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Once

Era claramente de mañana porque podía escuchar perfectamente el piar de los pájaros. Sentía un rico calorcito rodeándole y no quería para nada abrir los ojos. Estaba tan relajado...

Sin embargo, los abrió.

Lo primero que vio fue algo blanco. Al subir la mirada se dio cuenta que estaba a escasos centímetros de la cara de Atsumu quien dormía profundamente ajeno a su inquisidora mirada. Sus brazos le rodeaban con cariño y bastante cerca de su cuerpo para poder sentir su calor. Su corazón sin duda empezó a latir con rapidez llegando hasta sus oídos.

Abrió un poco su boquita haciendo que saliese un suspiro de ella. La boca de rubio estaba ligeramente abierta viendo como su labio inferior era grueso, perfecto para tocarlo con sus dedos o morderlo mediante un beso. Su labio superior era un poco mas fino, pero igualmente era grueso, perfecto para que lo envolviese entre los suyos. Y sin poder aguantarse, alargó su mano derecha y tocó con suavidad los labios de Atsumu.

Eran suaves y esponjosos.

Mientras sus dedos los rozaba, sus ojos miraban el dormido y atractivo semblante del mayor. De pestañas largas que acariciaban sus mejillas. Piel color caramelo y nariz perfecta. Sin duda Atsumu, era sinónimo de belleza pura.

Con cuidado, apartó la mano que rodeaba su cintura y se apoyó en su codo izquierdo. Miró por largos segundos a Atsumu antes de inclinarse hacia el frente y unir sus labios con los del mayor. Entre sus labios atrapó el labio superior en un suave roce y se separó escuchando un chasquido. Cuando abrió los ojos el otro seguía durmiendo y eso le hizo sonreír de lado. Sin salir de las mantas y con cuidado, se puso encima de rubio. Apoyó sus caderas en las contrarias notando la típica erección mañanera chocar contra su zona trasera haciéndole soltar un suspiro. Volvió a inclinarse hacia el frente apoyando sus manos en el duro pecho de Atsumu, y empezó a besar toda su cara y cuello con pequeños pero largos piquitos a la espera de que se despertase.

Lo escuchó quejarse y eso le hizo sonreír de lado.

Empezó a mover suavemente las caderas a la espera de que aquel pedazo de carne se hiciese más grande y duro. Él también comenzaba a sentirse excitado y probablemente se veía preparado a darle aquel tesoro a Atsumu. Si era con él, le daría su virginidad y todo lo demás.

—¿S-shouyo-kun?

La voz ronca y adormilada de Atsumu le hizo estremecer.

Era condenadamente sexy.

—Miya-san...- jadeaba.

—Ah... ¿Que e-estás haciendo?

—Ahora lo veo todo claro, Miya-san.- dijo con ojos llenos de lujuria.

—¿El qué... Shouyo-kun?

El pelinaranja se mordió el labio inferior y paró todos sus movimientos.

Con sus pequeñas manos agarró las mejillas del rubio y le dio un beso siendo correspondido enseguida. Sus labios se movían en completa sincronía y el latir de sus corazones iban al mismo compás.

—Ahora me doy cuenta de lo que siento por ti, Miya-san...- le dijo al separarse.— Te quiero.

—Pero Shouyo-kun, lo nuestro no puede ser... Tu estás con Tobio-kun y yo con Tooru-kun.

—No importa. Tu también lo notas, ¿cierto?- llevó la mano del mayor hacia su corazón.— El amor que ambos nos tenemos es más fuerte que cualquier otra cosa.

—No digas tonterías.- apartó la mirada.

—No son tonterías.- le besó.— Te quiero.

Se volvieron a fundir en otro beso en el que esta vez sus lenguas se encontraron y combatieron por ver quien dominaba la lucha.

—Shouyo-kun... Shouyo-kun...

—¡Shouyo-kun!

Hinata abrió los ojos totalmente sorprendido por el grito de Atsumu trayéndole de nuevo a la realidad.

Oh mierda... ¿Habia tenido un sueño húmedo con Atsumu?

Al mirar a los ojos avellanas del rubio, estos mostraban profunda preocupación. Sentía como una de sus manos acariciaban una de sus mejillas. La cercanía que ambos mantenían seguía siendo casi inexistente poniendo sus nervios alterados de nuevo.

Por todo el amor al voleibol... Estaba duro como una maldita piedra.

Su corazón parecía a punto de salirse de su pequeño pecho, las manos las sentía sudorosas, su respiración acelerada y un calor capaz de derretir hasta el iceberg que hundió el Titanic.

—¿Te encuentras bien?- preguntó el mayor.— Estás sudando mucho.

Estoy sudando por ti, campeón- gritó su mente haciéndole enrojecer cual tomate.

—E-eh si... Estoy bien. Tranquilo.- intentó sonreír.

—¿Seguro?- insistió.— Hablabas en sueños.

—¿Ah, sí?- dijo con la voz ligeramente más aguda.— ¿Y-y que decía?

—No parabas de repetir te quiero y no son tonterías... Sobretodo te quiero.

Oh, señor... ¿Por qué habría dicho eso? ¡¿Y sobretodo a Atsumu?!

¡Dios chico! ¡Date cuenta! ¡Estás enamorado de él y no del larguirucho de cara larga!- le gritó su subconsciente.

—Bueno... será mejor bajar a desayunar.- propuso el rubio.

Asintiendo, se puso en pie siguiendo al rubio.

Bajaron las escaleras hacia el piso inferior y entraron al espacio donde estaba la cocina. Él sin saber que hacer, se quedó de pie viendo como el rubio se movía por la cocina sacando cosas de la nevera y dejándolas encima de la encimera.

—¿Te gustan los...?- llamó la atención del pelinaranja, pero calló a los segundos.— Oye, Shouyo-kun... Tienes un problema... Entre... Las piernas.

Hinata bajó la mirada y su cara estalló en rojo. ¿Por qué tenía que pasarle eso a él? Se le había olvidado completamente que tenía una jodida erección entre las piernas por ir mirando la ancha espalda de Atsumu en su camino hacia las escaleras.

Que vergüenza.

Agarró el borde de la camisa que llevaba puesta y la jaló lo más que pudo hasta cubrir la vergonzosa evidencia.

—Hey... Tranquilo.- le sonrió mientras batía unos huevos.— Es algo normal para nosotros.- le miró por debajo del flequillo.— Pero si quieres, puedo ayudarte con eso... Como tu lo hiciste conmigo. Estoy seguro que mi lengua puede hacerte llegar al éxtasis.

—¿Q-qué?- preguntó con un hilo de voz.

—Dije que debajo de las escaleras hay un aseo por si quieres liberarte.- repitió Atsumu confundido.— ¿Seguro que estás bien?

Hinata tragó saliva y asintió parpadeando rápidamente.— E-eh, sí. I-iré al baño.

Se dio la vuelta y salió corriendo de aquel lugar para encerrarse en el aseo que el rubio le había dicho que estaba.

Abrió con rapidez la puerta y se encerró en el pequeño espacio. Le puso el seguro y se apoyó en la madera. Miró hacia su ropa interior observando como una carpa estaba presente. Alargó su mano hacia la zona sur algo tembloroso, pero la acabó retirando mientras negaba frenéticamente con la cabeza.

No podía hacer algo como esto en la casa de otra persona. Sobretodo si esa persona es Miya buenorro Atsumu, que encima le había dado la libertad de descargarse en la intimidad de su aseo.

—Vamos, hazlo. Ambos sabemos que deseas hacerlo.

Hinata giró con pánico su cabeza a la izquierda. Estaba loco, ¿verdad? Ese diablillo rojo en su hombro izquierdo que se parecía a él tenía que ser producto de su imaginación, ¿cierto?

—No le digas eso. Esta no es su casa como para hacer cosas inapropiadas.

Esta vez giró a su derecha viendo a un pequeño ángel igual a él vestido de blanco con una cara más amable que el diablillo.

—Oh, por favor. Él día anterior no pensó lo mismo cuando se la mamó al bombón que nos prepara el desayuno.

—Por la virgen, que vocabulario más vulgar.

Sí. Tenía que estar loco. O tal vez seguía soñando. Era lo más lógico para estar imaginando a un diablillo y un angelito en cada uno de sus hombros.

—Oye chico, deja de divagar y dale al ganso.

—No le hagas caso a alguien con un vocabulario tan vulgar. Estás en una casa que no es tuya. Tenemos que respetar a las personas que viven aquí.

—Cállate estúpido. El chico no puede reprimir lo que siente. Llegar al orgasmo es lo mejor para él.

—Por nuestro señor Jesús, no sabes lo que dices. ¿Acaso no te das cuenta de donde estamos?

—Diablos por Lucifer. ¿Tienes un palo atravesado por el culo o qué? Este chico está sexualmente excitado por el chico del que está enamorado y necesita llegar al éxtasis.

Hinata frunció el ceño.— Yo no estoy enamorado de Miya-san.

Oh, cielo. Claro que lo estás.- habló comprensivo el ángel.

Hasta las trancas.- se miró las uñas.

—¿Qué~?- dijo con voz aguda.— Pff, yo no estoy así por Miya-san.

—Claro que sí. ¿Quien se excitó por soñar con Atsumu? Solamente tu Shouyo.

—E-eso... Yo de Kageyama...

—Tu no sientes nada por él desde las nacionales. Sé realista Shouyo. Te gusta Atsumu y te excitaste por él. Y te pone enfermo saber que tiene algo con el Gran Rey. A eso yo le llamo tener celos, amigo mio.

—No es verdad.

—Lo es y te da miedo admitirlo por miedo al rechazo.

—Oye, no seas cruel con él.

—Cállate.- apuntó al ángel con su diminuto dedo.— Así que, que no te de miedo darte unos jalones pensando en el chico que te gusta. Eso solo quedará entre nosotros tres.

—No le hagas caso. Está moralmente mal hacer esto en casas ajenas.

—Por el diablo, que te den. ¿Acaso eres un puritano?

—Deja de ser tan vulgar. Y deja de incitar al chico a hacer cosas que no quiere.

—Eso no es verdad.- miró al pelinaranja.— Los dos sabemos que te duele. Y para que deje de hacerlo... Solo tienes que dar unos pequeños jalones pensando en el tío buenorro de la cocina.

Hinata miró de nuevo a su erección y con decisión bajó un poco su ropa interior liberando su miembro. Este se alzó con orgullo y miró como la punta goteaba pre-semen.

Con su mano derecha empezó a masajear su erección con lentitud. Cerró los ojos y su mente le llevó a pensar que quien movía la mano por su longitud era la de Atsumu y no la suya. Sus piernas empezaban a temblar y el placer recorría por todo su cuerpo.

Agarró la camisa por el pecho y la llevó hasta su nariz oliéndola. Todavía tenía un leve aroma de la esencia personal de Atsumu en ella. Quizás aún se la ponía y quiso dársela la noche anterior para que pudiese dormir.

Su mano se movió con más rapidez y sintiéndose al borde del clímax. Jadeaba sin parar y el olor de Atsumu le mareaba haciéndole poner los ojos en blanco. ¿Como se sentiría que de verdad el mayor le tocase?

¡Atsumu-san~!- soltó un grito ahogado cuando por fin llegó al orgasmo.

Se dejó caer por la puerta hasta llegar al piso intentando recuperar la respiración.

Sentía lágrimas en la comisura de sus ojos producidas por las sensaciones anteriores.

—Debería dejar de mentirme...- murmuró.

Miró la hora en su teléfono y suspiró. Llevaban en aquel estudio como cuatro horas. Dos de ellas con Atsumu y Kise posando con diferentes prendas, en diferentes posturas y algunas demasiado cerca del otros alterando sus nervios. Luego, llevaron una hora y media decidiendo que tipo de prendas serían las siguientes en usar, pero Kise se ponía como histérico negando cada propuesta que hacían.

Al final, decidieron que lo mejor era tomar un descanso de media hora para que todos se relajasen y tomasen un respiro.

Y la pregunta aquí era... ¿Qué demonios hacía él ahí?

Atsumu había estado ocupado modelando junto a Kise dejándole de lado. Y en ese descanso, ambos rubios se habían dedicado a mirar las fotografías que habían hecho y comentar los pros y los contras que tenían.

Él parecía parte del decorado si era sincero.

Incluso le dio tiempo de pensar, que la locura que había tenido esa mañana en el aseo del baño del mayor había sido producto de su mente excitada. Que aquello era algo que realmente quería hacer pero que si no se imaginaba algo que le empujase hacerlo, nunca lo haría.

Pero luego de darle un par de vueltas se dijo que era estúpido pensar algo como eso.

—¡Aominecchi! ¡Viniste!

La alegre, chillona y cantarina voz de Kise hizo eco en el estudio de fotografía.

Hinata pudo ver como un rayo amarillo pasó frente a sus ojos, y al girar la cabeza pudo ver como el chico saltaba a los brazos de un moreno peliazul rodeando con sus piernas la cintura del otro.

Se sonrojó por completo al ver el fogoso beso que compartían y escuchar como el rubio gemía sin pudor alguno cuando el moreno empezaba a masajearle las nalgas de una manera demasiado obscena.

Cuando el rubio volvió a tener los dos pies en el suelo, sus labios seguían juntos dándose besos menos intentos hasta que finalmente se separaron para recuperar nuevamente el aire.

—No pensé que vendrías.

—No podía dejarte solo.- le dio una sonora nalgada.— Hay demasiados pervertidos en lugares como estos.

Kise rió.— Tu eres uno de esos pervertidos Aominecchi.

El rubio recibió un pellizco como castigo.— Sabes que el único que puede tenerte soy yo.

El de ojos dorados sonrió divertido y le dio un leve empujón por usar su típica frese de ''el único que puede vencerme soy yo'' para marcarlo como su propiedad.

Ambos escucharon un carraspeo y Kise sonrió al ver a Atsumu intercalando su peso de un pie a otro notablemente incómodo.

El moreno entrecerró los ojos y agarró la cintura de Kise acercándolo más hacia si.

—Aominecchi, este es Atsumucchi, mi compañero.- sonrió.— Atsumucchi, este es Aominecchi, mi novio.

—Su candente novio que cumple sus exigencias.- añadió.

—Un placer.- dijo Atsumu alzando su mano como saludo. Sentía que si se acercaba el otro era capaz de arrancarle la cabeza.— Kise-kun, debemos volver.

El rubio contrario asintió.— Te veo después.- dijo dándole un beso antes de salir corriendo de nuevo hacia donde harían las fotos.

El moreno se se quitó su abrigo  quedando en una chaqueta de cuero. Aquello le hizo pensar a Hinata que el chico tenía esa vibra de chico malo emanando por cada uno de los poros de su cuerpo.

Le vio sacar la silla que se encontraba al lado suyo y sentarse en ella mientras que sus pies los ponía encima de la mesa. Eso le hizo parpadear. Parecía tener una mala actitud como la de Tanaka, pero su senpai no parecía que le cayese mal todo el mundo.

Por eso se propuso a ignorarlo. Era lo mejor. Y lo habría hecho con éxito si el moreno no se hubiese pasado la siguiente media hora con su penetrante mirada azulina perforándole la cabeza. Quería girarse y decirle que demonios tenía contra él, pero temía por su vida si hacia eso.

—¿Eres un niño de primaria?

Hinata sintió sus orejas calentarse ya fuese por vergüenza o enfado.

—¡Estoy en preparatoria!- le fue inevitable gritarle al moreno mientras daba un golpe en la mesa llamando la atención de todo el mundo.

Su cara se sonrojo aun más lleno de vergüenza y pudo ver la sonrisa divertida y socarrona tirando de los labios del peliazul. Dios... Quería morirse.

Por debajo de su flequillo miró disimuladamente hacia donde estaba Atsumu y lo vio mirando hacia él. Patético.

—¿Eres la pequeña novia del chico de porcelana numero dos?

—¿Qu...? Miya-san no es un chico de porcelana. Y no soy su novia. Él...- miró sus manos.— Él sale con el Gran Re- quiero decir, con Oikawa-san.

Aomine rió de forma escandalosa.

—Porcelana numero uno y porcelana numero dos juntos... Que divertido.- seguía diciendo mientras se reía.

Hinata apretó los labios y bajó aun más la cabeza.

Se sentía miserable. Y que este tipo no parase de reírse pues aun mas.

Él se veía tan feliz con el de ojos dorados. Sin importarle besarse y manosearse en un lugar publico. Ambos tenían complicidad, pero pudo ver un pequeño atisbo de celos e inseguridad en el moreno. Él mismo había dicho que había llegado ahí por posibles pervertidos. ¿Como un chico tan alto como una montaña y bien parecido podría sentirse inseguro y celoso?

—¿Puedo hacerte una pregunta?- murmuró Hinata. El moreno le miró con mirada indiferente y movió su mano para que siguiese.— ¿Por qué Kise-san está contigo?

El peliazul alzó una de sus cejas y se acomodó mejor en la silla bajando sus pies de la mesa.

En ese momento se arrepintió de haber preguntado. Hasta ahí llegaba la vida de Hinata Shouyo.

—Pues no lo se. Mis notas son terribles y a mi siempre me han gustado los pechos grandes.- hizo gestos con sus manos.— Pero Kise es diferente. Perfectamente podría encontrar alguien mejor... Como ese canijo de Kasamatsu.- murmuró notablemente enfadado.

—¿No temes que se aleje de ti?

—Como todas las personas.- se encogió de hombros.— Por eso procuro mantenerlo a mi lado.

—¿Como?

El moreno le miró con una sorisita fastidiosa de lado.— Con sexo, mi pequeño amigo.- subió y bajo sus cejas.— Dios, no sabes lo lascivo que ese chico. De solo pensarlo se me pone dura.

Imágenes de su sueño y de lo que hizo esa mañana pasaron como una película por su mente haciéndole sonrojar. Si de verdad estaba prendado de Atsumu... ¿como se sentiría el sexo con él?

El rubio es alguien experimentado y quizás no se sentiría a gusto con él. Pero y si...

¿Y si remotamente empiezan a salir juntos? Aquella unión seria más que sexo ¿no? Harían... El amor. Por dios, se avergonzaba aun mas imaginarse aquello. Ellos dos siendo uno, con sus manos entrelazadas. El rubio llegando lo mas profundo dentro de él, y él gimiendo sin control su nombre.

—¿Que ocurre, pequeño amigo?- dijo con tono burlón Aomine.— ¿Te lo estás imaginando?

—N-no. Y-yo no...-

—Shh, tranquilo. Quedara entre nosotros.- sonrió.

Le agarró la barbilla con dos de sus dedos y se acercó mucho más al pelinaranja. Abrió la boca para hablar, pero una mano agarrando con fuerza su muñeca le hizo elevar una ceja y mirar al dueño de esa asquerosa mano.

—¿Qué crees que haces?- dijo Atsumu notablemente enfadado.— Aleja tu mano.

Aomine soltó la barbilla del mas bajo y se puso de pie soltándose del agarre del rubio.

—¿Acaso eres su perro guardián?- preguntó.— El pequeñín me aseguró que no es nada tuyo. ¿Por qué lo proteges?

Atsumu apretó los labios sin decir nada.

—Mo~ No seas así Aominecchi. Arruinas el ambiente.

El de ojos azules le miró.— Preferiría arruinarte a ti.

—No seas vulgar.

Se escuchó el momento de una risa mal contenida un "¿qué?" sin acabar de ser pronunciado y un jadeo demasiado dramático.

Luego, tres pares de ojos se giraron a verle y sudor frió empezó a bajar por su espalda. Unos ojos de un profundo azul eléctrico chocaron con los suyos haciéndole temblar, y quiso correr por su vida... O correr tras la espalda de Daichi para que lo protegiera.

La mano del moreno se alzó y la colocó encima de su cabeza. Y con la misma mirada que ponía Kageyama, empezó, a estrujarle la cabeza con fuerza.

—Tienes agallas para llamarme vulgar, pequeñín. ¿Sabes que podría partirte las piernas si quisiera?

—No hagas eso Aominecchi. Lo estas asustando.- decía Kise mientras jalaba inútilmente del brazo del moreno.

Chasqueando la lengua, el moreno soltó al pelinaranja que enseguida se puso tras la espalda de Atsumu quien en su lugar se giró para resguardarlo entre sus brazos.

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—Siento las molestias que causó este bobo.- dijo Kise apenado.

—Tranquilo... Lo dejaremos pasar.- dijo de vuelta Atsumu mirando al rubio sin dejar de abrazar a Hinata.

—Quisiera recompensaros por este mal momento, pero regresamos a Tokio en estos momentos.

—Descuida.

—Quizás... Antes del nuevo curso podríamos vernos.

—P-podríamos...- interrumpió Hinata.— Podríamos vernos en la Golden Week.- miró de forma tímida al de ojos dorados evitando a toda costa la mirada de Aomine.— Tememos planeado entrenar en Tokio durante la Golden Week.- miró esta vez a Atsumu aún sin despegarse de él.— El Inarizaki también podría ir.

—¿En serio?- preguntó esperanzado el rubio.

Hinata asintió.

—Pues está decidido.- miró a los otros dos.— Nos vemos en la Golden Week.

—Nos vemos, Atsumucchi, Hinatacchi.

Se despidieron y los vieron alejarse. Los otros dos se giraron para ir rumbo a sus casas sin darse cuenta que todavía, seguían abrazados hasta que se tuvieron que separar.

Y si a alguno le pareció extraño, prefirieron no decir nada.

He vueltoooo 😆

Creo que ha pasado un mes desde que publiqué el capitulo anterior pero ¡whatever! Aquí esta y estoy de vuelta.

Me ha encantado escribir este capitulo porque el papucho de Aomine Daiki ha aparecido. Y si, soy AoKise shipper. También tenia esta idea, al menos la del sueño, desde un inicio y tenia demasiadas ganas de escribirla.

Y el momento diablillo y angelito fue muy espontaneo pero divertido.

Intentaré ponerme al día con la historia pero también con siempre fuiste tu "Siempre fuiste tu" que también ha estado medio olvidadita.

En fin... Espero que les haya gustado como a mi escribir este capitulo.

Nos leemos pronto en el siguiente capitulo.

~Zeni13~

Pd: Aquí les dejo una imagen de Aomine.

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