—¿¡Darkar!? ¿Qué haces aquí!? —cuestionas con inquietud. Volteaste para ver a Jeff, pero el ya no se encontraba ahí.
—Ah, pues nada más pasaba porque me gusta caminar por el puto bosque a la madrugada, estúpida —te observa con rabia— ¡Ya promiscua! ¡Deja de estar dudando y haz las cosas de una puta vez!
—No puedo hacerlo —susurras cabizbaja.
—¿Qué mierda dijiste?
—¡Que no puedo hacerlo! —gritas.
—¿¡Y por que putas no!? —responde de igual modo.
—Porque... Olvidaré todo, Darkar —lo miras.
—¿Y eso no es bueno? —cuestiona dudoso.
—¿Qué? —frunces el seño al no comprender— ¿Cómo eso podría ser algo bueno? —te molestas— ¡No voy a recordar nada! ¡Ni siquiera a ti, Darkar!
—Si eso es lo que te detiene, que te valga verga.
—¿A que te refieres? —lo miras preocupada.
—¿Te lo tengo que deletrear, tarada? —te limitas a observarlo, el suelta un suspiro— ¿En serio vas a dejar pasar la puta oportunidad de tener una vida normal libre de asesinos psicópatas que quieren pinches descuartizarte? Una vida libre de problemas de autoestima, sin recuerdos tormentosos de tu ex golpeándote y denigrándote; una vida libre de ataques de pánico y ansiedad, una vida donde puedas salir a la calle tranquila, a la hora que se te de la puta gana, sin el miedo constante de que alguien aparezca por detrás y te apuñale por la espalda. ¿Dejarás pasar todo eso? ¿Sólo por el miedo a no recordarme? —te miró seriamente—. Pues te pasas de imbécil, la verdad —finalizó.
—¡Eres un estúpido! —difamas— ¡Si tuvieras un poco de cerebro quizás entenderías un poco la situación!
—¡Oye oye, tampoco me grites golfa!
—Ni siquiera te importa si te olvido —murmuras.
—Wey, ya deja de decir mamadas, no sabes de lo que hablas.
—¿Sabes qué? Te daré lo que quieres —manifiestas con valentía— Jeff y los demás desaparecerán de tu vida y de la de Mecoboy —garantizas sosteniendo con firmeza el espejo frente a tu rostro—. Al igual que yo.
—¡Oye estúpida, esper-
—¡it's not my time to sleep! —vociferas a más no poder.
—¡Me lleva la puta cola con esta pendeja! —refutó.

En ese momento, todo se volvió negro para mí.

[...]

—Lo arruinaste —fui capaz de oir entre aquella penumbra—. Aunque admiro tu valentía por animarte a intentarlo, aún sin saber si funcionaría.
—N-no entiendo nada —respondí confundida, sujetando mi cabeza con ambas manos— ¿Dónde estoy?
—En tu mente.
—¿Qué? —frunces el seño.
Poco a poco logras divisar una silueta a lo lejos, aquella sudadera blanca y su cabellera larga de color azabache, podías reconocerlo de a leguas— sigues vivo...  —un calosfrio recorrió absolutamente todo tu cuerpo, te petrificaste al verlo allí de pie.
—Algo así —suelta una pequeña risa.
—Explícate... ¡Explícate porque no entiendo una puta mierda!
—¿Aún no lo entiendes? Te equivocaste con el conjuro.
—¿Qué? ¡No! ¡Hice todo al pie de la letra!
—Literalmente tardaste mucho entre una palabra y la otra. Jamás debiste dejar pasar tanto tiempo.
—¿Y ahora qué? ¿Se supone que estoy teniendo una pesadilla o algo así? —preguntas mirando a tu alrededor.
—No, estás en coma.
—¿¡Pero que mierda? —entras en pánico.