Capítulo 15
Veo a mis hermanas. Hannah tiene a la pequeña Amy en sus brazos, quien también me observa con atención, mientras Alissa se mantiene un poco más apartada, con una sombra oscura en su mirada.
Ambas están ahí, esperando respuestas de mi parte.
Respuestas que yo no quiero dar, pero que de alguna forma terminó siendo mi responsabilidad. No estaba del todo seguro de qué decirles o como afrontar el peso sobre mis hombros.
Porque no era mi historia la que estaba a punto de contar. Sin embargo, ella me lo pidió, antes de caer en los brazos de Morfeo.
Y no había nada que yo no hiciera por ella, incluso si eso resultaba doloroso para mí.
Adam estaba junto a Melissa, monitoreándola, quien dormía plácidamente, como si nada hubiera ocurrido. Tenía suerte de contar con él, quien se hizo cargo de ella sin preguntas, sin peros.
—No sabía nada —es lo primero que les digo.
Sé que solo quieren lo mejor para Melissa, pero sus ojos me presionan, obligándome a contarles toda la historia.
Cuando eran niñas, ya era difícil decirles que no a algo que querían. Y ahora como adultas, resultaban la pesadilla de cualquiera cuando se lo proponían.
—¿Cómo fue que terminaron en la cabaña? —pregunta Alissa, elevando una ceja en mi dirección.
Suspiré por lo bajo. Tenía que rendirme, pues no había manera de ocultarle algo a esas dos. Incluso Amy parecía estar esperando por la historia completa, aunque sabía que solo estaba imitando los gestos de su mamá.
—Estaba manejando por la cafetería —inicio con voz baja—. Había luz roja en el semáforo, así que mi mirada viajó hacia allá. A través de la ventana la vi. No parecía ser consciente de la mueca de dolor que tenía en su rostro, pero pensé que solo estaba muy cansada. ¿Qué iba a saber yo? Solo no parecía estar bien. Noté que ya había pasado la hora de cerrar y seguía ahí, así que decidí entrar. Le inventé cualquier excusa, solo tenía la intención de llevarla a casa. Pero conforme hablaba con ella, noté que sudaba, se mordía con fuerza los labios cada vez que se movía y simplemente se veía... adolorida.
—¿Así que decidiste que la cura para sus males era llevarla a la cabaña? —interrumpe Hannah—. Grande, Ethan.
—No fui capaz de quedarme más tiempo de brazos cruzados —me defendí—. Sabía que, si seguía en la misma ciudad que ese maldito, iría por él. Pero Melissa era mi prioridad y solo quería...
—Cuidarla.
Ambas se miran entre sí, como intentando decidir sus siguientes palabras. Incluso con los años que estuvieron separadas, ambas se veían tan unidas como cuando eran apenas unas niñas. Su conexión era algo que envidiaba, pues por más que las amara y por más que sabía que ellas me amaban a mí, nunca logramos conectarnos de esa forma.
—Debiste llamarnos —Hace una mueca Hannah—. Nunca debimos permitir que se casara con él, pero creí que estaba enamorada.
—¿Qué haremos ahora? —pregunta Alissa, tomando el control de la conversación—. Tiene que pagar por lo hizo.
—Comenzaremos por recuperar la cafetería.
Ambas voltean hacia mí al mismo tiempo. Alissa parece entender a lo que me refiero, mientras Hannah parpadea, confusa.
—¿Qué?
—Él tiene los papeles de la cafetería —les informo—. Lo primero que debemos hacer es asegurarnos que no pueda dañarla.
—¿Crees poder verlo a la cara y no matarlo?
La pregunta de Hannah no me toma por sorpresa, pues yo mismo me la había hecho en diversas ocasiones.
Pero ya lo había tenido frente a frente. Lo había visto hacerle daño, atacarla sexualmente.
Y aún no estaba seguro de poder garantizar su vida.
Mis manos tiemblan. La impotencia que sentí unas horas atrás vuelve a mí con el recuerdo. No dejaba de verla en mi mente, desnuda de cintura hacia abajo, con él sobre ella, intentando agredirla. Su sangre, su mirada asustada, el temblor de su cuerpo y como se desplomó sobre mí.
—No estoy seguro —respondí con honestidad.
—No nos dejes por fuera —habló con enojo Alissa—. Ella es mi mejor amiga. También es mi deber hacerle pagar. Comenzaré por hundir su empresa. La mayoría de sus socios han sido mis clientes. Estoy segura de que puedo hacer un par de llamadas.
—Yo puedo ayudarte con eso —se ofreció Hannah.
—No están solos. Estamos aquí, tanto para ella como para ti, E.
Amy, quien se aburrió al no entender la conversación, le pidió a Hannah que la bajara de sus brazos. Un pequeño remolino rubio se acercó hasta mí, sonriendo con una gran inocencia, pidiéndome que la cargara.
Al tenerla entre mis brazos, no pude dejar de pensar en el pequeño feto que habitaba en el vientre de Melissa. ¿Sería una niña tan bonita como Amy? ¿O un pequeño niño travieso? ¿Crecería bajo nuestros cuidados? ¿Siquiera llegaría a hacerlo?
Me estremecí con el pensamiento. Y aunque para mis hermanas no pasó desapercibido que aún no les habíamos contado todo, no siguieron presionándome al verme tan estresado.
—¿Estás seguro de que ella está bien? —pregunté por milésima vez.
—Ethan, sé bien que estás preocupado, pero ya te dije que no tengo visión de rayos x. Si pudiera llevarla a un hospital, podría asegurarme de que esté perfectamente bien —fue la respuesta de Adam.
Había esperado el momento perfecto para hablar a solas con él. Tomó un par de horas, mientras Melissa aun descansaba y Hannah preparaba comida. Alissa tuvo que retirarse para una reunión, pero se aseguró de que le prometiera llamarla si algo ocurría.
Dudé, tomando una respiración profunda. Tenía que decirle, porque él tenía que cuidarla.
—Existe la posibilidad de que esté embarazada —notifiqué, asegurándome de que estuviéramos a solas.
—¿Tuyo? —elevó la ceja.
Lo escuché resoplar cuando negué con la cabeza. Se pasó una mano por el cabello, comenzando a caminar de un lado a otro. No me sorprendió su expresión, pues, aunque Adam y Melissa no eran los mejores amigos del mundo, se llevaban bien.
Y él, quien estaba curando sus heridas, debió haberse hecho una idea de cómo fue concebido.
—No puedo verificar su estado en estas condiciones. Deberías llevarla al menos con Verónica.
—Dijo que iría cuando no pareciera que fue atropellada por un camión.
Y aunque estuve en contra, parecía muy decidida. ¿Qué podría hacer? No quería molestarla más. Ya suficiente tenía con el trauma que acababa de vivir, como para yo ir a molestarla sobre sus decisiones.
No quería generar especulaciones. Estábamos en una ciudad, pero la mayoría la conocían por la cafetería. Y un ataque tan escandaloso no pasaría desapercibido. Melissa no quería estar en boca de todos.
Así que tuve que respetar su decisión. Por más riesgoso que eso pudiera resultar.
—Es una mujer terca —hizo una mueca—. Pero has hecho bien en decirme. Ahora seré capaz de monitorearla y asegurarme de que nada se me pase por alto. Estará bien.
Asentí, sintiendo la ansiedad correr por mi cuerpo. No me sentiría tranquilo hasta confirmar que la criatura en su vientre se encontraba a salvo. Que todo en ella estaba en buenas condiciones.
Porque si la vida de Melissa peligraba... No habría nada que pudiera detenerme.
Caminando hacia la habitación donde Melissa descansaba, me encontré con la sorpresa de que Hannah estaba adentro. Su expresión era tensa, con algunas lágrimas contenidas.
No se movía, solo estaba sentada a su lado, como si quisiera vigilar su sueño.
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja.
—Soy yo quien está día a día con ella —respondió, cuidando de no despertarla—. Soy yo quien está ahí. Sabía que algo estaba mal, pero no hice nada por ayudarla.
—No es tu culpa.
—Lo sé —replicó. Sin embargo, su mirada no cambió—. No puedo culparme, pero si me siento responsable. Debí estar ahí para ella.
—De alguna forma creo que lo estuviste. Melissa cuenta contigo, te encarga la cafetería con los ojos cerrados. Ella confía en ti.
—No lo suficiente.
No tuve el valor de replicar más, porque sabía que tenía un punto. Era normal juzgarse así mismo en situaciones como esta. Y aunque quería calmar el dolor de mi hermana, sabía que no era la persona adecuada para aclarar sus dudas. Así que solo la abracé por la espalda un rato, consolándola sin decir ni una palabra.
Cuando las horas fueron pasando, terminé solo en la habitación mientras Hannah cuidaba de la pequeña Amy. Me encontraba tan concentrado en mis propios pensamientos que solo noté que se despertó cuando habló con una voz soñolienta.
—Hola —saludó con lentitud apenas abrió los ojos.
—Hola, hermosa.
—¿Te has quedado aquí todo este rato?
Se frotó unos de sus ojos, luciendo aún adormilada. Era a causa de los calmantes que Adam le dio. Así no sentiría tanto dolor y además ayudaba a sanar todas sus heridas.
—No te dejaría sola.
—Nada podría pasarme aquí —sonrió con tranquilidad.
Lo cual quizás se sintió peor. Todo su cuerpo debía doler, tanto que incluso Adam no dudó en darle calmantes para que pudiera manejar su dolor. La herida en su cabeza era extensa y lo más probable es que dejara una cicatriz. Todo su cuerpo estaba mallugado y lleno de moretones.
Pero ella se veía tan acostumbrada...
—Debemos hablar de algo que no te va a gustar.
Vi cómo se tensaba ligeramente. Dio un par de palmadas a su lado, pidiéndome que me sentará junto a ella en la cama.
Así lo hice. No había forma de que me negara a complacerla, no en este momento.
—Dispara.
—Sé que querías mantener lo del embarazo oculto.
—Ethan...
—Escúchame un segundo —supliqué, esperando que no se enojara tanto—. Acabas de recibir una paliza y tenía que asegurarme de que todo en ti estaba bien. Así que le dije a Adam todo lo que sé.
El silencio que me recibió después de hablar logró helar mi sangre. Me mantuve tenso, a la espera.
—Gracias —fue su única respuesta.
—¿Qué? —pregunté, lleno de confusión.
—Con todo lo que pasó por un momento lo olvidé. Así que gracias por hacerte cargo de mí. De mí y de mi bebé.
El repicar de algo al caer en el suelo llamó mi atención. Mi vista se trasladó hacia el pálido rostro de Hannah, quien dejó caer toda una bandeja repleta de comida al escuchar nuestra conversación.
—Hannah —intenté hablar.
—¿Un bebé? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Estás embarazada?
¡Hola! Vaya, sí que ha pasado un largo tiempo desde que aparecí por aquí...
Quiero comenzar por una disculpa. Esta historia tiene tantos sentimientos para mí que por un tiempo fue muy dificil escribirla. Pasé por un terrible bloqueo de escritor con esta historia, quizás porque no me sentía con la madurez necesaria para escribir sobre estos temas.
Así que espero esta vez lograrlo. Espero esta vez darle un final que merece.
Si aún hay alguien por aquí, le quiero dar las gracias por quedarse, porque sé que no los merezco.
¡Hasta pronto!
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