13| Besé a un chico en un antro
«¿Que si me gustan los chicos?»
Hacía mucho tenía la idea en la cabeza, pero eso no lo hacía más fácil de aceptar, menos con la mirada inquisidora de Ezequiel acelerándome el pulso.
Tosí.
«¿Que tenía que ver si lo había besado un par de veces?»
Me ahogué otra vez.
—Carajo, Ezequiel, no sabía que estabas tan interesado, dejame preguntar. —Me llevé una mano al pecho y se me llenaron los ojos de lágrimas—. ¿Y a vos qué mierda te importa?
Entornó los ojos.
—Porque me acordé de lo que me dijiste en la fiesta —mencionó con forzada naturalidad, pero podría jurar que las orejas se le habían puesto de un bonito color rojo, parecido al de su cabello.
¿Los fantasmas podían sonrojarse?
«Dios, no tendría que estar viendo eso ahora».
—Bueno, es obvio que te gustan los chicos —bufó tratando de recobrar la compostura analítica—. Andabas con mi hermano.
Ahora me tocaba a mi.
—Me gustan las chicas, no me gustan los chicos, solo me gustaba tu hermano —aclaré—. Bueno no, no me gustaba tu hermano, ese es un pelotudo —gruñí, y dios ¿que acababa de decir?—: No, o sea, su cara es muy linda sí, pero no lo aguanto, es un insoportable de mierda, nunca me toma en serio, anda en cosas turbias y.... —Él alzó las cejas y de repente me di cuenta—. No es tan simple —terminé, me ardía toda la cara.
Seguro tenía fiebre otra vez, pateé las frazadas, solo para notar que estaba en boxers y me acababa de despertar.
«Jesucristo».
Podría haber sido peor, considerando que normalmente duermo sin ellos.
Ezequiel asintió con los ojos entrecerrados, se había cruzado de piernas y tenía una libreta sobre la rodilla. ¿De dónde mierda había sacado una libreta?
—Así que andabas con mí hermano gemelo solamente porque ¿te gusta su cara? —preguntó levantando una ceja, trató de mantener la compostura, pero al final mí rostro se contorsionó tanto que se le escapó una risita que terminó convertida en una carcajada demasiado contagiosa para mi gusto.
—No es lo que quise decir, boludo.
Le tiré una almohada que esquivó con gracilidad inhumana.
«Pff, poderes de fantasma».
—Tenemos la misma cara, estúpido ¿sos o te hacés? —Su boca todavía quería curvarse—. Aunque yo tenga menos agujeros, mejores hábitos y me vista mucho mejor.
—¿Te estás ofreciendo, Ezequiel? Wa, reprimido y todo resultaste ser más fácil que la tabla del dos. —Lo provoqué al límite de mi paciencia, y conseguí que su sonrisa se convirtiera en una mueca amenazante.
—Mirá quién lo dice —murmuró acercándose—. El muerto se asusta del degollado.
«Florencio tenés un humor asqueroso».
Sabía lo que él estaba tratando de hacer. Mierda, lo recordaba.
Lo recordaba todo.
—No —gruñí—. No lo digas, ni se te ocurra...
—Vos me besaste en la fiesta.
No me permitió seguir.
—Y me dijiste que yo te "gustaba un montón" —dijo conteniendo la risa.
Hice lo más sensato que se me ocurrió en ese momento. Me doblé en dos, enterré la cara en el edredón como una marmota y después empecé a hacer ruidos para ahogar sus palabras.
—¡Estaba muy borracho!
Antes de que pudiera seguir corrí para encerrarme en el baño, tapándome los oídos mientras gritaba a todo pulmón.
—Pedazo de forro, ¿quién carajo te crees que sos? —solté abriendo la canilla del agua fría.
Esa vibración inundó el ambiente.
Sentí su presencia, un ligero hilo tirar de mi columna y me paralicé, otra vez.
«Me cago en Dios».
—Pero esto vos ya lo sabías. —Su voz se proyectó cerca, hizo que el cabello de mi nuca se erizara, estuve a punto de saltar del miedo, pero me tomó de la muñeca antes de que me diera vuelta —. Y lo que hiciste después...
Vi los ojos verdes del fantasma oscilar a través del espejo con una curiosidad casi inocente, mientras subía la mano por mi antebrazo, se fijó en mi pecho desnudo, después en mi cuello y por último en mi rostro, como si me estudiara.
Se me atascó la respiración por la inhumana necesidad de pegarme a él y mi piel comenzó a calentarse al instante.
—Dan...
—¡Atrás, fantasma, atrás! —grazné soltándome de su agarre, di un paso al costado. No podía respirar.
Ezequiel abrió la boca con el ceño fruncido, como si de repente hubiera notado lo cerca que se encontraba de otro chico vestido solo con boxers, luego retrocedió torpemente con toda la cara roja.
Tuve que darme una larga ducha de agua helada después de eso.
«¿Qué mierda me estaba pasando?»
Esto no podía ser normal.
|✝|✝|✝|
Durante la ducha traté de calmarme pensando en cosas que no tuvieran que ver con Ezequiel y su cara de estúpido viéndome como si me hubiera convertido en su nuevo experimento de la feria de ciencias.
No lo hice tan bien, estuve abajo del agua como dos horas intentando olvidar la sensación electrizante que me causaba con su toque ¿Poderes de fantasma? No tenía idea.
Eso no fue muy ecofriendly de mi parte.
Al final me convencí de que había cosas más importantes, cosas que se llevaban el primer premio en el concurso de hechos paranormales en el mundo real, como esas visiones que hicieron que me sintiera dentro de una pesadilla en la que ese monstruo y el asesino de Ezequiel parecían ser la misma cosa.
Como si eso fuera posible.
Necesitaba tiempo para procesar todo.
Y un cigarrillo me iba a ayudar a concentrarme.
También quería dormir durante un mes, pero cuando trataba de cerrar los ojos un peso muerto se instalaba en mi pecho y esas imágenes infernales se paseaban delante de mí. Caía dentro de sus fauces, veía sus dientes, y su lengua brillante de la que goteaba con un ritmo hipnótico la sangre que formaba el enorme charco alrededor del cuerpo casi inerte de Bruno.
Tuve que dibujarlo todo para sacarlo de mi cabeza.
Me enteré de que era de día cuando mi hermana llegó del trabajo y sus nudillos tocaron la puerta con suavidad. Había tenido la decencia de dejar los papeles cerca, así que solo tuve que esconderlos bajo la impresora rota. Como no tenía plata para arreglarla no servía más que para juntar polvo, y ser un económico pisapapeles.
—El lunes a las 6 de la mañana en el hospital —anunció, escuché como bostezaba mientras se alejaba hacia su cuarto. No hacía falta que lo aclarara, ambos sabíamos de qué hablaba.
Me dolió el estómago de la culpa y sentí el peso del cigarrillo en mí mano. Mi hermana siempre se había desvivido para tratar de arreglar las cosas que creía que estaban bajo su responsabilidad. Me arriesgaba a pensar que ambos compartíamos esa característica en algún punto.
El problema era que había cosas que naturalmente no tenían arreglo, a mi me costó entenderlo al principio.
También que yo siempre había formado parte del problema.
|✝|✝|✝|
El sábado a la noche ya casi me había recuperado de la fiebre, lo suficiente como para pasarme toda la tarde corriendo por la habitación pensando qué mierda iba a hacer para sacarme esa situación de encima, exhalé el humo por la nariz contra la ventana. Golpeaba mi pie sin parar y me mordía la uña del dedo meñique de los nervios.
Sabía lo que tenía que hacer, y a quién tenía que llamar para que me ayudara, pero cada vez que agarraba el celular y veía su foto de perfil terminaba tirando el aparato contra el colchón.
Lo había desbloqueado, eso era algo.
Entré al chat de Enzo.
En línea.
—¿Con quién carajo estás hablando? —gruñí, recordé la foto que él tenía con el otro tipo en su instagram y volví a lanzarlo contra la cama, esta vez lo hice tan fuerte que rebotó y terminó en el suelo—. Mierda.
Me apoyé en el colchón para agarrarlo no sin antes apagar el cigarro en un vaso que tenía por ahí, no quería volver a quemar las sábanas. Él me había pegado la costumbre de fumar en la cama, y el humo en la pieza me recordaba a los susurros de la madrugada acallados contra la piel de mi cuello. Era un hábito horrible y trataba de dejarlo.
—Llamalo de una vez. —Escuché la voz de Ezequiel antes de verlo y solté una puteada del susto—. Decile que sos gay, que querés volver y punto —se burló, pero había algo más.
Tenía la costumbre de sentarse al revés en la silla de mi escritorio, con los brazos cruzados sobre el respaldo y la barbilla apoyada en ellos, me seguía siempre con sus ojos calculadores, como si fuera su rata de laboratorio.
O su circo personal.
Yo no estaba de humor para sus chistes sin gracia, mucho menos para sus estúpidos poderes de fantasma. Lo señalé.
—No proyectes, Kiki. ¡No soy gay! En todo caso, hetero con una maldición.
—¿Qué te gusten los drogadictos es una maldición?
Ahora lo vi, trataba de esconder su melancolía peleándome como cuando éramos chicos, pero eso ya no funcionaba conmigo.
—Sí es —gruñí—. Y no me gustan los hombres, a nadie le gustan, son las personas más horribles...
Puso los ojos en blanco.
—Ajá, y por eso lo besabas en los vestuarios del colegio.
Rodé hasta el borde de la cama y me paré para enfrentarlo.
—Ay por Dios, ¿por qué te importa tanto? Superalo de una vez.
—Tendrías que contarle a tu hermana, por tu bien, se nota que se preocupa por vos —murmuró y parecía que le hablaba a alguien más. No tuvo la decencia de mirarme, sus ojos estaban fijos en la ventana.
Que tratara de darme consejos me hizo enojar más.
—Y vos qué —solté—. ¿Querés que te compre una ouija y le decimos a tu viejo que también te besuqueabas con el otro pendejo?
Me miró, y su gesto herido lo delató, chasqueó la lengua enderezándose hasta que estuvo frente a mi, y por un momento me había olvidado de que esa masa de músculos medía casi dos metros. No hizo ademán de querer pegarme, ni se acercó más, aunque yo sí retrocedí y a él pareció no importarle, me señaló el pecho.
—No hablés una mierda sobre él, eso a vos no te incumbe. —Estaba muy enojado también, pero la tristeza parecía ser más grande.
—Ah, déjame ver si entendí bien —dije, sin un gramo de tacto—. Vos podés hablar de mi vida todo lo que quieras, pero yo no de la tuya ¿es así...?
«Ugh».
Cuando me di cuenta de lo que había dicho fue demasiado tarde.
—Si no lo hacés ahora después te vas a arrepentir. —Fue todo lo que dijo, su piel traslúcida se había vuelto la imitación de una estatua de mármol, con un ligero entramado de pequeñas venas del color de sus ojos. Apagados, muertos, pero no lloró esta vez.
Estaba furioso, pude sentirlo como la estática en mi piel.
Entendí a qué se refería y quise hacerlo por los dos.
Me sorprendió saber que Ezequiel era capaz de controlarse frente a mis provocaciones hechas por puro resentimiento, porque en el pasado cuando la dichosa bestia rubia estadounidense invadió la ciudad no había sido exactamente así.
|✝|✝|✝|
Empezó en noviembre del año pasado, en la noche en la que a la banda de descerebrados se le ocurrió que era una buena idea celebrar Halloween colándose en el peor antro de toda la ciudad de Lihuén.
Éxodo era la cueva donde cualquier adolescente sin respeto por su vida querría perderse, ahí no existía el día, cada noche sin falta la banda de los Cuervos revoloteaba por toda la zona con sus ojos enrojecidos, y a la salida casi siempre había algún alma inundada de estupefacientes que terminaba navajeada por tratar de pasar por encima de sus absurdas reglas.
No mires sus tatuajes.
Escondé tus joyas sacras.
No bajes la mirada a sus manos.
Y jamás les enseñes la llama de tu encendedor.
Algunas me las había dicho Enzo, pero por desgracia la mayoría las había aprendido por mi cuenta.
El club quedaba lo suficientemente lejos de la civilización como para que no existieran testigos potenciales de su, para nada sutil, forma de ignorar la ley con policías que patrocinaban sus negocios bajo la mesa.
Se sabía que era demasiado peligroso ir solo y llamar su atención, también ir acompañado a menos que fuera un grupo grande, pero solo algunos de los que habíamos cumplido dieciocho, podíamos entrar ligeros sin que Fernando nos rebotara en la puerta.
Ese era el plan.
—¿A qué hora era que rotaban a tu hermano, Cielo? —preguntó Milagros con varias hebillas entre los dientes, tenía el pelo rubio peinado hacia atrás, y el traje rojo brillante se pegaba a sus curvas como una segunda piel mientras movía las caderas al ritmo de la música. Iba rociando tintura verde sobre el cabello esponjoso de Miranda.
Cielo apareció en el umbral de la cocina un poco demasiado nerviosa para su propio bien.
—A la una y media lo dejan cuidando el primer piso, si Enzo logra que entremos no nos va a reconocer.
Al verme llegar a la casa de Alanis a hacer la previa, Milagros movió la cabeza a modo de saludo y me mostró una amplia sonrisa orgullosa al notar que la miraba.
—Eh, Dani. ¿Qué pasa? ¿Se te perdió algo?
Casi escuché a la otra salvaje gruñirme.
—¿Qué onda? —Miranda disfrazada con el traje blanco y negro de Beetlejuice mordió con fuerza el chupetín hasta hacerlo desaparecer dentro de su boca y me lanzó el palito todo baboseado—. Pensé que el disfraz de pajero te lo ibas a poner acá.
«Pelotuda».
Mis labios se curvaron con ironía.
—El disfraz de loca de mierda tampoco te queda tan mal.
Ella me enseñó los dientes todos manchados de azul por el caramelo, y se habría levantado de no ser porque Milagros la obligó a permanecer en su lugar.
—No peleen hoy, por fa. —Cielo llegó a mi lado de forma instantánea y empezó a tirar de mi hacia la habitación, pero no perdí la oportunidad de sacarle la lengua a la tarada. Que repitió mi acción como la adolescente madura que era.
—¡Ea, gol! ¡Cometela toda, puto! —gritó Bruno desde la sala, vestido con short y camiseta de algún equipo de fútbol, se levantó de la consola para bailar frente a Julián que enterraba la cara entre sus rodillas de forma dramática, y le quitó el sombrero de pirata antes de que pudiera reaccionar.
—¡Tramposo de mierda, me tocaste el control! —Cuando su amigo saltó del sofá Julián empezó a perseguirlo alrededor del mueble y las cadenas y piedras de su disfraz empezaron a tintinear.
—¡Cuidado! ¡Van a romper algo otra vez! —Alanis salió dando pisotones fuera de su habitación envuelta en una nube de perfume que me hizo arrugar la nariz, hasta que vi las alas de hada y los brillos en su cara.
Estábamos acostumbrados a verla siempre con pantalones de deporte, o camisetas enormes porque sin sus papás se ocupaba de la casa al punto de que entre eso, la escuela, las clases de inglés y las pretensiones de sus hermanos apenas tenía tiempo para pensar en su apariencia, pero ese día...
Se veía más de su edad.
Tenía el pelo ondulado por encima de los hombros y dos pequeñas trenzas le enmarcaban el rostro. El vestido verde lleno de purpurina se ajustaba sobre sus muslos, cintura y dejaba su cuello con un brillo dorado expuesto. Atravesó la sala corriendo, esquivó a las rubias justo a tiempo para quitarle el sombrero a Bruno y darle un golpe en el pecho.
El problema era que se le subía la tela del vestido al más mínimo movimiento.
Y no quise, lo juro, pero una fuerza externa me instó a verlo.
—Alanis estás...—murmuró Cielo, abrió la boca y después la cerró del shock que todos tratábamos de disimular.
«Se le ve la tanga».
Bruno interrumpió comiéndosela con los ojos.
—¿Qué carajo hiciste con la marimacho?
—Cerrá el orto, tarado. —Miranda se movió rapidísimo, en un parpadeo pegó un salto y se adueñó del control antes de que pudiera seguir jugando. Rodeó la cintura de su amiga con el otro brazo.
—Halloween o no, ella es demasiado para vos —secundó Milagros, lo señaló con una brocha mientras iba guardando el maquillaje en su estuche.
Alanis puso los ojos en blanco, pero un ligero sonrojo la delató ante la cercanía de la rubia. Massone no pudo reaccionar cuando Julián lo empujó contra el sofá y le pegó en la cara con la almohada para que se callara de una vez.
En momentos como ese, Julián hasta podría llegar a caerme bien. Hizo una exagerada reverencia con su camisa de volados cuando le fue devuelto el sombrero.
—Se le agradece, mi reina.
Cielo entrecerró la puerta de la habitación de Alanis en cuanto entramos. Ella llevaba el disfraz más bonito de todos, no era común o demasiado exagerado como los demás. Una malla oscura, con un cinturón, botas y la capa que terminaba de completar la imagen de Raven a la perfección. Contuve cualquier halago para no hacerla sentir incómoda, ya había empezado a salir con Bruno, pero me parecía demasiado hermosa para el imbécil ese.
Seguro me quedé mirándola un rato en modo potus porque cuando parpadee señalaba con impaciencia la silla al lado del escritorio de nuestra compañera. En cuanto me senté empezó a delinearme.
—Las tres son tan unidas, a veces siento que me quedo por fuera sin darme cuenta. —Se quejó con la vista clavada en la referencia que le había pasado—. Mirá para arriba.
—No es verdad, sos la mej... —Tragué, su perfume de cítricos era muy fuerte—. Digo, la más importante, la que mantiene a ese grupo de pelotudos unido —solté, tratando de no ponerme en ridículo—. Es necesaria una presencia neutral cuando parece que todos se odian.
Estaba tan concentrada que no supe si me escuchó, me sentía bastante avergonzado por la misma razón.
No estaba acostumbrado a que me pintaran, era bastante sensible, y todavía me costaba aceptar que Enzo me había convencido de llevar ese disfraz con la excusa de que era tan simple que casi no existía. Una camiseta negra, cadenas plateadas y una chaqueta que él me había prestado, lo normal de no ser por el delineado exagerado que Cielo terminó de recrear en mí cara.
Sonrió orgullosa tras pasarme un espejo, lo acepté, pero me negué a verme cuando las palabras de papá llamándome "maricón" llegaron a mi cabeza.
Como si mi pensamiento hubiera invocado a Enzo a este plano, noté su cuerpo menudo bambolearse junto a la puerta. Iba vestido por completo de blanco, no tenía camiseta, en su lugar llevaba un arnés que se perdía en su piel pálida y un abrigo blanco de pelaje sintético le adornaba los hombros. Fingió ser un ridículo mimo, ahuecó las manos alrededor de su boca como si quisiera que le leyera los labios, después empezó a moverlas igual a esos monigotes inflables de dos metros que solía haber al costado de la ruta.
No le entendí una mierda.
Cuando Cielo finalmente lo vio, él se apoyó en el marco de la entrada con una mano en su cadera y sonrió enseñando los colmillos como en una publicidad de pasta dental.
—Hola, reina ¿A dónde con tanta facha?
Cielo tomó la mano que le ofrecía y él la giró haciéndola reír, como si bailaran.
—No sabía que habías llegado.
—Siempre estoy en todos lados. —Le guiñó un ojo y avanzó hacia mí en una muestra de su nulo conocimiento del espacio personal, trató de rodearme con su brazo, pero agarré su muñeca antes—. Tu amigo me debe algo. —Detuvo mi movimiento y empujó hacia abajo hasta que su peso acabó sobre mi—. ¿Nos dejarías solos un ratito?
Ella alzó ambas cejas con picardía, mientras retrocedía.
—No es lo que vos pensás. —Me atajé.
—Si es —interrumpió Enzo, pasándose la lengua por los labios.
Puse los ojos en blanco.
—Yo no dije nada —repuso ella, alzando ambas manos en el aire, pero se había sonrojado—. Les encargo la pieza, acuérdense de que en un ratito salimos y chicos... —Se asomó una última vez—. Usen forro.
Me pegué con la palma en la frente.
Sentí la risa agitar el cuerpo de Enzo en cuanto estuvimos solos, y me llevó un tiempo reaccionar a su mano helada contra mi cuello sin disimulo alguno. Se acercó tanto a examinar mi delineado que su aroma a flores silvestres me invadió, hasta pude ver las pequeñas motas de color del mercurio en sus ojos verdes.
—Lindo, Akira —murmuró alternando la mirada entre mis ojos y más abajo, tanto que sentí un intenso hormigueo en los labios producto de su aliento con sabor a menta.
—Callate —gruñí entre dientes—. Por tu culpa parezco un...
—Un precioso, eso parecés. —Me calló apoyando el índice contra mi boca y se inclinó más—. Y callame si tantos huevos tenés. —Aplicó más presión en mi cuello para provocarme, y lo hubiera hecho de no ser porque se echó hacia atrás—. Después de los negocios, rey.
Me dio espacio, y caminó por la habitación escaneando las paredes azules con posters de bandas y estrellas mal dibujadas, veía cada rincón como si quisiera encontrar algo fuera de lugar, mientras yo trataba de disimular el calor de mi rostro.
—Mirala a Alanis, no me la imaginaba así —murmuró en voz alta, pero su expresión me dijo que me estaba perdiendo de algo que no iba a contarme.
—Ezequiel todavía no llegó ¿qué era lo querías hablar? —insistí, odiaba no tener toda la información y desde que Enzo se había empezado a juntar con los Cuervos era muy escondedor.
—Va a hacerlo, seguro se distrajo un poco. —Se pasó una mano por el pelo, era tan pálido que la víbora que tenía tatuada alrededor de las caderas desnudas parecía cobrar vida si la miraba con mucho detenimiento, era contraproducente.
Toqueteó con los dedos repletos de anillos el estuche de brillos que Cielo había dejado abierto sobre la mesa y se me acercó.
—¿Estás seguro de que nos van a dejar pasar a todos? —pregunté, no quería ganarme sus burlas por cagón, pero eso no evitaba que me pusiera nervioso.
—Sí, es fácil, y Jona me debe un favor —dijo orgulloso de sí mismo, eso no me tranquilizó para nada, normalmente la gente le debía favores a los Cuervos, no al revés—. Y va a haber barra libre así que vamos a ver a Kiki borracho ponerse cariñoso. —Me picó la nariz con suavidad mientras se quitaba el chicle de la boca y lo guardaba en una servilleta de papel que puso en su bolsillo—. Ahí es donde entrás vos a captar toda esa humillación.
Estuve a punto de protestar porque me manchó de brillo la cara, pero me calló de un beso que me hizo olvidar hasta en donde estaba parado.
Fue rápido y voraz, como si se hubiera estado aguantando las ganas durante todo ese tiempo. Me agarró del cuello para acortar la distancia entre nuestros cuerpos, sentí su lengua enredarse con la mía, el ligero pellizco de sus dientes cuando mordió mí labio inferior y luego el sabor metálico de sus piercings mientras acariciaba el espacio sensible de mi mandíbula. Sabía lo que hacía y lo hacía tan bien que era ridículo verme enredado tan fácil en sus juegos.
Pasó un instante en el que me replantee las palabras de Cielo antes de dejarnos solos hasta que el tortuoso timbre de la puerta principal sonó en toda la casa.
—Llegaron. —Enzo se separó un poco de mí para dejarme recordar cómo se respiraba y avanzamos hacia el living para ver que todos ya estaban por salir a recibir a los recién llegados—. Tené cuidado con ese —susurró señalando al rubio sin camisa que por desgracia ya había visto antes.
El amigo de Ezequiel.
Los chicos no esperaron ni un segundo antes de rodearlo para después bombardear al pelirrojo con todo tipo de preguntas.
—¿Por qué no nos dijiste que sí tenías amigos allá?
—Es enorme.
—Y rubio.
—¿Qué edad tenés?
—Esperen, lo están agobiando —intervino Alanis, pero lo pensó mejor—. Che, ¿hablás español?
—¿Cómo te llamás, lindo? —Milagros enredó un mechón de cabello en su dedo y el muchacho correspondió a su gesto, le sonrió sin enseñar los dientes.
—¿Te llamás Kevin? No me jodás. —Julián contuvo la risa, pero Bruno soltó una carcajada que lo contagió.
Ezequiel negó tratando de sonar neutral al recibir la clase de atención que detestaba.
—Si soy —interrumpió el muchacho nuevo de ojos claros. Después aclaró que sabía español, pero que no lo hablaba muy bien.
Su mirada viajó con cautela por todos los presentes que se reían de su ocurrencia y lo halagaban en partes iguales mientras le toqueteaban el pelo suave. Su sonrisa inocente se correspondía muy bien con el disfraz todo lleno de sangre, un impermeable transparente manchado y un hacha no tan falsa que manejaba como una pluma en sus manos.
Enzo se quedó junto a mí y apoyó su peso en mi hombro como si quisiera marcar territorio. Incluso cuando la mirada de Kevin me pasó por encima como a uno más del montón, no pareció reconocerme, pero fue casi instantáneo en cuanto el espiral se acercó a saludarlo.
Me vio como a una potencial presa. Sus pupilas se afilaron, y la sonrisa se borró de sus labios.
No tardó demasiado en convertirse en la nueva atracción de feria del grupo, parecido a cuando un perro se mete al aula en medio de la clase. Estuvo toda la noche pegado a Ezequiel porque decía que no conocía el lugar y temía perderse, pero las manchas de sangre falsa que trataban de cubrir de forma estratégica los chupones violetas desparramados por su cuello decían una cosa diferente.
Una vez que logramos entrar a Éxodo hice lo posible por no perder de vista mi objetivo, pero la oscuridad y las luces pulsantes me dificultaron la tarea, gracias a su disfraz pude localizarlo en un rincón del pasillo que iba hacia los baños. Florencio vestía como del fantasma de la ópera y la mitad de su rostro imitaba con maquillaje los huesos de una calavera, por lo que tuve que encontrar un ángulo, entre la gente cerca de la barra, en el que se lo viera bien para capturar lo que estaba a punto de hacer.
Se apoyaba en la pared y de vez en cuando empinaba su lata de cerveza. Después miraba al rubio con la rodilla entre sus piernas y los ojos brillantes como si estuviera viendo alguna clase de espejismo que estuvo esperando durante mucho tiempo. Este tenía la mano apoyada al costado de su cabeza y le hablaba de algo que lo entretenía demasiado se ve, porque cada vez que cambiaba la música se acercaba más y Ezequiel no demostraba que eso le molestara en lo más mínimo.
«Hipócrita».
Me irritaba que Kevin tuviera el poder de susurrarle cosas al oído para hacerlo reír o sonrojarse sin recibir una amenaza. Si tan solo se hubiera mostrado tan comprensivo cuando yo le confesé lo que sentía.
Saqué el celular de mi bolsillo con los dientes apretados y preparé la cámara, pero algo me hizo dudar.
Si quería arruinarlo, necesitaba un ángulo mejor.
Avancé en diagonal a ellos para que no me notaran entre la gente, pero lo suficientemente cerca para que no hubiera dudas de que era el homofóbico de Ezequiel el que aferraba la nuca de otro chico, y apoyaba su frente en la de él.
Enfoqué la cámara y disparé el flash justo cuando la música hizo parpadear las luces, pero alguien pasó por atrás mío, me clavó el codo en las costillas y me empujó hacia adelante haciéndome tirar el celular.
Me agaché y cuando finalmente lo recuperé ellos ya no estaban.
Y la foto salió borrosa.
—Mierda.
Me di la vuelta dispuesto a volver, pero choqué de frente con una pared de músculo de mi misma altura y cabello rubio.
No supe cómo se había movido tan rápido.
—¿Disfrutaste la función, Dani? —dijo en un perfecto español con un ligero acento. Me miró sin parpadear como si calculara cuánta sangre tendría que limpiar si me arrancaba la cabeza, a medida que la masa de personas nos empujaba directo al centro de la pista. Extendió la mano—. Pásame ese teléfono ya mismo si sabes lo que te conviene.
—¿Por qué carajo te daría mi celular? ¿El vuelo te hizo mal al cerebro o algo? —Traté de retroceder, pero su otra mano me retuvo en mi lugar—. Estás re drogado, flaco. Dejame en paz o voy a llamar a seguridad.
—¿A tí te parece bien querer sacarle fotos en contra de su voluntad a tu amigo que está borracho? —preguntó.
—Ya no es mi amigo.
—Ah. —Sonrió con satisfacción como si hubiera esperado esa reacción y no supe en qué momento se me había acercado tanto—. Estás tan celoso, Dani, puedo olerlo.
—¿Celoso yo? Mirate al espejo, nadie determinaba tu existencia, y si Ezequiel no estuviera borracho no dejaría que te le acercaras nunca.
—Si respetas tu miserable vida. —Vi su máscara agrietarse mientras se reía de mi ocurrencia en una burda imitación del gato de Cheshire, y sus uñas se abrían paso en mi brazo—. No vuelvas a acercarte a él. Is it clear, honey?
No pude respirar.
Me solté de un ademán que rasgó la tela de mi ropa, estaba tan desesperado por salir de su alcance que no sentí el dolor hasta unos segundos después, cuando vi que él se llevaba los dedos a la boca antes de que sus ojos felinos se perdieran en el mar de gente.
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Previar, o hacer la previa: Es una reunión entre amigos para tomar algo antes de irse al boliche o a una fiesta.
Flaco: Manera informal de dirigirse a una persona.
Forro: Puede usarse como insulto hacia una persona malintencionada, o también puede referirse a los profilácticos, depende de la situación, en este capitulo se usó de las dos maneras.
|✝|✝|✝|
Holaa, actualización temprana hoy (mentira, perdónenme por la tardanza estoy tratando de volver a agarrar el ritmo de actualización) ¿Cómo están? ¿Ya tomaron agua?
Como en este capítulo pasaron TANTAS cosas, sin dar más vueltas vamos a las:
|✝|PREGUNTAS|✝|
¿Les pareció muy largo o aburrido este capítulo? (Es el doble de largo de lo que suelo subir y me da inseguridad a veces :/)
¿Cuál fue su escena preferida?
¿Notaron de que cosa estaba disfrazado cada uno en el flashback? ¿Cuál les gustó más?
¿Dejarían que Cielo les maquille antes de salir?
¿Por qué creen que Jona le debe un favor a Enzo?
Si fueran a una fiesta con la banda de YN ¿De que se disfrazarían?
¿Que piensan de Kevin?
¿Qué creen que pase con Dani cuando vuelva a ir a Éxodo? ¿Piensan que va a seguir las reglas de los Cuervos?
Si encontraron un momento digno de un meme me gritan, porque a veces yo no me doy cuenta. *llora en despistada*
PD: En multimedia una imagen parecida al disfraz de KIKI.
Nos leemos, y recuerden, no sean como Dani, no le saquen foto a los gatos violentos♡
—Caz♡
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