Veintidós
Cuando abrió los ojos y miró por la ventana, no reconoció el lugar.
Al incorporarse, y mirar bien a su alrededor se acordó que iban de camino a Hyogo y como no, él se había quedado dormido.
Hiroki iba concentrado en el camino frente a él y se preguntaba si habrían parado en el camino o simplemente había conducido desde que salieron en plena madrugada desde Miyagi hasta Hyogo y solo habían parado para repostar. Perfectamente podrían haber cogido el tren hasta llegar a su destino, pero teniendo en cuenta que tenían que llevarse las cosas de Osamu, el coche era lo más viable para no pagar por un camión de mudanzas.
Ami iba igualmente dormida en el asiento del copiloto después de haber luchado por a saber cuanto tiempo para no caer rendida. Nada más llegar de su turno en el hospital, se alegró de ver a su hijo Osamu después de casi cuatro meses. Pero las caras tristes de sus gemelos y la seria de su pareja le hizo borrar la sonrisa que se pintó en sus labios. Cuando supo la verdad... Lloró. Lloró las lágrimas que su hijo no había soltado. Después, acabó asintiendo a ir a Hyogo a por las cosas de su hijo pequeño.
No sabría si Osamu habría dormido o no, pero lo pequeños que se veían sus ojos y lo rojos que estaban le hacían pensar que en realidad no había dormido para nada desde que salieron de Miyagi. Entendía que no pudiese dormir por tal vez recordar que estaba siendo llevado al lugar donde iniciaron cada uno de aquellos horribles moretones que bañaban su cuerpo, pero al menos esperaba que por fin pudiese cerrar aquel doloroso capitulo y poder empezar uno nuevo.
Y Atsumu... Cuando él llegó a su casa, le recibió Hiroki con la mejor sonrisa que podía poner en esos momentos. Ami estaba en el sofá de la sala consolando entre sus brazos a su hijo que parecía que en cualquier momento rompería a llorar, mientras que el rubio... Atsumu no estaba por ningún lado y su pequeña cabecita ya se imagina donde y como podría estar. Por eso, con el permiso del castaño, subió las escaleras con fingida tranquilidad hasta la puerta su chico. La abrió siendo recibido por oscuridad, pero no hizo el intento de encender la luz. Cerró con suavidad la puerta y dejó el bolso en el suelo y caminó hacia la cama.
Se subió a esta y luego se metió bajo las sábanas. Envolvió entre sus brazos al cuerpo más grande que enseguida se relajó y enterró la cara en su pecho y apretó con fuerzas su camisa.
—Su espalda está llena de quemaduras de cigarrillos.- dijo.— Y tenia golpes que ya se estaban borrando.
—Pero ahora estará bien. Está con ustedes.
Atsumu hizo un sonido con su garganta estando de acuerdo con las palabras de Shouyo, pero su cuerpo demostraba lo contrario. Sus hombros se sacudían con fuerza y grandes lágrimas salían de sus ojos mojando la camisa del menor.
Le acariciaba el pelo con amor y retenía sus propias lágrimas. Por Osamu, por Atsumu. Debía de mantenerse fuerte por los gemelos.
—Fue mi culpa. Que mi hermano tenga esas marcas es mi culpa.
—No lo es. No digas eso.
—¡Claro que lo es!- dijo con un grito ahogado— Si yo no le hubiese gritado a ese hombre sobre mi bisexualidad... Samu nunca le habría dicho que era gay.- sorbió sus mocos.— Si no... Si no hubiese gritado, mi hermano, é-él...- sollozó.— Habría preferido ser yo quien tuviese esos golpes y cicatrices.
El pelinaranja apretó los labios y dejó de abrazar al rubio para alejarlo y mirarle a la cara con seriedad. Le agarró las mejillas y le limpió los rastros de lágrimas que aún seguían corriendo por ellas.
—No vuelvas a decir eso.- frunció el ceño.— Estoy seguro, que si Osamu-san supiese que eres tu el que está golpeado él preferiría ser el que hubiese recibido esos golpes.
—E-eso...-
—No te culpes de las cosas que escapan de tus manos, amor.- le sonrió.— Por un lado, ¿no crees que así fue mejor? No digo que lo que hizo Miya-san fuese lo mejor, pero al menos sabes la clase de persona que es y hasta donde es capaz de llegar. Y sinceramente, he tenido ganas de darle un buen golpe con una silla, pero hay que tener un poco de respeto por ella. No merece ser golpeada por una escoria como esa.
Con su comentario, consiguió que el rubio riese aunque fuese un poco.
Bajito y bonito.
—No me gusta verte así, Tsumu. Quiero que vuelvas con tu actitud arrogante, altanera, cariñosa, bromista... Quiero que cuando vayamos a Hyogo, le dejes ver al 'donante de esperma' que eres fuerte. El desprecio más grande que le puedes hacer, es la indiferencia.
Atsumu soltó todo el aire que tenia retenido en sus pulmones y rió mientras lo hacia.
—¿Desde cuando eres tan sabio? Se supone que soy mayor que tu.
—Solo por un año.- sonrió de lado.— Pero que sepas que estoy aquí contigo. Para lo que sea.
El rubio le sonrió, con una sonrisa renovada y autentica.
Cerró los ojos mientras se inclinaba hacia el frente, y juntó sus labios con los contrarios en un roce simple.
—Lo sé. Gracias...
Después de eso, ambos enrollaron sus piernas y hablaron de todo y nada. Sintiendo el calor del otro. Dándose apoyo con solo su presencia.
El pelinaranja le avisó a su madre que se quedaría con Atsumu, y aunque le costó convencerla de ello, aceptó. Y no es para menos, se la pasaba más en la casa de su novio que en la suya propia. Y aunque su madre le insistía que invitase al chico a pasar el rato o dormir, él personalmente no quería. Sabía que su casa estaba lejos y algunas veces es acompañado por Atsumu después del entrenamiento, el camino de regreso a la casa del rubio es largo.
Por eso es mejor si él mismo se quedaba en casa del rubio. Aunque si Osamu ahora viviría con ellos, le parecía que dormir en la misma cama se iba a terminar.
—Hemos llegado.
La voz de Hiroki, pareció el interruptor para Ami y Atsumu que habían estado dormidos.
Para Osamu, fue para que su cuerpo se volviese a tensar.
El hombre se giró para mirar al peligris, y alargó una mano para apretarle con cariño la rodilla.
—Si no quieres bajar, no hay problema.- se giró esta vez para mirar a Ami.— También te lo digo a ti.
—No... Bajaré.
—Yo también.- dijo Osamu.
—Bien.
Todos bajaron del vehículo y Hiroki se puso a la cabeza protegiéndolos a todos de posibles represalias.
Hinata y Atsumu iban detrás con sus manos unidas y con la cabeza en alto. Incluso, el rubio pensó que desde cuando la espalda de Hiroki era tan ancha. Musculosa y fuerte. Capaz de protegerlos a todos de cualquier malintencionada palabra que estuviesen a punto de venir.
En cambio, Osamu era protegido por su madre quien le agarraba la mano sin intenciones de querer soltarlo y con la mirada también en alto. Tal vez con los ojos rojos de tanto llorar, pero segura de que sacaría las garras contra aquel hombre que la llegó a enamorar hace unos cuantos años.
Hiroki llamó al timbre y esperaron escasos segundos para que la puerta fuese abierta dejando ver a la misma mujer que les había abierto la puerta a Atsumu y los demás cuando fueron a Hyogo.
La mujer, miró primero a Hiroki y luego pasó su mirada al resto frunciendo el ceño al ver a los tres adolescentes.
—¿Puedo ayudarle en algo?
—Quisiera hablar con su esposo, ¿se encuentra en casa?
—Lo siento, pero él...-
—Yaeko.- la profunda voz del hombre tensó cada músculo de Osamu.— Déjalos pasar.
La mujer se hizo a un lado y los cinco entraron dejando los zapatos en la entrada. Atsumu quiso dejárselos y pisar con sus sucios tenis los suelos de madera, pero el golpe divertido a su costado por parte de Shouyo le hizo desistir.
Siguieron a la pareja hasta llegar a la sala y sentarse, en el caso de Hiroki, en el sofá mientras que el resto se quedó de pie detrás del hombre castaño.
El castaño contrario apoyó uno de sus brazos en el reposabrazos del sillón individual en el que estaba sentado y cruzó una de sus piernas mirando fijamente al hombre de penetrantes ojos verdes.
—¿En qué puedo ayudarle...?
—Ishida Hiroki.- le dijo.— Quiero que le ceda la custodia completa de Osamu-kun a Suzuki-san.
El hombre de ojos claros miró primero a Atsumu y luego a Osamu. Por último miró a la que fue su mujer antes de soltar un bufido divertido para acabar en una estruendosa risa.
—¿Por qué debería de hacerlo?
—Creo que usted sabe por qué.- Hiroki se movió hasta estar al borde del sofá.— ¿Sabe usted que el abuso a menores es un delito?
—¿De qué está hablando?- le dijo la mujer al no entender.
—¿No sabia que su esposo ha maltratado a su propio hijo? Si no me cree puede ir al hospital donde fue atendido y a la comisaria de policía donde le tomaron declaración y sacaron fotografías de las cuarenta y cinco marcas de cigarrillos que hay en la espalda de Osamu-kun. Por eso, le pido amablemente que le ceda la custodia a Suzuki-san sino quiere ir a juicio por maltrato a menores.- dijo mientras extendía los papeles de la custodia.
El hombre entrecerró los ojos en dirección a Hiroki y se levantó de su sillón individual caminando hacia un pequeño mueble incrustado en la pared. Lo abrió bajando la puerta y en ella apoyó un vaso ancho y pequeño. Le añadió dos piedras de hielo para después coger una botella de cristal transparente y verter el líquido que contenía en el vaso. Lo dejó todo en su sitio cerrando la puerta y tomó un sorbo de su recién hecha bebida.
Ambos gemelos y Ami le miraban sorprendidos. ¿Qué era aquello? ¿Una película estadounidense donde el malo de la peli se toma un whisky como si todo le resbalase? En la vida, ellos le habían visto beber, y aquello era sin duda sorprendente.
—Es un farol.- le dijo el hombre con su sonrisa pegada al cristal del vaso.
—No lo es. Yo nunca me tiro faroles.- le miró con seriedad.— ¿Conoce el caso de aquel hombre que violó a cinco mujeres y casi mata a una?
—Claro.- dijo tenso.
—¿Quien cree que mandó a aquel pobre diablo a la cárcel? Supera la pena máxima impuesta por la ley que ni por el buen comportamiento podrán rebajársela.- entrelazó sus dedos y apoyó sus codos en las rodillas con la mirada fija en el contrario.— Ahora dígame, si quiere llegar a juicio... ¿Cuantos años de más cree que puedo conseguir por alguien que maltrató a su hijo? Por no mencionar, que la prensa estará muy interesada en saber que un empresario tan importante como lo es usted, que ha levantado su mano contra su hijo solo por... ¿Su orientación sexual? Y que decir de sus socios de negocios. Solo haría que sus inversiones cayesen en picado.- le vio tragar saliva.— Por eso... Firme los puñeteros papeles.
El hombre se pasó la lengua por los dientes y se desabotonó el primer botón de su camisa seguido del de los puños.
Se volvió a sentar en el sillón individual y dejó el vaso en la mesa de cristal. Cogió los papeles y empezó a leerlos. No quería ceder... Pero tampoco quería un escándalo.
Agarró el bolígrafo que había en la mesa y lo arrimó al papel para firmar. Sin embargo, se detuvo. Alzó la mirada hacia Hiroki y habló.
—Tengo una condición para firmar.
—Le escucho.
—Quisiera que mis hijos dejen de llevar mi apellido.- los gemelos se tensaron.— No quiero que alguien como ellos arruinen el apellido.
Atsumu se soltó de la mano de Shouyo con facilidad haciendo que el pelinaranja se alterase al verle caminar hacia aquel hombre. Vale que le dijo que quería que volviese a ser el de antes...
¡Pero ese no era el momento!
—¿Estás seguro de que quieres que dejemos de tener tu apellido?- preguntó encarándolo.— Voy a ser un jugador profesional de voleibol, y cuando sea famoso y querido por todos, mi apellido será muy nombrado. Entonces te repito, ¿estás seguro de que quieres que dejemos de llevar tu apellido? No me mal entiendas, estaría encantado de llevar el apellido de mi padre.- se giró para sentarse y abrazar por lo hombros a Hiroki que retuvo el aire.— Porque este hombre, es mi padre.
—No digas tonterías Atsumu.- le frunció el ceño.— Yo...-
—Tu no eres nadie.- sentenció.— Este hombre, en un mes y medio, ha sido mucho más padre que tu en dieciocho años. Se interesa por mis cosas, hace feliz a mi madre, se preocupa por mi hermano al cual ni ha conocido, respeta mi bisexualidad, quiere a mi novio como si fuera su hijo... ¿Quieres que siga? Porque estoy seguro que la lista es mucho más larga que la tuya.
El hombre soltó el aire lentamente y centró de nuevo la mirada en los papeles.
Apretó el bolígrafo en su mano y firmó con rapidez encima de la línea marcada. Tiró el bolígrafo en la mesa y empujó los papeles hacia Hiroki mientras se levantaba cogiendo su vaso y desapareciendo de la vista de todos.
Hiroki, alargó su mano y cogió los papeles guardándolos en una carpeta. Se levantó del sofá y junto a Shouyo, esperaron a los gemelos y su madre al pie de la escalera a que bajaran con las cosas de Osamu.
A los quince minutos minutos, el castaño les ayudó a bajar las dos maletas que cargaban y Hinata con dos de las varias cajas que también llevaban. Salieron de la casa dando un gran portazo y colocaron todo en el maletero del coche para después ellos subir también. Se pusieron el cinturón y fue en ese momento, en el que Hiroki se desinfló por completo encima del volante.
—Wow papá, lo de antes fue asombroso.- dijo entusiasmado Atsumu.
Daba brincos en el asiento como si fuera un niño pequeño emocionado por los regalos de navidad.
El castaño solo pudo reír nervioso aún sin mirar a nadie.
—Sí...- alzó la mirada con una sonrisa nerviosa.— Es el mejor farol que he hecho en mi vida. ¡Pensé que me cagaría encima!- exclamó esto último mirando a los gemelos.
Estos estallaron en carcajadas, siendo el rubio el más escandaloso de los dos; y con lagrimitas saliendo del borde de sus ojos.
—¿En verdad?- preguntó Atsumu recibiendo un asentimiento por parte del mayor.— ¡Eso es aún más increíble! Hiciste que le temblaran hasta los pantalones.
—Pero sin duda fue genial.- dijo esta vez Osamu.— ¿En serio hiciste que ese hombre estuviese más años de los debido en la cárcel?
—¡¿Estás loco?!- gritó alterado. Su corazón iba a mil.— Eso es imposible. Además ese caso era demasiado para un simple abogado como yo.
Tanto Osamu como Atsumu se miraron unos segundos antes de quitarse el cinturón e inclinarse hacia el frente y abrazar como pudieron con el sillón del conductor en medio; a Hiroki quien se sorprendió.
—Aún si eres un simple abogado...- dijo Atsumu.
—... Nos defendiste.- le siguió Osamu.
—Es por eso que eres nuestro padre.- terminaron ambos.
Ami y Hinata retuvieron las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, y ella cubría su gran sonrisa con una de sus manos.
Hiroki, él... Le temblaba el labio inferior con fuerza y se lo mordió para que un vergonzoso sollozo no saliese de sus labios.
Con sus manos como gelatina, tocó los brazos de los gemelos como respuesta a su incómodo abrazo por culpa del sillón y se aclaró la garganta. Cuantas ganas tenia de abrazarlos como era debido.
—Bueno, ¿alguien tiene hambre?
—¿Por qué Hinata-san se fue con Miya-san en vez de estar practicando con nosotros? ¿Acaso eso no es injusto? Los problemas de Miya-san son solo de él, ¿no?- dijo Shouji, uno de los de primero, a Yaotome, su compañero del mismo curso.
—Bueno... Tienes razón.- se encogió de hombros.— Pero si Ennoshita-san no se queja, ¿por qué nosotros sí? Son mayores que nosotros.
—Un par de años no deberían de ser beneficios.- murmuró molesto.
—Lo que Hinata y Miya-san hagan no es de su incumbencia.- la grave voz de Kageyama les tensó el cuerpo.— Si tienen el suficiente tiempo para quejarse y criticar, también lo tienen para practicar.
—L-lo... ¡Lo sentimos!- dijeron ambos antes de correr lejos del pelinegro.
Kageyama soltó un sonoro suspiro y apretó el balón que tenia entre sus manos con fuerza. Él también se preguntaba donde estaría Hinata, pero se aguantaba.
Solamente sabia lo que Ennoshita había dicho cuando llegaron esa mañana al gimnasio: que Atsumu faltaría a las prácticas y que por descarte, Hinata también lo haría. No habían más explicaciones que esa y Ennoshita era el único que sabía la verdad sobre la falta de la pareja a la práctica.
¿Pero por qué Hinata no le dijo nada? ¿Acaso no son amigos?
Se sentía un poco frustrado por ello. Ahora... Se contaban todo. Hasta tenia pensado decirle que su estúpido corazón latía como loco por un chico completamente hetero.
Sabía que podía contar con él y que le brindaría el apoyo que necesita y no tiene. Pero ahora su frágil estabilidad parecía tener grietas y no quería que se rompiese.
—¿No crees que fuiste un poco duro con ellos?
Al mirar a su derecha, se encontró con Nishinoya que jugaba con un balón en sus manos y rehuía de su mirada.
Los separaba ¿qué? ¿Treinta? ¿Cuarenta centímetros?, en los que desde su altura de uno ochenta podía ver que la camisa del libero era ligeramente holgada y estaba seguro que lo que veía, era un pezón.
Apartó la mirada después de quizás un buen minuto de observación y tragó saliva para bajar el nudo que se le había formado en la garganta.
Mierda.
Sentía su ropa interior realmente incómoda.
—¿Acaso usted también se pondrá a hablar de más, Noya-san?
El libero se mordisqueó el labio inferior y miró al de bonitos ojos zafiro aún con este entre sus dientes.
—No, yo... Q-quería decirte algo.
Aquellas gemas azules se giraron a verle con un fuerte brillo en ellas haciéndole erizar cada vello de su piel.
Prestándole atención a él. Solamente a él.
Pero que en su mente no estaba él, sino el bloqueador central.
—Yo, am... Me... M-m-me gust...- cerró los ojos y Kageyama retuvo el aliento.
El pelinegro miró a todos lados comprobando que nadie más les prestaba atención y se sintió algo aliviado de que así fuese. Porque a ver... Lo que Nishinoya estaba haciendo era... Eso, ¿cierto?
Su corazón no había dolido tanto en su pecho como hasta ahora.
—Tranquilo Tobio. No debes preocuparte.
—O tal vez sí. Mejor agárralo y métele la lengua hasta la garganta.
—No le escuches Tobio. Hazme caso, como siempre. Más ahora que Yuu no es como nosotros. Y sé que lo sabes.
—Pues déjame recordarte que porque Tobio te hizo caso, la mandarina se nos escapó como la arena entre los dedos.
—Cariño, eso fue tu culpa por presionar a Tobio y decirle que era tiempo del sexo.
Kageyama sacudió la cabeza.
No era momento para escuchar a sus voces internas discutir.
Tenia que centrar toda su atención en el pequeño libero.
—Me gust... Ugh... M-me gustaría practicar contigo. ¿Podrías?
—¿Eh?
—¡La decepción, hermano!
¿Que mierda?
Si sus esperanzas mínimas habían subido un poquito pensando que Nishinoya haría lo que pensó... Habia sido un completo iluso. Un tonto. Un bobo. Un tremendo idiota.
Ahora, esas esperanzas, estaban más que aplastadas.
No eran más que cenizas que eran llevadas por el viento haciéndolas desaparecer y solo quedaba una tremenda decepción y desilusión en lo más profundo de su vació y dañado corazón.
No le quedaba más que tragarse todas y cada una de sus emociones y volver a poner aquella máscara de indiferencia. Y eso... Dolía. Quería volver a poner esa pequeña sonrisa que hacia cuando su abuelo aun vivía. Y que pensó... Que quizás si no era con Hinata, con Nishinoya podría volver a mostrar.
Pero se había equivocado otra vez.
—Quiero practicar contigo. Tus saques son muy buenos y no quiero perder reflejos, ya sabes. ¿Podrías ayudarme?
—Claro...
—Bien.
Corrió hacia el otro lado de la cancha con su corazón saltando.
¿Que había estado a punto de hacer? ¡Casi le dice a Kageyama que le gustaba!
¿Pero que demonios?
Habia sido un impulso al ver esos bellos zafiros brillar.
Pero es que era tonto. Es decir, él no sabía bien lo que sentía. Su crisis de identidad seguía muy presente y no paraba de cuestionarse si sus gustos no solo se inclinaban solo hacia las mujeres, sino que también para los hombres. Ha pensado, que también podría ser solo Kageyamasexual. Una sexualidad que solamente se inclina hacia el chico pelinegro de bonitos zafiros.
¡Pero aún así era imposible!
¡Kageyama gustaba de Hinata!
—¡Vamos!- gritó poniéndose en posición de recibir viendo a Kageyama.
Tener estos sentimientos hacia Kageyama... No. Son. Correctos. Más si tenia en la mira a otra persona.
Por eso le chocaba demasiado la crisis interna que ya empezaba a afectarle seriamente. Si fuera un vidente de estos, seguro y veía que en cualquier momento le entraba un ataque de ansiedad.
¡Era demasiado joven para estos problemas del corazón!
—¡Noya-san!
Al alzar la cabeza al oír el grito de Kageyama, supo porqué.
El balón iba directo hacia él y no había forma de esquivarlo.
Cerró los ojos como sin con eso el golpe fuese menos doloroso o que desapareciese, pero no. El golpe dolió más que recibir uno de esos fuertes remates de Ushijima.
Cayó al suelo con un golpe sordo. La parte posterior de su cabeza dolió horrores al igual que su frente y el puente de su nariz.
—N-noya-san... ¿se encuentra bien?
¿En serio le preguntaba eso cuando le acababan de dar un balonazo?
Abrió los ojos lentamente y lo primero que vio, fueron esos zafiros que le hacían suspirar en solitario mirándole con preocupación.
Aquel ceño que siempre estaba fruncido de enfado, seguía fruncido pero de preocupación y temor.
Kageyama solamente le prestaba atención a él.
—Kageyama...
—¿Estás bien?
Nishinoya sonrió.— Ahora sí.
Alargó su mano hasta el cuello de la camisa del menor y lo jaló hasta tenerlo cerca. Muy cerca.
Juntó sus labios con los contrarios y soltó un suspiro de satisfacción al hacerlo.
Ah~ Esos labios eran tan suaves como pensó. Y se sentían muchísimo mejor tocarlos con sus propios labios que con los dedos.
No sabía muy bien que hacer ya que nunca había besado a nadie, pero no le importó.
Sus labios se acomodaron perfectamente en el labio superior del menor, mientras que los labios del otro tenían atrapados en ellos su labios inferior. Empezó a moverlos con suavidad al principio y envolvió sus temblorosos brazos alrededor del cuello del pelinegro.
Suaves toques que le hacían suspirar. Moviendo sus bocas con calma y saboreando al contrario. Roces que le hacían sentir la piel caliente y con ganas de más. Y esas ganas se aplacaron cundo el menor se volvió más atrevido introduciendo su lengua en su boca y empezaba a jugar con ella. Recorriendo cada húmedo lugar y haciendo que sus respiraciones se volviesen aceleradas.
Se separaron escuchando un chasquido como final de aquel largo beso y abrieron los ojos con millones de emociones brillando en ellos.
—Seguramente no me creerías si te digo que llevaba tiempo queriendo probar tus labios.- le dijo Nishinoya saboreando a Kageyama aún en sus propios labios.
—Noya-san...
—Dime.
—Noya-san...
El libero rió.— ¿Qué?
—¡Noya-san!
El más bajo se sobresaltó y parpadeó varias veces.
Movió sus ojos por todas partes del gimnasio viendo que todos los chicos le miraban preocupados, igual que las chicas.
Pero era Kageyama el que más preocupado que se veía.
—Kageyama, llévalo a la enfermería para que lo revisen.- dijo Ukai.— No le muevas mucho la cabeza. Quizás tenga alguna conmoción.
Con mucho cuidado, fue cargado por el pelinegro y juraba que sentía sus brazos temblar. Su cabeza estaba apoyada en el pecho del chico y se sentía desfallecer.
Todo lo que vivió... Habia sido un sueño. Una alucinación creada por el golpe del balón contra su cabeza.
Qué estúpido.
—¿No íbamos a dejar Shouyo en su casa?- preguntó Atsumu cuando vio que se desviaban del camino.
—Primero quiero pasar por un sitio.- le dijo Hiroki.— Luego podemos dejar a Shouyo-kun. Tranquilo.- le miró por el retrovisor.— Queda de paso.
Sin decir ni preguntar nada más, avanzaron por la carretera.
Después de que los cinco comieron algo al dejar atrás la que una vez fue la residencia de tres de las cinco personas dentro del vehículo, regresaron a Miyagi.
Fue un largo viaje de regreso -como el de ida hasta Hyogo- pero más ameno y divertido y sin tanta tensión vibrando en el ambiente. Aún así no podían regresar a su casa como si nada. Los gemelos eran muy grandes como para que siguiesen durmiendo en una cama, y aunque habían futones no era lo mismo. Comprar una casa nueva no era viable por el momento, y solo les quedaba una opción.
Él.
Aparcó a un lado de la calle cerca de una gran casa y se bajó siendo seguido por el resto.
—¿Donde estamos?- cuestionó Ami.
Sin embargo no recibió respuesta a su pregunta.
Entraron por la pequeña entrada, pero en vez de dirigirse hacia la puerta, fueron rodeando la casa hasta dar a un pequeño taller donde se encontraba un hombre mayor, de unos sesenta años aproximadamente. De pelo canoso y algo encorvado.
—Veo que has traído compañía.
—Hola a ti también papá- bufó Hiroki acercándose hasta el hombre para darle un abrazo.
—Hmph... ¿Hace cuanto no visitas a este pobre viejo? Es un milagro que me llames. Menos mal que tengo a Kuro*
Dio unas palmaditas en un lado de su pierna y en ese momento un bonito perro negro apareció y quedó sentado a su lado.
Hiroki rodó los ojos pero no quitó la sonrisa de la cara.
Cuando el hombre se giró para mirarlos los gemelos se sorprendieron al verle mientras que Ami sonrió nostálgica al volver a ver a aquel hombre.
—Papá, ¿recuerdas a Ami?
—¿Como no me voy a acordar? Recuerdo como lloraste cuando se fue a Tokio.
—Papá...- murmuró entre dientes.
Sentía la cara arder de la vergüenza.
—Ami-chan, acércate.
La castaña se acercó hacia el hombre quien tenía las manos estiradas y las sostuvo con gentileza.
Con la mirada perdida, el hombre alzó sus manos y empezó a recorrer la cara de la mujer con cuidado. Desde sus cejas, pasando por sus pómulos y llegando hasta el final de su mandíbula. Una y otra vez.
—Muchacha, mírate. Sigues igual de hermosa que hace veinte años.
—Oh, Takeshi-san. No diga esas cosas o me hará sonrojar.- sonrió divertida.
—¿Estás segura de la decisión que has tomado?- preguntó preocupado.— Hiroki es un grano en el culo, como decís los jóvenes ahora.
—¡Papá...!
Takeshi y Ami rieron divertidos. Para ella, era todo refrescante junto a Hiroki. Aquellos años con la familia de su ex-marido eran... Asfixiantes.
—¿Y quienes son estos jovencitos?
—Ah, bueno... son...- miró a los gemelos que le sonrieron.— Son nuestros hijos
—Ya era hora.- golpeó el estómago del castaño.— Pensé que me moriría sin conocer a mis nietos. Déjenme verlos de cerca.
Los gemelos se acercaron y Atsumu fue el primero en dejarse recorrer por las manos del hombre quien tenia una sonrisa en la cara. Tocó su frente, sus ojos, nariz, boca... Y luego arrastró sus dedos acariciando el resto de piel de su cara. Estiró sus manos esta vez hacia a Osamu que estaba a su lado e hizo los mismos movimientos que con el rubio viendo como el hombre abría aquellos ojos sin color totalmente sorprendido.
—Vaya, vaya. A parte de ser gemelos, son bastante apuestos. Aunque puedo ver diferencias entre ambos.
—Ah, bueno, eso es porque yo soy el más guapo de ambos.- dijo divertido el rubio.
—Entonces yo soy el más listo.- le siguió el peligris.
—¿Y cuales son sus nombres?
—Yo soy Atsumu y mi hermano Osamu
—Bonitos nombres.- asintió.— ¿Y quien es el niño que está a punto de tocar lo que no debe?
Hinata se congeló con la mano en el aire y se giró con sus mejillas completamente rojas por la vergüenza de haber sido descubierto.
Sonrió nervioso y se acercó hasta su chico que le hacia señas para que estuviese a su lado.
Se dejó tocar el rostro por las manos callosas del hombre debido a años de trabajo. Gentiles y suaves, reconociendo sus facciones.
—Es Hinata Shouyo.- habló Atsumu.— Es... Mi novio.
—Oh~ Que inesperado.
—¿No le molesta... Que guste de un chico?- preguntó con temor.
—¿Por qué debería?- sonrió.— A ti te gustan los chicos, yo soy ciego... Somos efectos colaterales.
Ambos gemelos sonrieron sintiendo sus corazones tranquilos.
Ya sabían a quien había salido Hiroki. Padre e hijo eran idénticos.
—¿Y para que me quiere mi tonto hijo? Estoy seguro que si no me necesitases no verías a este pobre viejo.
—Papá por favor. No te queda hacer de víctima.
El hombre canoso frunció el ceño, y caminó con seguridad hasta su hijo y le agarró de la oreja jalándola con fuerza mientras escuchaba sus quejas.
—¿Desde cuando eres tan contestón? Tendría que haber dejado que tu madre te diese más con la chola.
Hiroki solamente podía aumentar el color de su cara a un rojo intenso.
Ni cuando adolescente era regañado de esta manera. ¿Donde había quedado su lado más genial cuando hizo aquel farol al padre de los chicos? Ahora todo eso se desmoronaba y moría de vergüenza.
—¿Crees poder hacerle una litera a los chicos?- preguntó cuando su oreja finalmente fue soltada.
—¿Soy tu carpintero personal o qué?
—No~... Pero sí eres el mejor.
El hombre le entrecerró los ojos a la nada y apretó los labios.
Que niño más astuto había tenido. Adulándolo para que accediera.
Si supiese que no le hacia falta hacerle halagos para aceptar todo lo que su hijo le pedía. Hiroki era el niño de sus ojos.
—Ven a recogerla en tres días. Ahora vete.
El castaño rodó los ojos y abrazó al hombre que le devolvió el abrazo.
—Adiós papá...
Se despidieron del hombre y salieron por el mismo sitio por el que habían entrado.
Subieron de nuevo al coche poniéndose los cinturones y el de ojos verdes condujo hacia la casa del pelinaranja.
—Tu papá es agradable.- comentó Osamu.— Es como tu.
—Sigue igual que en la preparatoria.- sonrió Ami.
—Bueno... Ahora está mejor.- dijo desanimado el castaño.— Mamá murió hace siete años de leucemia. Ni él ni yo eramos compatibles con ella y encontrar a alguien compatible resultó complicado. No pudimos más que verla como se deterioraba cada día hasta el último.
—Hiroki...
—Obligué a papá a mudarse y abrir el taller en otro sitio. Al principio fue duro. Puede que ser ciego no sea un problema para él, pero estuvo gran parte de su vida dependiendo de mi madre. Estuve un año viviendo con él hasta que se acostumbró. Conseguimos a Kuro que lo ayuda cuando sale a la calle... Fue difícil, pero salió adelante.
—Pero ahora... nos tiene a nosotros, ¿no?- dijo inseguro Atsumu.
Hiroki le miró por escasos segundos a través del retrovisor y le sonrió.
—Claro. Somos una familia después de todo.
*Negro en japonés significa Kuro. Por eso el nombre del perro.
Too much feelings in this chapter, isn't it?
Me costó horrores escribir este capitulo porque me iban surgiendo cosas pero al final lo logré. Cuando escribí la primera palabra, mi cabeza empezó a tener millones de ideas para este capitulo. Sobretodo el momento de firmar los papeles de la custodia.
Pero sin duda, el protagonista de este capitulo es Hiroki.
Y el momento KageNoya... ¿A cuantos engañé? Sabía que si volvía a escribir en cursiva sabrían que era un sueño, por eso lo dejé normal. Jé 😝. Aparte de que quería hacer algo como eso desde hace tiempo.
También, alguien comentó en el capitulo anterior que Noya es Kageyamasexual y lo aproveché. Personita que puso ese comentario, thanks 😘.
Espero que les haya gustado el capitulo.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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