Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Atravesé el umbral de la puerta, intentando no hacer ruido. Quizás estuviera siendo paranoica. Rupert debía estar en el trabajo por la hora, además, no creía que hubiera regresado tan pronto.

Sin embargo, el presentimiento de que algo estaba a punto de pasar apenas me permitía respirar. Podía ser que estuviera nerviosa por regresar luego de toda una semana en la cabaña, pero igual quería andarme con cuidado.

Estuve a punto de marcarle a Ethan y decirle que me llevara lejos, que no permitiera que regresara a este lugar nunca más.

Las frías paredes y baldosas me dieron la bienvenida. No era un hogar, no se sentía la presencia de una cálida bienvenida, de una familia. No podía negar que era una casa lujosa y muy bien decorada. Era un lindo lugar, pero le faltaba corazón.

Cuando mamá vivía, la casa siempre olía a galletas. Eso me ganó varios kilos de más, pero valía la pena. Si llegaba a tener a este bebé, quería tener eso para él.

No esta clase de frío ambiente.

Subí hasta la habitación, sintiendo mi corazón golpear fuertemente contra mi caja torácica. Estaba nerviosa, un poco temblorosa. ¿Qué haría si llegaba a toparme con Rupert?

¿Cómo es que del cuento de hadas pasamos a la película de terror? Cuando te casas con alguien, no lo haces esperando vivir una completa pesadilla. No es así como debería vivir.

Le tenía miedo a mi esposo y al futuro padre de mi bebé. No sólo miedo, sino también pánico, del real, de aquel que no te permite respirar y que se aferra con fuerza a tus huesos.

Tomé una de mis maletas apenas ingresé al cuarto. Todo parecía estar en orden, en perfecto estado. Tal y cual lo había dejado hacía una semana.

La vida podía dar tantas vueltas...

La última vez que estuve en este lugar, sólo pensaba en cómo lidiar con las heridas que Rupert había dejado en mi cuerpo. Pensaba en Ethan como aquel amor imposible y que nunca se pudo dar.

Entonces ocurrió.

Fui secuestrada por un atractivo abogado por el cual me volví loca. Una semana bastó para traer de vuelta con creces aquellos viejos sentimientos.

Y ahora estaba embarazada.

De otro hombre.

Suspiré, intentando aligerar mis pensamientos. No estaba bien actuar así. Necesitaba dejar de recriminarme, quizás un psicólogo pudiera ayudarme.

Después de todo, no se salía sin cicatrices emocionales de una relación tóxica.

Ordené mi ropa con la gracia de un experto. Siempre me gustó armar las maletas, pues eso implicaba un viaje, una aventura. La antigua yo moría por irse de aventuras. Por conocer el mundo, viajar hasta lugares nunca explorados.

Solo eran sueños infantiles, pero me hubiera gustado al menos conocer algo más que esta ciudad.

Cuando todo estuvo en orden, cuando recuperé todas mis pertenencias, dejé el anillo sobre la cama.

No parecía ser suficiente...

Me senté en su escritorio, aquel que tenía en el despacho justo al lado de la habitación. Comencé a escribir una carta, algo que expresara con exactitud lo que sentía. Necesitaba algo más fulminante que un anillo abandonado en una cama.

Querido Rupert.

Lo nuestro inició como un cuento de hadas.

Y de eso ya no queda nada.

Prometiste cuidarme y respetarme, hasta que la muerte nos separe.

Y a la muerte intentaste llevarme.

No fueron una, ni fueron dos.

Las ocasiones que al hospital me enviaste.

Y ahora no queda más que decir adiós.

Te pido el divorcio, maldito hijo de tu madre.

Quizás lo del final estuviera un poco de más, pero no lo borraría. Su madre me caía bien, así que no la insultaría. Sólo necesitaba insultarlo a él para sentirme mejor.

Sonreí con travesura al dejar la carta y el anillo sobre la cama. Eso era más que suficiente para dejar en claro mis razones y todo mi desprecio. Una actitud un poco infantil, lo admitía.

Quizás no fuera lo correcto ni lo más ético, pero no me interesaba.

El karma le llegaría tarde o temprano. Ese era mi único consuelo. Sabía que todo el daño que se hacía en este mundo, tarde o temprano se regresaría.

Ya no importaba todo lo que sufrí en el pasado. Ahora solo necesitaba enfocarme en el futuro. Decidir que haría con el feto que crecía en mi vientre, intentar sanar las heridas que me dejó y quizás formar un vinculo estrecho con mi crush de toda la vida.

Ethan era más de lo que había soñado. Me concentraría en mejorar todo lo que necesitara antes de entregarme por completo a él. Sentí esperanza y entusiasmo, la más pura dicha, al pensar en él.

Él tenía ese mágico efecto en mí.

Bajé la maleta con cuidado, sintiéndola un poco pesada. Quizás debí pedirle ayuda a Ethan. Estaba segura de que hacer fuerza no era bueno para un bebé, ya que muchas veces reñí a Hannah por hacerlo.

Justo cuando estaba llegando al mostrador, escuché un leve tintineo, justo antes de que la puerta se abriera de par en par y la mirada furibunda de Rupert cayera sobre mí.

La maleta cayó con un estridente sonido. Levanté las manos, intentando retroceder.

Era inútil, no tenía a donde correr.

—Vaya, vaya —exclamó, acercándose con rapidez—. ¿A quién tenemos aquí? Ya lo recordé, es la maldita zorra que se fue con algún infeliz.

—Rupert, espera —intenté hablar, a pesar de que el miedo me atrapó y me envolvió.

—¿Espera? —repitió con burla—. ¿Quién te crees que eres? ¡Una zorra pidiendo que espere! Te metiste con la persona equivocada, Melissa.

Rupert nunca me pegaba en el rostro. Era demasiado complicado de ocultar y disimular. Su madre estaba enterada de sus problemas de ira y al primer rumor que le llegara, estaría en problemas.

Y nada de eso le importó al momento de asestar un golpe en mi mejilla, muy cerca de mi ojo.

El impacto me llevó hacia el suelo.

Mi cabeza golpeó contra el piso con fuerza, dejándome con la vista nublosa a causa de las lágrimas. El dolor fue tan fuerte que perdí unos segundos intentando procesar lo que sucedía.

En ese momento sólo podía pensar en una cosa.

Dios, por favor que mi bebé esté bien. Que no le pase nada.

—¡Te creíste muy valiente como para revolcarte con cualquiera por ahí! —me tomó del cabello, obligándome a verlo a la cara.

Sabía que sangraba, de alguna parte cercana a mi cuero cabelludo. Sentía la sangre deslizarse, mientras el golpe en mi mejilla palpitaba dolorosamente.

—Dime, Melissa —acercó su rostro al mío—. ¿Te folló bien? ¿Acaso disfrutaste gimiendo debajo de él como la zorra que eres?

Lloré con fuerza cuando tomó mi labio entre sus dientes, con furia, como si quisiera desfigurarme.

—¡Basta! —Lo empujé con ambas manos, obligándolo a que me soltase.

No lo pensé dos veces.

Rupert no se esperaba que me defendiera, eso no era lo usual.

Así que corrí.

Se despistó lo suficiente como para tardar algunos segundos en reaccionar. Corrí hacia la cocina, buscando algo con que defenderme.

Tomé la cafetera y apenas cruzó el umbral, mucho más furioso que antes, se la lancé a la cabeza.

Apenas y le dio tiempo de esquivarla cuando tomé un plato y lo lancé sin ver. No me interesaba lastimarlo, sólo pensaba en proteger a mi bebé.

El segundo plato voló de mi mano y se estrelló contra la pared. Los ataques lo estaban manteniendo alejado, pero si no actuaba rápido, me vería arrinconada.

Fue al tercer plato que logré darle, justo en su hombro. Él gritó de furia, lanzándose hacia el frente. Me atrapó y me inmovilizó. Me dio la vuelta hasta restregar mi pecho en la encimera. Mi cara quedó contra el frío mármol, mientras mis brazos se encontraban a mi espalda.

Dolía.

Dolía mucho.

Lloré. Intenté removerme, liberarme. Sólo logré lastimar aún más mis brazos mientras lo escuchaba mover algo con su mano libre.

—Sí, puedo entender porque el maldito infeliz no se pudo contener. Tu culo es maravilloso —paseó una de sus manos por mis nalgas y supe lo que seguía—. Esto es lo que te gusta. ¿No es así? Ser sometida y abusada. En dos años de matrimonio nunca me permitiste acostarme contigo. Así que entendí que te gusta ser forzada.

—¡Suéltame! —grité entre lágrimas.

—No. Nunca voy a soltarte. Eres mía, Melissa. Mía.

Sentí como desgarraba mi ropa y grité con fuerza. Esto no podía estar pasando, esto no debía estar pasando.

Luché con fuerza, intentando liberarme, pero me tenía completamente inmovilizada, incluso usando una sola mano.

—Basta, basta —supliqué—. Déjame ir.

—No —lamió mi cuello, dejando una marca—. Eres deliciosa. Sigue luchando contra mí, no sabes lo excitante que me resulta.

Me encontraba desnuda de la cintura para abajo. Lo único que veía desde mi posición era la sangre corriendo por la encimera de la herida en mi cabeza.

Mi corazón martillaba con fuerza en mis sienes, la desesperación me congeló. Si me movía, estaba segura de que me rompería el brazo.

Era inútil.

No tenía como luchar contra él. Me ganaba en fuerza y velocidad, en tamaño y musculatura.

Lloré con fuerza cuando escuché su cremallera al bajarse. Lloré y supliqué, le pedí al cielo por un milagro.

No podía sólo dejarme vencer. No iba a permitirle ganar.

Estaba descuidado, demasiado concentrado en desnudarse como para esperar que moviera mis piernas, dándole un pisotón en el pie que logró liberar mis brazos.

Dolió, pero no tenía tiempo para pensar en ello. No cuando sabía que los segundos de sorpresa pasarían rápidamente.

Me acerqué a una de las gavetas de la cocina hasta sacar un enorme cuchillo carnicero. La cocina era mi lugar, después de todo.

—¡Ni un paso más! —grité, intentando controlar el temblor de mi mano.

Rupert se mostró confundido. Su pantalón estaba a medio bajar y su ropa interior asomaba. Su camisa estaba salpicada con mi sangre, su cabello estaba despeinado y en su mirada brillaba la locura.

—¿Qué pretendes con eso? —señaló el cuchillo, intentando lucir relajado.

—¡Si das un paso más, te juro que voy a rebanarte!

—¿Acaso perdiste la cabeza, Melissa? Suelta eso.

—¡Ni en tus malditos sueños, bastardo!

Temblaba, pero lo apuntaba con firmeza. Supuse que algo en mi mirada le advirtió que hablaba en serio. No titubeaba, no daba un paso atrás.

Ya estaba cansada.

—Suelta cuchillo, Melissa.

—No.

—Es peligroso, puedes lastimarte.

¿Lastimarme? Reí ante la ironía. Ahora quería mostrarse preocupado por mí. Ahora que mi cabeza sangraba y que el dolor en mi mejilla apenas me permitía pensar con coherencia. Ahora, que me encontraba desnuda de la cintura para abajo. Era una suerte que la camisa me cubriera hasta la mitad de los muslos.

—Deberías preocuparte por ti mismo —escupí—. No finjas que te importa.

—Eres mi esposa, por supuesto que me importa —sonrió con dulzura, dando un paso al frente.

—¡No te muevas!

Dio otro paso, y luego otro. Mi corazón latía tan fuerte, mis piernas temblaban.

Creí que sería capaz.

Por un momento, realmente creí que sería capaz de usar el cuchillo contra él.

Estaba equivocada. No era tan fuerte como para acabar con la vida de una persona, por más repugnante que este fuera.

El cuchillo voló de mi mano y su cuerpo me envolvió. No era un abrazo, era una amenaza.

—Esto te saldrá caro, Melissa.

—¿Qué cosa? —preguntó una voz desde el umbral de la cocina.




Mi pobre Mel :c

Esta historia rompe mi corazón. No me gusta ver que la lastiman... 

¿De quién será la voz misteriosa? ¡Hagan sus apuestas! 

¡Los amo, mucho! 


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro