El regreso de las prendas encantadas
Diego había prometido no volver a poner un pie en la tienda de ropa, pero su mejor amiga, Carla, insistió en acompañarla para buscar un vestido para una fiesta importante.
Carla: "¡Diego, vamos! ¿Qué puede salir mal? ¡Solo será un momento!"
Diego: "Tú no lo entiendes... esa ropa está... está... ¡VIVA!"
Carla: "Sí, claro, Diego. La ropa habla y te elige como modelo de pasarela, ¿no? ¡Qué imaginación!"
A regañadientes, Diego aceptó entrar, tratando de no mirar la sección de ropa femenina. Pero mientras Carla revisaba unos vestidos, sintió un suave "plop" detrás de él. Miró hacia abajo, y allí estaba: ¡un sombrero rosado de ala ancha que se movía solo!
Diego: "No otra vez..."
El sombrero se elevó suavemente y aterrizó en su cabeza.
Sombrero: "Hola, guapo. Espero no despeinarte."
Diego: "¡Ya basta! ¡Ni siquiera me gusta el rosa!"
El sombrero se ajustó elegantemente y lo hizo girar frente al espejo. Carla, sin darse cuenta de lo que pasaba, solo levantó la vista y se rió.
Carla: "¿Te has puesto un sombrero rosa? ¡Te queda muy bien, Diego!"
Diego: "¡No, Carla! ¡Está vivo!"
Sombrero: "Un caballero con estilo nunca culpa a sus accesorios, querido."
Diego intentó quitarse el sombrero, pero entonces un pañuelo de seda, amarillo con lunares, se deslizó desde una mesa cercana y se enroscó en su cuello.
Pañuelo: "¡Uy! Qué cuello tan bien formado. ¡Soy justo lo que necesitas!"
Diego: "¡Pañuelo, déjame en paz! ¡Ya tengo un sombrero sobre mí!"
Carla se acercó, tratando de entender qué ocurría. Justo entonces, una chaqueta ajustada de cuero negro se descolgó de una percha y, con un rápido movimiento, se colocó sobre los hombros de Diego.
Diego: "¡Esta chaqueta pesa! ¿Acaso también tú hablas?"
Chaqueta: "Silencio, novato. No soy tan charlatana como estos, pero te ves bien conmigo."
Carla, ahora con los ojos como platos, trataba de procesar lo que estaba viendo.
Carla: "¿Diego... la chaqueta, el sombrero y el pañuelo... están hablando?"
Diego: "¡Eso trataba de decirte! ¡Toda esta tienda está encantada!"
La ropa se sincronizó y comenzó a hacer que Diego posara como modelo, mientras Carla reía a carcajadas.
Sombrero: "Vamos, que este chico tiene potencial."
Pañuelo: "Un poco de actitud, cariño. Hazlo con elegancia."
Chaqueta: "Y con firmeza. No queremos que parezcas amateur."
Diego, atrapado y resignado, trataba de seguir las poses que la ropa sugería, cada una más extravagante que la anterior. Finalmente, la gerente de la tienda se acercó y, al ver el espectáculo, no pudo contener una sonrisa.
Gerente: "Ah, ya veo que han conocido a nuestras prendas mágicas. Son especiales y solo toman vida cuando encuentran a alguien que pueda hacerlas lucir."
Diego: "¡Pero no quiero ser modelo! ¡Solo vine a acompañar a Carla!"
Gerente: "Lo siento, querido. Una vez que ellas eligen a alguien, no hay escapatoria."
Diego miró a Carla, quien apenas podía respirar de tanto reír.
Carla: "Diego, míralo del lado positivo. ¡Nunca había visto a alguien modelar tan bien una chaqueta de cuero y un sombrero rosa!"
Diego: "¡Carla, si sobrevivimos a esto, te juro que tú serás la próxima!"
La historia concluye con Diego caminando fuera de la tienda, aún con el sombrero, el pañuelo y la chaqueta, mientras la ropa le susurra al oído sobre "su próxima aventura.
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