Capítulo 6
Camino a la cabaña, luego de que hicieran un millón de exámenes médicos con Melissa, paramos en una heladería. Ella me miró, sorprendida, al ver donde estaba estacionándome. Tenía aún ese toque de inocencia que tanto me enamoró en mi adolescencia, por lo que era sencillo comportarme como todo un adolescente con ella.
Le debía una por hacerla pasar por algo tan incomodo —lo había notado en su cara, sus gestos y reacciones—, aunque ella no se quejó, no quería que se quedara con el mal sabor de boca.
—¿Ethan? —inquirió con una gran sonrisa.
Al principio se había enfadado, pero Melissa nunca duraba demasiado tiempo molesta. Se le olvidaba con facilidad. Sin embargo, igual merecía ser consentida por un rato.
—Sólo quiero compensarte —expliqué—. Te llevé a un hospital, aunque no querías, lo mínimo que debería hacer es darte algo a cambio.
Me dejó un pequeño beso en la mejilla. Sentí el calor que sus labios emanaban, aunque sólo fue un instante y no logré disfrutarlo el tiempo suficiente. Ella era realmente adorable, tan tierna, tan inocente. Quería protegerla, quería que nada ni nadie pudiera hacerle daño de nuevo, para que su sonrisa se mantuviera intacta, para que sus ojos no perdieran ese brillo.
Bajé del auto y luego me dirigí a abrirle la puerta. Ella se veía un poco desconcertada, pero sonreía.
Yo estaba dispuesto a todo por esa sonrisa. Sólo eso bastaba para tenerme.
Caminamos de la mano hacia el pintoresco establecimiento. Los colores blancos, negro y rojo eran los predominantes, simulando ser una cafetería de los años cincuenta. Era un lugar bastante agradable, las mesas de rojo, las meseras con sus pequeñas faldas rosadas y camisas blancas, caminaban por todo el lugar, atendiendo a los clientes.
Se veía bien y parecía que a Melissa le encantaba todo el lugar. Sólo por eso ya valía la pena.
Una mesera nos guío hasta una mesa disponible. Melissa se sentó justo frente a mí, justo antes de dar otro vistazo alrededor.
—Es bastante lindo —admití, intentando sacarle conversación.
—¡Lo es! —exclamó con entusiasmo—. Es tan genial. Podría hacer algo así por algún evento en la cafetería, decorar el lugar por décadas, de seguro que eso atrae muchos clientes.
Tomé su mano y dejé un beso sobre su dorso, todo mientras la veía a los ojos. Era tan hermosa, su piel canela, su cabello un poco esponjado, sus ojos color miel. Todo en ella era un conjunto hermoso, artístico.
Ordenamos un par de helados. Melissa siempre tuvo algo por el helado de menta y chocolate, mientras que yo me decanté por un simple helado de vainilla.
—¿Has pasado un buen día a pesar de todo? —le pregunté, sintiéndome repentinamente tímido.
Ella lograba causar ese efecto en mí.
—Ha sido uno de los mejores días de mi vida, Ethan.
—¿A pesar de que tuvieron que pincharte? —sonreí con tristeza.
A Melissa no le gustaban las agujas, pero se había aguantado como toda una campeona. Cuando se lo comenté, en el hospital, me había lanzado una mirada mortal. Burlarme de ella fue divertido y logró distraerla por un momento.
—Está bien —achinó sus ojos—. Sólo no vuelvas a hacer algo así.
—¿Te encuentras mejor?
—Lo estoy —asintió—. Los calmantes surgieron efecto y estoy como nueva.
—Me alegra oír eso, mi hermosa.
Lució un poco avergonzada, pero justo cuando iba a hacer un comentario al respecto, la joven camarera llegó con nuestro pedido. Melissa río y aplaudió como una pequeña niña.
—¡Muchas gracias! —sonrió abiertamente hacia la camarera.
—Siempre a su orden —le devolvió la sonrisa—. Si necesitan algo más, sólo llámeme.
Se retiró. Parecía una chica bastante amable, aunque un poco seria para la edad que debía tener. Su cabello era castaño y su piel bastante pálida. Eleanna, decía la pequeña placa de su uniforme.
Comimos nuestros helados, poniéndonos al día de todo un poco. Me gustó ver en sus ojos aquella chispa que desde hace años no veía. Había sido arriesgado traerla aquí, a este pequeño pueblo, pero valió la pena.
—¿Qué hay de Hannah? —preguntó.
—Se está haciendo cargo de la cafetería y dice que utilicemos protección —le hice saber del mensaje que mi hermana me mandó temprano.
Melissa se sonrojó un poco, dándole un pequeño lengüetazo a su helado. Era tan linda y provocativa.
—Tu hermana está un poco loca.
—Lo sé.
Hannah tenía un sentido del humor algo extraño. No era una mujer normal, a pesar de ya tener a su pequeña hija. Jamás cambiaría.
Pude ver que Melissa se debatía mentalmente. La conocía lo suficiente para saber que su próxima pregunta trataría de algún tema delicado y del que posiblemente no quisiera hablar.
—¿Has tenido contacto con Charlotte? —preguntó un poco dudosa.
Ah, lo sabía.
Respiré profundo, intentando controlar los sentimientos que generaba en mi interior escuchar ese nombre.
—Para nada —respondí con honestidad—. Charlotte está mejor, los doctores nos dan reportes cada mes, pero ninguno de nosotros ha querido ir, excepto Hannah, hace un tiempo. Sé que ya debe estar por salir del manicomio, pero mientras se mantenga lejos de mí y de mis hermanas...
—¿No quisieras hablar con ella?
—Por supuesto —admití—. Aún hay miles de cosas que no me quedan claro. Hay tanto oculto, tantas mentiras. Quisiera preguntarle todo, pero no podría verla después de saber todo lo que hizo.
—Lo entiendo —me brindó una mirada comprensiva—. Yo tampoco quisiera tener que volver a ver mis monstruos.
—¿No te estás metiendo en problemas por estar aquí? —pregunté, alarmado—. Digo, jamás dejaría que te haga algo, pero ese malnacido debe estarse preguntando dónde estás.
—No —río, aunque parecía tener ganas de llorar—. Siempre se desaparece durante al menos una semana luego de... ya sabes.
—¿Por qué? —arrugué el ceño.
—No es tan valiente como para hacerse cargo del daño que provoca —se encogió de hombros.
—¿Cuándo fue la primera vez que esto ocurrió?
No quería inmiscuirme, pero si planeaba llevar su divorcio, entonces lo mejor sería recolectar la mayor cantidad de información posible. Aunque escucharla hablar sobre ese malnacido no era mi parte favorita.
—Al principio todo era muy lindo —comenzó, terminando su helado—. Paseos, citas, una relación perfecta. Cuando nos casamos, duramos un par de meses en lo que todo fue tan mágico. A veces discutíamos, pero no era la gran cosa, apenas un grito por aquí y otro por allá.
—Nadie tiene derecho a gritarte —negué, conteniéndome.
—En ese entonces lo aceptaba porque yo también solía gritarle, ya sabes que a veces soy escandalosa —intentó sonreír, pero no lo consiguió.
—Continúa —pedí.
—Bueno, yo solía trabajar mucho en la cafetería. Mi madre acababa de fallecer y solo en la cafetería me sentía con ella —sus ojos se llenaron de lágrimas, por lo que le di un pequeño apretón en la mano—. La razón de la primera golpiza que me dio va a hacerte enfadar, Ethan.
—Dime, por favor —supliqué.
Necesitaba saber que tanto le había causado ese maldito para luego hacerle pagar cada instante.
—Fue el día que tu pasaste por la cafetería, cuando yo me lancé a tus brazos mientras lloraba —confesó por lo bajo—. Resulta que él estaba pasando por ahí cuando nos vio, abrazados. Cuando llegué a casa él estaba tan borracho...
Por mi culpa. La primera vez que Melissa fue maltratada fue por mi culpa. Saberlo fue como un puñetazo en el estómago. No podía creer que fuera tan maldito. Recordaba aquel día, fue apenas tres días después de que su madre falleciera. Había pasado por la cafetería a verificar que estuviera bien, sólo por cerciorarme por mi cuenta que ella estaba tan bien como cualquiera podría estar en esa situación, cuando la encontré llorando. La cafetería había cerrado, por lo que estaba sola.
Por supuesto que la abracé. Incluso abrazaría a cualquiera en esa situación. No fue un gesto romántico, fue de solidaridad. Aunque claro, que Melissa me importara tanto era un factor importante, pero mi intención jamás fue esa.
—Es mi culpa —murmuré.
—No —negó con firmeza, tomando mi rostro entre sus suaves manos—. Fue culpa de aquel monstruo y sus celos enfermizos.
—¿Por qué te quedaste ahí, Mel? —pregunté con la voz partida.
—Intenté irme, de verdad —una lágrima rodó por su mejilla—. Estuve incluso una semana entera sin saber de él, pero luego llegó con unos papeles, asegurando que la cafetería era suya y si yo me separaba de él, entonces arruinaría aquello por lo que mi madre tanto se había esforzado.
—¿Tienes alguna copia de esos papeles?
—Supongo que en algún lugar de mi despacho estarán. ¿Por qué?
—Necesitaré echarles un ojo, quiero ayudarte, Mel —respondí con sinceridad—. me duele que no me hayas dicho lo que estaba sucediendo contigo antes. Incluso si no estuviéramos construyendo algo entre los dos, te habría ayudado. Eres la niña con la que compartí la mitad de mi vida, la adolescente que me robó el corazón y la mujer que siempre he amado. Entiendo que estabas pasando por un mal momento, pero yo habría estado allí para ti. No tienes que cargar con todo sola.
—Lo siento —bajó la mirada, avergonzada—. No quería molestarte, pero más que eso, no quería que me vieras de esa manera. Me casé impulsivamente, a pesar de que no quería casarme, lo hice. Y eso me avergonzaba tanto. No le pedí ayuda a nadie, porque me daba vergüenza admitir que había cometido un gran error, que fui una estúpida al haberlo permitido todas las veces que le siguieron.
Le tomé la mano con fuerza, mirándola profundamente.
—No eres estúpida, mi hermosa —dejé un beso en su mano, deseando borrar aquella expresión de su rostro—. ¿Tienes idea de cuántas mujeres pasan por cosas como estas? Y ninguna de ellas es estúpida, así que no te insultes de esa manera. Cada una tiene su razón para quedarse y aunque desearía que ninguna permitiera que alguien les haga daño, entiendo que no todo es tan simple. Tú tuviste tus razones.
—No debí —se lamentó una y otra vez—. Siento que estoy rota, Ethan.
—No lo estás —aseguré con firmeza.
Sin embargo, por dentro lloraba al verla así, tan lastimada, tan herida. Todo por un maldito al que me encargaría de cobrarle. nadie se metía con mis chicas, incluso si Melissa aún no era del todo mía.
—No creo que pueda darte una buena relación en estos momentos.
—No hay apuro —sonreí apenas levantando las comisuras de mis labios—. Primero sanaremos ese hermoso corazón tuyo. Lo demás se dará como deba darse.
Y yo me encargaría de cuidarla en el proceso.
¡Hola! Hace unos días edité como diez capítulos de esta historia y hoy descubro que no se guardó nada.
Y como soy una escritora caprichosa, pues así se van a quedar jaja.
¿Qué les pareció? ¿Les gustó?
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