18| Fui el reemplazo de alguien más
Mi mamá había sido chapada a la antigua, iba a la iglesia, trabajaba demasiado para mantenernos y no nos dejaba ver la televisión por mucho tiempo. Tenía por costumbre hablarnos a mi hermana y a mí antes de que nos vayamos a dormir. Decía cosas que yo no entendía, algo sobre que todos nosotros estábamos compuestos de energía, y que gracias a ella teníamos el poder de atraer las cosas buenas y malas que nos pasaban, hasta el punto en que éramos los responsables de eso y había que aceptar las consecuencias sin más.
Todavía recuerdo a Dolores frente al espejo de su cuarto tapándose con maquillaje los moretones en la cara y los brazos cuando creía que nadie la estaba mirando. Al principio me pregunté qué creía que había hecho tan mal como para soportar ese dolor, pero tiempo después la odié al notar que pensaba asumir la culpa de todos esos golpes con tal de protegernos.
Y ni siquiera eso le funcionó, porque al final su mente se quebró.
—Supongo que yo tampoco estuve vibrando tan alto últimamente —murmuré.
Miré mi reflejo en el espejo del baño del colegio y toqueteé un poco el maquillaje sobre mi piel hinchada. Ezequiel suspiró.
—Parecés...
—¿Una manzana toda machucada? —Me apoyé en la mesa para enfrentarlo y le mostré mi sonrisa más ácida—. ¿Qué te pasa? ¿No te gusto así, Kiki?
—Si le ponés hielo al moretón se va más rápido. —Me aconsejó con el ceño fruncido, pude ver el momento exacto en el que los recuerdos dolorosos nublaron sus ojos.
—Gracias por el dato, pero no hacía falta. —Me di la vuelta, e inclinándome sobre el lavamanos, revisé el corte en mi cuello. Ahora era tan solo una línea rojiza que pronto iba a volverse más clara. Bien, al menos así iba a ser más fácil de tapar. Lo vi escanearme a través del espejo—. Usaba ese truco con Enzo cuando vos lo cagabas a palos.
—Imbécil. —Desvió la mirada con culpa, negando con la cabeza.
—Che Dani, ¿vas a venir al recreo o ya te fuiste por el inodoro? —Julián entró por la puerta y su reflejo de hippie andrajoso en el espejo me hizo dar tremendo susto.
Mierda, esperaba pasar los últimos minutos de este suplicio encerrado, pero ese viernes Bruno había faltado y tenía a su perro faldero con olor a sahumerios usándome como reemplazo.
Salí al patio con Julián. Ahora que no estaba el otro tarado podía ver bien el contraste que había entre ellos dos, hasta el punto en que no sabía cómo podían llevarse bien en primer lugar, o quizás había más entre ellos de lo que se veía a simple vista, y eso se relacionaba con las miradas que le lanzaba su amigo cuando creía que nadie estaba prestando atención.
—Ea, ya vino por quién lloraban, perris. —Les sonrió a las chicas, yo puse los ojos en blanco, Miranda gruñó, y Milagros fingió vomitar.
Alanis se acercaba a nosotros, tenía vendas en los brazos que delataban que había estado esforzándose de más en el entrenamiento, junto a Cielo hablaban de algo que no llegué a escuchar.
—¿Hablas por Dani? Se hizo bastante popular —comentó Milagros y me guiñó un ojo, aunque yo sabía que lo hacía por maldad, me revolvió el cabello y Miranda la imitó, parándose a mi izquierda, me pegó terrible codazo.
Tragué. No me veía diferente, solo andaba más erguido, con los músculos en tensión, y usaba camisas y camperas de más para evitar el contacto directo por lo mucho que me dolían los huesos.
—¿Es verdad que ahora sos tranza? —preguntó un Julián muy serio.
—Hablá más bajo, tarado —chistó Alanis, rascándose la parte rapada de su nuca—. Todos nos están mirando.
—A nosotros no, a él. —Señaló Cielo, me veía medio raro.
—No soy —aclaré, pero ya me estaba cansando.
Tenía razón, sentía el aire pesado, los ojos de la mitad del colegio estaban sobre mí, fijé la vista en un ave que se posaba en el árbol del patio para tratar de distraerme.
Un cuervo de ojos negros se afilaba las garras.
—No, ahora es trolo —comentó Miranda, trató de arañarme con sus uñas a través de la ropa y Alanis la golpeó en la cabeza con un paquete de galletitas—. ¡Au! ¿Qué hice ahora? Solo dije la verdad.
Me solté con un ademán.
—¿Por qué tanto interés? —La provoqué agachándome hasta quedar a su altura—. ¿Querés probar? —Fingí pensarlo y negué pegando la mano a mi antebrazo—. Ah no, te faltan algunos centímetros de cerebro para llegar.
—A vos te van a faltar los huevos la próxima vez —rugió como un caniche rabioso.
—¡Eh, pará, pará! —Alanis reaccionó a tiempo para detenerla de darme una piña en la cara, se había puesto toda roja.
Capté la sorpresa de Julián, los ojos abiertos de Cielo y luego vi a Milagros pasar de la estupefacción al simple divertimento, estalló en una carcajada.
—Por fin, Danilo, me alegra que hayas salido del clóset. —La rubia me dio un golpe amistoso en la espalda—. Ya te estabas tardando.
—¿Por qué mierda lo felicitás? —cuestionó la loca—. ¿No se suponía que a Dios no le gustaban los putos? —La atacó.
—Hace poco me di cuenta de que en realidad a Dios no le importa lo que hagas con tu culo, nena, actualizate. —La rubia más alta se inclinó a tocarle el cabello con una sonrisa que dio un poco de miedo, la verdad—. Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de él y lo conoce.
—Decile eso a la iglesia que organizaba la quema de brujas... —empezó Miranda.
—Basta, trola. —La rubia de suéter blanco se enderezó en lo que se acomodaba los rizos sobre los hombros—. No te quejes al pedo que vos tampoco sos ninguna santa.
—Chicos. —Todos vimos la cara que la preceptora nos puso a modo de advertencia. Se suponía que estábamos en el último año y teníamos que "dar un buen ejemplo". Solo pensarlo casi me hacía reír.
Miranda gruñó, pero se calmó cuando Alanis empezó a toquetearle el pelo para hacerle unas pequeñas trenzas.
—¿Ustedes dicen que se suspende el carnaval por este clima de mierda?—Julián le silbó al cuervo, tirándole un pedazo de pan, pero el animal no se movió—. Quiero dármela en la pera hoy.
—Siempre llueve. —Se quejó Milagros viendo las nubes—. Debe estar enojado.
Como si quisiera enviarle una respuesta el viento agitó las ramas del árbol.
—¿Qué dice tu abuela, Cielo? —preguntó Alanis.
La morena se había mantenido callada. Me sorprendió que les haya contado sobre su familia, solo después de que me incluyeran en el grupo me di cuenta de que ella también empezaba a formar parte del trío de chicas que antes percibía como inalcanzable.
—No me dijo nada sobre el clima —murmuró con la vista en el pájaro y la mano en su collar, parecía querer decir algo más.
Julián se agachó para levantar una pequeña piedra del suelo y se la lanzó.
—Che, dejá eso. —Lo retó Vidal—. El cuervo no va a comer de tu pan roñoso.
—Vos quisieras comer de mi pan roñoso, Mili —respondió, el muchacho tenía una pequeña sombra de barba, se acomodó el cabello castaño claro hacia atrás dejando al descubierto el espacio de su clavícula llena de collares,
—No me hagas reír, Juli, yo sí tengo estándares. —Ella le sacó la lengua como la persona madura que creía que era.
—Los cuervos son carroñeros —confirmó Cielo casi con respeto.
—Ellos nunca olvidan una cara —siguió la rubia—. Si seguís jodiendo te va a sacar los ojos.
Recordé la mirada furiosa oculta en el rostro pacifico de Jonathan Cuervo mientras apoyaba el cuchillo contra mi garganta y me estremecí.
—Ea, Dani, ahora que sos parte de nosotros. —No supe cómo, pero Miranda había llegado a mi lado de nuevo y me clavó el dedo en el costado—. ¿No nos vas a decir por qué parece que te zapatearon en la cara?
La mirada de todos se volvió hacia mí. Esa rubia loca era una resentida, lo esperaba, pero eso no evitó mi incomodidad. El corte en mi garganta latió y mi rostro se calentó.
No podía hablar de lo que había pasado con los demás sin ganarme el título de paranoico o "loco de mierda", no quería sumarle más preocupaciones a mi hermana al recibir el mismo título que le ponían a mi madre y ya tenía cosas más importantes que hacer. La muerte de Ezequiel era más pesada que cualquier pelea tonta en la que pudiera haberme metido. Para mi sorpresa, en cuanto traté de hablar Cielo se me adelantó.
—Él me defendió, córtenla con eso —mintió solo para que dejen de molestarme, aunque las marcas no estaban en mi rostro por culpa de ella.
Julián comenzó a cuestionarla y solo el sonido del timbre que anunciaba el final de recreo lo silenció.
|✝|✝|✝|
Instantes después del receso el director Florencio interrumpió las clases junto al plantel de profesores titulares para dar un comunicado general sobre la desaparición de su hijo, y pedir por favor que ante cualquier información se comunicaran con él. Me resultó curioso que no haya mencionado la ausencia de Enzo y apreciar la diferencia que tenía con el tío perfecto de los gemelos. Áureo parecía realmente preocupado, su camisa remangada, el cabello desarreglado, y el rostro hundido por el estrés tranquilamente podría haberme mostrado otra versión más tosca y adulta del mismo Ezequiel.
Aproveché el desorden general para escabullirme, pero eso no evitó que tuviera que escuchar las quejas del fantasma que se pasaba una mano por el pelo en señal de frustración.
—¿Ahora sí te preocupas por tus hijos? —Su odio provocaba que los cabellos de mi nuca se erizaran—. ¿Por qué mierda no lo pensaste antes de mandarnos allá?
—Dejame adivinar —interrumpí una vez estuve caminando solo por el interior del colegio—. ¿Tu papá también era tu ejemplo a seguir?
Ezequiel volteó a verme como si recién hubiera notado mi presencia.
—Él no lo es. —Observó más allá del pasillo, persiguiendo algún recuerdo. Cometí el error de seguir su línea de visión, sin darme cuenta choqué con él y su nariz se arrugó—. Fijate por donde vas.
Más tarde, ese mismo día tuve que volver al colegio para seguir limpiando los salones del primer piso. Caminaba solo, esta vez sin auriculares y con los nudillos blancos de tanto aferrarme con nervios a la mochila, me sentía débil mientras escuchaba los latidos de mi corazón como una advertencia directa de que al doblar la esquina podría aparecer cualquiera y hacerme lo que quisiera.
También me había acostumbrado a la presencia de Ezequiel y quedarme solo con mi cabeza era un problema.
Me detuve, sin darme cuenta había estado caminando hacia el lado que no debía.
—Estoy en la biblioteca. —Su voz se coló en mis pensamientos como un secreto susurrado junto a mi oreja, y murmuré un insulto, pero no pude evitar sentirme más seguro al sentir su presencia en mi cabeza.
—La biblioteca —repetí inmerso en los recuerdos.
A mitad del año anterior, solíamos tener hora libre bastante seguido, por lo que nos dejaban salir de los salones con la condición de que no hiciéramos mucho ruido. Yo solo quería alejarme de todos los que me molestaban, y me iba a esconder directo al único lugar en donde podía dibujar en paz.
La vieja biblioteca del colegio, ubicada en la zona que había quedado arruinada porque durante las lluvias se inundaba y las paredes eran más frágiles que la masculinidad de Bruno. El director nos tenía prohibido pasar por ahí y unas cintas amarillas la delimitaban, pero yo en ese lugar encontraba un poco de tranquilidad, era mi secreto.
Hasta que volvieron los Florencio.
Los paneles de vidrio que daban al interior estaban sin diario, porque yo mismo me había tomado el tiempo de quitarlos, por lo que al encontrarme con la presencia de dos personas ajenas a mi existencia me paralicé, y no supe qué clase de morbosa curiosidad me llevó a quedarme como idiota observando la espalda de la rubia con las piernas abiertas sobre el escritorio desvencijado, llegué a una conclusión en cuanto lo vi a él.
Ezequiel estaba acuclillado entre sus rodillas.
Se enderezó y la sobrepasó en altura, lo confirmé en cuanto asomó su intenso cabello pelirrojo, un pequeño mechón caía sobre su frente fruncida casi con fastidio mientras metía la mano bajo la falda de Milagros, y ella exponía su cuello para él.
Vi sus ojos a través del cristal, estaban nublados por la falta de expresión, sus movimientos lo hacían parecer un robot. Fue como si hubiera sentido mi presencia, en cuanto se encontró conmigo sus pupilas crecieron para envolverme en la oscuridad, y algo cambió. Milagros lo rodeó con las piernas, frotándose contra su cuerpo, mientras gemía y él la tomaba con fuerza por los muslos a medida que sus movimientos se volvían más intensos. El verde de su mirada brillante se transformó en una delgada cinta que me señaló la prohibición, y se convirtió en la máxima expresión de un animal. De un depredador.
Así fue como ese salón se convirtió en nuestro secreto.
Ahora que revivía esa imagen en mi cabeza fue como si las piezas encajaran de alguna manera, pude recordar con la misma nitidez la forma en la que había tocado a Kevin en la fiesta de Halloween. La mano sobre la parte trasera de su cabeza, los dedos enredados en el cabello rubio mientras dejaba que besara su cuello. La expresión glacial de sus ojos derretida mientras reprimía un gemido al morderse los labios enrojecidos, como si siempre lo hubiera estado esperando, y ella solo fuera una pieza más que componía sus intentos de reemplazarlo.
Él nunca me dijo nada al respecto y yo no pensaba iniciar esa conversación.
—Ey, Danilo ¿dónde estás? —Ezequiel chasqueó los dedos frente a mí, y me obligó a dejar de ver la línea perfecta de la camisa que rodeaba su cuello bajo el suéter, presionó la mandíbula y se humedeció los labios.
Las pistas en el pizarrón de la biblioteca tenían que ser más interesantes que este grandísimo simio de mierda. Carajo.
Mi mente divagaba más de lo normal, no contento con la primera vez que lo hizo, Florencio, la impaciencia hecha persona, volvió a chasquear los dedos frente a mi cara como si fuera un perro.
—¿Por qué te estás sonrojando? —adivinó lo que pensaba.
Le pegué un manotazo, su efecto sobre mí se había intensificado desde esa noche y no quería ni imaginar qué tan conectados estábamos, o hasta qué punto podía llegar a afectarme.
—No me jodás, porque no estoy de humor. —Me fijé en los dibujos que yo mismo había esparcido por toda la mesa para centrarme—. Y de paso, me caías mejor cuando solo eras un insoportable de mierda.
Alzó las cejas y no pudo ocultar su tono de burla.
—Ajá, ¿y ahora qué soy para vos?
Le gustaba humillarme.
—Un idiota insoportable de mierda.
Negó como si quisiera reírse, pero solo soltó el aire por la nariz con los brazos cruzados.
—Bien, entonces alejá tus pensamientos intrusivos y prestá atención acá, pendejo. —Señaló el mapa.
—Sí, tenemos que averiguar quién carajo te rajó la tráquea —solté de forma atropellada—. Y ya tenemos al primero en la lista de sospechosos.
Sin esperar su respuesta comencé a anotar con tiza blanca "bestia rubia" en referencia al estadounidense que nos había visitado el verano anterior, el primero que había venido a mi mente. Él siguió la línea de mi desprolija caligrafía y gruñó.
—Él no, descartalo.
La cicatriz que ese tipo había dejado con sus garras en mi brazo latió, traté de ignorarlo, pero fallé de forma miserable.
—¿Por qué no? —Lo enfrenté.
Sentí la estática crispada entre nosotros. Vi los músculos tensos bajo su ropa, se flexionaron en cuando atrapó mi mano en el aire para quitarme la tiza, y con su pulgar trazó una línea en la cara interna de mi muñeca. Sentí su furia como un violento chispazo que estuvo a punto de hacerme voltear los ojos.
Me solté y del enojo resistí el impulso sobrehumano que tenía de pegarme a él para que siguiera haciéndolo.
—Él no lo haría —repitió con más duda en la voz—. Además, ya no está en este país.
—¿Cómo sabés? —insistí.
—Confiá en mí. —Miró su mano apenado al ser consciente de que me había tocado sin mi permiso—. Por favor.
—Bien —murmuré con fastidio—. Vos también vas a tener que confiar en mí algún día, lo suficiente para contarme qué onda vos con ese rubio tarado.
El fantasma bufó, me daba la espalda, pero borré el apodo improvisado que le había puesto y su tristeza teñida de culpa me heló las venas.
—Necesitamos otro sospechoso.
Pasamos casi toda la tarde pensando en quién sería capaz de matarlo y llegamos a la conclusión de que le caía mal a casi todos, lo cual no aceleró para nada nuestra investigación.
—Todos esos boludos estaban drogados igual que vos —comentó Ezequiel en negación, mientras yo caminaba en círculos por toda la biblioteca—, eso tampoco facilita la situación.
Se me ocurrió una idea brillante, le lancé la tiza que tenía en la mano para llamar su atención, él la miró impactar contra su pecho.
—¿Qué te pasa, tarado?
—Yo no soy como esos boludos, Kiki. —Sonreí enseñando los dientes e hice una mueca de dolor—. Pensá en la situación, Ezequiel Florencio, el alumno perfecto que no banca nadie, al contrario de su hermano el más copado, es asesinado en el colegio durante la noche del UPD cuando todos estaban en pedo. —Lo señalé, y el fantasma me quitó las palabras de la boca.
—Esto fue planeado.
—Exacto. —Celebré lanzándole otra tiza. Él suspiró con resignación—. Y como fue planeado lo primero que tenemos que averiguar es qué mierda tomaron, quién sí y quién no.
Ezequiel me lanzó la tiza que atrapé en el aire, anoté la palabra "¿drogas?" bajo la palabra UPD en la pizarra y me sacudí las manos.
Sin embargo, el dibujo inconcluso de aquella otra bestia llamó mi atención en el lugar más vacío de la mesa.
El monstruo que hirió a Bruno no encajaba con mi versión de los hechos, lo reviví en mi mente y me causó una sensación terrible de déjà vu. Cada vez que trataba de acomodar los fragmentos de su apariencia, el reflejo de esos ojos de pupilas alargadas me bloqueaba y la sangre me producía dolor de estómago. Me atacaba la sensación de vacío abrasador, como si estuviera parado justo en frente de un abismo y el mismo pudiera observar mi interior.
|✝|✝|✝|
Tranza: Persona que vende drogas.
"Dársela en la en la pera" u "Hoy me la doy en la pera": Significa emborracharse de forma poco responsable.
Trolo: Forma peyorativa/discriminativa de señalar a un hombre afeminado o gay.
Trola: Forma peyorativa/discriminativa de decir prostituta.
Recuerden que si tienen duda de algún otro término me pueden decir.
|✝|✝|✝|
Hola hola, ¿cómo van? Actualización temprana. Hoy es miércoles con M de MUY lindo todo, pero ¿por qué tan desconfiado, Ezequiel? ¿Qué estás escondiendo? ¿Y por qué proteges al rubio tarado?
Antes de entrar a la parte más oscura de la historia me parece importante recordarles que esta es una obra de ficción y en este reino las actitudes de los personajes (sean adultos o no) tienen una justificación dentro del universo de la novela, pero fuera de ella no. Sus dichos jamás van a ser algún tipo de ejemplo a seguir, mucho menos una expresión de mis pensamientos. Que consideren esto es muy importante, y como dato agregado, todos los pjs son el reflejo de una infancia/adolescencia violenta y problemática en un contexto socio económico no muy estable.
Así que sin dar más vueltas vayamos a las:
|✝|PREGUNTAS|✝|
¿Dudas sobre la mamá de Dani?
¿Opiniones sobre la actitud de Julián sin Bruno?
¿Milagros si es una santa? Por que Kiki le anduvo rezando.
¿Qué hubieran hecho en la situación de Dani? Cuando Miranda lo expuso en frente de los demás.
¿Harían algún aporte a la investigación de Dani y Kiki? ¿Cuál?
Recibí una teoría el otro día, la primera y me dejó así :0 No confirmo ni niego nada, pero si estás leyendo esto te quiero decir que la amé demasiado, me pone muy feliz que te hayas tomado el tiempo de contarmela. GRACIAS.
Bien, creo que esto es todo por hoy. Nos leemos el miércoles que viene, recuerden tomar agua y no sean como Dani, no le tiren tizas a los fantasmas.
—Caz♡
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