Capítulo 10
Ni siquiera pude detenerme a pensar en las palabras del doctor. No al verla tambalearse hacia adelante, justo antes de perder la conciencia.
Logré atraparla por instinto. Su cabeza colgó, inerte. Posiblemente esta era la primera vez que se desmayaba, al menos que yo supiera. La conocía de toda la vida, después de todo.
Y estaba embarazada.
Embarazada.
¿Embarazada?
Mi sangre hirvió al entender, al comprender. Ella misma me había confesado entre lágrimas que él abusaba de ella. ¿Melissa estaba embarazada de ese maldito? No podía ser posible. No.
No podía creerlo, no podía aceptarlo. La negación se abrió paso a través de todas mis emociones. Ni siquiera podía lidiar con la sorpresa y la preocupación.
—¿Está seguro? —gruñí hacia el doctor—. ¿Está seguro de ese resultado?
Melissa estaba tan pálida... La mantuve entre mis brazos, intentando mantenerla segura y protegida, como si aquel anciano fuera capaz de hacerle mucho daño.
—El examen dio positivo —tartamudeó, no se había movido desde haber soltado la bomba.
—¿No se suponía que era un examen para verificar una infección? —la tomé con mayor fuerza, queriendo salir corriendo, con intenciones de sacarla de aquel hospital.
No podía estar embarazada de esa escoria. No. Melissa era un ser inocente y amable, sonriente y cariñosa. No se merecía cargar con ello toda su vida. Y no hablaba del bebé.
—Sí —afirmó—. Pero es de rutina verificar que la paciente no esté embarazada. Sobre todo, en casos de maltrato.
Maltrato.
Mi pobre Mel había sufrido tanto en manos de aquel bastardo. Y ahora tendría un bebé. No mío, de él.
Y no era bonito. No se sentía correcto.
No me importaba el hecho de que Melissa estuviera embarazada de otro. Lo que me hacía hervir, era la manera en la que seguramente había sido concebido.
Un bebé que compartiría sangre con una escoria. Una criatura inocente.
—Nos vamos —notifiqué, intentando salir con ella entre mis brazos.
Ocultaba mi propio temblor con su cuerpo. Mi nerviosismo y enojo. Porque hervía, la rabia en mi interior hervía y se apoderaba de mí.
—No puede irse —se negó—. La joven perdió la consciencia y es bastante obvio que es víctima de maltrato. Debo llamar a la policía.
—¿La policía? —reí, burlón—. Melissa no necesita esto en este momento...
—Usted es el principal sospechoso —su amable rostro se transformó—. No conozco a la chica, pero no permitiré que se vaya con ella.
—Yo jamás le pondría una mano encima —sentencié—. Soy su abogado. El hombre que la ha maltratado, es su esposo. Voy a divorciarlos. ¿Usted está de acuerdo en ir a declarar de ser necesario?
—¿Qué? —parpadeó, confundido.
—Soy Ethan Hart, abogado —rodé los ojos—. No tiene que preocuparse por la policía, yo mismo pondré una denuncia contra aquel malnacido. Y ella estará bajo mi protección. Nadie volverá a dañarla. Ahora, si me disculpa, quiero llevármela lejos de aquí. Sé que, si despierta y ve todo esto, comenzará a asustarse. Y ahora que tiene un ser que depende de ella, necesito que Mel esté al cien por ciento. Con permiso.
Salí sin mirar atrás. No me importaba si el doctor no estaba de acuerdo o si quería llamar a la policía. De hecho, si la policía venía, bastaba con mostrar la tarjeta de nuestro Bufet. Yo no era culpable de nada, más que de amarla.
Y ahora tenía que cuidarla y cuidar a aquel hijo que llevaba en su vientre.
¿Por qué la vida se empeñaba en mantenernos separados? ¿Por qué siempre aparecían obstáculos en nuestro camino? Al principio era la edad, luego mi supuesto compromiso con la hija de una amiga de Charlotte. Su matrimonio. Nuestra situación actual.
No es como si el bebé fuera un obstáculo, pero sin duda que era una situación inesperada.
Estaba más que dispuesto a intentar hacer las cosas bien con Melissa, a enamorarla. Pero un bebé en la ecuación lo complicaba. ¿Estaba dispuesto a seguir adelante? ¿A criar un bebé?
La miré de reojo. Seguía inconsciente, sentada en el puesto de copiloto. De hecho, parecía dormida, como si se hubiera refugiado del dolor en el mundo de los sueños.
Sí, estaba dispuesto. Por ella, estaba dispuesto a todo y la verdad es que el bebé en su vientre no tenía la culpa de nada.
¿Era acaso culpable de que su padre fuera un maldito? No.
¿Era culpable de llegar inesperadamente a nuestras vidas? No.
Para ser el mayor de mis hermanas, era el único que aún no tenía un hijo. Alissa había logrado adoptar a dos pequeños, los adorables Alex y Sophie. Eran niños revoltosos, pero los amaba. No compartían nuestra sangre, pero nadie podría negar que eran unos Hart.
Hannah y Amy eran un dúo incomparable. Mi hermana era una madre soltera, pero eso jamás la detuvo, jamás la hizo titubear. Y eso era increíble, ver como mi hermanita pequeña era capaz de salir adelante.
La propia Charlotte me había criado a pesar de que yo no era su hijo. Eso decía mucho más de lo que realmente esperaba. Si alguien tan mala como Charlotte había aceptado al hijo de otra persona. ¿Cómo podría yo dejarla sola? Era imposible.
Yo me haría cargo de ese bebé.
Incluso si las cosas entre nosotros no funcionaban. Sería el padre de ese pequeño ser. Un hijo de Melissa no tendría por qué lidiar con un padre maltratador. No cuando yo estaba más que dispuesto a ayudarlo en todo.
¿Era capaz? Totalmente.
Melissa abrió sus hermosos ojos color miel cuando estábamos por llegar a la cabaña. Mi tiempo manejando me había servido para reflexionar y decidir lo que haría. Aclarar mi mente.
Ahora, solo faltaba ver su reacción. Sus decisiones.
Melissa podría no querer tener un bebé y eso era respetable. Entendible.
¿Quién querría un recordatorio de por vida de una pesadilla? Incluso yo, que la simple idea del aborto me hacía enfadar debido a la situación de Alissa, podía entenderlo.
Quizás no apoyarlo. No podría alentar a algo como eso. No podría sin pensar en el dolor de mi hermana al perder a su hijo.
—¿Ethan? —balbuceó.
—¿Cómo te sientes? —pregunté con seriedad.
Parpadeó, confundida. Habíamos dicho que iríamos a la cascada, pero eso tendría que esperar. Teníamos que hablar. Debía encargarme primero de su bienestar, de su seguridad.
—Tuve un sueño extraño —comentó—. Tú y yo estábamos en el hospital. Y alguien decía algo sobre mí estando embarazada.
—No fue un sueño —solté sin delicadeza.
Me abofeteé mentalmente, sobre todo al notar que Melissa de nuevo estaba pálida y desconcertada. Usualmente era directo, pero eso no era lo que ella necesitaba.
Tomé su mano con firmeza, manejando con una sola. Intenté demostrarle con gesto lo que mis palabras no admitían.
—¿Qué?
—No fue un sueño, Mel —repetí con suavidad—. Eso ocurrió hace unos veinte minutos.
Su respiración se alteró. No podía prestarle toda mi atención, pues lo que menos necesitábamos en este momento era tener un accidente. Sólo faltaban unos minutos para llegar a la cabaña, tenía que soportar ese tiempo.
Debía ser fuerte.
—No, estas mintiendo.
—Dos minutos —supliqué.
—¡Estás mintiendo, Ethan! —gritó—. No le veo la gracia. No hagas bromas con cosas tan pesadas.
—Mel...
—Eres un maldito mentiroso —escupió.
Sentí mis manos crisparse ante su tono. Me habló con odio, un profundo y lacerante odio. Tuve que repetirme un par de veces que no hablaba en serio, que era su enojo e incredulidad quien hablaba por ella.
Se quedó callada luego de eso. Quizás se dio cuenta de que se había excedido, por lo que decidió callar. Recluyéndose en su mente, torturándose.
Cuando llegamos a la cabaña, ninguno de los dos habló. bajamos del auto en silencio, tan distantes como nunca antes.
¿Era acaso obligatorio estar separados? ¿Por qué el destino siempre se encargaba de poner un muro entre nosotros?
—Mel —llamé su atención cuando vi que se dirigía a la habitación principal—. Ven. Hablemos.
—No hay nada de qué hablar —su voz apenas fue un murmullo.
—A mí me parece que sí.
Cedió, con un suspiro. Me senté en uno de los sofás de la sala, viéndola con intensidad. Cuando pasó por mi lado, con intención de sentarse junto a mí, envolví mis manos en su cintura, colocándola en mi regazo. No iba a permitir más distancia entre nosotros.
—Estás embarazada —afirmé. Mi voz salió suave, afectada—. Sé que esto no era lo que esperabas, pero tenemos que hablar Mel.
—No puedo estar embarazada —negó, con lágrimas en sus ojos.
—Dime la verdad —supliqué—. ¿Existe la posibilidad de que estés embarazada? Ya el examen dijo que sí, Mel.
Ver sus ojos inundarse de lágrimas rompió mi corazón. Esa era toda la respuesta que necesitaba. Enterré mi rostro en su hombro, intentando controlar mi temperamento.
Necesitaba respirar profundo. Contenerme. Sabía que era capaz de perseguir a ese maldito hasta el infierno y hacerle pagar personalmente por todo el daño causado.
—Yo... Yo no —balbuceó.
—Shh —silencié, tensándome—. Lo sé, Mel. Lo sé.
Lo sabía. Ese bebé no era fruto del amor, sino del abuso. Existía porque el maldito infeliz abusaba de ella.
—Perdón —lloró, aferrándose a mí. Sus uñas se clavaron en mi espalda, pero no me quejé—. Perdón, Ethan.
—No tienes nada de lo que disculparte.
—No lo quiero —confesó, casi gritando—. No quiero un bebé. No quiero ser madre, no ahorita, no en estas condiciones.
—Mel...
—¡No quiero tener un recordatorio de por vida de esto! —se alteró, empezando a golpear con sus puños mi espalda.
No era doloroso, pues no lo estaba haciendo con intención de dañarme. Se trataba de que sus emociones eran muy fuertes para ella, que no podía contenerse.
—Melissa, cálmate.
—¡No, no lo entiendes! —reclamó—. ¡No lo quiero! No quiero tener un hijo con ese malnacido. No quiero.
No sabía que decirle. Podía imaginar lo que para ella significaba estar embarazada, podía entender que sus emociones estaban descontroladas. No creía que Melissa hablara en serio, no del todo.
—Pero estás embarazada —señalé con suavidad—. Ya no podemos evitarlo.
—Puedo abortar —sugirió, para luego taparse la boca con ambas manos.
Aborto...
Claro, esa era una opción. Podía entender que estuviera buscando soluciones.
—Es tu cuerpo —asentí, buscando las palabras correctas—. Si eso es lo que deseas la decisión es tuya, Mel.
Pareció pensarlo durante unos segundos, huyendo de mi mirada. Tenía que intentar explicarme, que entendiera correctamente mis próximas palabras.
—Pero si decides no hacerlo, yo me haré cargo del bebé.
—¿Qué? —susurró.
—Si deseas abortar, no seré yo quién te detenga. Tú sabes bien que la palabra es un tabú para mi familia, por lo de Alissa. Pero tú no eres Alissa, por lo que, si es algo que deseas hacer, jamás escucharás un no de mi parte, Melissa —suspiré, abrumado—. No es algo a lo que yo esté de acuerdo. Para mí, una vida es una vida desde el primer momento, sobre todo, porque debido a Charlotte, perdí de esa manera a mi sobrino. Y no se siente como sólo un feto, sino como un bebé. No juzgo a quien decida interrumpir su embarazo, creo que hay que ser muy valiente para hacerlo. No voy a alentarte a eso, lo siento.
—Ethan...
—Sin embargo —seguí, ignorando su intervención—. Si decides seguir adelante, si decides que ese ser que crece dentro de ti merece una oportunidad, yo seré su padre. Sin importar si no estamos juntos, si no funciona entre tú y yo. Legal y emocionalmente, seré su padre, si tú me lo permites.
Solo si ella me lo permitía.
Estaba en sus manos la decisión.
El futuro de ambos.
¡Hola! Una escritora engripada reportándose por aquí.
¿Qué les parece?
Como Ethan lo dijo, no es una cuestión de lo que él quiera, pero es libre de dar su opinión. Todas somos libres de dar nuestra opinión.
¡Las amo!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro