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Capítulo 5


Lloraba.

¿Y cómo no hacerlo? Esas palabras eran las que toda chica soñaba con escuchar. Parecía irreal, al punto en el que casi temí estar dormida y soñando con que el príncipe azul que tanto deseaba ya había llegado a mi vida.

Sus ojos verdes me veían con intensidad, demostrándome que sus palabras eran sinceras, al igual que sus sentimientos. Ethan era callado, pero sus ojos siempre decían lo que su boca se negaba a expresar.

Ethan era lo que cualquier chica desearía tener, pero en estos momentos se encontraba mirándome como si yo fuera todo para él, como si pudiera bajarme la luna, solo si yo se lo permitía.

¿Y quién en su sano juicio podría negarse? ¿Quién en su sano juicio podría resistirse a él? Era imposible. Mis sentimientos comenzaron una fiesta en mi interior, mi corazón gritó de júbilo. Había esperado por esta oportunidad durante tantos años...

—Me dejaste sin palabras —confesé, mientras las lágrimas bajaban por mi rostro.

Me sentía un poco tonta al estar llorando de esa manera. A veces, cuando las emociones se desbordaban, me echaba a llorar a mares, incluso cuando solo se trataba de que era muy feliz. Todos solíamos asociar el llanto a la tristeza y el dolor. Pero conmigo no era así. De hecho, por lo general, lloraba más de felicidad que de tristeza.

Me enfrentaba a los malos sentimientos con gran aplomo, mientras me derrumbaba por los buenos.

—No llores, mi hermosa —imploró—. No quería hacerte llorar.

—Es de felicidad —Y era cierto.

Jamás nadie me había dicho cosas tan hermosas. Jamás nadie se había molestado en actuar así conmigo y era realmente sorprendente que él, el gran serio Ethan, fuera quien lo hiciera.

Él odiaba las cursilerías, pero parecía muy dispuesto a tolerarlas por mí.

Por mí.

Su teléfono sonó a la distancia, pero él no tenía intenciones de moverse. Ni siquiera parpadeó. Como si estuviésemos envueltos en una hermosa burbuja donde nada ni nadie podría hacernos daño. Donde solo existíamos él y yo.

No era por compararlos, pero Rupert no duraba ni tres segundos antes de correr a contestar el teléfono. Me gustó que se quedara junto a mí, mostrándome que yo era más importante que cualquier llamada.

—Ve —le señalé la puerta con la barbilla, sonriendo.

Él dudó unos segundos, pero al notar que llamaban una segunda vez, se levantó y me dejó con el corazón aún acelerado.

Aproveché su salida para dejar la bandeja y fregar los platos. Lo escuchaba hablar a través de las paredes, pero no entendía de qué o con quién hablaba. Aunque parecía estar discutiendo con alguien. Traté de darle privacidad al enfocarme en otras cosas, por difícil que me resultara.

Tomé mi ropa, ya limpia y seca, y me la llevé hasta el baño principal, donde tomé una corta ducha. Arreglar mi cabello solía ser una gran lucha, pero yo podía con ella. Mi cabello era rizado y esponjado, por lo que siempre debía peinarlo cuando se encontraba mojado. Y ni hablar de pasar un peine luego de que estuviera seco.

Me convertiría en una gran leona indomable. Al menos mi melena lo haría.

Cuando terminó de hablar, finalmente, ya yo estaba lista para salir. Estaba muy entusiasmada, aunque el dolor en mi costilla lograba empañar esa felicidad.

—Perdón por la demora —se disculpó apenas se unió a mí en la sala—. Mi padre necesitaba ayuda con unos papeles desaparecidos.

—Oh —exclamé con decepción—. ¿Ya tenemos que irnos?

Ethan se acercó a mí con paso seguro, colocándome una mano en la mejilla, acariciándome. Me dedicó una pequeña sonrisa de lado, aunque apenas y movió las comisuras de sus labios.

—Por supuesto que no —declaró fervientemente—. ¿Ya estás lista?

Asentí como respuesta. Él tomó las llaves del auto y me invitó con un gesto en la cabeza hacia la salida. No era de muchas palabras, pero al parecer conmigo estaba haciendo un esfuerzo. Y yo lo apreciaba.

Subimos a su auto en un silencio cómodo. Me pregunté por un segundo cómo es que mi vida había dado ese giro tan inesperado. Ayer desperté sintiéndome la persona más desdichada del mundo, pero en este momento me sentía tan... Feliz.

Genuinamente feliz. ¿Cómo es que Ethan se había metido en mi vida para ponerla de cabeza? ¿Y por qué eso se sentía tan natural? Era como si todo el universo sólo estuviera esperando que él y yo estuviéramos juntos para realmente funcionar.

—Estoy muy feliz de tenerte aquí, mi hermosa —dijo a modo de confesión mientras manejaba.

—Y yo estoy feliz de que me trajeras contigo.

Fuimos a un supermercado, compramos algunas frutas, vegetales de todo tipo, puesto que yo era vegetariana. Algo de carne para Ethan y todo lo necesario para subsistir durante algunos días.

Fue divertido pasear por ahí con él, como si fuéramos una pareja de recién casados. Algunas personas del pueblo nos veían con sonrisas discretas, sobre todo cuando yo lo obligaba a reír con mis ocurrencias.

Me llegó el pensamiento de que no nos verían de esa forma si supieran que yo estaba casada con alguien más, sin embargo, no me permití ir por ese camino. Estaba feliz con él. ¿Realmente importaba serle fiel a alguien que incluso era capaz de maltratarme?

Sería juzgada, eso de seguro, pero no me importaba la opinión de personas que no conocían el panorama completo. Sí, estaba faltando a mi juramento ante el altar, pero él lo hizo primero al ponerme una mano encima.

Quizás no estuviera haciendo las cosas del todo bien, pero sin duda que no se sentía mal. Estar con Ethan se sentía correcto.

—Ahora vamos por un poco de ropa para ambos —indicó, caminando hacia una de las tiendas.

Una señora de unos sesenta años nos recibió con una sonrisa. De alguna manera, algo en su esencia me recordó a mi mamá. Sentí algunas lágrimas quemar en mis ojos, pero sonreí y me las tragué. Debía comportarme.

—Elige todo lo que quieras, Mel.

Le hice caso. Tomé un par de vaqueros de mi talla, al igual que tres blusas y un vestido de verano. Era ropa suelta y cómoda, pero se veía realmente bonita. Sólo esperaba que me sirviera.

Mi cuerpo tenía demasiadas curvas. Mis caderas eran muy anchas, mis piernas regordetas. Puede que incluso tuviera algún kilito de más, pero estaba conforme con mi cuerpo.

Sí, no tenía el cuerpo de modelo de Hannah y mucho menos el de Alissa, pero me gustaba como era. Mi piel morena podía llamar la atención, mis ojos eran comunes, del tan usual color marrón, aunque si le pegaba el sol podía tomar un tono dorado. Y era feliz con esa cotidianidad. Era difícil amarse a uno mismo en una situación como la mía, pero si algo no le permití a Rupert, fue a arruinar mi autoestima.

Él arruinó mi cuerpo, mi concepto del matrimonio. Me dañó de manera inimaginables, pero no arruinó mi autoestima. Aunque eso no quiere decir que no lo intentó.

Sí, seguía casada con él, pero iba a separarme. Mi amor propio ganaba la batalla contra mi moral comprometida.

Él tomó un par de pantalones, al igual que varias camisas y camisetas. Ni siquiera se fijó en el precio al momento de pagar. Las ventajas de ser rico.

La cafetería producía muchas ganancias, pero yo igual tenía que cuidar cada moneda. No podía darme demasiados lujos. Rupert sí tenía dinero, sin embargo, evitaba tocar todo lo suyo. Me ganaba la vida a mi manera, siendo feliz en la cafetería que mi madre amó.

—¿A dónde vamos? —pregunté cuando noté que nos íbamos al otro lado del pueblo y no a la cabaña.

—No te enfades, Mel —imploró—. Sólo quiero asegurarme de que estás bien.

—¿De qué hablas? —fruncí el ceño.

Entendí todo cuando finalmente se estacionó frente a lo que parecía ser un humilde hospital. La sangre se heló en mis venas al comprender. Le había dicho que no quería ir, esto me traería más problemas que beneficios.

—Te dije que estoy bien —siseé, enfadada.

—Lo sé, entiendo que estés molesta —aceptó con calma—. Pero entiéndeme un poco. Cada vez que te mueves haces ese gesto de dolor... Me mata ver que estás lastimada y no poder hacer nada por aliviar tu dolor.

Suspiré, obligándome a dejar ir mi molestia. Él tenía razón, el dolor empeoraba cuando me movía y era injusto que tuviera que aprender a lidiar con eso. Seguramente estaba enloqueciendo, pues Ethan siempre se había caracterizado por ser sobre protector.

—Van a creer que esto lo hiciste tú —señalé, hablando por mis antiguas experiencias.

Cada vez que iba al hospital luego de que Rupert me hiciera daño, sospechaban de la persona que me acompañó. Incluso aunque se tratara de un amable taxista que le tocó la mala suerte de ayudarme.

Los doctores lanzaban preguntas indiscretas, preguntas que siempre me incomodaban. Por eso aprendí a tratar mis heridas por mi cuenta.

—Puedo lidiar con eso —aseguró.

Bajé del auto antes de que me arrepintiera. No quería ser mala con él, de hecho, apreciaba mucho su preocupación.

Ingresamos al hospital del pueblo tomados de la mano. Me sentía un poco tensa, no me agradaba que extraños fueran a tocar mi cuerpo, así fuera un doctor.

Ethan se hizo cargo de todo mientras yo me perdía en mis recuerdos. Ser maltratada por la persona que juró ante un altar protegerte no era algo fácil con lo que lidiar.

Cada golpe había apagado mi espíritu de lucha. Al principio luchaba y me resistía, me negaba a que me tocara. No siempre fueron golpes, a veces, a Rupert le gustaba forzarme.

Los primeros meses de casados habían sido muy buenos, un paraíso. Luego vino la primera golpiza, pero él no se detuvo incluso después de haberme dejado destrozada. Había levantado mi falda y me había obligado a mantener relaciones con él.

Eso, era algo que jamás alguien podría saber.

—Hola —saludó un señor, tendría unos cuarenta años, usaba lentes y se veía como alguien muy amigable—. Soy el doctor Swan. ¿Puedo preguntar el motivo por el que han venido?

—Fui asaltada —me adelanté a las palabras de Ethan—. Hace dos noches.

—De acuerdo —el doctor no se veía muy convencido, pero no insistió—. ¿Te hicieron daño?

—Sí, en el abdomen y las piernas —confesé con vergüenza.

—¿Y el señor aquí presente es...?

—Es mi pareja —No estaba dejando a Ethan hablar, adrede.

—De acuerdo —asintió, acercándose a mí—. ¿Puedes levantarte la camisa?

Obedecí, con las mejillas encendidas. Esta era la parte más vergonzosa, tener a un doctor —o a cualquiera, realmente no importaba quién fuera— viendo con atención aquellas heridas que con tanto esmero trataba de ocultar.

Fue curioso cómo tanto Ethan como el doctor intentaron ocultar su asombro. Lo entendía, aquellas heridas que ayer estaban de un profundo color morado, hoy comenzaron a tomar un color verdoso, desagradable.

—Vaya, niña —exclamó—. Esto debe doler como el infierno.

No dije nada al respecto, no quería decirle que la verdad es que dolía mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ethan tomó mi mano, viéndome con preocupación, a lo que el doctor sonrió.

—Lo primero será asegurarnos que no tengas nada roto —comenzó, anotando algunas cosas en una libreta—. Puedo inyectarte algo para el dolor, si lo prefieres.

Asentí con la cabeza, algo como eso me vendría más que perfecto.

—Voy a sacarte una muestra de sangre ¿De acuerdo?

—¿Por qué? —Arrugó el ceño en confusión.

Se veía tan serio que noté cierto recelo en el doctor. Ethan no se daba cuenta del efecto que tenía en los demás. Atraía y repelía en igual medida.

—Es para asegurarnos que no tenga alguna infección —aseguró, recuperando la sonrisa—. Aunque este es un pueblo pequeño y nuestra analista está en labores de parto en estos momentos. Apenas pueda, le pediré de favor que vea esto.

—Estaremos aquí hasta el fin de semana —indicó Ethan.

—No se preocupen, los llamaré apenas tenga los resultados.

Luego de la breve charlo, procedió a hacerme exámenes por alrededor de una hora. No tenía nada roto —por pura suerte—, pero el golpe de mi costilla era preocupante. Debía tomar reposo por un par de días, como mínimo, para intentar curarla como se debía, pues si tenía una pequeña fisura.

Ethan se mantuvo a mi lado todo el tiempo, como un gran lobo protector. Al principio el doctor le dedicaba algunas miradas indiscretas, pero con el paso del tiempo, logró calmar sus nervios. Cuando notó que yo me calmaba con su presencia, bajó la guardia.

Ahora sólo faltaban los resultados de los exámenes, pero no creía que mostraran nada importante.

Jamás imaginé que estaría tan equivocada.


Ay, querido Ethan. No sé ustedes, pero yo lo amo. Demasiado. ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Están tan enamoradas como yo? 


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