Capítulo seis
Aioros cerró nuevamente la puerta sonrojado después de ese momento íntimo entre su amigo y esa belleza escarlata.
Jamás se imaginó que Fábregas arreglara de esa manera sus diferencias con aquellos que le ocasional molestias, no cuando el mismo ha sido muy reservado con las damiselas que se le acercan para querer una aventura de un rato.
— ¿Así soluciona sus problemas tu amigo? — Cuestionó molesto Surt tomando al castaño de la camisa.
— ¡Yo no sé nada!
Justo en el momento que Surt estaba dispuesto a desquitar su coraje con Aioros para molerle esa bonita sonrisa a golpes uno de los periodistas se acercó rápidamente para tener la primicia de esa noticia.
Aunque la situación no se encontraba de lado del torero y del joven de cabellos escarlata; cuando Shura abrió la puerta de aquel pequeño cuarto las fotografías no se hicieron esperar, sobre todo porqué el momento se prestaba para que aquellas fotos sean reveladoras y muy comprometedoras.
Ambos saliendo de ese lugar.
Ahora aquellos vídeos que solo ocasionaron a Shura problemas desde su boda, se confirmaban con ese momento donde los dos supuestos amantes ahora salían juntos después de que esa belleza escarlata interrumpiera la faena.
Camus no pudo evitar esconder su rostro en la espalda de Shura quien de manera inmediata colocó su mano frente a esas molestas cámaras pidiendo a gritos que se retiraran.
Sin embargo ese disturbio fue suficiente para llamar la atención de muchas personas quienes corrían con sus celulares en la mano para poder tener una parte de aquel chisme que se estaba generando.
— Espero que no te sofoques al correr.
Le susurró Shura tomando la mano del joven de cabellos rojizos.
Aunque Camus no pudo escuchar del todo, solo sintió como aquel español lo jalaba lejos de ese lugar, Aioros y Surt no podían creer lo que miraban ni siquiera tenían la mínima idea de donde se dirigían esos dos.
— ¡Voy a matar a tu amigo si le hace algo a mi hermano! — Exclamó Surt emprendiendo una carrera detrás de ellos.
— Shura jamás se había comportado así... Seguramente Camus le dijo algo — Respondió el castaño siguiéndole los pasos a Surt.
— ¡Si! Tu querido amigo casi se coge a mi hermano y tu cubres sus locuras — Se quejó el pelirrojo buscando con la mirada al torero y a su hermano — ¡Si se le ocurre tocarlo descaradamente lo moleré a golpes!
La persecución detrás de Fábregas y de Rize seguía por las calles cercanas a la plaza de toros, sin embargo al doblar la esquina los perdieron de vista.
Esos minutos fueron lo suficiente para alejarse de los medios que comenzaban a llegar al sitio donde Shura y Camus hablaban.
Si bien el español no quería llamar más la atención, en las calles de la ciudad lo había hecho; al menos a diario no se ve a un torero tomado de la mano de un joven de cabellos escarlata.
Llegaron justamente en un callejón solitario donde la actividad era muy nula; Shura soltó rápidamente la mano del francés mientras trataba de controlar su respiración después de esa intensa carrera por evadir los medios.
Camus se llevó una mano a su pecho, sentía como su corazón latía con más intensidad por el esfuerzo debido.
El joven español se acercó con cautela para tratar de auxiliarlo, aunque ese bello galo llegó a interrumpir parte de su carrera no dejaría al joven sin brindarle su ayuda.
— Tranquilo... Respira lentamente.
Fábregas se colocó a su lado y acercó su mano a la altura de su espalda, esperó que inhalara y exhalara hasta que pudo descansar un poco.
— Tenía tiempo que no corría de esa forma.
Susurró Camus tranquilizandose, sin mirar al español decidió tomar asiento en el suelo para poder recuperarse un poco.
— Siento haberte sacado así pero... Estoy harto de que piensen que arruinaste mi boda por ser tu...
— Amante — Interrumpió Camus, después de todo el fue el causante de esa gran polémica que se estaba generando en esas tierras españolas — No era mi intención arruinarte tu boda.
Shura tomó asiento a lado de él, se retiró su chaquetilla y se la colocó sobre los hombros al galo tratando de no tener contacto visual con él.
— ¿Quien en su sano juicio iría a interrumpir la boda de alguien? — Comenzó a cuestionar Shura tomando una pequeña piedra del suelo y jugándolo sin preocupación alguna — ¿Acaso aquella persona te debía algo?
En ese momento se le vino a la mente el mismo regaño que Surt le dio, las duras palabras de su padre... Se quedó callado unos momentos porqué no lo había analizado de esa forma; pensó que solo por ser lindo Milo le haría caso y ahora hasta logró hacer su tan ansiada boda con su pareja y él... La había regado y mucho.
— ¿También me darás un sermón como mis padres y mi hermano mayor? — Le respondió con desdén.
— Soy la persona menos indicada para hablarte de amor... Porqué jamás me he enamorado, siento que si me abro a mis sentimientos saldré lastimado y yo — Fábregas se quedó en silencio — Yo no quiero.
En ese momento se le vino una idea muy descabellada y quizá hasta absurda a Camus. Aprovecharía su situación para devolverle esa fama que el de cabellos azabache había perdido por su gran error... Después de todo Shura pensaba igual que él, para Camus de igual manera los sentimientos salían sobrando porqué tampoco había experimentado el amor sincero.
— Shura...
— Dime.
— Tomando en cuenta que ahora me toman como tu amante... ¿Tu fama volverá a la normalidad si fingimos que realmente lo somos?
En ese momento Shura levantó su mirada para encontrarse con esos ojos de color rojizo, jamás lo había visto así — En el mundo artístico lo que vende son las mentiras... No todos los famosos que se ven son realmente felices, aparentan que lo son pero es porqué al hablar de ellos les permite seguir en boca de las personas... Mi boda era planeada, Afrodita y yo solo nos juntariamos por un contrato que no se logró por tu inesperada interrupción.
— Ni me lo menciones porqué esto que te estoy diciendo lo hago para acabar con todo esto de una vez y dejen de señalarme en las calles de este lugar solo por qué me equivoqué... Además es lo único que se me ocurre en estos momentos, también debo regresar a casa.
Nuevamente el silencio se hizo presente en ese sitio, Shura analizaba las palabras de Camus, aunque si aceptaba los dos se volverían el centro de atención y quizá hasta en menos tiempo recuperaría el dinero que le debía al señor Minos por la boda innecesaria.
— ¡Un contrato! — Dijeron los dos a la vez.
La idea de hacer un contrato es lo más correcto que se les pueda ocurrir.
Una serie de reglas que estarían sujetas a lo que tanto Shura y Camus digan, así mismo el francés no podría regresar pronto a su tierra natal.
Algo en el fondo le decía que Surt sería el primero en recriminarle tal idea descabellada, seguido de la dulce Seraphina y su padre Andreas ni se diga.
Pero se sentía en la necesidad de hacerlo, así le daría a Shura su tan ansiada fama y después de eso volvería a su hogar como si nada hubiera sucedido.
Los dos se levantaron del suelo, ahora solo les quedaba idear aquellas reglas que los dos usarán... ¿Qué significa unos cuantos besos frente a los medios? ¿Algunos roces entre ellos?
Nada quizá.
Dos seres inexpertos en el amor, que creen merecen el mundo uno por ser bello y el otro por ser un simple torero que se deja llevar por la fama de manera fácil.
Un juego donde los dos no están midiendo las consecuencias de sus actos, bajo el contrato que los llevará a enamorarse de verdad, a sufrir, a gozar e incluso hasta experimentar celos.
Los dos comenzaron a caminar rumbo a la calle principal, en ese momento un sujeto con una cámara le seguía los pasos a Surt junto con Aioros.
Se encontraron de frente, el hermano mayor de los Rize estuvo a punto de empezar el interrogatorio; sin embargo el español al darse cuenta de la cámara frente a ellos no dudó ni un segundo en tomar al francés de la cintura y acercarlo un poco más a su cuerpo de forma muy comprometedora.
— ¡Camus... qué! — Exclamó Surt al ver ese incómodo momento entre el torero y su hermano.
Aioros se quedó sorprendido al ver esa escena, jamás se imaginaría que su amigo cediera demasiado pronto con el francés de esa manera.
Shura tomó del mentón al joven de cabellos escarlata y sin pensarlo dos veces acercó sus labios con los del contrario.
Las tomas en la cámara no se hicieron esperar, ese afortunado camarógrafo tenía la primicia de esa noticia... La relación del torero y del amante salieron a la luz.
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