
Diecisiete
¿Saben la típica charla que le dan los padres a sus hijos cuando les presentas a su pareja? ¿Esa donde es el padre que pone entre las cuerdas al pobre infeliz que ha osado llevarse a su niñita de su lado?
Eso es lo que sentía en esos momentos Suzuki Ami al ver como su hijo escaneaba al hombre a su lado.
Habia sido obligada a tomar una ducha y quitarse los restos de harina del pelo y ropa. Según Atsumu, él y Shouyo se encargarían de continuar la comida. Luego al acabar, tenia que sentarse en el cómodo sofá y esperar a que Hiroki también tomase una ducha y se cambiase de ropa. Algo le hacia pensar que su hijo sabia que el mayor tenia ropa extra consigo.
Al final, lo que iba a ser una rica pizza, acabó siendo unos platos de arroz con curry porque su hijo había hecho incomible la masa. Juraba haberle visto hacer pucheros y como Shouyo le palmeaba la cabeza cual perrito y se ponía a hacer el arroz.
Por eso, después del desastre culinario, no entendía porque se sentía de esa manera. En sus treinta y seis años de vida nunca había pasado una situación como aquella. Ni siquiera cuando presentó a su ex-marido a sus padres.
—¿Trabaja en algo Ishida-san?
El hombre sudó frió y tragó saliva.
—Dirijo un pequeño bufete de abogados.
—¿En qué área?
—Penal.
—Osea, que trata con gente peligrosa.- alzó una ceja.— Eso no me gusta...
Atsumu apretó los labios al sentir como Shouyo le daba un codazo en las costillas.
—¿Tiene hijos?- insistió ignorando el pequeño dolor en su costado.
—No. No tengo.
Vale... Eso por un lado le calmaba. No tendría que lidiar con chiquillos más pequeños que él o uno cerca a su edad.
Por otro lado, un hombre apuesto como lo era él, y con un buen trabajo y salario, le extrañaba que no tuviese algún hijo que compartir con alguna mujer por una relación fallida.
—¿Como se conocieron?- intervino el pelinaranja. Quería relajar el ambiente.
—La verdad...
Los labios del hombre se curvaron en una sonrisa al igual que los de la mujer de su lado al recordar el como se habían encontrado.
Atsumu, con su cara seria, volvió a alzar una ceja en dirección a su madre y al posible hombre roba mamás en espera de una muy creyente explicación.
—La primera vez que la conocí fue en la preparatoria.- espera. ¿Primera vez?— Ambos eramos alumnos de nuevo ingreso pero que no nos habríamos hablado si no fuera por el club de voleibol.
Atsumu arrugó la nariz.— ¿Jugaste voley?- preguntó a su madre.
Ella nunca le comentó algo como esto.
—Ella era la nueva mánager. Al principio nuestras personalidades chocaban pero después ella se volvió más bonita y mis ojos solo podían verla a ella y olvidaban por completo seguir el balón.
Espera. Un. Momento.
Eso que veía... ¡¿Era un sonrojo en las mejillas de su madre?! Sus neuronas estaban haciendo cortocircuito y no estaban procesando la información como era debido. Además, el tono meloso y claramente de enamorado que emitía Ishida le dejaba claro a Atsumu que de momento su madre estaba en buenas manos.
Pero no estaba satisfecho con solo saber esto.
—Nos hicimos novios pero al graduarnos yo me quedé en Miyagi, ella salió de la prefectura y después de veintitrés años la volví a ver.
—¿Donde se reencontraron?- habló Shouyo en un suspiro. Era tan romántico la historia.
—Hace unos meses me fracturé el tobillo y Ami fue quien me retiró el yeso. Cuando la vi entrar por la puerta mi corazón volvió a latir como loco. Estaba igual de bonita a como lo era en la escuela.
—Osea... ¿Que estas viéndolo desde que estamos aquí?- acusó el rubio.
—¿No te parece romántico Tsumu?- se giró a mirar al rubio y le agarró el brazo.— ¿Si nos llegásemos a separar y reencontrar estarías igual de enamorado que el primer día? Porque yo te amaría más de lo que ya lo hago.
Atsumu.exel ha dejado de funcionar.
Su pobre cara estalló en rojo y sentía que de sus orejas salia humo. Balbuceaba abriendo y cerrando la boca como si fuese un pez fuera del agua y quería deslizarse por la silla hasta ocultarse bajo la mesa y no salir nunca.
La brillante sonrisa de Hinata le hacia sentir mas avergonzado de sus palabras y su madre no ayudaba con su risita para nada disimulada.
—N-n-n-n-no digas cosas v-v-v-v-vergonzosas.
La melodiosa risa de su chico le calentó el corazón y se dijo que lo mejor era comer.
—¿Desde cuando sois pareja?- preguntó el hombre llevándose una cucharada de arroz con curry a la boca.
—Desde San Valentin.- dijeron ambos al unisono.
Se miraron a los ojos y se sonrieron.
Atsumu dejó de interrogar al hombre y se dedicó a comer tranquilamente sintiendo la mano de Shouyo enredada con la suya por encima de la mesa con la tranquilidad de que Ishida no cuestionaba nada.
El hombre parecía tener ojos solo para su madre y eso le tranquilizaba.
Ella se merecía ser feliz. Sus ojos brillaban al ver al de ojos verdes y sus mejillas se sonrojaban. Con su padre nunca vio la hermosa sonrisa que ahora le regalaba a este hombre; solo se la mostraba a Samu y a él.
Y se cuestionó si en verdad habría amado a su padre. O tan solo quererlo.
—¿Qué ocurrió con tu padre?
Atsumu dejó de masticar y alzó la mirada hacia su madre.
Ella masticaba con tranquilidad y esperaba una respuesta. Miró a Ishida que masticaba su propia comida intentando ignorar la repentina conversación familiar y volvió a su madre.
Tragó su comida y soltó la mano de Hinata. Se limpió la boca con la servilleta a su derecha y la dobló dejándola de nuevo a su lado. Se pasó la lengua por los dientes y entrelazó sus dedos entre sí y apoyó barbilla en ellos.
—Mi padre... Es un capullo.
La mujer jadeó.— ¡Atsumu! Ese vocabulario. Y no hables así de tu padre.
—¿Sabias que nada más irnos de nuestra casa, metió en ella a su amante y la hija que tienen juntos?- la vio tragar saliva y sus ojos mostraban absoluta sorpresa.— Además, no iba a permitir que me insultase.
—¿...Qué?
—Hice una sesión de fotos con Shouyo y mi padre estaba asustado de que su hijo fuese un asqueroso homo. Obviamente no quise exponer a Shouyo, pero no me quedé callado y le dije de mi bisexualidad.
—Es por eso que viniste...- dijo con dolor la mujer.
—Bueno... es una de las razones.- respondió rascándose la parte trasera de su cabeza.— Tobio-kun pescó un resfriado. Me gustaría que lo vieses mañana.
—Claro, cuenta conmigo.
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—Lo dejé donde me dijiste.
—Muchas gracias.
Ami miró a su hijo que dormía profundamente en sus piernas y le acariciaba la cabeza con profundo cariño. Ella y Hiroki se habían encargado de recoger la mesa y lavar los platos mientras que Hinata y Atsumu se quedaban en el sofá viendo la televisión. Para cuando acabaron el par se había quedado dormidos: Shouyo con la cabeza en e hombro de Atsumu, y este en la cabeza del pelinaranja.
A ella se le partía el corazón con tan solo pensar en llamarlos para que fuesen a la habitación y dormir. Por eso le dijo a Hiroki que cargase a Shouyo y lo dejase en la cama de su hijo dentro de las sábanas mientras ella recostaba a su hijo a sus piernas hasta que el contrario regresase.
—Me has hablado tanto de tus hijos con tanto amor... pero son mejor de lo que decías.- Hiroki se atrevió a alargar su mano y acariciar los cortos mechones del rubio.— Con solo verlo, se que Atsumu-kun te quiere demasiado y te protege. Y puedo intuir que Osamu-kun también.
—Son mi razón de ser.- sonrió de lado.
—Pero siguen siendo niños.- suspiró.— Puede que por fuera aparente ser alguien maduro y bromista, Atsumu-kun es inseguro pero con un corazón que no le cabe en el pecho. Además, es impresionante que con su edad sea un modelo.
Ami le dio un empujón con la mano y le sonrió.
—Deja de adular a mi hijo y llévalo a su habitación.
El hombre alzó ambas manos en señal de derrota y cogió con cuidado al adolescente entre sus brazos sintiéndolo algo más pesado que Hinata. Ami le acomodó los brazos en su pecho para que no le colgasen y le acarició la frente.
—Si te hubieses quedado... O si yo me hubiese ido contigo, tus hijos habrían sido nuestros.
—No podemos cambiar el pasado.- sonrió triste.
—Pero podemos construir el futuro.- se encogió de hombros.— Si al final... Ya sabes... Decidiéramos volver... Sentiría a tus hijos como míos también.- se mordió el labio.— Aunque solo sería el hombre que se casó con su madre.
—Hablaremos de eso cuando dejes al niño en la cama.
Hiroki rió y salió de la estancia con Atsumu en sus brazos. Subió de forma lenta y cuidadosa las escaleras teniendo cuidado de que las piernas de Atsumu no tocasen las paredes y le despertase.
Al llegar al segundo piso, su pulso iba un poco más rápido. El chico en verdad pesaba.
Como pudo abrió la puerta de la habitación del chico sin hacer ruido y retiró las sábanas. Lo acostó en el colchón y lo tapó. Le dio una mirada a ambos adolescente, que al sentir al mayor en la cama Shouyo se refugió en su pecho soltando un pequeño suspiro. El de ojos verdes rió y les acarició la cabeza una última vez y cerró la puerta con la misma suavidad que hizo al abrirla para volver a bajar.
Al escuchar el típico clic al cerrar una puerta, Atsumu abrió los ojos y miró a la nada.
Encogió sus piernas y abrazó con más fuerza a Shouyo.
—Es un buen hombre.- murmuró el pelinaranja.
—Lo sé...
—Y quiere a tu madre.
—También lo sé... Y no me gusta.
No le gustaba sentir que aquel hombre sin hijos, se comportaba más como un padre de lo que el suyo lo había sido el día anterior.
No le gustaba porque sentía que podía encariñarse con aquel hombre y eso era lo que más miedo le daba.
No quería ilusionarse de que podría volver a tener una familia.
El cuerpo le ardía.
Sentía que había un volcán en erupción dentro de su cuerpo quemándole por completo. Su pecho dolía de la necesidad de poder respirar correctamente y su cabeza la sentía dar vueltas dándole la sensación de querer vomitar.
Y a pesar de que su cuerpo parecía estar quemándose, sentía frío. Mucho a decir verdad. Sabía que estaba tapado, pero parecía no ser suficiente. Sus oídos parecían estar taponados y lo escuchaba todo de forma distorsionada, y aunque quisiese abrir sus ojos, estos le pesaban una barbaridad.
—Menos mal que me llamaste. Está ardiendo en fiebre.
Ah... Unas cálidas manos tocaban sus mejillas y quería restregarse en ellas como si fuese un pobre cachorrito.
Aquel suave y gentil tacto le recordaba tanto a su infancia. A cuando se enfermaba y su abuelo le cuidaba cuando su madre no podía. Aunque sus manos parecían fuertes y ásperas, eran las mas cálidas y gentiles que le trataban con cariño. Le hacía una rica sopa para que comiese y le ponía infinidad de pañitos húmedos para bajarle la fiebre.
Sin duda era como si volviese a su infancia.
—¿A-abuelo...?
Su voz sonó rasposa y sin casi fuerzas. Intentó abrir los ojos pero solo consiguió ver dos manchurrones que no lograba enfocar.
—Hey... ¿como te sientes?
—Abuelo...- repitió.
—No, Kageyama. Soy Suga.
Quiso girar su cabeza hacia un lado pero hasta el mínimo movimiento dolía.
—¿No eres el abuelo?- pucheó.
—No Kageyama. Daichi y yo vinimos porque Noya nos llamó preocupado.- respondió el peligris limpiando con su pulgar unas lágrimas que salían de los ojos del menor.
El pelinegro parecía recuperar un poco sus recuerdos muy vagamente y con un enorme esfuerzo parpadeó para enfocar mejor su vista.
Aquellos dos manchurrones se volvieron más nítidos. Senado en su cama estaba Suga, mirándole con una sonrisa cariñosa. Típica en las madres preocupada por sus hijos. Y parado a unos metros de ellos dos estaba Nishinoya mirándole preocupado todavía con su chaqueta.
Volvió a mirar al del lunar sintió como le acariciaba otra vez la mejilla. Cerró los ojos y disfrutó de la suave caricia.
—¿Entonces estoy en casa?
—Sí. Te trajo Noya.
Volvió a girar su cabeza, apenas un poquito y miró al castaño. Sus manitas las tenía envueltas en su chaqueta dejando a la vista tan solo sus deditos. Sus ojos irradiaban preocupación y una graciosa arruguita se le hacía en el entrecejo al tenerlo fruncido.
Quería sonreirle como agradecimiento, pero hasta hacer eso dolía.
Además estaba seguro que lo que él pensaba era un sonrisa podría ser perfectamente una mueca que incomodase al mayor.
—Asegúrate de cambiarle los paños cuando los notes calientes.- dijo el mayor de los tres hacia el castaño.— Si ocurre algo, llámanos y lo llevaremos al hospital.
El libero asintió.
—Mejórate Kageyama.
—Gracias Suga-san.
Vio a ambos mayores salir de su habitación y él tan solo se quedó mirando el blanco techo de su habitación. ¿Que había pasado? Él recuerda que estaban desayunando en el restaurante de hotel y después todo se vuelve difuso.
Podía sentir algo húmedo en su frete y podría ser el pañito que Suga decía. Se había movido un poquito hacia sus cejas molestándole un poco y tenía ganas de acomodarlo, pero le dolía hasta respirar, por lo que estaba descartado.
La puerta de su habitación volvió a ser abierta, y vio que era Nishinoya cuando estuvo a su lado.
Parecía indeciso de si sentarse o no en el borde de su cama por como cambiaba su peso de un pie a otro y estrujaba las mangas de la chaqueta.
—¿Puede acomodarme el paño?- habló con dificultad.
—Oh, sí. Claro.
El chico se acercó y hasta estar más cerca y sentarse finalmente en la cama. Le vio sacar la lengua y dejarla entre sus labios y acomodó el paño. Al dejarlo en el lugar que quería, el libero se le quedó mirando a los ojos más de lo debido y notó como sus manos vacilaron en si acariciarle el pelo o no.
Al final no lo hizo.
—¿Como llegamos a casa?
—Cogimos el tren hasta Tokio y otro hasta Miyagi. Luego te traje en un taxi hasta aquí.
—Lo siento... Debió ser difícil.
La verdad, sí. Pero no podía decirle eso al menor.
Cuando ambos estuvieron dentro del vehículo, él no podía parar de pensar que si no le hubiese prestado la chaqueta no se habría enfermado. Quizás... quizás si le hubiese dicho que durmiese más abrigado en vez de solo en ropa interior quizás no se habría enfermado.
Pero como dijo el pelinegro en la piscina: no tenía sentido llorar encima de la leche derramada.
Gracias que Shouyo había venido un par de veces a la casa del de ojos azules, le dio la dirección y llegaron a salvo. Con dinero prestado por Atsumu, le pagaron al hombre que los trajo y con todas las fuerzas que tenía en su pequeño cuerpecito cargó al mayor en su espalda hasta la puerta de su casa. Puede que sus pies se hubiesen arrastrado por el suelo, pero la diferencia de altura era clara.
Llamó al timbre y esperó sin resultado. Llamó una, y otra, y otra vez sin respuesta alguna. Tuvo que rebuscar en el bolso de Kageyama las llaves de su casa y al dar con ellas quería llorar de alegría.
Pero sus lágrimas de alegría fueron sustituidas por unas de pesar al ver que tenía que subir a Kageyama por las escaleras hacia el segundo piso. Él no tenía la fuerza suficiente para ello y estaba empezando a sentir una opresión en el pecho. El pelinegro sufría y su respiración era costosa, y él solo podía empezar a sentir ansiedad .
Por eso había cogido su teléfono y había marcado el número de Suga. Él siempre sabía que hacer.
Podría ser su voz desesperada al borde del llanto o su vaga explicación de que Kageyama estaba enfermo, pero el peligris había llegado más rápido de lo que podría haber imaginado junto a Daichi. Fue él quien cargó a Kageyama al segundo piso y lo tendió con cuidado en su cama. Luego había desaparecido por la puerta hacia el piso inferior de nuevo dejándole solo con Suga.
Entre los dos le pusieron un pijama calentito que habían buscado en el armario y llenaron un cubo con agua y mojaron un paño en humedeciéndolo para ponérselo en la frente. Le taparon y se quedaron ahí hasta que por fin había despertado.
—¿Tienes hambre? Daichi-san te dejó algo de sopa.
—No. Estoy bien.
Volvieron a callar y se miraron a los ojos. Los ojos marrones dejándose llevar por el profundo azul como el océano, mientras que los ojos azules se derretían al ver los chocolate del otro.
Para Kageyama no parecía tan incómoda aquella situación, el quedar en silencio y verse a los ojos. Después de todo estaba enfermo.
Pero aquello era otra historia para Nishinoya.
Se sentía nervioso. Incomodo. Ansioso. Los ojos contrarios parecían desnudarle con una sola mirada y su corazón como había venido haciendo desde el día anterior no dejaba de latir como si estuviese en medio de un partido que se iba poniendo cada vez más interesante. ¿Por qué demonios no se calmaba?
Era una tontería pensar que era por Kageyama.
Él no podía estar así por un chico.
—Les arruiné las vacaciones, ¿verdad?
La voz ronca del menor le hizo volver de su ensoñación.
—Eso no es verdad.- frunció el ceño.— Los tres estábamos preocupados por ti.
—Pero si no me hubiese enfermado, seguiríamos en el hotel.
Nishinoya hizo un puchero y frunció un poco más el ceño.
Por la mente febril de Kageyama volvió a pasar que aquella actitud del mayor le parecía sin duda adorable. Sobretodo con su enorme chaqueta sobre los pequeños hombros.
—Pues fue mejor habernos ido.- dijo.— ¿Te imaginas escuchar de nuevo como Atsumu y Shouyo tienen sexo? Habríamos tenido que ir todas las noches a la piscina.
El pelinegro rió bajito, pero bonito. Y eso solo calentó el loco corazón del libero.
—Has reído.- dijo el castaño en un suspiro y con una gran sonrisa.
El contrario tragó saliva con dificultad.— También soy humano... Y usted dijo que mi risa era bonita.
Nishinoya solo pudo sonreír de forma más grande. Sip. Sin duda la risa de Kageyama era demasiado bonita, que hasta ahora no sabía porque no había salido de sus labios.
—Era un halago. Y deberías de sentirte afortunado. No suelo regalárselos a cualquiera.
Kageyama le dio una sonrisa ladina.— Yo tampoco.- le dijo.— Usted debería de dejar su pelo hacia abajo. Se ve mejor.
La respiración del mayor se quedó atascada en su garganta y sus mejillas volvieron a sonrojarse como cuando el pelinegro le dijo que se veía gracioso y adorable en la piscina. Y quería apartar la mirada de la zafiro del menor y morir de la vergüenza lejos de aquel par de gemas, pero había algo que le impedía apartar su mirada.
Se aclaró la garganta y se levantó de golpe de la cama empezando a caminar como un robot hacia su maleta. Abrió la cremallera y empezó a buscar en ella aquello que se había cogido y que la noche anterior no había podido apreciar.
Se giró con sus manos tras la espalda y miró de forma divertida a Kageyama. Este si hubiese podido habría alzado una de sus negras y perfectas cejas cuestionando su comportamiento.
Dio pequeños pasitos de nuevo hacia la cama y su mirada se volvía más ansiosa y divertida. Se mordía su labio inferior, y eso inconscientemente hizo que los zafiros del menor se dirigiesen a aquel lugar. Pero los apartó de inmediato al recordar que aquellos labios pertenecían a su senpai.
Senpai que además era hetero.
—Mira lo que tengo.
Sacó de su espalda el par de revistas que había robado -para que mentir- de la mesa de la casa del padre de Atsumu; y se las enseñó al pelinegro.
—Unas... revistas.
—¡Pero no son cualquier revistas! Son en las que salen Atsumu junto a Shouyo y el chico del gimnasio. ¿No te pica la curiosidad?
—Pues no la verdad.
—Aún así las vas a ver conmigo.
El pelinegro abrió la boca para replicar, pero el cuerpo de Nishinoya junto al suyo se lo impidió.
Se había metido bajo las mantas de su cama y podía sentir el calorcito que emanaba el contrario. Su cabeza había ido a para directo a su hombro y había puesto la revista de Atsumu y Hinata en frente de sus ojos.
—Waaah... Con razón no se iban a enamorar. Prácticamente están desnudos. ¿No les daría vergüenza?
—¿No cree que está siendo poco considerado Noya-san?
—¿Por qué lo dices?- preguntó pasando otra página de la revista.
—Que haya aceptado que Hinata y Miya-san estén en una relación, no significa que no me duela.
—Oh... perdón.
Cerró la revista y lanzó lejos. Cogió la otra donde salía con Kise y se pusieron a verla.
El libero hacia comentarios graciosos y reía de forma escandalosa. Kageyama solo soltaba bufidos divertidos. Intercambiaban opiniones de como Atsumu se amoldaba a la ropa... ¿O la ropa se amoldaba a él? Sea lo que fuese, estaban asombrados de como ambos rubios posaban con naturalidad y profesionalidad siendo tan solo unos chicos de preparatoria.
Al acabar, la cerró dejándola en la mesilla de noche a su lado y cambió el pañito de la frente del pelinegro por otro más húmedo. Bajó a la planta de abajo y en una bandeja había puesto un vaso con agua junto a unas pastillas que Suga había traído para darle al menor; y un plato lleno de sopa calentita.
Con cuidado y quejidos por parte del enfermo, le dio la sopa sin derramar ni gota en las limpias sábanas. Le dio la pastilla y volvió a dejarlo acostado en la cama. Lavó el plato y el vaso y subió con prisa de nuevo a la habitación de chico que luchaba por no dormirse.
—Es mejor que te duermas. Mañana estarás mejor.
—Tengo frío.
Noya le apartó el paño de la frente y toco ésta con su mano. Se notaba caliente, pero no como lo había estado cuando Suga y Daichi habían venido.
—Tu fiebre ha bajado.
—¿Podría dormir conmigo?
—Yo...
—¿Por favor?
Masticó su labio inferior y suspiró.
Apartó las sábanas y se metió dentro de ellas. Podrían haber pasado segundos. Minutos. Horas. No lo sabía, pero no se dio cuenta del momento en que se quedó dormido encima del hombro de Kageyama que también había sucumbido a la bruma del sueño.
·
·
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—¿Como te sientes?
—Mejor la verdad.
—Tu temperatura parece haber bajado. Eso es un alivio.
—Gracias por venir.
—Descuida. Mi trabajo consiste en cuidar a las personas.- sonrió.
Kageyama sonrió y dejó que la madre de Atsumu le acariciase la cabeza.
Hacía años que no sentía la caricia materna. Su abuelo aunque lo quería, no tenía la misma aura que podría tal vez transmitir su propia madre.
—¿Y donde está mi agradecimiento? Quien se quedó a tu lado toda la noche fui yo.
—Es lo menos que puedes hacer.- le golpeó Atsumu.— ¿Donde estabas cuando llamamos a la puerta? El pobre Tobio-kun, tuvo que bajar a abrirnos.
Las mejillas de Nishinoya se encendieron de la vergüenza. Estaba profundamente dormido que ni se enteró de que el timbre de la casa había sonado. Se despertó por el grito molesto de Atsumu y de un buen golpe contra el suelo.
Shouyo solo pudo reírse de una forma poco disimulada y pudo ver como Kageyama suspiraba y negaba con su cabeza.
—¿Tus padres, cielo?- habló Ami.
—De viaje... supongo.
—¿No hay nadie más que cuide de ti?- dijo preocupada.
—No.
—No me siento bien dejándote aquí solo...
—Tranquila. Estaré bien.
—Yo puedo quedarme Suzuki-san- habló esta vez Noya.— No me importa.
La mirada intranquila de la mujer seguía presente. El libero le intentó sonreír con algo más de confianza viendo como parecía dudar un poco.
—¿Qué tal si Noya-san la llama si necesita algo?- apuntó Hinata.— Así no se sentirá ansiosa.
—Hazle caso a Shouyo, ma. No puedes quedarte aquí y tampoco podemos llevarnos a Tobio-kun.- le puso una mano en el hombro a la preocupada mujer.— Si algo pasa, Yuu te llamará.
—Está bien...- gruñó.— Te dejaré apuntado en la nevera el número del teléfono de casa. El personal. El de mi busca...
—Mamá...
La mujer suspiró y sonrió.
Nishinoya los acompañó hasta la salida y Kageyama se quedó acostado de nuevo en la cama bajo las mantas.
Miró el blanco techo con su vista mucho más clara y sus oídos destaponados. Su respiración había vuelto a ser la misma y no sentía aquel frío que había sentido el día anterior. Giró su cara hacia el cubo aun con agua y ambos pañitos en el borde de este.
El mayor se había quedado toda la noche cuidándole y cambiando sus paños cuando era debido interrumpiendo su sueño. El de ambos.
Miró de nuevo el techo y pensó.
Aquella mañana había despertado sin duda mejor. Ya fuese por la sopa que le hizo Daichi. Por la pastilla que había comprado Suga. O por el cambio de pañitos que hizo Noya toda la noche. Pero aquella mañana había vuelto a despertar junto a Nishinoya como lo habían hecho el día anterior.
En este caso, no tenían las piernas enredadas entre ellas y él no le estaba abrazando. Pero el libero tenía apoyada su cabeza encima de su pecho, uno de sus brazos cruzaba su estómago y una de sus piernas estaba encima de las suyas. Prácticamente le estaba abrazando.
Y eso le había hecho pensar.
Aquel momento en la piscina parecía haberlo cambiado todo. O al menos él lo había sentido así. Había sido peligrosamente intimo y extraño. El comportamiento de su senpai también había sido diferente. Más vulnerable; confesándole su inseguridad sobre su estatura y de como le gustaría sentirse querido aunque fuese de chico como él. Y él tampoco se entendía. Le había prestado una de sus chaquetas favoritas que parecía que no le sería devuelta al ser apropiada por el mayor, y aunque intentaba comportarse indiferente como lo era siempre, el ataque que recibió sobre su risa le hizo torpe.
Y no sabía como interpretarlo.
¿Que debería de pensar sobre Nishinoya y sus cambios de actitud hacia él?
—Ya se fueron.
La voz del libero llegó a sus oídos y le vio acercarse.
—Nos volvemos a quedar solos, Kageyama.
En serio, ¿que debería de pensar sobre Nishinoya?
El mayor no debería de sonreirle de aquella manera. No podía. Porque era débil ante las sonrisas cariñosas. Y no quería caer como lo hizo con Hinata para sufrir de nuevo.
No quería.
Al menos sabía que Hinata era como él. Pero Nishinoya era diferente.
Él mismo lo había dicho: gustaba de mujeres.
Y meterse con heteros es lo peor que alguien como él podría hacer. Porque siempre son chicos como él los que acaban sufriendo.
Por eso se prometió ignorar a partir de ese momento, el asqueroso rápido latir de su corazón.
Yo dije que en pocos días volvería a actualizar, y lo cumplí. Además es sábado y escribo del tirón más rápido.
Pero en fin.
Pudimos ver que nuestro amigo Ishida Hiroki parece haber tenido el visto bueno de Tsumu. Y aviso que se quedará. Tsumu tendrá la familia que deseó desde que se rompió. Es un pequeño spoiler que les dejo.
También sufriendo con Kags y su rechazo hacia lo que podría sentir por Noya. Pero debemos de pensar que es entendible.
Y para acabar... ¡SIGO SIN SUPERAR EL REGRESO DE HAIKYUU!
LA ADORACIÓN DE ATSUMU POR NUESTRA MANDARINA BEBÉ ES DEMASIADO PARA MI.
Lo peor es que cuando subieron el capitulo estaba cenando, y quise tirar mi comida muy lejos de la emoción... Lo bueno es que los viernes vuelven a ser un poquito mejor con ellos devuelta.
Nos leemos pronto.
~Zeni13~
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