Veinticuatro
—O-sa-mu-san~
El nombrado se inclinó hacia adelante cuando sintió un peso en su espalda y una cantarina risa llegando a su oreja.
Giró su cabeza hacia atrás un poco para ver a Hinata sonreirle con la misma intensidad y brillo con la que verías al sol. Y si mirabas un poco más atrás, podías ver como Atsumu imaginaba millones de escenarios donde le arrancaba la cabeza por solo tener la atención de su pequeño novio en él.
Por eso, solo por fastidiarlo, agarró al menor por las piernas y lo acomodó en su espalda.
—Me alegra que decidieras por fin unirte al equipo. Sobretodo ahora que estamos en la InterHigh.
Osamu volvió a mirar a su hermano y sonrió directamente a él.
—Lo hice por ti Shouyo-kun.- le dejó en el suelo y le abrazó mejor besándole la cabeza.— No podía negarme a tu carita de bebé.
Hinata se sonrojó y golpeó el pecho del mayor con suavidad por haber dicho aquello tan vergonzoso.
—¿Pudiste reconciliarte con Kageyama? Estar peleado con tu mejor amigo no debe ser fácil.
—Ugh...- se restregó la cara con ambas manos.— Tengo que comprarle bollos de carne durante un mes para que pudiera perdonarme por haber insinuado que le gustaba. ¡Incluso me puse de rodillas para implorar su perdón!
—¿Y que hay de Nishinoya? Se le ve algo deprimido estos días.
—Hm...
Ambos adolescentes giraron sus cabezas hacia donde estaba el libero del equipo que se encontraba junto a Atsumu quien le hablaba pero era totalmente ignorado por el más bajo.
El rubio llevaba una semana entera intentado subirle el ánimo a aquel chico que se mantenía pegado a su lado cuando llegó a Karasuno; sin éxito alguno. Ni Tanaka lograba hacer que el libero tuviese la misma energía que antes.
En el fondo, muy en el fondo, Atsumu quiso matar a Kageyama. ¿A quien se le ocurre decir que su corazón ya tiene dueño? Ese dejó completamente devastado al libero. Y el muy estúpido seguía entrenando como si no notase lo mal que estaba Nishinoya.
—¿Has pensado en hablar con Kageyama? Quizás él pueda solucionar lo que estropeó.- propuso Osamu.
—Noya-san no es ningún objeto que necesite reparo.
—Pero los sentimientos de las personas se asemejan. Cuando nos dañan, queremos que alguien nos cuide, ¿no?- sonrió soltando aire por la nariz.— Tu más que nadie deberías de saberlo Shouyo-kun. Nos has ayudado a mi hermano y a mi cuando estábamos rotos.
Le dio unas palmaditas en la cabeza y se fue trotando por la cancha hasta donde Atsumu y Nishinoya se encontraban.
El de pelo gris le dio unas palmadas reconfortantes al libero quien solo alzó las comisuras de sus labios apenas un poco pero con la cabeza aún gacha y sin brillo en sus ojos.
Gruñó en frustración al ver a su senpai tan decaído y todo por culpa de Kageyama. Sabía que su amigo tenia poco -más bien cero- tacto con las palabras, por lo que cualquier burrada podría haberle dicho al libero. ¿Pero qué exactamente le habría dicho para dejarle tan desanimado?
Si le hablaba de aquella manera a la persona que le gustaba, no quería imaginarse la forma con la que le hablaría si eran pareja.
Tomó aire y caminó hacia Kageyama que se encontraba dándole golpes a la pared con el balón. Si el estúpido no tuviese el orgullo por las nubes ni fuese un rencoroso, él podría ayudarle a recibir sus saques o a pasarle el balón como hacían en primer año.
Se aclaró la garganta para que el contrario notase que estaba ahí y parase lo que hacía, pero fue completamente ignorado.
—Hey, te estoy llamando. ¿Acaso no me escuchaste?
—Te vi venir de lejos. Tu pelo llama mucho la atención.- mandó el balón contra la pared y esta vez lo sostuvo con sus manos para así poder mirar al más bajo.— ¿Desde cuando llamas a alguien sin abrir la boca? ¿Acaso Atsumu-san te dejó sin ella de tanto que te la come?
La cara de Hinata estalló en rojo compitiendo con un semáforo y ganándole.
Miró a todos lados y a la vez a ninguna parte para acabar centrando su mirada en Kageyama que le miraba con la diversión brillando en sus ojos azules. Cerró su puño para impactarlo en el estómago del pelinegro con éxito y se cruzó de brazos indignado mientras escuchaba como Kageyama reía.
Risa que resonó por todo el gimnasio llamando la atención de todos. Sobretodo de un pequeño libero que solo hacia que su corazón doliese más.
—No vine aquí para que te rías de mi.
El pelinegro rió un poco más antes de aclararse la garganta y volver a poner su semblante serio.
—¿Y que quieres de mi? Porque si quieres que te de un pase, primero aprende a recibir como se debe.
—¡No es eso, Bakayama!- le gruñó.— Se que fuiste a reclamarle a Noya-san por lo que te dije, pero... ¿Qué le dijiste? Está muy deprimido, y si nuestra deidad guardiana no está bien, nuestro equipo no lo estará. ¡Así que ve ahí y arréglalo!- señaló en la dirección del libero.
—No sé de que hablas.- dijo haciendo un mohín y jugando con el balón entre sus manos.
Hinata entrecerró los ojos.— Tu y yo sabemos -sobretodo yo- que no tienes tacto al hablar. Y más cuando estás enfadado.- pinchó su pecho con su índice sin ser brusco.— Me apuesto lo que sea a que le hablaste de forma cavernícola a Noya-san.
—¡¿Como que cavernícola?!- soltó el balón para dirigir sus manos hacia la cabeza naranja.
Pero fueron interceptadas por las ágiles del más bajo.
—¡Sí! ¡Cavernícola!- hizo fuerza para que las manos del pelinegro estuviesen lejos de su cabeza.— ¡Y si no sabes lo que es búscalo en un diccionario! Ah no, espera. ¡Seguro que ni sabes para que sirve un diccionario!
—¡Boke! ¡Hinata boke!
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¿Se acuerdan de esa pelea en la que Hinata y Kageyama tuvieron que ser separados por Tanaka?
Bien... Pues esa situación se volvió a repetir, pero sin que alguno de los dos resultase golpeado como aquella vez.
Atsumu corrió a socorrer a su pequeño novio agarrándolo de la cintura haciendo que sus pies se despegasen del suelo y patalease el aire junto a sus brazos para irse encima de Kageyama y seguir con su ''privada'' discusión.
Por otro lado, el pelinegro tuvo que ser detenido por Osamu, Tanaka y Kinoshita. Era tanta la fuerza que tenía Kageyama en las piernas, que debía ser agarrado por tres personas para que no golpease al pobre Hinata.
Ambos de segundo se seguían gritando tonterías a la cara que nadie más que ellos entendían y se gruñían como perros rabiosos.
Pero al sentir el creciente enfado de Ennoshita el par dejó de forcejear contra sus captores y se quedaron quietos como estatuas. Se arrodillaron con rapidez en el suelo de parqué poniendo sus manos cerradas en puños encima de sus piernas dobladas y manteniendo la mira fija en los tenis de su capitán.
Solo les quedó aceptar el castigo y la regañina que les dio. Si temían a Daichi, Ennoshita era peor.
Hablando con voz suave y una sonrisa en los labios. ¿Y esa mano en sus hombros preguntando que si habían entendido? Fue espantoso.
—Todo es tu culpa.- murmuró Hinata.— No me habían expulsado una semana fuera del gimnasio desde aquella vez en primer año.
Un brazo siendo pasado por los hombros de Hinata y Kageyama y una risa burlesca llegando a sus oídos les hizo poner mala cara a ambos.
—Puede que para vosotros, monstruos del voleibol, sea una desgracia. Pero esa será la mejor semana de mi vida.- sonrió el de gafas.— No os tendré que ver la cara.-suspiró encantado.— Ese es el verdadero significado de la felicidad.
El de ojos azules golpeó la mano de Tsukishima que no paraba de reír mientras se adelantaba para llegar a su casa junto a Yamaguchi; y fulminó al pelinaranja, culpable de no poder siquiera practicar con el balón por ordenes de Ennoshita.
Sabía que si llegaba aunque sea rozarlo con la punta de los dedos, su capitán lo sabría y su castigo no haría más que aumentar.
—Y... ¿Por qué peleaban en primer lugar?- murmuró Nishinoya mirando al de ojos zafiros bajo su flequillo al tener el pelo hacia abajo.— Habíais dejado de pelearos.
Kageyama le miró directamente a los ojos como chocolate, y el más bajo tuvo que apartar la mirada notablemente avergonzado sintiendo como sus mejillas empezaban a calentarse.
—Le dije a bakayama que es un bruto al hablar.- refunfuñó el pelinaranja.— Y que debía disculparse por hab...-
La cara del pelinaranja fue girada hacia la izquierda y jadeó al sentir como le era robado un beso que aceptó gustoso. Al fin y al cabo, solo eran ellos cinco.
—Saca la lengua de la pobre mandarina.- golpeó Osamu la nuca de su hermano mientras pasaba de largo.
Como si tu no hicieras lo mismo con Kita-san, pensó el rubio mientras se sobaba donde fue golpeado.
—¿A que vino eso?- golpeó cariñosamente Hinata el estómago de Atsumu mirándole de forma tímida.
El rubio le sonrió y le rodeó con sus brazos acercando su boca a la oreja contraria mirando a Kageyama que miraba a Nishinoya quien le parecía mucho más interesante ver el asfalto; y a Osamu que estaba igualmente parada junto al par de enamorados que no se daban cuenta de las cosas.
—Cariño, deja que Tobio-kun y Yuu arreglen sus problemas.- dijo mientras le daba un beso en la oreja que empezó a ponerse roja. Se alejó y pasó su brazo alrededor del cuello del pelinegro y le acercó para que le escuchase.— Más te vale arreglar las cosas con Shouyo. No puedo perdonarte el que no podré ver sus bonitas piernas en pantalón corto en el gimnasio.- se alejó con una sonrisa y pasó un brazo sobre los hombros del libero y empezó a jalarlo.— Yuu, ¿quieres algo de tomar? Yo te invito.
Kageyama tomó aire por la nariz y lo soltó lentamente por la boca para luego cerrar sus puños y girarse a ver a Hinata que tenia una de sus manos tapando la oreja que había sido besado por Atsumu.
Miró una ultima vez a Nishinoya que miraba junto a Atsumu la maquina expendedora y giró su cabeza para ver que Hinata ya estaba a su lado.
—Somos amigo, ¿verdad?- se rascó la nunca.
El pelinaranja alzó una ceja y se cruzó de brazos.
—La pregunta ofende, bakayama.- chasqueó la lengua.
—Me gust... No. Me enamoré de Nishinoya.
Hinata abrió la boca en una perfecta o y parpadeó completamente sorprendido.
¡Atsumu no le dijo eso! Gustar de alguien y estar enamorado de alguien, ¡es completamente distinto!
—Di algo...- dijo incómodo Kageyama ante el silencio del más bajo.
—Eh...- boqueaba como pez fuera del agua.— Si sabes que... Noya-san... No batea para este lado, ¿verdad?
—Demonios, claro que lo se.- se revolvió los mechones negros totalmente frustrado.— Me repetía todo el rato que esto no debía pasar pero... No puedo sacármelo de la cabeza. Su sonrisa, su mirada, su risa...- suspiró.
—Ugh, si que te dio duro el amor, que asco.
El de ojos azules apretó los labios y le dio un suave empujón al mayor.
—No eres el más indicado para hablar. Atsumu-san y tu parecen chicle.
Hinata bufó.— Si tanto dices querer a Noya-san, ¿por qué le hablaste así? Míralo como lo dejaste.- señaló hacia donde estaba el nombrado pero ninguno giró a ver.
Kageyama se cruzó de brazos e hizo un puchero que al contrario le pareció adorable... Pero los de su chico eran más adorables.
—Aunque quiera a Noya-san, no tiene porqué ir por ahí diciendo quien me gusta y quien no.
—Pero seguro que lo dijiste sin tacto, como siempre.
El pelinegro resopló.
—Deja de ser orgulloso y discúlpate con Noya-san.
Kageyama apretó los labios junto a sus puños que aún estaban cruzados sobre su pecho.
No es que fuese orgulloso... Es solo que en su mente repetía la escena en la azotea donde había estado a un suspiro de juntar sus labios con los del mayor mientras le decía esas cosas... Tener que retractarse era sinceramente vergonzoso.
—¡Oye! ¡No lo toques!
Ambos chicos de segundo giraron para ver a los mayores que estaban a un lateral de la máquina expendedora agachados mirando hacia el cemento.
Más bien ambos hermanos ya que Nishinoya estaba viendo de lejos con las manos en su pecho.
Trotaron hacia ellos y miraron desde arriba lo que veían los otros.
Era un pobre cachorrito tirado en el suelo. Parecía un recién nacido al que acababan de tirar o abandonar. Estaba sucio, y Kageyama podría jurar que el pequeño animal cabria a la perfección en la palma de su mano.
—¿Qué desalmado podría haber dejado abandonado a este pobre cachorrito?- cuestionó Hinata poniéndose a la misma altura que los gemelos.
—Quien sabe...- dijo Atsumu.— Ojalá pudiera llevármelo a casa. Pero a mamá no le gusta tener mascotas en casa.
—Contigo es suficiente.- Osamu dijo tranquilo aun con la vista en el perrito.— El abuelo tampoco puede cuidar de él. Y ya tiene a Kuro.
—Mis padres tampoco les gustará que llevase un perro a casa, aunque a Natsu le gustaría.
Ambos gemelos y Hinata se miraban tristes y frustrados por no poder hacer nada por el pobre cachorrito.
El pelinegro giró a ver a Nishinoya que se mantenía cauteloso. Volvió a mirar al pobre perrito y se agachó para verlo más de cerca.
—¿Sigue vivo?
—Parece que le cuesta respirar, pero se aferra a vivir.- le dijo Atsumu alargando su mano queriendo acariciar al cachorro pero retirándola al momento.
Estaba seguro que si lo tocaba, se lo llevaría consigo.
—Pues espero que no se muera de camino al veterinario.
Todos giraron a ver a Kageyama quien se quitaba su chaqueta del uniforme y la colocaba de tal manera que pareciese una almohada.
Con la misma delicadeza con la que colocaba un balón en el aire, sostuvo al pobre cachorrito que gimoteó bajo al sentir el calor de las manos del pelinegro.
Parpadeó un par de veces al sentir una inexplicable opresión en el pecho. Con su índice le acarició la pequeña cabeza y lo arrastró por todo el lomo; repitiendo la acción más de una vez.
Dejó al animal encima de su chaqueta y luego la agarró entre sus brazos mientras se ponía de pie bajo la atenta mirada del resto.
—¿Tus padres no dirán nada por llevarte un perro a casa?- preguntó preocupado Osamu.
—Nunca están en casa. Es como si viviera solo. No se preocupe Osamu-san.- dijo tranquilo el chico con la mirada en el perrito.
—¿No tienes miedo a que te muerda? Siempre dices que las manos son importantes para jugar.
El de ojos zafiro miró a Nishinoya que miraba con recelo al pobre cachorro.
—¿Tiene miedo, Noya-san?- el más bajo dejó de mirar al animal para centrarse en aquellos ojos que le volvían loco.— No puede hacerle nada, es un cachorrito.
El castaño se fue haciendo hacia atrás cuando el pelinegro se acercaba hacia él con el cachorro.
Jadeó al sentir su espalda chocar contra un muro sin tener escapatoria. Un escalofrió recorrió todo su cuerpo cuando Kageyama le acarició desde el codo hasta llegar a su muñeca.
Su corazón latía con tal fuerza que creía que se saldría de su pecho. Incluso que su palpitar era tan alto que el menor lo podría escuchar.
Un cálido cosquilleo llegó a sus dedos cuando los del de ojos zafiros los sostuvo con cuidado y los guió hacia el animal en su chaqueta.
—¿Ves? No puede hacerte nada.- chocolate y zafiro chocaron.— Solo es alguien que está solo y... Necesita amor.
—Amor...- susurró el libero.
Ninguno dijo nada cuando ambos comenzaron a caminar dejando atrás a los gemelos y Hinata; en dirección al veterinario.
—¿Nos acaban de abandonar?- dijo indignado el pelinaranja.
Atsumu pasó un brazo sobre sus hombros y le besó la cabeza.
—Déjalos ser. Ambos van de camino a una larga paternidad...
—¿Eh?- inclinó su cabeza completamente confundido.— ¿A que te refieres?
—No le hagas caso, Shouyo-kun.- Osamu abrazó al menor alejándolo de los brazos de su hermano para hacerlo enfadar.— Solo dice tonterías.
Hinata hizo un puchero.
Eso no le aclaraba nada.
Sigue sin saber... Como es que llegó hasta allí.
Habia estado tan sumido en aquella caricia que le dio Kageyama que tan solo lo siguió como polillas hacia la luz.
Ese suave toque de sus dedos contra su piel. Tocándole con cuidado de que no se sobresaltatse como aquella vez cuando eran bañados por el agua de la piscina en Hyogo; para que tocase con dedos temblorosos al pobre animal.
Aquella sala de espera en el veterinario era mucho más acogedora que las de los hospitales. Paredes blancas pero con pegatinas de huellas de perros. Aunque lo que no cambiaban eran las sillas. Tan incomodas como siempre.
Habia más personas allí con sus respectivas mascotas, y él, se pegaba cuanto podía a Kageyama un poco porque quería; al tener dos asientos a su izquierda a una mujer con un gran san bernardo acostado a sus pies. Seguro que ese perro se podría comerse de un bocado al pobre cachorrito indefenso de Kageyama.
—Noya-san.- el nombrado dio un bote del susto pero no suavizó su agarre con su mirada atenta al enorme perro que había levantado la cabeza en su dirección.— Quisiera pedirle perdón.
El libero parpadeó extrañado y giró su cabeza a ver al más alto.
Grave error.
Sus narices se rozaron haciéndoles sentir una corriente eléctrica recorrerles el cuerpo y como las mejillas de ambos se ponían igual de rojas como un semáforo.
Nishinoya dejó de aferrarse al brazo de Kageyama y le pareció más interesante ver como el san bernardo le sacaba la lengua. El de ojos zafiros por su parte pensó que contar cuantas huellas de perro había en la pared.
El sonido de sus corazón era tan alto y rápido y que llegaban hasta sus oídos y deseaban que el contrario no lo notase.
—¿P-por qué te disculpas?
—Por la forma en la que le hable... No fue la correcta.
Noya hizo un sonido con su garganta para que el contrario supiese que lo había escuchado.
Le miró de reojo viendo ese perfil tan varonil que solo tenia el de ojos zafiros. Habia visto como la chica del mostrador se quedaba embobada mirándolo aún si era un estudiante. Kageyama sin duda era guapo. Alto. Fuerte. Con habilidades atléticas envidiables. Voz profunda.
Y... Le gustaba un chico.
¿Por qué cuando asumía que la posibilidad de gustar de Kageyama salia a flote, era el mismo Kageyama en aplastarle esa idea al decirle que su corazón ya latía por un chico?
Pero no uno cualquiera, sino uno que le hacia manchar la ropa interior.
¿Como iba a luchar por alguien que ya tenia a otro alguien?
Incluso había dejado su pelo hacia abajo justo como le dijo Kageyama ese día cuando estaba enfermo.
Su tono sincero y tranquilo le hizo saber que lo decía de corazón. Sin malicia.
—Puedo... ¿Preguntarte algo?
—Claro.
El libero se miró las manos antes de hablar.— Cuando me llevaste a la azotea... Dijiste que un chico ya ocupaba tu corazón.- tragó saliva.— Él... ¿te corresponde?
El pelinegro miró al libero quien solo mantenía la mirada en sus manos.
Perfecto para poder soltar todo lo que tenia retenido en su corazón sin que el otro notase que esas fuertes sentimientos eran dirigidos hacia él.
—No lo hace. Le gustan las mujeres.
—Oh... Vaya tonto.- rió nervioso.— No sabe el gran chico que eres.
—Él se lo pierde.- miró la bonita y pequeña nariz del mayor que se había rozado con la suya.— Pero haré todo lo que esté en mi mano para que se fije en mi. Aunque no puedo obligarlo a que me quiera.
—Mm...- se mordió el labio inferior. Su pecho dolía.— ¿Y como es?
—Es un año mayor que yo. Divertido, guapo, con una sonrisa capaz de iluminar una habitación entera, grandes ojos con lo que sueño todos los días...
Sus palabras eran como puñales a su corazón.
—¿Lo conozco? ¿Va a Karasuno?- alzó su mirada para centrarse en el contrario, y este de inmediato la retiró del libero aclarándose la garganta.
—E-eh... No. Lo... Lo conocí en el campamento juvenil de la sub-19.
—Pero en ese tiempo estabas con Shouyo, ¿no?- frunció el ceño.
—N-no... Q-quiero decir, sí. Es solo que hasta ahora yo...- miró al libero que tenia un claro interrogante en la cara.— ... No me había dado cuenta de lo maravillosa persona que es.
Chocolate y zafiro volvieron a fundirse. El posible ruido bajo que le envolvía fue desapareciendo para ellos que parecía que estaban envueltos en su propia burbuja donde nadie podía molestarles.
Su pecho y corazón adolorido ya no lo estaban tanto. Puede que Kageyama estuviese ciego de amor por esa persona, pero él podría hacerle ver que habían muchos más peces en el mar.
No iba a rendirse cuando había sufrido hasta aceptarse a sí mismo. Le haría ver a Kageyama lo que él valía.
Él no podría haber sido el único en sentir aquella electricidad recorrerle cuando sus narices se rozaron.
—¿Kageyama Tobio-san?
¿Eh?
¿Desde cuando estaban tan cerca?
Ambos, con sus caras giradas levemente a lados contrarios pero peligrosamente cerca de la otra.
Abrieron sus ojos sorprendidos por sus acciones y se separaron como si quemasen. Kageyama se levantó para ir al mostrador y Nishinoya llevó su mano hacia su pecho intentando tranquilizar su estúpido corazón. Cuando se normalizó tomó una bocanada de aire y caminó hacia donde estaba el más alto que asentía con su cabeza.
—Podemos pasar a ver al cachorrito.- el pelinegro tenia un tinte de emoción en la voz.
—¿Quieres... Que vaya contigo?
—¿Tu no quieres?
—No. Q-quiero decir. Claro. Vamos.
Siendo guiados por la chica del mostrador que se comía con la mirada al pelinegro, caminaron por un largo pasillo hasta una habitación donde pudieron dejar sus bolsos de la escuela y poder cambiarse a una bata, gorro y zapatos desechables.
Les guió por otro pasillo hasta una pequeña sala donde pudieron ver a un hombre con una tablilla en las manos.
En una mesa metálica pequeña estaba la chaqueta de Kageyama con el animalito encima y mucho más despierto. Habían dos lámparas cerca del pequeño cuerpo brindándole calor y un biberón con leche preparado para alimentar al pequeño.
—¿Como está?- preguntó el pelinegro acariciando la cabeza del perrito que se dejó acariciar.
—Su temperatura era baja y está falto de alimento. Del resto está bien.- miró serio al más alto.— Tiene suerte de que la etapa crítica haya pasado.
—Oh... Lo encontramos abandonado.- dijo aún acariciando al cachorro.
—¿A qué se refiere con etapa crítica?- quiso saber Noya.
—Los cachorros necesitan al menos tres meses para poder separarlos de la madre. Hay que mantenerlos calientes y bien alimentados. Y aunque es algo pequeño, este cachorrito tiene cuatro meses.
—¿Pero se pondrá bien?- preguntó Kageyama mirando al hombre de bata mientras seguía acariciando al cachorro.
—Por supuesto. Debería de ponerle cuanto antes las vacunas pertinentes y un chip por si se llega a perder en un futuro.- escribió algo en la tablilla que tenia en manos para luego apuntar al biberón lleno de leche.— Cuando acabe de comer pueden regresar a casa. En la recepción dejaré las citas apartadas para que venga a ponerle las vacunas y demás. Con permiso.
Ambos menores asintieron con la cabeza viendo irse al hombre.
El pelinegro cogió con cuidado al cachorrito entre sus manos quien se removió un poco acomodándose en la cálida mano; y acercó el biberón hacia la pequeña boca del animal.
Nishinoya sintió como su respiración se volvía a atascar al ver la bonita y brillante sonrisa que se estiraban por los labios de Kageyama quien veía como el animalito bebía con gula del biberón.
Y cuando se quiso dar cuenta, su dedo índice se estaba hundiendo en la mejilla del más alto que le miró alzando una ceja.
—¿Ves que si puedes sonreír de verdad sin que des miedo?
El de ojos zafiros bajó la mirada avergonzado mostrando una sonrisa pequeña, pero sincera.
—¿Ya has pensado que nombre vas a ponerle?
—No lo se... ¿No tienes ninguno? Seguro que se te da mejor que a mi elegir un nombre.
Noya se llevó una mano al mentón y se inclinó a ver con detenimiento al cachorro.
En verdad era un perro pequeño, pero seguro que con los cuidados de Kageyama crecería fuerte y sano. Y aunque no le gustasen los perros, este era sin dudas adorable. Quizás porque Kageyama ahora era su dueño.
Dueño de un lindo y pequeño pastor alemán.
Miró al chico una última vez antes de asentir con la cabeza y estirar la mano para acariciar con uno de sus dedos la pequeña cabeza.
—¿Te gusta... Yuto?
—Yuto...- miro al perrito.— Es un bonito nombre.
—¿Qué tal esta?
—Mm... Creo que no voy a comprarle una cama.
—¿Por qué? Además es esponjosita.- le dijo el libero acariciando la cama de mascotas.
—Quiero que Yuto duerma conmigo.- acarició la cabeza del perro que estaba metido entre su camisa y su jersey de la escuela.— No me siento cómodo dejándolo por ahí. Es muy pequeño.
—Pero va a crecer y no puede dormir contigo para siempre. Tiene que acostumbrase a dormir en su propia cama. Si lo malcrías desde pequeño, cuando crezca no te hará caso.
—Yuto no será así. Será el perro más educado que podrás conocer.
Nishinoya suspiró cansado.— Al menos comprala por si acaso, ¿vale?
—Bien... Pero solo porque tu me lo dices.
El libero miró sorprendido a Kageyama mientras sus mejillas se iban coloreando lentamente al igual que las del contrario que tenían un tono rosado mucho más leve que el suyo.
Podía sentirlo en el calor de su piel.
—Quiero decir... L-la llevo para cuando c-crezca.
—Bien... Venga, sigamos comprando. Ahora necesita un collar con su placa que mañana iremos a gravar después de ir al veterinario.
—Pero tienes práctica.
Nishinoya le miró y sonrió divertido.— Si mi mejor sacador no está, no tiene sentido que vaya.
El pelinegro sintió su corazón latir desbocado dentro de su pecho viendo como el más bajo miraba diferentes collares para el pequeño Yuto.
Sus esperanzas de conquistar al libero, ese día habían sido muy elevadas.
—Y tu me vas a ayudar a que se fije en mi.- le susurró al cachorro mientras besaba su pequeña cabeza.
No siento que haya pasado una semana desde que actualicé el capitulo anterior por llevar tantos días escribiendo este capitulo, pero creo que los dos días festivos que he tenido esta semana más un dedo inútil por unos días tienen la culpa.
La idea de que Kageyama tenga un perro fue tan inesperado como un montón de cosas de la historia. Pero que también podría sacar su lado más tierno.
El nombre de Yuto es la combinación de Yuu y Tobio. Que Nishinoya diga ese nombre es intencionado y que Kageyama no lo note igual.
Se que es un capitulo muy enfocado en el KageNoya pero espero que les haya gustado el capitulo.
Perdón si hay faltas. Las corregiré más tarde.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
Pd: Atsumu está a un capitulo de decir la frase. No estoy preparada para que llegue ese momento.
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