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Capitulo 12

Todavía puedo recordar su voz quebrada repetir mí nombre a gritos encorelizados. Podía ver con dificultad sus manos ensangrentadas que presionaban la boca de mi estómago con fuerzas, en un intento desesperado por salvar mi alma ya sometida a la idea de que quizás morir, sería la mejor solución.



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—Yo puedo cuidarte de cualquier pinche culero que intente pasarse de listo contigo —la miró dulcemente a los ojos, perdiéndose en la mirada de aquella.

—¿A cambio de qué? —se adelanta a preguntar.

—A cambio de que soportes al pinche culero que tienes en frente —responde con total libertad, consiguiendo sacarle una sonrisa a la muchacha.

El corazón de ambos latía desmesuradamente, Darkar odiaba esa sensación, sin embargo ella se sentía totalmente en las nubes. Y él, por más que sintiera rechazo a todo tipo de sentimientos que no estén asociados a la ira, destrucción o agresión, se tomó un segundo para contemplarla a ella, quién mantenía una sonrisa dibujada en su rostro.

Y finalmente cuando ambos cerraron el trato, un impulso lo llevó a acercarse lentamente hacia sus pequeños labios rosaceos.

—Darkar —susurró. El susodicho sintió un enorme escalofrío al oír su cálida voz pronunciar su nombre.

—¿Que vergas quieres? —musitó de igual modo frunciendo el seño, en un intento por parecer enfadado— ¿No ves que estamos en medio de algo estúpida?

Ella rió dulcemente sujetando el rostro de su acompañante. Darkar se paralizó por un efímero segundo, y luego sonrió inevitablemente. Acababa de comprender que el verla feliz era algo que conseguía llenar su alma con plenitud.

—Llévame contigo —le suplicó acariciando sus mejillas con ambos pulgares—, a dónde sea que vayas, quiero estar a tu lado.

Entonces el sonrió sincero y feliz, llevando sus manos más grandes hasta donde se encontraban las de ella que le brindaban aquél cariño, y las acunó con ternura.

—Solo eso debías decir —dijo casi sobre sus labios, totalmente confiado de que esta vez ella no se marcharía.

Quizás siempre se trató de eso, en el fondo Darkar temía que lo abandonara de nuevo, porque cada vez que lo hacía una parte de él se iba junto con ella.

—Te quiero —dijo a ojos cerrados, agudizando cada uno de sus sentidos para disfrutar del agraciado momento.

No era la primera vez que _____ confesaba sus sentimientos, pero aún así Darkar no pudo evitar que su cuerpo se tensara. Cada vez que aquellas palabras salían disparadas de su boca sentía como si el mundo se detuviera, era algo totalmente nuevo para él, y era hora de que aprendiera a controlar aquello.

—Yo a ti —dijo entre leves sonrojos. Un fuerte suspiro salió de la boca de ella, que sonreía estúpidamente tras oír que al final Darkar se atrevió a corresponderle—, pendejadísima —finalizó dándole su toque a aquella oración que a su parecer se había oído demasiado empalagosa para su gusto.

Y la luna fue testigo del momento más enternecedor de sus vidas, cuando sus labios se juntaron al fin, en un desesperado intento por llenar ese extraño vacío que invadía el corazón de ambos. Era un beso cálido, con un dulce sabor a anhelos, con pequeñas risas de por medio que sonaban igual a una melodía repleta de ternura.

Ambos cerraron sus ojos, Darkar soltó las manos de ella para llevarlas hasta su rostro con desespero para brindarle pequeñas caricias, sin romper aquella muestra de afecto que tanto habían esperado desde hacía tiempo.

Pero entre medio de aquél beso alguien más contemplaba aquella escena. Escondido tras el enorme tallo de un árbol del parque se encontraba él, apretando sus puños con fuerzas.

Había dejado de oír al fin el ruido de las voces retumbar en mi cabeza. Desde que _____ regresó a casa, para ser exactos.

Sin embargo aquí están, de nuevo. Diciéndome que avance, que avance a paso firme si titubeos, aunque ellos no se merecen una bella sonrisa, se merecen que les arranque el corazón.  Viendo como sus labios se rozaban suave y lentamente el mío comenzó a palpitar.

Las voces en mi cabeza se oyen más y más fuertes.

¡Ya callense! ¿¡Es que no entienden que no quiero hacerlo!?

Hasta entonces, luego de sujetar mi cabeza con fuerzas y caer al suelo de rodillas… no había notado lo húmedas que mis mejillas estaban.

Repetí en mí cabeza todas las veces que la dañé y abusé de ella tanto física como verbalmente. Sus ojeras, su mirada triste y perdida, sus cicatrices… de todas yo había sido el causante.

No puedo evitar el sentir que necesito devolver el cuchillo que ella acaba de clavarme por la espalda. Se que mí sensación de traición no debería existir.

Pero allí está.

Y por primera vez lamento el no poder cerrar mis ojos para evitar contemplar aquella escena que me desgarra por dentro.

El poco corazón que quedaba en mí… me lo han arrebatado.

Me mantuve esperando en la oscuridad hasta encontrar el momento preciso. Viendo cada beso, cada abrazo, cada sonrisa de ambos.

Sentía mi sangre hervir por mis venas, mientras esperaba pacientemente. Hasta que al fin pudiera derramar su sangre, sólo de ese modo quedaríamos a mano.

Me juré a mí mismo que nadie sentiría mi presencia sino hasta el último momento, en el que un grito de dolor y terror se escape de entre los labios de ambos. Si alguna vez estuve enamorado, eso ya no me detendrá.

La oscuridad finalmente los envolvió, entonces me acerqué con sigilo sujetando firmemente el mango de mí cuchillo dentro del bolsillo de mi sudadera blanca, que en pocos minutos se cubriría de sangre.

Entonces fue cuando decidí que él sería el primero.

Sería el primero en morir por habermela arrebatado.

Y cuando al fin me encontré a sus espaldas ella me vió desenfundar mi cuchillo. Sus ojos se abrieron de par en par, podía incluso oler su miedo.

Oí un grito desgarrador justo cuando iba a clavarle el puñal por la espalda.

Por un instante mi mente se nubló, veía mis manos cubiertas de sangre, escuchaba más gritos de fondo.

Mí cuerpo se impactó fuertemente contra algo, alguien me había empujado. Levanté mi mirada para encontrarme con esos ojos violáceos que conseguían sacarme de quicio a enorme escala. Tan vanidoso, tan prepotente.

Su boca se movía a medida que me sacudía con fuerzas, aunque no conseguía escuchar ni una palabra de lo que me decía. Parecía estar asustado. Pero… ¿Cómo es que sigue con vida? Recuerdo perfectamente haberlo enviado a dormir.

—¡Reacciona de una puta vez hijo de tu pinche chingada madre! —oí tras sentir su puño impactarse contra mi rostro.

—No debiste haber hecho eso —reí suavemente sujetando la parte en la que me había golpeado— a todo esto ¿Cómo es que aún estás vivo? Ni siquiera estás sangrando —dije mientras buscaba la herida del puñal que le había clavado— ¿Eres inmortal? —le pregunté.

Otro puñetazo se impactó en mí cara, luego otro, y otro, y otro. Caí al suelo tras haberme sentido inestable.

Nuevamente levanté la mirada, ¿Quién está inconsciente en el suelo?

Sentí a mi corazón dejar de latir.

Sentí el dolor de la muerte cuando reconocí su castaña cabellera esparcida por el suelo pintado por un charco de sangre. Una chispa dentro de mí hizo que me levantara inconcientemente y corrí hasta su cuerpo inerte.

Su pulso débil me robaba el aliento.

—No te vayas —le susurré al oído presionando su herida— no era a ti… no quería hacerte dormir.

Mis lágrimas caían sobre su ahora pálido rostro, comenzaba a extrañarla. Incluso sabiendo que aún estaba viva, extrañaba esa hermosa sonrisa que conseguía traerme de vuelta a la cordura.

Entendí tarde que me había enamorado. Lo supe luego de que las sirenas rompieran con el silencio que inundaba el parque, y las luces de bicolor azúl y verde se acercaban cada vez más.

Ése infeliz llamó una ambulancia.

Cerré una vez más mis puños con fuerzas. Yo no podía hacer nada para salvarla, entonces me alejé lo más rápido que pude para que no me vieran allí.

A una distancia prudente preste atención a como la subían a la ambulancia. Deseaba estar ahí haciéndole compañía en el lugar de ése estúpido ser.
Visitaré ese hospital, haré que ese pedazo de mierda recuerde mi sonrisa para siempre, de una vez por todas.


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