mhmmm, a mí me gustaba Ezequiel —confesó la joven del rosario en el cuello y perfectos rizos dorados—. Siempre se comportó como todo un caballero —siguió de forma pensativa—. Capaz solo le hacía falta rezar más.

—¿Rezarte de rodillas querés decir? —gruñí hastiado, y Milagros se atragantó con una magdalena.

Julián soltó una risa nasal. Alanis alzó una ceja en mi dirección, y Miranda puso los ojos en blanco. Hasta el fantasma se cubrió la cara enrojecida con la mano.

—¿Hacía falta, Danilo?

Me encogí de hombros, si yo quería también podía jugar ese juego.

—Es que Miranda tiene razón, y si el colegio entero está en su contra no creo que sea por su inocencia —insistió recomponiéndose.

—¿Tanta urgencia tienen por hacer todo lo que hacen los demás? —pregunté, empezaba a enojarme descubrir el verdadero motivo de esta intervención—. Tenemos que darle el beneficio de la duda.

—Tenemos que sacarlo del grupo, genio, no es una pregunta —intervino Miranda, sorbió del mate rosa pastel—. Es un paria, ya no nos sirve más.

El fantasma bufó.

—Mi mamá no me deja hablarle. —Milagros asintió, y suspiró de forma dramática—. Creo que todos deberíamos hacer lo mismo, como si no existiera, ¿va?

—Bue, pero si ustedes se cortan solas, ¿para qué mierda hacen la reunión? —Me quejé. Julián dio un paso hacia mí y trató de poner una mano en mi hombro.

—Dani, sabemos que es tu novio, pero...

—Ex novio —siseé.

—Bueno, con más razón es peligroso, no sabemos cómo puede reaccionar a todo esto. —Me habló como si yo fuera el loco y ellos quisieran hacerme entender.

No podían estar hablando en serio.

«¡Si no hizo nada!»

«¿De verdad?»

«El celular en tu bolsillo no dice lo mismo».

—Voy a hablar con él. —Me alejé con brusquedad y el semblante herido.

Necesitaba hablar con él, la pregunta era: ¿Cómo?

Los días siguientes se esfumaron al igual que el humo de cada uno de mis cigarrillos. El acoso no mermó, se volvió cada vez más violento. Le robaban los útiles, pegaban papeles con insultos en nuestro salón y traían comida podrida. Fue terrible ver a Enzo reaccionar en silencio, para después actuar como si nada estuviera pasando.

Su padre lo tenía muy vigilado.

Sin embargo, la situación escaló demasiado el día que salió al recreo y traté de acercarme justo antes de que alguien decidiera estamparle un globo lleno de pintura roja en medio del pecho. Manchó todo su uniforme, cuello y rostro. Todavía recuerdo su mirada dirigiéndose en mi dirección junto a aquella pequeña sonrisa vacía que parecía más una mueca de dolor.

—Dani, ¿todo bien? —Entre los medicamentos y el control excesivo era un mísero autómata.

Al salir de la enfermería todavía tenía manchas de pintura seca en la garganta, estaba usando un uniforme muy grande y arrugado que adiviné le había pertenecido a su hermano.

No sabía qué decirle, o cómo actuar, porque mis prioridades se desordenaban cuando lo veía a los ojos, por lo que muchas veces me quedaba a su alrededor pululando como una polilla que había traído la humedad.

Por inercia me empecé a juntar más con Julián. Me seguía en todos los recreos por más que me fuera a fumar, contando anécdotas graciosas de sus hermanos menores, y como apoyaba a su hermana haciendo doble turno en el almacén para que ella pudiera estudiar. Se quejaba de las tareas que nos mandaban, siempre tenía sueño y me preguntaba si había visto el último partido de fútbol de la temporada, si le decía que no, me lo relataba con todo y actuaciones incluidas.

Sin embargo, podía ver el momento justo en el que su cerebro se inundaba de un recuerdo doloroso que al final terminaba reflejado en sus ojos. En esos casos mi silencio siempre lo acompañaba más que cualquier palabra.

Así me di cuenta de que su tristeza crónica no era contagiosa, solo estaba en una cuerda floja.

El miércoles antes de entrar al colegio me dolía todo el cuerpo porque todavía trataba de adaptarme a las exigencias de Ezequiel, y estaba más callado que de costumbre pensando qué cosas podía dibujarle a Meluen en nuestra sesión de ese día mientras Julián hablaba por los dos.

—No sabés, boludo, el otro día un tipo rarísimo apareció en el local a las tres de la mañana, y pensé que me iba a robar, pero le vi cara conocida y después me dijo que estaba buscando tintura para el pelo de una marca re específica, le dije que no tenía, me miró y después sonrió rarísimo diciendo que iba a volver...

Dejé de oírlo cuando Enzo pasó frente a nosotros sin detenerse, usando su ropa holgada de siempre, pantalones con roturas y cadenas, junto a un buzo violeta oscuro con un patrón incandescente.

—Hola Dani. —Movió la cabeza en mi dirección y el mundo se desvaneció.

Me estaba mirando directamente.

Iba a caer otra vez.

«Mierda».

Julián silbó apenas se alejó y me encajó un codazo en el costado. La ceniza de mi cigarrillo estuvo a punto de caerme sobre la campera.

—Ay, "hola Dani"—murmuró con voz aguda, el timbre para entrar me taladró el tímpano al mismo tiempo que agitaba la mano frente a mí—. Andá a hablarle boludo, se nota que se deben una charla.

Sonreí sin enseñar los dientes y levanté mi dedo medio, en el código que bien podía significar: "no me rompas las pelotas". Causando que se pegara más a mí, pasó uno de sus brazos sobre mis hombros con una calidez que podría haber borrado el frío de ese día gris.

—Creo que las chicas se fueron a la mierda con lo de la otra vez —murmuró, mientras los demás se alejaban de Enzo que entraba delante de nosotros.

Voltee a verlo.

—Hacelo, antes de que sea demasiado tarde. —Julián se mordía el labio con la vista fija en el suelo, y su inocencia mezclada de arrepentimiento me causó un dolor sordo en el pecho.

|✝|✝|✝|

Le hice caso, no tenía nada que perder.

Ese miércoles me quedé durante el recreo especialmente para hablar con él, ya que después del incidente de la pintura no lo dejaban salir a menos que fuera para ir al baño, y siempre iba acompañado por una de las porteras que lo esperaba en la puerta. Julián usó sus dotes de galán de telenovela para distraerla un rato.

Yo trataba de reunir el valor suficiente para hablar sin caer en el resentimiento que me causaba su silencio. Su celular me pesaba en el bolsillo mientras él revisaba algo dentro de su mochila parado de espaldas al pizarrón.

Cuanto más me acercaba el sonido de esa voz se volvía más intensa.

«Él es parte de los cuervos».

«No podrías aguantarlo».

«Él sí».

—¿Enzo? —Di un paso más cerca de él y capté el temblor de su cuerpo encorvado sobre la tela que sostenía entre las manos manchadas, el aroma metálico volteó mi estómago.

Sangre.

Alzó la cabeza mordisqueando los piercings de sus labios y las lágrimas que había estado conteniendo durante todos esos días desbordaron sus ojos, al mismo tiempo que los restos de un animal desollado cayeron al suelo. Un cuervo al que le habían arrancado las plumas.

Comprendí entonces, lo que para mí era un hecho innegable, para él era la duda que lo consumía desde adentro.

—No aguanto más, Dani. —Se quebró.

No tuve tiempo de pensarlo, antes de que él diera un paso más yo estaba a su lado, y terminamos en el suelo mientras lo envolvía entre mis brazos.

—Te creo —murmuré contra su pelo, tratando de contener los espasmos de su cuerpo, como solía suceder cuando la realidad lo desarmaba por completo.

Estuvimos así hasta que el timbre del recreo me atravesó la columna. Escuché los susurros furiosos de Julián antes de que la gente empezara a entrar al salón, y escuché unos pasos más pesados entre todos los demás. Al alzar la cabeza me encontré directamente con la mirada de piedra del director Florencio.

|✝|✝|✝|

Buenas buenas. PIDO PERDÓN POR TARDAR TANTO, ¿cómo están? ¿Tomaron agua? Me complace informar que esta semana termina mi época de parciales y estoy más tranquila con eso, así que espero no tardar tanto con la próxima actualización. Muchas gracias por esperarme, les AMO.

Tengo la necesidad de enseñarles el bello edit que hizo Mel, porque LO ADORO MUCHO mucho y siento que retrata muy bien las vibras de la novela.

Por eso también te dediqué el capítulo. Mil gracias, por eso y por todos tus audios reaccionando a los capítulos. 

Ahora vayamos a las:

|✝|PREGUNTAS|✝|

¿Sin mentir de verdad pensaron que Dani iba a poder ignorar a Enzo?

¿Opiniones sobre la actitud de Meluen con Miranda?

¿Alguna vez los retaron por hablar en el salón? A mi sí y fue gracioso porque estaba sentada literalmente en el frente de todos, la menos obvia era.

¿Piensan que Dani y Julián bb son un buen team? Yo personalmente los adoro, ambos son muy sensibles y pueden llegar a entenderse sin peleas de por medio *cof cof no como con los Florencio cof cof *

¿Ustedes le prestan atención a lo que dice Juju?

¿Sospechan de alguien presente en esa intervención?

¿Qué creen que oculta Enzo? Las terribles ganas que le tiene a Dani no, obvio.

Datos de color que nadie necesita: Los signos de los pibardos de la promo 19 (Y Kevin)

Danilo es virgo ♍

Los Florencio son aries ♈

Julián es géminis ♊

Cielo es cáncer ♋

Alanis es capricornio ♑

Miranda es libra ♎

Milagros es escorpio ♏

Kevin es leo ♌

¿Comentarios? ¿Amenazas? ¿Comparten signo con alguno de ellos? ¿Les gustaría saber el signo de alguien más?👀

Hasta aquí llegamos el día de hoy. GRACIAS ETERNAS por leer y comentar.

Nos leemos en el siguiente capítulo

—Caz.

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