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Treinta dos

—Estamos en la misma calle... ¿verdad?

Hiroki se inclinó un poco hacia adelante para poder ver bien a través del vidrio frontal del coche y asegurarse de que no estaban en el lugar equivocado.

Pero ver aquellas grandes puertas de casi cuatro metros con una enorme 'A' justo en el medio, le dejaba bastante claro que ese sitio era su lugar de destino.

Tragó saliva cuando las puertas de repente chirriaron y empezaron a abrirse para dejarles paso. El motor volvió a rugir cuando pisó con suavidad el acelerador y empezó a conducir por el camino de tierra.

—¿Falta mucho? Este pobre viejo necesita estirar las piernas.

—Ya casi llegamos, papá.

—Eso dijiste hace una hora y aquí seguimos.- se quejó el hombre.

Hiroki tan solo pudo suspirar.

Primero habían cogido un avión desde Sendai para ir hasta la prefectura de Kioto. Una vez allí, habían alquilado un coche para así poder llegar hasta donde estaban en ese momento.

Un empresario muy importante lo había contratado a él como su abogado. Al principio no lo entendió, es decir, él dirigía un pequeño bufete de abogados y él se especializaba en la rama de lo penal.

Si el hombre que lo contrató no ha cometido ningún crimen, no entiende que es lo que hace allí. A parte de que había abogados mucho mejores que él.

Fue tanta la insistencia que acabó aceptado. Personas con un gran poder eran capaces de cualquier cosa para conseguir lo que querían.

Y era tal el poder, que insistió en que su familia le acompañase en aquel viaje de negocios sin preocuparse del hospedaje, que corría a cuenta del cliente.

Ahí, Hiroki se dio cuenta que con el hombre con el que iba a tratar no era ninguna broma.

Siguió conduciendo por el camino de tierra rodeado por un sin fin de arboles hasta que llegó por fin a la entrada del lugar.

—¿Hemos llegado?- volvió a decir el anciano cuando sintió el vehículo detenerse; con fastidio.

—Si vieras esto, te asustarías abuelo.- dijo Atsumu.

—Solo los tontos se asustarían.- habló esta vez Osamu intentando disimular el mismo temor que sentía su hermano.

Los otros tres que iban detrás de los gemelos, tan solo pudieron apretar los labios y dejar sus manos en sus piernas intentando ignorar el hecho de que ellos no pertenecían a aquella familia -exceptuando a Shouyo- y que decir algo sería una falta de respeto teniendo en cuenta que habían sido invitados con gran amabilidad.

De repente, las puertas se abrieron sobresaltando a Kageyama que apretó un poco el agarre que tenía en Yuto. Todos se bajaron, y más de uno gozó el poder estirar las piernas tras estar bastante tiempo sentado durante mucho tiempo.

Las maletas que tenían en el maletero del coche empezaron a ser bajadas por varias personas que las iban introduciendo por las puertas del lugar, lo que hacía que Hiroki se alterase más de lo que ya estaba.

Takeshi, bien agarrado de Kuro, tanteó el aire para encontrar a la persona que quería cuando su dedos tocaron su piel.

—Shinsuke, cielo, dime que ven tus ojos.

El nombrado sostuvo con cariño su mano y le sonrió aunque no pudiese verle.

Pero intuía que sentía su sonrisa.

—Hay una casa delante de nosotros.

—Esto no puede ser considerado casa, Kita-san. Es una mansión.- farfulló Atsumu.

Shouyo le dio un golpe suave en el estómago y el peligris solo rodó los ojos centrándose de nuevo en el anciano.

—Para la persona que viva aquí será una casa.- reprendió Kita.— Hay árboles por todas partes y podría asegurar que la parte trasera puede que tenga más. También muchas flores plantadas por todas partes.

—Ah... Puedo olerlas. Es maravilloso.- sonrió el hombre canoso dándole unas palmaditas a la mano del menor.

En eso, apareció un hombre delante de ellos, con traje negro y guantes blancos.

—Es un placer tenerlos por aquí. Por favor acompáñenme.

El hombre dio una pequeña reverencia con una de sus manos perfectamente puesta en su abdomen y la otra tras su espalda.

Todos se miraron entre sí, y fue Ami quien dio el primer paso para seguir al hombre; siendo seguida por todos. Hiroki entrelazó sus dedos con los de la castaña y subieron los escalones que los separaban de la entrada. Detrás de ellos le siguieron Takeshi junto a Kuro y Kita, que le iba diciendo que subiese con cuidado los escalones. Detrás de estos, estaban los gemelos que se peleaban a cada paso, y detrás de ellos, estaban los tres cuervos que no sabían como moverse.

Se preguntaban incluso si estaba bien respirar.

Si se impresionaron al ver la fachada, el interior era también increíble.

Con una gran escalera a unos cuantos metros de ellos; de madera, con anchos pasillos a sus laterales. A la derecha se apreciaba un comedor formal, mientras que a la izquierda un gran salón con grandes sillones. Seguramente habrían más habitaciones, pero no estaban a la vista.

El hombre de bigote giró a la izquierda pudiendo ver en uno de los sillones individuales frente a un gran ventanal a un hombre con un traje de tres piezas de color vino, sentado con una de sus piernas sobre la otra mientras sostenía con elegancia una copa de vino tinto.

—¿No es un poco pronto para beber vino?- le susurró Hinata a Nishinoya.

El libero tan solo se encogió de hombros.

¿Él que iba a saber?

—Gracias Alfred. Por favor, llama a mi hijo.- la grave voz del hombro erizó la piel de más de uno. El hombre de guantes solo dio una reverencia y desapareció de la vista de todos.— Me alegra que hayan podido venir. Tomen asiento, por favor.

Con movimientos torpes, los nueve se sentaron en los sillones de aquel lugar con Hiroki estando más cerca del hombre de traje.

—Usted quería que nos reuniésemos con urgencia.- dijo el castaño.— Pero sigo sin entender porqué mi familia debía de venir también, e incluso nos presta su residencia para hospedarnos.

El hombre le dio un sorbo a la copa y cambió de pierna.

—Ishida-san. La familia es algo importante. No debería de descuidarla. Sobretodo si su mujer está en estado.

Miedo.

Eso era lo que sentía Hiroki.

Aquel hombre sabía del estado de Ami teniendo en cuenta que nadie más que la familia -contando con Hinata, Kita, Kageyama y Yuu- sabían del embarazo de la mujer.

¿Acaso los habría estado vigilando?

¿Y si era el padre de los gemelos quien le pidió a esta persona que los vigilase?

Quizás les pidió que fuesen hasta allí porque tenia pensado hacerlos desaparecer a cada uno de ellos -contando con los pobres perros- y no querían dejar ningún rastro. Por eso le dijo a aquel mayordomo sacado de una típica serie inglesa que fuese a buscar a su hijo porque iba a ser él quien acabase con sus vidas.

O tal vez le llamaba para que viese como continuar con aquel negocio clandestino.

Por los dioses.

Apenas había disfrutado su vida con Ami, los gemelos, Hinata y Kita.

Aquello era cruel.

—Estás aquí, Seijuro.

—¡¿Akashi?!- dijo Atsumu sorprendido más de lo que debería.

—¿Lo conoces, Atsumu?

—L-lo conocimos hace un par de días cuando fuimos a Tokio.- seguía diciendo algo confundido.— ¿Qué haces aquí?

—Esta es mi casa.- alzó la barbilla.

—Entonces...

Hiroki empezó a encajar las piezas de su puzzle imaginario en su cabeza, encajando a la perfección.

Se desinfló en su lugar, y pensó que la imaginación donde habían sido llevados hasta allí con el fin de hacerlos desaparecer, era demasiado descabellada.

—Permítanme presentarme de nuevo. Soy Akashi Masaomi.- se llevó la mano libre al corazón.— Él es mi primogénito, Seijuro, heredero de la mitad de la fortuna Akashi. La otra mitad la tendrá mi futuro hijo, Seiji. Aún no ha venido a este mundo pero cuando lo haga... Espero que nuestros futuros se unan nuevamente, Ishida-san.

Hiroki sonrió de forma temblorosa.

¿Qué... acababa de insinuar?

No, no.

¿Acaso entendió lo que dijo? ¿Que su hijo no nato podría llegar a relacionarse con el hijo no nato de Akashi? ¿Estaban arreglando una relación de la cual no sabrían si iría bien?

¡Ni siquiera sabia si lo que esperaban era un niño o una niña!

—Padre, si no te importa, iré a enseñarles las habitaciones a nuestros invitados, así podrás hablar con calma con Ishida-san.

—Correcto.- asintió el hombre poniéndose de pie consiguiendo que Hiroki hiciese lo mismo.— Por favor, sígame.

El castaño siguió al hombre de pelo rojo oscuro, desapareciendo de la vista de todos.

El Akashi menor, hizo un simple movimiento de cabeza para que todos le siguieran; y le extendió su mano a Ami para ayudarla a ponerse en pie.

—Ishida-san, hemos dispuesto una habitación en la planta baja para que no le resulte un problema las escaleras. También a usted Ami-san.

—Miren a este jovencito, tan educado.- entrecerró los ojos en dirección al pelirrojo.

—¡Alfred!- llamó Akashi.— Por favor, enseñe a Ishida-san y Ami-san sus dormitorios por favor. Yo les enseñaré a nuestros invitados los del segundo piso.

—Por supuesto, Seijuro-sama.

Ami sostuvo por el brazo a Takashi guiándolo, mientras desaparecían por el pasillo de la izquierda con la presencia de Alfred delante de ellos.

—Seguidme. Vuestros cuartos están en el segundo piso.- dijo el pelirrojo empezando a subir las escaleras.— Compartiréis cuartos. Las disposiciones ya están hechas.

Los seis siguieron en silencio a Akashi por las escaleras. Sus palabras suaves pero firmes impedían que quisieses retractarte de lo que te dijese.

Pero, ¿todo esto tenía sentido?

Para Atsumu no. Nada tenía sentido. Su padre había llegado a casa diciendo que se iba a un viaje de negocios y que toda la familia debía de ir con él. ¿La razón? Simplemente dijo que su cliente había pedido que la familia fuese con él.

Ahora entendía -mas bien no- el porque sus pasajes fueron pagados por el cliente de su padre, -en primera clase por cierto- sin tener que gastar un solo centavo.

¡Pero eso no explicaba porque ellos!

Akashi no sabía que su padre era Hiroki, ni que su madre estaba embarazada.

—¿Puedo preguntarte algo?- dijo Atsumu al llegar a lo alto de la escalera, todavía siguiendo a Akashi.

—Por supuesto.

—¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué tu padre quiere a nuestro padre como abogado?- Akashi giró levemente su cabeza para ver por encima de su hombro al rubio.— No es que sea un mal abogado pero... ¿Habéis cometido algún crimen?- susurró.

El pelirrojo paró de caminar justo en frente de una de las tantas puertas que tenía ese pasillo.

El otro pasillo, el que se encontraba a sus espaldas, probablemente tuviese la misma cantidad de puertas como ese. Pero no se iba a girar para comprobarlo. La diferencia económica y social era sin duda notable.

—No te ofendas, pero os tuve que investigar.

—¿Disculpa?- preguntó claramente ofendido.

—Bueno... Los amigos de Kise son algo... Cuestionables.- alzó una ceja.— Debía de asegurarme que la gente con la que me reúno está limpia. No quiero problemas.

—Eso no explica el porqué queréis a mí padre y el porqué estamos aquí.

Akashi giró los ojos con fastidio. Le estaba empezando a dar dolores de cabeza.

No. Corrección. Atsumu le estaba produciendo dolores de cabeza.

—Unas llamadas aquí y allá.- movió sus manos.— No hay nada que el dinero no mueva, y ofrecerle un par de millones de yenes por asistencia a un abogado, no sería complicado.- dijo aquello último con una sonrisa.— Ésta es tu habitación, la de tu hermano la del frente, y la de los otros dos la de la izquierda. Cuando os instaléis nos vemos en el jardín. Espero... Que no os perdáis.

El pelirrojo se marchó con tranquilidad y Atsumu juraba que podía escuchar su risa en su cabeza aunque no la haya proyectado.

Su voz suave le hacía tener la piel de gallina.

Sin duda era digno de ser el sucesor del imperio Akashi.

—¿En serio dijo que le ofreció a papá un par de millones de yenes?

El rubio giró su cabeza hacia su hermano.

Completamente indignado.

—¿Eso es lo que te preocupa? ¿El dinero?

—¿Acaso debería de preocuparse por algo más?- habló esta vez Kageyama.

—¿Os olvidáis que podríamos desaparecer si ellos quieren? Son yakuzas. ¡Yakuzas!

Kita rodó los ojos y agarrando la mano de Osamu desapareció por su habitación diciendo:

—Lees demasiados mangas y libros, bakatsumu.

Osamu movía sus piernas dentro del agua al estar sentado en el borde de la piscina exterior; bajo la sombra que daba unos árboles.

En sus manos, descansaba Yuto, quién movía de forma perezosa su cola, como si fuera un gato. Era algo gracioso.

Hasta hacía poco, todos estaban allí junto a él, dentro del agua, pero habían salido para ir hacia el interior donde se podía ver, gracias a unos grandes ventanales, lo que parecía ser un gimnasio con canastas de baloncesto en cada esquina.

La vista sola parecía divertida, pero se sentía fuera de lugar.

Había aceptado lo que le había pasado, pero no estaba preparado para que el resto de las personas supieran lo que había pasado.

Los golpes habían desaparecido pero sentía que aún seguían ahí. Las marcas de los cigarrillos en su mayoría ya no estaban, pero habían quedado algunas marcas que no pudieron desaparecer.

Kita ya sabía cómo estaba. No podía ocultarle nada.

Su estúpido hermano también era obvio que sabía cómo estaba su cuerpo. Y de cómo se sentía.

Con Hinata podía ser como quisiera. Era el único, junto con Kita, que le trataban de forma normal. Que le trataban como una persona sana, no una persona que ha tenido y tiene problemas.

No tenía la confianza de decirle a Kageyama y Nishinoya lo que le había pasado, y al resto no los conocía.

Es por eso que sentía que aquel no era su lugar.

—¿Por qué no vas con los demás?

Osamu dio un bote debido al susto, y alzó la mirada para encontrarse al chico pelirrojo que los había recibido al llegar.

Le miraba con una sonrisa y sus manos estaban detrás de su espalda. Parecía una imagen muy inocente, pero estaba claro que aquel chico no era para nada inocente.

Y eso estaba claro cuando dijo que le había ofrecido una gran cantidad de dinero a su padre para que fuera el abogado asesor del gran empresario Akashi Masaomi. Esta gente se movía con y por el dinero.

—Me voy a sentar.- afirmó.

El castaño no dijo nada y en su lugar quiso centrarse en acariciar a Yuto.

El contrario quiso acariciarlo como él al sentarse, pero el pequeño cachorro giró su cabeza ignorándolo. Le escuchó chasquear la lengua.

—Odio los perros que no obedecen.

—¿Se le ofrece algo, Akashi-san?

—... Yo sé... Lo que hizo tu padre.

El cuerpo de Osamu se tensó.

—Ya sabes, al investigar, todo se revela. Todo.- el castaño pasó saliva. El miedo quería apoderarse de él.— Puede que no sirva de mucho, pero puedes contar con toda mi ayuda si lo deseas. Yo también pasé por un momento algo delicado y gracias a mis amigos lo pude superar.

—Dudo que sea lo mismo.- dijo con voz temblorosa.

—Claro que no.- afirmó.— A mi no me golpearon ni me usaron de cenicero. Pero sufrir trastorno de personalidad múltiple tampoco creo que sea algo fácil de digerir.- Osamu apretó los labios en una fina línea.— Tras la muerte de mi madre, mi padre se abandonó y me abandonó. Puede que debido a eso me haya pasado lo que me pasó. Por eso ahora intenta arreglar mi destruida infancia con ese niño que aún ni ha nacido.... Al menos yo podré estar para ese niño para que no se le vaya la cabeza como a mi.

¿Acaso el chico que tenía a su lado le había contado los problemas de su vida y familia, y había dicho que estaba loco?

Perdón, ¿las personas con trastornos posiblemente mentales se les podía llamar locas? En realidad, ¿qué era estar loco?

—¿Por qué me cuenta todo esto?

—Nada en especial.- se encogió de hombros.— Puede que haya sacado el tema para hacerte saber que le hemos hundido la vida a tu padre biológico.

—... ¿Qué?

—Ya sabes, al averiguar vuestra vida, supimos que vuestro padre biológico tenía negocios con mi padre, y al saber lo que había hecho cortó todo tipo de relación. Y en el mundo de los negocios, que una empresa tan importante como la de la familia Akashi deje de hacer negocios con otra, significa que todo ha acabado... Me encanta imaginarme la desesperación que puede estar pasando en estos momentos.

El castaño no sabía si alegrarse o no al ver aquella sonrisa que se dibujaba en la cara del chico.

Parecía que disfrutaba ver cómo las personas caían en desesperación, y aunque su padre biológico le haya hecho cosas horribles, nunca deseó que le pasase algo como la perdida de su empresa.

—S-sei...

—Kouki. ¿Que pasa?

A Osamu se le erizó la piel al escuchar de repente la dulce voz de Akashi, y de cómo se le iluminó la cara al ver al chico castaño.

—L-los amigos de Kise-kun están discutiendo.

Osamu se inclinó hacia delante y miró en dirección en la que el castaño contrario señaló, y quiso darse un golpe en la frente al ver como era su hermano el que estaba discutiendo con Kageyama.

Ambos movían las manos, como para dar a entender su punto de vista, pero era el tonto de su hermano el que hacía esos movimientos mucho más exagerados.

Rodó los ojos y se puso en pie. Se secó las piernas con la toalla que Kita le había dejado; sosteniendo con cuidado a Yuto para que no se cayese. Siguió al bajito pelirrojo junto al castaño y entraron en el gimnasio pudiendo escuchar las voces del par.

O más bien la de su hermano.

—Equilibrado. Así debe de ser el equipo Tobio-kun. Es por eso que Shouyo debe de estar en mí equipo.

—Si quieres equilibrio, lo tendrás con Hinata en mi equipo. Con él y Yuu seremos fuertes.

—¡Precisamente!- exclamó.— ¿Donde ves equilibrio en un equipo que tiene un libero y rematador contra un equipo que es un completo inútil al no saber ni las reglas básicas? Por eso Shouyo se viene conmigo.- jaló al pelinaranja.

—Ni lo sueñes, Atsumu-san. Hinata estará conmigo.- esta vez fue Kageyama el que jaló hacia su lado.

—Te digo que para tener el mejor equilibrio debe venir conmigo.

—¿Pero de qué te quejas? ¡Tu se la colocas todos los días, déjame que se la coloque yo por una vez!

El gimnasio quedó en completo silencio, y Osamu puso sus labios en una fina línea y se dio la vuelta listo para salir de allí lo más rápido que pudiese. No tenía la necesidad de tener que escuchar esa conversación, aunque estaba claro que no era ese tipo de conversación.

Pero la mano rápida de Kita le impidió la huida que estaba planeando.

Quiso chasquear la lengua al verse frustrado, pero se contuvo al saber las repercusiones que eso tendría.

—¿Qué es lo que A-chin le coloca a Hina-chin y que Tobio-chin quiere colocarle ?- preguntó inocentemente Murasakibara comiendo una palito de pocky.

—Por favor, no preguntes.- dijo Hinata con su voz amortiguada al tener sus manos tapando toda su cara.

En eso, la estruendosa risa de Takao resonó por todo el lugar. Se agarraba la barriga con ambos brazos, golpeaba el suelo con uno de sus pies y de las esquinas de sus ojos empezaban a salir algunas lágrimas producto de la risa.

Por su parte, Aomine se reía de forma de un poco más disimulada pero igual de burlona. Algo no muy propio de él ya que quería reírse como lo hacía Takao. Pero con el pelinegro ya era suficiente.

La mayoría de los presentes querían morir de la vergüenza, unos más que otros, mientras que Murasakibara seguía sin entender que era lo que había ocurrido.

Osamu, cansado y temeroso de que aquella conversación siguiese, avanzó hasta su hermano y le rodeó el cuello con uno de sus brazos y miró con desprecio a Kageyama y le señaló.

—Puedes quedarte con Shouyo-kun y Yuu. A mi hermano solo le hago falta yo para que os comáis el piso cuando os ganemos.

El castaño pudo sentir la mirada de su hermano en él.

Incluso podía sentir que su orgullo empezaba a crecer tras decir tales palabras.

—Te recuerdo que nosotros os aplastamos en los nacionales.- se burló Nishinoya.

—Y yo te recuerdo que perdiste más de un balón gracias a mi hermano.- contraatacó.— Y con Shinsuke de nuestro lado la victoria está asegurada.

—Ah. Lo siento. Estoy retirado, no pienso jugar.- interrumpió Kita con una sonrisa.

—¡Pero Kita-san...!- se quejó Atsumu.

—No pienso jugar.- dijo firme con la sonrisa aún en sus labios.— Seré el árbitro. Y estoy seguro que Akashi-san podrá manejaros si os descontroláis. ¿Verdad?- miró al pelirrojo.

El chico carraspeó y se alisó la ropa.

—Por supuesto. Mis órdenes son absolutas y no tolero que me desobedezcan.

Los gemelos tragaron saliva.

¿Podrían ganar a salvo aquel partido?

·

·

·

Atsumu se encontraba acostado en la enorme cama de la habitación que le habían dado; en posición de cruz con un pijama ligero debido al clima caluroso. Aunque no se sentía el calor debido a que la "casa" contaba con aislamiento para evitar el calor.

Atsumu, se sentía feliz.

¿Por qué?

Porque le había ganado a Kageyama.

No quería presumir, pero su equipo había sido el mejor. En cada lado habían anotado puntos, pero sin lugar a dudas su equipo fue el mejor.

Él obviamente fue el colocador. Su hermano fue su rematador y bloqueador central. Su otro bloqueador central -por fortuna- fue Murasakibara. Su lateral izquierdo -por fortuna nuevamente- fue Midorima, y para su sorpresa, Akashi fue su lateral derecho.

Por último, Takao fue su libero, y no tenía nada que envidiarle a Yuu, porque sin duda Takao tenía unos excelentes reflejos que ayudaron a salvar unos cuantos balones.

En el equipo de Kageyama, él sería el colocador -nada nuevo- y Hinata sería bloqueador central y el ansiado rematador; y Noya era el libero.

Como su otro bloqueador central, había sido Kagami con sus absurdos saltos que no hacían más que frustrarle. Aomine había sido su lateral izquierdo y Kise el derecho.

Al ser impares, decidieron que no habrían suplentes, por lo que el libero no cambiaría en ningún momento y tampoco habrían cambios. Nadie tuvo queja alguna.

Otra cosa de la que Atsumu se había fijado, es que ambos equipos eran absurdamente altos. No es que él fuese bajo o algo por el estilo, pero el resto casi rozaba o pasaba del metro noventa. En su equipo, Takao apenas pasaba del metro setenta, y ni hablemos de la altura de Akashi, porque tampoco era tan alto.

Pero la gran diferencia del equipo de Kageyama, eran sin duda Hinata y Noya. Ambos estaban alrededor del metro sesenta. Aunque no afectase a Yuu, la altura de Shouyo era importante a la hora de bloquear.

Era por eso que habían ganado dos sets a cero.

Aquella victoria sin duda le había sabido a gloria. Las indicaciones de Akashi, los reflejos de Takao, la altura de Murasakibara, la izquierda de Midorima y la gran compenetración con su hermano. Sus increíbles colocaciones... Había sido un gran equipo.

Y el de Kageyama no se quedaba atrás, pero sin duda su equipo era el mejor.

Por eso estaba feliz.

Había empezado un día movido al tener que viajar hasta Kioto, pero estaba acabando de una gran manera.

Alzó un poco la cabeza al escuchar la puerta del baño ser abierta y ver cómo de ella salía Hinata con su vieja camisa del uniforme de Inarizaki mientras se secaba el pelo. Volvió a dejar su cabeza sobre el colchón y sonrió esperando a que el pelinaranja fuese con él.

Pasaron escasos segundos hasta que Shouyo finalmente fue hasta él. Pensó que se acostaría sobre su hombro para así poder abrazarlo de medio lado, pero no se quejó cuando lo sintió ponerse sobre él con sus brazos apretados contra los pechos de ambos. Él rodeó su estrecha cintura y dejó que su pequeño pelinaranja le besase sus mejillas y su mandíbula con pequeños piquitos que lo único que lograba era que su sonrisa fuese más grande si es que eso era posible.

—Estás feliz.- aseguró Hinata.

—Lo estoy.- afirmó el rubio.

Sus dedos hacían círculos en la espalda baja del contrario de forma lenta, mientras que él sentía esos pequeños círculos en su pecho.

—¿Ocurre algo Shouyo?

—¿Por qué?

—Te veo... Diferente.- paró los movimientos de una de sus manos para acariciarle una de sus mejillas.— Tus ojos brillan más de lo normal y no paras de recorrer mi cara. Y tus dedos no has dejado de moverlos en mi pecho.

—¿Soy tan obvio?

Atsumu rió y besó su frente.— Puede que yo solo lo note. Pero, ¿me dirás qué pasa?

—Bueno... Yo... Quiero hacerlo.

—¿Qué?- soltó con una ligera risa.

—Que quiero hacerlo. El... Amor.

—Oh...- sintió que su cara empezaba a sonrojarse.— Si...- carraspeó.— Si esperas diez minutos, ¡no! Cinco. Si me esperas cinco minutos a que me prepare estaré listo para ti.

Hinata sacudió su cabeza.

—Tsumu. Quiero entregarme a ti.

Aquello sorprendió al rubio.

Sostuvo con sus manos la pequeña cintura para que a la hora de levantarse no se cayese.

Lo miró fijamente a los ojos y pudo saber que lo que le decía iba en serio. Muy en serio.

—Quiero que me hagas el amor.- habló nuevamente Shouyo.

—Yo encantado pero...- arrugó su frente.— Había planeado que cuando fuese tu momento fuese especial. Una cita al cine, una cena en un bonito lugar y tú y yo en una habitación iluminada con velas y un camino de pétalos de rosa de la puerta a la cama.

Hinata rió.

Sentía que en cualquier momento podría llorar por las palabras del chico que tenía delante suyo.

—Tsumu. Siempre será especial porque tú estarás ahí.- dijo.— Da igual si lo hacemos en el almacén del gimnasio de la escuela, en los baños públicos del centro comercial o en una habitación con pétalos de rosa. Todos esos lugares serán especiales porque tú estás en ellos.

—Shouyo...

El pelinaranja fue quien dio el paso porque sabía que el mayor no lo haría, así que se inclinó hacia el frente y besó de forma lenta los labios contrarios.

Sus labios se tocaban como si fuera la primera vez que se encontraban. Movimientos suaves y lentos. Solamente los separaban en cortas ocasiones para poder respirar. Las manos del rubio acariciaban las mejillas del más bajo mientras que éste mantenía sus manos hechas puños alrededor de la camisa del mayor a la altura de su pecho.

—Shouyo...

Atsumu se giró sobre si mismo dejando esta vez al pelinaranja debajo de él.

Se enderezó para quitarse la camisa y mandarla a volar, y volver enseguida a los dulces labios de Shouyo. Los labios de su pelinaranja le hacían enloquecer. Le hacían nublar la mente, y no quería que eso pasara.

Ese no sería el lugar que había imaginado para la primera vez de Shouyo, pero al menos quería ser lo más dulce posible con el. No quería dejarse llevar por el placer de simples roces como lo eran sus besos. Quería que Shouyo disfrutase del momento más mágico y único que podría tener en la vida.

Sus labios abandonaron los del menor y se empezaron a deslizar hacia la oreja. Allí repasó con la punta de su lengua todo el contorno de ésta hasta llegar al lóbulo donde lo mordió con suavidad. Aquello sólo logró que Hinata gimiese bajito sacando una gran sonrisa en los labios del rubio.

Siguió su recorrido hacia el cuello donde lamió y chupó cada porción de piel que encontraba pudiendo escuchar más de esos agradables suspiros que salían de la pequeña boca de su amante. Con destreza, hizo que Hinata levantase los brazos para así poder sacarle la camisa y dejarle solamente con sus boxers azul marino. Sus pequeños pezones estaban completamente erectos, al igual que su intimidad que empezaba a endurecerse debajo de la ropa interior.

Se apoyó en su brazo izquierdo para así con los dedos de su derecha empezar a juguetear con uno de los duros botones rosados. Corrientes eléctricas atravesaban el cuerpo del pelinaranja y quería más.

Quería más de lo que Atsumu le podía ofrecer.

—T-tsumu...- suspiró.— Deja el juego previo.

—Mi amor.- besó su hombro desnudo y le miró directamente a los ojos.— El juego previo es para preparar el ambiente. El toque de mis dedos en tu piel...- repasó con suavidad todo el contorno de la aréola logrando erizar su piel.— ... es para lograr alterar cada centímetro de tu cuerpo.

—Ngh...

—Quiero que tu cuerpo recuerde cada una de las sensaciones que te hago sentir.- susurró en su oreja.

Hinata arqueó la espalda dejando escapar un bajo gemido en el momento que el aliento del rubio tocó su piel.

Cerró los ojos cuando los labios de Atsumu volvieron a tocar la piel de su cuello. Iba dejando besos a medida que iba bajando por él y al llegar a su clavícula, le dio un suave mordisco que le hizo suspirar. Siguió bajando hasta encontrar su otro pezón que no estaba siendo atacado por los largos dedos de Atsumu; y gimió mucho más fuerte que antes justo cuando fue mordido y jalado con algo de fuerza.

La traviesa lengua de su chico se movía por encima de su endurecido pezón y él solamente podía dejar escapar incontables gemidos y suspiros. Sus manos agarraban con fuerza las sábanas al no saber que hacer con ellas.

Quería llevarlas hasta el pelo rubio del mayor y a la vez no.

Su cabeza era un lío en esos momentos.

Su estómago se retorció cuando la boca del mayor abandonó su pezón y llegó hasta él. Miles de descargar eléctricas se iban dirigiendo hacia su entrepierna al sentir como Atsumu empezaba a juguetear con su ombligo pasando su lengua por el alrededor. Perdió por completo la cabeza en el momento que esa traviesa lengua empezó a dar pequeñas embestidas en su pequeño ombligo.

De su boca solo podían salir gemidos entremezclados con los llamados del nombre del mayor. Todas las sensaciones que Atsumu le proporcionaban a su cuerpo eran demasiado como para procesarlas. Él quería más.

Suspiró cuando su erección fue liberada y sintió el cálido aliento de Atsumu chocar contra ésta.

Alzó la cabeza para mirar su siguiente movimiento. Esperaba que le hiciese una mamada como cuando fueron a Hyogo. Recordar aquello le hacía sentir vergüenza porque sentía que su personalidad había cambiado.

Por el dios del voleibol, ¡había hablado sucio!

Gruñó en señal de frustración al ver que le bajaba los bóxer en vez de hacerle un espectacular sexo oral. Él ansiaba ese sexo oral.

—Tranquilo.- dijo con una ligera risa.— Tendrás lo que deseas.

Hinata se lamió los labios. No quería parecer ansioso, pero lo estaba.

Sus piernas fueron separadas dejándole expuesto. Su erecto miembro se alzaba orgulloso y su entrada se contraía a la espera de que fuese atendida por primera vez; y con anticipación.

Gimió echando la cabeza hacia atrás cuando Atsumu lamió su pene desde la base hasta la punta. La juguetona lengua acariciaba con su punta la cabeza de su pene consiguiendo que se desesperase más al no sentir que sus burlonas caricias fuesen más allá.

Se quejó cuando uno de los dedos del rubio se introdujo por fin en su entrada, pero lo olvidó por completo cuando su pene fue envuelto por la caliente boca del contrario. Subía y bajaba desde la punta hasta la base, tragándose toda su dura carne. Movía su lengua cada que su cabeza subía y bajaba haciendo que se descontrolase y no pudiese contener los gemidos que salían de su boca.

Un segundo dedo fue añadido a su interior logrando que la sensación de incomodidad que tuvo al principio de desvaneciese y fuese sustituida por una de ligero placer.

Los dedos de Atsumu eran largos y ligeramente gruesos a comparación de los suyos. Sentía que llegaban tan profundo que podrían tocar todo de él.

Dejó de sentir la boca de Atsumu a su alrededor, para sentir esta vez su mano envolverle. La movía con rapidez de arriba hacia abajo haciéndole aumentar el placer que ya tenía. Pero con eso sentía que podría correrse en cualquier momento. Y que los, ya tres, dedos en su interior le empezasen a dar certeras embestidas no ayudaban.

—A-atsumu... Me... Me voy a correr.- dijo como pudo.

—Hazlo Shouyo.

—Ngh... No.- gimió.— P-para. ¡Ah!

—No te aguantes, cariño.- dijo con voz ronca.— Córrete para mi.

Y como si hubiese estado esperando por esas palabras, Hinata se corrió con un gemido que ahogo con una de sus manos porque la poca cordura que le quedaba le recordaba que no estaban solos en aquel lugar.

Su cuerpo tenía pequeños espamos debido al reciente orgasmo y su pecho subía y bajaba con algo de rapidez.

Movió sus ojos hacia abajo para ver como Atsumu se baja de la cama y se quitaba sus pantalones cortos junto con su ropa interior dejando a la vista su duro pene que se alzaba completamente orgulloso, con líquido pre-seminal goteando en la punta; y se colocaba un condón que no sabía de donde demonios había sacado.

—No te has corrido.- hizo un puchero.

—No te preocupes por mi.- le dijo mientras se subía de nuevo a la cama y se ponía de rodillas. Atrajo al pelinaranja hasta él para que su erección tocase la la dilatada entrada del menor consiguiendo que se sobresaltase ante el acto. Cogió el bote de lubricante que había agarrado junto al condón y echó un poco por encima para después extenderlo con su mano.— Hoy, eres tu el que mejor debe sentirse de los dos.

Sostuvo con una mano su erección y la guió hasta la entrada del menor y forzó a la punta a entrar.

Ante ello, Hinata gimió, y no de placer.

—Duele.- dijo quedito.

—¿Quieres que pare?- preguntó preocupado.

Sacudió su cabeza.

—S-sigue, pero... Ve despacio, ¿sí?

—Claro.

Puso las piernas de Shouyo que le rodeasen sus caderas, apoyó sus antebrazos a la altura de los hombros del contrario y su cara quedó a centímetros de la otra viéndose directamente a los ojos: brillantes y llenos de amor uno por el otro.

Atsumu de forma lenta, fue moviendo sus caderas hacia el frente introduciéndose cada vez más al interior de Shouyo quien, gemía de dolor ante la sensación de que algo grande se iba abriendo paso por un lugar que nadie había tocado. 

Ni siquiera él.

Cuando estuvo completamente dentro, el rubio a parte de sentir la calidez del interior del menor junto la sensación de la fuerza con la que su pene era apretado, podía sentir como las piernas alrededor de su cadera tenían un férreo agarre. Aquello solo mostraba el dolor por el que estaba pasando Shouyo.

—Debes de relajarte, Shou.

El pelinaranja asintió mientras soltaba aire por la boca de forma entrecortada.

—Para ti es fácil decirlo. No te están apuñalando por el culo.

Atsumu quiso mantenerse serio ante tal comentario.

En serio que quiso.

Pero fue imposible y terminó riéndose.

Menuda primera vez le estaba dando a Shouyo, pero es que era imposible.

—A ti te apuñalan el culo y a mi pareciera que me quieren amputar el pene de la fuerza con la que me lo aprietan.

—Ja, ja. Qué gracioso.- le sacó la lengua.

Se sintió ofendido.

—El que mejor debería de sentirse debes de ser tu.- comentó Atsumu, agarrando las manos del chico para ponerlas sobre sus hombros y que aquel fuese su nuevo apoyo.— Tu al menos te has corrido. Yo aún no he tenido esa dicha.

—Porque tu lo quisiste. No dejabas de atenderme.

—Y eso es porque cada cosa que hagamos debes de recordarla. Es tu primera vez y debe ser importante.

—Ya te dije que si tu... ¡Ah!

Hinata gimió de repente al sentir una fuerte embestida por parte de Atsumu, quien a su vez, gruñó cuando el pelinaranja clavó sus cortas uñas en sus hombros antes el movimiento.

Rió.— Te recuerdo que estamos haciendo el amor.- dio otro embestida algo más suave pero igual de certera que la anterior.— Gracias a nuestra pequeña charla te olvidaste que un gran trozo de carne está a punto de que veas todo el sistema solar.- le susurró.

Hinata quiso reír ante tales y ridículas palabras tan cursis sacadas de uno de los tantos libros que el rubio lee, pero el inicio de una ronda de pequeñas embestidas consiguieron que de su garganta empezasen a salir pequeños gemidos cada que las caderas del rubio chocaban con su piel.

El sonido de sus pieles chocando se mezclaba con sus incontables gemidos y gruñidos por parte del mayor en aquella enorme habitación. El calor de sus cuerpos sudorosos eran bañados por los traviesos rayos de la luna que se asomaban por la ventana queriendo ser presentes de la unión de sus cuerpos.

Una unión que dejó de ser lenta para pasar a ser desesperada. Las caderas del mayor empezaron a moverse a mayor velocidad, dando cada vez embestidas más profundas que hacían enloquecer a Shouyo quien ante el aumento de los embistes, empezó a clavar las uñas en la ancha espalda del rubio.

Sus bocas en algún momento de su alocado encuentro se volvieron a reunir para enredar esta vez sus lenguas.

Las movían con desesperación dejando apenas momentos para poder respirar. Saliva resbalaba de sus comisuras, pero aquello no les importaba. Solo querían dominar aquel salvaje beso en el que finalmente el rubio fue el vencedor.

Atsumu fue quien rompió el contacto de ambas bocas y quitó las manos del menor de su, algo, adolorida espalda para agarrar sus brazos y empezar a dar embestidas más fuertes y más profundas.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ngh...! Es demasiado ¡profundo!

—¡Mph...! Pero te gusta.

Hinata puso sus ojos en blanco y retorció los dedos de sus pies cuando su próstata fue brutalmente atacada por las incesantes embestidas de Atsumu.

—P-para... Me voy a correr.- lágrimas de placer corrían por las mejillas del chico.

—Aguanta un poco Shou.- gruñó al sentir como era apretado.— Yo también estoy a punto.

—No puedo.- le dijo con voz aguda.— V-va a salir Tsumu. ¡Me vengo!

Shouyo dio un pequeño gritito cuando su próstata fue golpeada nuevamente, y después gimió lleno de placer al llegar por segunda vez al orgasmo. Su cuerpo daba pequeños temblores mientras que de su pene salía semen que manchaba su estómago.

Atsumu por su parte, cayó sobre Hinata pero no dejando todo su peso sobre él, y gimió con voz grave en el momento en que llegaba al orgasmo en el interior del menor.

Con respiraciones agitadas a ninguno de los dos les importó abrazarse y mancharse con la excitación de Shouyo sus estómagos haciendo de ambos un desastre.

—Te amo, Shouyo.

El menor quería llorar.

Sonrió y asintió.— Yo también te amo, Atsumu. 

Atsumu iba de camino a las escaleras para ir al piso de abajo cuando en el camino se encontró a Takao y Himuro.

—Buenos días.- saludó a ambos pelinegros.

—Buenos días, Atsumu.- respondió Himuro al saludo.

—¿Y Shou-chan?- preguntó Takao buscando al pelinaranja.

—Sigue durmiendo. Está cansado.

Takao sonrió de medio lado y le dio un codazo.— ¿Volvieron a hacerlo? ¿Sois adictos al sexo acaso?

—No preguntes esas cosas Kazunari.

—Oh, vamos, Tat-chan.- bufó el pelinegro menor.— Llevan dos días seguidos haciéndolo como conejos. Lo va a exprimir.

—¿Y quien te dice que soy yo el que lo exprime a él?

Takao jadeó.— ¿Fuiste el pasivo?- preguntó con emoción.

—Quien sabe...- rió divertido el rubio.

El día siguiente a cuando Atsumu tuvo la primera vez de Shouyo, el pobre pelinaranja no pudo levantarse de la cama debido al dolor que sentía en las caderas.

Tuvo que inventarse una buena excusa del porqué Hinata no se presentaría aquel día teniendo en cuenta que el día anterior había estado completamente sano y lleno de energía. Pero estaba seguro de que nadie le iba a creer, ni siquiera los adultos.

Empezando por las notorias marcas que el menor había dejado en su cuello tales como mordidas y chupones.

En una de sus tantas veces que lo hicieron esa noche, Shouyo se había puesto intenso y empezó a devorar su piel, y él no se iba a negar porque aquello solo había conseguido encenderlo más.

Pero el problema había empezado desde que abrió la puerta de su habitación y salió encontrándose con Kageyama que salía de su propia habitación. El pelinegro siempre mataba con la mirada que le daba a los demás, pero ese día, el odio que le era dirigido parecía mayor de lo normal.

—Es la última vez que duermo contigo en la habitación de al lado. La cama sirve mucho más que para coger.

Y con esas palabras le había dejado claro que tanto él como Noya habían sido testigos de lo que Shouyo y él habían hecho. Intentaron controlarse pero no pudieron.

Pero no se esperó que Shouyo le hubiese cogido gusto al sexo -de lo que no se quejaba- y en los siguientes dos días después del día de descanso del pelinaranja, ambos habían tenido unas sesiones de sexo intenso.

En diferentes posiciones y en diferentes partes de la habitación.

Incluso lo habían hecho en el baño cuando ya pasaban de la medianoche para evitar hacer más ruido de lo que ya hacían.

—Por cierto...- habló de repente Atsumu parado justo en el inicio de la escalera pero mirando a una gran puerta que estaba cerrada.

La única cerrada a lo largo de todo el pasillo tanto de la izquierda como el de la derecha.

—¿Qué hay tras esta puerta?- preguntó con su mirada aún en ella.— Cada vez que la veo está cerrada.

—... ¿Estás seguro de que quieres saber lo que hay ahí dentro?- habló Himuro con tono serio.

Bastante serio.

—¿Por qué? ¿Es algo malo?- el rubio se giró a mirarlo.

—Os ibais mañana, ¿cierto?- esta vez habló Takao.

—Sí...

—Pues tranquilo. No te irás sin saber que hay ahí dentro.- puso un brazo por encima de sus hombros con dificultad debido a la diferencia de altura.— Le preguntaré a Sei-chan para que os abra la puerta esta noche. Te lo prometo.

Atsumu sonrió.

Pero no le gustó el tono que tuvo el pelinegro cuando le dijo aquella promesa.

Hola, hola gente beia.

¿Siguen ahí?

Sé que llevo siglos desde que actualicé. 

Ni siquiera me acuerdo cuando fue la última vez que publiqué. ¿Junio quizás? ¿O fue hace más? Incluso dejé la AtsuHina Week de este año sin terminar. Soy de lo peor.

Hay momentos como este en el que me desentiendo de la escritura y me tomo algo de tiempo para leer algún manga o verme algún anime. Y pos como que todo se juntó. 

En algún momento me estaba viendo Shoukugeki no Soma y creo que lo dejé como en la tercera temporada. Quise retomarlo y lo hice desde el principio porque no podría seguir el hilo de la historia. También me vi Spy x Family -actualmente estoy esperando a que se termine de emitir su segunda temporada- y pos le seguí con el manga.

Después le tocó el momento de Dr. Stone. Amé demasiado el anime que cuando lo terminé seguí con el manga y me llevó tiempo. Agradecí que estuviese terminado. Luego de Dr. Stone, le siguió Mairimashita Iruma-kun y ¡sorpresa! seguí con el manga y estoy frustrada porque no está terminado y la historia me comienza a dar ansiedad como lo está haciendo BnHA. Por eso lo dejé de leer hasta que no esté oficialmente terminado.

Pero para hablar de frustraciones, la que estoy también viviendo con Blue Lock. Quiero llorar con todo lo que pasa. Pero bueno.

Centrándonos en lo que importa.

Yo en Karasuno.

El capitulo treinta y tres, aunque no tengo nada escrito, lo tengo MUY bien montado en mi cabeza. Me llevará tiempo escribirlo, pero ahora que he retomado la historia, puede que sea algo rápido.

El siguiente capitulo es algo que nunca pensé que escribiría. Tampoco se si podré estar a la altura pero haré lo que pueda. Y como adelanto de lo que pasará en TODO el capitulo, solo les digo que si conocen cierto cuarto rojo de cierta novela/película, podrán imaginarse de lo que podría pasar.

Y no solo con nuestro rubio y nuestro pelinaranja.

Oh, no.

PERO HASTA AHÍ LES DIRÉ.

Seguro que ya saben por donde van los tiros.

Espero que les haya gustado el capitulo. Salió más largo de lo que me esperaba.

Nos leemos pronto.

~Zeni13~


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