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Cuarenta y cinco [EPÍLOGO]

Te he echado de menos, todo este tiempo.
He pensado en tu sonrisa y en tu forma de caminar.
Te he echado de menos, he soñado el momento.
De verte aquí a mi lado dejándote llevar.

Te he echado de menos - Pablo Alborán

Miró por la ventana el vasto cielo azul oscuro sin ninguna nube en él.

Ajustó la claridad de la ventana* para poder ver mejor lo oscuro que estaba afuera. No había nubes, pero aún así la visión era nula.

Buscó su teléfono y a la vez sus auriculares. Cuando encontró ambos, conectó los auriculares a la parte inferior de su teléfono y se los puso en los oídos. Encendió el aparato y le bajó un poco el brillo para que no lastimara sus ojos y buscó un vídeo podcast que tenía por ver hacía tiempo.

Le subió el volumen un poco, se acomodó en su asiento y le dio a reproducir.

—Bienvenidos otra vez a un nuevo podcast. Hoy como invitado tenemos a una de las estrellas nacionales del deporte con nosotros. Ishida Atsumu, ¿que tal? ¿como estás? Gracias por venir.

—Muy bien. Gracias a vosotros por invitarme.

Paró el vídeo y le hizo zoom y sus ojos brillaron.

Atsumu estaba guapísimo.

Su pelo rubio, había pasado a ser un rubio un poco más sutil siendo un rubio más claro. Incluso estaba algo más corto.

Sus ojos seguían brillando con intensidad, como recordaba. Y las facciones de su cara se habían acentuado más como pudo notar al ver su marcada mandíbula. Le dejaba claro que ya no era un chaval de 17, sino que se estaba convirtiendo en un hombre adulto con todas sus letras.

Su cuerpo, aunque no lo pareciera, podría haber crecido algunos centímetros, pero notaba perfectamente cómo sus hombros se habían cuadrado un poco más, muy probablemente por el ejercicio, los entrenamientos y partidos que hacía.

Sus manos ardían por saber si debajo de esa camisa que deseaba quitar, habrían escondido músculos marcados que a simple vista nadie notaba.

Un silbido de apreciación a su izquierda le hizo dar un bote del susto y se aclaró la garganta.

—Parece que es verdad lo que dicen.

—¿Sobre qué?

—Que el vino cuando se vuelve más viejo, está más bueno.

—No empieces con tus cochinadas, por favor.

—Que aprecies lo que ves pero que no lo alabes, es lo que tu llamas un pecado.

—Chicos, por favor...- llamó en un susurro mirando a todos lados.— No es el momento ni el lugar para hablar de esto.

—Oh, cállate. ¿Te traigo un cubo? Porque no dejas de derramar baba desde que lo viste.

A Shouyo le ardieron las mejillas antes aquellas palabras.

Volvió a mirar por todos lados, asegurándose que las personas a su alrededor estaban profundamente dormidas y que él era el único tonto que no podía dormir.

Y que además hablaba con sus demonios personales como si estuviese loco.

Pensó que habían desaparecido cuando estuvo con Atsumu, pero desde que llegó a Brasil y se sintió y vio que estaba solo llorando en las esquinas porque encima le habían robado al poco tiempo de llegar al país, mágicamente sus demonios habían aparecido otra vez.

Pensó que cuando su amistad con Pedro se dio, incluso la de Heitor, se irían. Pero no.

Seguían ahí cual malas hierbas que nunca desaparecían.

—Bueno...- volvió a hablar en tono bajo. No quería despertar a los otros pasajeros.— Le quitaré la pausa.

—Eso estaría bien.

—Si es lo que quieres, no voy a interceder en tus decisiones.

El diablillo a su izquierda entrecerró los ojos. Él estaba seguro que su compañero ángel deseaba seguir viendo aquel vídeo podcast tanto como él.

Solo que la pureza que le caracterizaba le impedía exteriorizarlo como él.

—Has tenidos unos días muy movidos. ¿Qué digo días? ¡Semanas!

—¿Qué te puedo decir?- le sonrió al hombre.— Agradezco todo el apoyo que me dan mis fans. Incluso sus mensajes de ánimo son pura energía.

—Atsumu... ¿Te puedo tutear verdad?- el rubio asintió.— Atsumu, dime, ¿que te han dicho todas esas personas que te siguen? Ya hemos visto, no solo en las redes, sino que en entrevistas o declaraciones a diferentes medios, que tienes el apoyo de todos. Quiero recalcar que para quien no se haya enterado, hace un par de meses un famoso empresario del país ha declarado ser su padre y por un motivo u otro, han acabado en un juicio. Juicio en el cual, saliste victorioso.- Atsumu soltó un bufido divertido mal contenido. Y al estar viendo también un vídeo, pudo ver su sonrisa burlona aparecer en sus labios. Quizás alguien que no lo conozca como él, pensaría que es una sonrisa normal, pero él sabía notar la diferencia entre sus sonrisas.— Por favor, si quieres, cuéntanos. Hay muchas otras preguntas que seguro la gente quiere saber si no quieres hablar del tema.

—Aquel hombre, el que llevé a juicio, es en verdad mi padre biológico.- afirmó.

El hombre jadeó ante la sorpresa.

—Vaya giro de guión.- dijo.— No se supo nada del juicio, solo que lo habías ganado. Pero... ¿Tu apellido? ¿Acaso es el de soltera de tu madre?

—Para nada...- rió.— Llevo el apellido de mi padre.

El hombre parpadeó confundido.

—Perdóname, pero no entiendo nada.

—En mi segundo año de preparatoria, después de la peor derrota en mi vida, en los nacionales mi madre se divorció de mi padre biológico. Y nosotros...- ¿Si sabes que soy natal de Hyogo, verdad?- se interrumpió el mismo con una ligera risa.

El hombre se rió.

—Ya decía yo. Se nota un poco tu acento, pero no sabía de donde era. Lo único que se sabe es que estudiaste en Karasuno, ¡y esa preparatoria está casi en la otra punta del país!- volvió a reír el hombre.

—Como sabes, tengo un hermano gemelo, pero yo salí más agraciado que él.

—¡Ay, tu hermano! Su comida es la más deliciosa que he probado. ¡Onigiris Ishida! Vayan a probarlos a Sendai. Que tengo entendido que pronto abrirá una tienda aquí en Tokio.

—Efectivamente. Bueno. Mi hermano se quedó con nuestro padre biológico, y yo me quedé con mi madre. Ella era de Sendai, por lo que nos mudamos allí y estudié lo que quedaba de mi segundo año y último de preparatoria en Karasuno.

—También sabemos, que Kageyama Tobio, otra gran estrella del deporte de nuestro país, estudió allí.

—Por supuesto.- el rubio miró a la cámara y saludó con una sonrisa burlona. Muy probablemente para los que viesen el vídeo podcast como él.— ¡Hola Tobio-kun! Me dijiste que no te saludara, ¿pero quien sería yo para hacer caso de lo que me dices?

El hombre se rió ante sus palabras, y Shouyo no pudo contener su risa. Le salió un extraño bufido al apretar los labios para no llamar la atención, pero Atsumu no se lo dejaba fácil.

Miró alrededor, viendo que todos seguían durmiendo.

—Supongo entonces, que acabar en Sendai no fue tan malo, ¿no?

—Si te soy sincero, fue un regalo. En Sendai conocí a dos de mis mejores amigos, mi primer amor, y una familia.

El corazón de Shouyo se aceleró al escuchar sus palabras, como el sonrojo que iba en aumento por sus mejillas.

—Wow, wow. ¿Amor? Tu vida amorosa es un completo misterio para todos. ¿Acaso será hoy en nuestro podcast que sabremos quien es la persona que te hace suspirar?

—Tal vez...- dijo con una sonrisa.

—En ese caso, dejaremos la pregunta amorosa para más adelante.- asintió el hombre.— Mencionaste que encontraste tu familia en Sendai. Explícanos. ¿Tiene todo esto que ver con el que llamas tú, tu padre biológico?

—Al acabar mi segundo año, viajé a Hyogo con unos amigos, entre ellos Tobio-kun, y me di cuenta que a la persona que había estado llamando 'papá', era un completo extraño. Como sabes, soy modelo también y hago diferentes tipos de campañas para varias marcas con diferentes compañeros de la industria. Aquella persona me vio con otro chico en una de las portadas y se alteró. Y no fue el único. Yo estallé igualmente.

—¿En qué sentido? ¿Podrías decirnos?

Hinata apretó inconscientemente el teléfono en sus manos y frunció sus cejas en preocupación.

—Alerta, exclusiva.- dijo con tono divertido el rubio a lo que el hombre se acomodó en su silla interesado por sus palabras. Pero Shouyo sabía que esa diversión, solo era un disfraz.— En aquel viaje, le confesé a mi padre que soy bisexual. Me gustan las mujeres y los hombres.

El pelinaranja vio como las cejas del hombre se arquearon en pura sorpresa y le vio pasar saliva.

—Eso es... Wow. Muy... Muy valiente de tu parte.

—Bueno... Que una persona diga abiertamente su orientación sexual, es casi algo normal estos días. Entonces, ¿por qué un deportista sea hombre o mujer no puede? ¿Acaso temen que los miren de otra forma en los vestuarios? Puede que hayan casos, pocos, en el que algunos deportistas exponen su orientación sexual.

Shouyo paró un momento el vídeo recibiendo los reclamos de sus demonios personales e ignorándolos olímpicamente, se metió a Internet y buscó al respecto sobre las palabras de Atsumu.

Habían muchos artículos en los que se leían titulares como: 'Ishida Atsumu se sincera' 'Ishida Atsumu habla sobre su orientación sexual' 'El colectivo LGTBIQ+ apoya las palabras de Ishida Atsumu'.

Pero lo que más llamó su atención fue: 'No solo Ishida Atsumu. Estos otros deportistas también salen del armario públicamente.'

Abrió el enlace y empezó a leer los nombres de cada uno de los deportistas que habían decidido sumarse a Atsumu, y salir del armario. Habían varios hombres como mujeres, de diferentes ramas del deporte.

Pero se quedó helado al ver como el nombre de su mejor amigo escrito en negrita entre los diferentes nombres, resaltaba a sus ojos. Adjunto, había una foto de su amigo besando la mejilla de su antiguo senpai con una gran sonrisa mientras abrazaban a Yuto.

No lo dudó dos veces en ir a la red social donde había publicado aquella foto y leer lo que su amigo había escrito.

'Sigo sin poder creer que me haya enamorado de ti en el peor momento de mi vida. Gracias por ser como eres y estar a mi lado junto a Yuto. Te amo. Quiero seguir compartiendo mi vida a tu lado.'

A Shouyo se le nublaron los ojos de lágrimas y sonrió feliz por su amigo.

Habían muchos comentarios positivos, apoyándolo, como también estaban los negativos. Pero eran más los primeros que destacaban que los segundos.

No sabía nada al respecto. 

Cabe destacar que la publicación fue hecha hacía dos días, pero entre la boda de Heitor y preparar sus cosas para regresar a Japón, no había tenido tiempo de nada.

Salió de la aplicación, y volvió a buscar el vídeo podcast de Atsumu.

Se secó las lágrimas y le dio al play.

—Tienes mucha razón. En nuestro país no es muy frecuente este tipo de relaciones como lo sería en occidente. Pero es algo que también está avanzando habiendo más tolerancia.

—Pero volviendo al tema.- continuó Atsumu.— Estando en Hyogo, Tobio-kun enfermó y tuvimos que volver antes de tiempo. Y cuando llegué a mi casa, no sabes con lo que me encontré.

—A ver, ilumíname.- le dijo el hombre con emoción y una sonrisa en la cara.

—Imagínate ser un adolescente, llegas a tu casa donde tu madre ahora soltera, está de risas en la cocina bañada en harina, junto a un hombre que nunca habías visto antes. Ni oído hablar.

—Impactante.

—¡¿A qué sí?! Han pasado cuatro años de eso, y sigo sin creérmelo.

—¿Fue así como conociste, supongo, a tu padre?

—Correcto.- afirmó con una bonita sonrisa tirando de sus labios. Hinata sonrió por reflejo al verla.— Al principio no quería confiar en él. Mi madre acababa de divorciarse y me acababa de enterar que la persona que solía llamar papá, era alguien completamente diferente. No quería que ningún otro hombre le hiciera daño a ella.

—Eso dice mucho de ti, Atsumu. Es muy bonito.

—Pero me equivoqué. Mi padre fue alguien amable desde el principio. Me trataba como su propio hijo y no hacía más que un par de semanas que me conocía en aquel tiempo. Él fue más un padre en ese tiempo, que mi padre biológico por años.

—¿Fue ahí cuando decidiste adoptar su apellido?

El rubio hizo una pausa de algunos segundos en los que el hombre solo lo miraba en espera de una respuesta.

A Shouyo por su parte, le latía rápido el corazón.

¿Contaría lo sucedido?

Era algo sin duda delicado y de lo que no estaba seguro que quisiera que todo el mundo conociese.

—Ocurrieron... Varias cosas en las que no quisiera ahondar. Mis padres, mi hermano y mi pareja de aquel entonces, viajamos a Hyogo para que aquel hombre firmase unos papeles donde le cedía la custodia completa a mi madre... Su condición fue que si nos dejábamos de apellidar Miya, lo haría.- Atsumu volvió a callar y el hombre le miraba. Sabía que el rubio tenía más que decir.— Yo...- dijo después de varios segundos en silencio.— Le pregunté que si de verdad quería hacer eso.

—¿Por qué? Tu mismo has dicho que apreciabas mucho a Ishida-san y lo veías como un padre.

—No sé... Le dije que en el futuro sería un jugador muy famoso y mi apellido igual. Que no me importaba perder el apellido Miya y adoptar el apellido Ishida, el de mi padre... Eso no sé si le llegó a molestar, pero terminó firmando.

—Es interesante las vueltas que dan la vida. No fue hasta que fuiste llamado por la selección japonesa para asistir a las olimpiadas, que se supo que el gran empresario Miya decía ser tu padre.

—En realidad fue antes. En la copa de Asia ya había intentado ponerse en contacto, pero no fue hasta las olimpiadas cuando cruzó la raya. ¿Pero que se puede esperar de alguien como él?

—Tengo entendido, que las acciones que tenía, están cayendo en picado. ¿Sabes algo al respecto?

El rubio se acomodó en su silla. Abrió la boca un par de veces, como pensando si decir o no lo que sabía.

Al final acabó soltando una risilla acompañada de una sonrisa ladina.

—Akashi.

—¿Akashi?- preguntó confundido.

—Solo Akashi, diré.- se encogió de hombros.— No me importa que es lo que le pase de ahora en adelante. Soy feliz con mi madre y padre, mi abuelo y mis hermanos. Amo a mi familia.

—¡Cierto!- chasqueó los dedos el hombre y le sonrió.— En tus redes muestras muchas imágenes de tus hermanos pequeños. Al principio todos pensaban, yo incluido, que podrían ser tus hijos. Vaya vergüenza al enterarnos de la verdad.

El rubio solo pudo reír ante el comentario y el sonrojo que se vio aparecer en las mejillas del hombre.

—Kaito y Saito. Mis pequeños biablillos.- dijo con una enorme sonrisa en la cara y con diversión pintada en su tono de voz.— Cada fin de semana que no tengo partido o entrenamiento, viajo a las casas de mis padres para estar con ellos. ¿Sabías que mi madre está esperando otra vez?

—Me pareció una imagen muy tierna la que publicaste.

—¿Por qué lo pausas otra vez?- se quejó el demonio.

—¿Piensas ver la foto?- preguntó preocupado el ángel.— Le prometiste a Atsumu no ver nada de él hasta que llegases a Japón.

—Está viendo un vídeo de él ahora mismo. ¿Qué diferencia hay con mirar la foto?

El ángel enmudeció y Hinata giró su cara hacia la ventana encontrándose nuevamente el cielo completamente oscuro.

En tres años, no había sabido nada de Atsumu.

Seguía hablando con Osamu, los padres de los gemelos y el abuelo.

Estuvo presente cuando el nuevo par de gemelos llegaron a la que fue la casa de Atsumu, evitando completamente ir al hospital por si acaso se encontraba con el rubio.

Los vio crecer hasta que tuvo que marcharse a Brasil, y muy probablemente no se acuerden de él teniendo en cuenta que solo tenían poco más de un año. A esa edad, dudaba que retuviesen información importante.

Ahora, como volvía a Japón, creyó que ver aquel vídeo podcast que se encontró casualmente de Atsumu, no sería malo.

Salió del vídeo que estaba mirando para ir a la misma red social donde había visto la foto de Kageyama y buscó a Atsumu.

Sin querer, pero queriendo, miró todas esas fotos que publicaba y que en tres años no había mirado.

Tenía muchas fotos con su hermanos pequeños. En la playa, en la montaña, en la nieve. También tenía muchas fotos con su madre, donde en la gran mayoría de ellas, la abrazaba. También tenía otras varias con su padre, un par de ellas como a escondidas del hombre donde se veía rodeado de papeles.

Sonrió con nostalgia al ver al abuelo.

Se imaginaba a Atsumu diciéndole al abuelo que sonriera y mirara a la cámara, mientras que los ojos vacíos del hombre miraban a cualquier punto y después golpease al rubio por decirle algo como 'mira a la cámara'.

Tenía algunas fotos con Kageyama, donde el pelinegro le fruncía el ceño.

Había unas, divertidas, con Nishinoya en diferentes poses divertidas que le hicieron soltar un baja risita.

Volvió a subir al inicio del perfil del rubio y abrió la tercera foto que tenía publicada.

Se veía la redonda barriga de Ami. En ella, dos pequeñas manitas de los gemelos más pequeños. Le seguía una mano más grande acompañada de un anillo dorado en un anular, lo que significaba que esa era la mano de Hiroki. A esa, le seguía una con pequeñas manchas, y supo que era la del abuelo. Por último, estaban las de Osamu y Atsumu, siendo la del castaño la que seguía a la del abuelo y la del rubio la última.

Miró la descripción y sonrió sin mostrar los dientes.

'Ya tengo ganas de verte y cargarte, hermanita.'

Salió de la aplicación y volvió al vídeo. Sin duda, la imagen y las palabras escritas del rubio, eran muy tiernas.

—Fue algo inesperado. Cuando mi madre dio a luz a los gemelos, nunca creímos que volvería a quedar embarazada.

—¿Como te enteraste? ¿Te llamaron tus padres?

Atsumu rió ante el recuerdo.

—Había ido de visita a casa de mis padres, y en medio de la comida mi madre soltó la bomba...- el rubio rió de nuevo.— Mi padre y yo casi nos ahogamos al escuchar la noticia.

—¿Eso quiere decir que nadie lo sabía?

—Correcto. Pero mi padre ha dicho que ya no quiere más hijos y que ya tiene cita para una vasectomía.

—Medidas muy drásticas.

—Me dijo que mi madre ya ha pasado por muchos dolores al traer al mundo a cuatro hijos. Quiere ahorrarle más dolor.

—Grandes palabras sabiendo que ayudó a la creación de una quinta vida.

Atsumu estalló en carcajadas ante las palabras del hombre y se sostenía la barriga ante el dolor que empezaba a darle por culpa de ellas.

El hombre al otro lado de la mesa, le miraba con diversión.

—Bueno.- se aclaró la garganta a la vez que se secaba un par de lágrimas que escapaban de sus ojos producto de la risa.— Aunque inesperado, la llegada de mi futura hermana es una gran alegría. Al final, mi madre podrá comprarle todos esos bonitos vestidos que no pudo compararnos a mis hermanos y a mí.

El hombre fue esta vez quién rió. No de forma exagerada como anteriormente hizo el rubio, pero sí dejo salir una carcajada.

—Creo que no solo yo, sino todas esas personas que están escuchando y viendo este podcast, como todos tus fans que te siguen y apoyan, estarán felices de la bonita relación que tienes con tu familia. Pero... También estoy muy seguro, de que quieren saber otras cosas de ti.

—¿Como qué?- sonrió.— Vine a tu programa consciente de que esto podría ser considerado un tercer grado.- dijo divertido.

El hombre volvió a reír.

—Antes mencionaste, que en tus años de preparatoria en Karasuno, encontraste a tu primer amor. ¿Que puedes decirnos sobre esa persona?

El rubio se acomodó en su silla, y por reflejo, Hinata hizo lo mismo pero con la diferencia de que su corazón latía como caballo desbocado dentro de su pecho. Estaba ansioso y nervioso por lo que fuese a decir el rubio.

Durante esos tres años, lo había extrañado y quería pensar que el rubio también había sentido lo mismo.

No había tenido pareja en ese tiempo -mas que nada porque en su mente el "darse un tiempo" según palabras de Atsumu-, seguía teniendo novio.

En ningún momento le había dicho de romper, ni tampoco le llegó algún mensaje en esos años diciéndole que habían terminado. Tampoco ninguno de sus amigos le dio dicho mensaje, por lo que quería seguir creyendo que el rubio seguía tan locamente enamorado como él.

—No te voy a mentir, antes de conocerlo, había tenido diferentes parejas. Tanto hombres como mujeres, pero cuando lo conocí a él, me enamoré.

—Para confirmar.- habló el hombre.— Tú primer amor, fue un chico.

—Sí.- Shouyo retuvo un suspiro al ver la hermosa sonrisa de Atsumu al afirmar las palabras del hombre. Incluso sentía la cara arder.— Fue alguien muy importante para mí.

—Hablas de él en pasado. ¿Eso significa que habéis terminado? ¿Estás acaso en el mercado amoroso para otras personas?

—Antes de mudarme a Tokio, me enteré que planeaba irse a Brasil, a formarse como jugador.

—Debo suponer, que también juega voleibol como tú.

El rubio asintió.

—Me dolió saber que se iba lejos, y sigo siendo humano. No quería una relación a tal distancia. Mi mente no estaría tranquila. Por eso le pedí darnos un tiempo hasta que volviera.

—¿Y cuanto tiempo ha sido eso?

—Tres años.

El hombre abrió los ojos llenos de sorpresa.

—¿Y sabes algo de él? ¿Como le ha ido? ¿Si está bien? ¿Sigue sintiendo lo mismo que tú?

—Creo que, cuando se suba este podcast, él regresará a Japón en tres días.- el tinte de emoción que bañó la voz de Atsumu, hizo que el corazón del pelinaranja corriera a más velocidad.

—Y dime, Atsumu, ¿piensas ir al aeropuerto a un emotivo reencuentro?

El rubio se metió la mano por el cuello de la camisa y de ahí sacó una pequeña cadena en la que tenía colgado un bonito anillo de plata fino. Se sacó la cadena del cuello y la dejó en la mesa, para a continuación, acariciar su propio anillo del que hasta ahora notaba.

Notó como sus ojos buscaban la cámara que le grababa, y cuando lo hizo, vio el inmenso brillo en esas avellanas que tanto amaba.

—Mi amor.- le estaba hablando. ¡Se dirigía a él y solamente a él!— Sé que me estás viendo. Por eso, cumpliré mi promesa y te iré a buscar al aeropuerto. Cuando bajes del avión y tengas tu maleta, te daré este anillo que demuestran mis sentimientos hacia ti. Espero que lo aceptes si todavía me quieres.

Se escuchó un pequeño suspiro, y unas lágrimas ser apartadas.

El entrevistador se había emocionado, haciendo avergonzar un poco a Atsumu después de caer en cuenta de donde estaba y las palabras que había dicho.

—Que bonito, Atsumu. Espero que tu persona especial haya...-

Hinata salió a toda prisa del vídeo podcast y se encogió de su lugar.

—¡Pero que haces! ¡Vuelve a darle! ¡Quiero seguir escuchando lo que nos tiene que decir nuestro hombre!- le gritaba desesperado el demonio.

Pero lo ignoró.

Le dolía el pecho por culpa de su alocado corazón que no había parado de latir emocionado.

Atsumu le había esperado esos años, incluso había comprado un anillo que planeaba darle nada más salir del área de desembarque en el aeropuerto.

Quería gritar de emoción, pero se acordaba que iba en un avión con un motón de personas en el quinto sueño. No podía despertarlas.

¿Pero que haría cuando viese a Atsumu?

Quizás lloraría nada más verlo después de mucho tiempo. O tal vez corriese hacia él y le saltase encima en un ansiado abrazo. O muy probable que volviese a besar esos labios que le hicieron suspirar años atrás y que quería que lo volviera a hacer.

O quizás, hiciera cada una de las cosas anteriores a la vez.

Apretó con una de sus manos el asa de su maleta de mano mientras tenía la mirada fija en aquel pequeño peluche en forma de oso con una linda camiseta que decía 'Baby girl'.

Nada más verla, de reojo, quiso comprarla para la futura niña de Ami y Hiroki, pero no sabía si eso sería demasiado. Aunque hubiese mantenido contacto en ese tiempo -no como el que desearía- no sabía si era demasiado llegar con un peluche de aeropuerto a verlos.

Mandó al demonio cualquier pensamiento negativo y acabó agarrando el pequeño oso y fue a la caja para pagar por el, guardándolo de paso en su maleta de mano.

Salió de la, estafadora, tienda que tenía el aeropuerto y casi fue corriendo hasta la cinta transportadora para coger su maleta y salir de allí. Se había quedado como estúpido mirando el peluche como más de cinco minutos y estaba seguro que su pobre maleta era la única dando vueltas en la cinta.

Esperaba que la policía no pensara nada raro al ver que una maleta procedente de Brasil, había quedado abandonada en aquella cinta. Bueno, seguramente por ahí salían más maletas de diferentes vuelos, pero nadie podía culparlo si se ponía paranoico.

Era mejor eso, que vomitar en el brillante suelo del aeropuerto por culpa de los nervios.

Cuando llegó, efectivamente, su maleta era la única que estaba en la cinta. Siempre se tardaban media vida en que las maletas aparecieran, pero parecía que ese día, ese vuelo, habían decidido que era la mejor idea el poner a girar las maletas nada más el avión tocase tierra.

Cogió su maleta y se encaminó hacia la salida de pasajeros.

¿En verdad estaría Atsumu al otro lado?

Los pocos cristales que habían estaban tapados con los típicos anuncios para evitar que veas tanto al exterior como al interior, y las puertas estaban cerradas ya que nadie se había acercado para que se abriesen.

Soltó aire de forma entrecortada y se infundó valor.

¿En serio tenía miedo por un reencuentro?

Había viajado solo, a un país que no conocía y con un idioma el cual no sabía hablar. Y le había ido bien después de un tiempo. Se esforzó en aprender el portugués llegando a dominarlo en ese tiempo, al igual que lo hizo con el inglés y el español.

El volver a ver a Atsumu, si es que estaba al otro lado de las puertas, tendría que ser tan fácil como respirar.

Agarró las asas de ambas maletas y fue hasta la puerta. Ésta al detectarlo se abrieron de par en par dejando ver a varias personas esperando a sus familiares y amigos, moviendo sus cabezas de un lado a otro a ver si con eso pueden llegar a verlas al otro lado de las puertas; y decepcionándose al ver que quien salía de ellas no era la persona que esperaba.

Pero apenas pudo dar un par de pasos lejos de la puerta cuando lo vio.

Enfundado en un traje negro y corbata del mismo color mientras que la camisa era blanca. Su pelo peinado de lado y ligeramente más corto a como lo había visto en el podcast durante el vuelo. Y en sus manos... Cargaba un hermoso y algo grande, ramo de rosas rojas.

Detrás de él, puede que lo supiese pero los ignoraba por completo, habían unos cuantos reporteros con micrófonos y cámaras para seguramente saber quien era la persona que había robado el corazón de Ishida Atsumu durante años.

También habían un par de fans del chico, tanto hombres como mujeres, seguro que por la misma razón que los reporteros.

Y fue ahí, cuando sus ojos se cruzaron.

Pensó que su reencuentro sería como se lo imaginó sentado en su sillón del avión. Pero fue todo lo contrario.

Atsumu le levantó la mano, y el se quedó tieso en su lugar viendo a sus avellanas, e ignorando la ola de flashes que le siguieron a ese simple gesto del rubio.

Lo vio acercarse un poco, sin ser seguido por todas esas personas que no le quitaban los ojos de encima, y se paró a un par de metros de la cinta que separaba la puerta de desembarque con los asientos de espera de los familiares.

Él, por su parte, tomó otra vez las asas de las maletas y caminó de forma lenta hasta quedar frente al más alto. Al tenerlo cerca pudo notar con mucha más facilidad el gran hombre que se estaba volviendo. Físicamente hablando. Era algo que aunque notó en el podcast, al verlo en persona apreciaba con más facilidad.

Guió sus ojos un momento a su cuello, notando pequeños destellos de lo que sabía era la cadena que Atsumu tenía con el anillo.

Alargó sus manos y cogió con cuidado la cadena, escuchando el bufido divertido de Atsumu y los jadeos de los reporteros y fans ante tan descarado movimiento. Si hubiese sido cualquier otra persona que metiera su mano en el cuello de la camisa de una persona famosa como lo era Atsumu, habrían consecuencias.

Miró el bonito anillo de plata en la cadena durante unos segundos y luego al rubio que le miraba expectante.

Abrió el cierre de la cadena y sacó el anillo de ésta. Lo miró y giró entre sus dedos para luego deslizarlo por su dedo anular.

Alzó otra vez la mirada hacia el rubio que no había dejado de sonreír, y no pudo aguantar más en rodear su cuello y abrazarlo con fuerza. El contrario le abrazó por la cintura y le apretó de la misma manera que él hacía.

—Te he echado de menos. Mucho.- le dijo con la voz a punto de romperse a llorar.

—Yo también. No sabes cuanto, Shou.

·

·

·

Las maletas cayeron haciendo un ruido sordo en el genkan, pero eso a ninguno de los chicos les importó.

Ellos estaban más pendientes de comerse la boca a besos del otro.

En el aeropuerto, después del emotivo y para ellos íntimo abrazo, el pelinaranja aceptó el ramo de rosas con un enorme sonrojo cubriendo su cara ante el detalle. El rubio por su parte solo estaba ligeramente sonrojado.

Y no fue, hasta que la lluvia de preguntas y fotografías por parte de los reporteros, los hizo salir de la hermosa burbuja en la que ellos dos se habían metido.

Apenas respondieron algo, o más bien, fue Atsumu el que contestó a algunas preguntas hasta que se fueron al garaje donde les esperaba el coche del rubio.

Allí, se hicieron una foto a petición del rubio, y dando su permiso, accedió a que hiciera pública la imagen antes que los reporteros o cualquier fan. En el viaje hacia lo que supuso era la casa del mayor, vio lo que había escrito debajo de la foto.

'Aceptó el anillo. Te amo, mi vida.'

Eso solo hizo que el sonrojo que tenía, se instalase en sus mejillas durante un buen tiempo.

No habían cruzado palabras desde el aeropuerto, y tampoco se habían dado algún otro abrazo que no fuera el que se dieron al ponerse el anillo en el dedo. Ni siquiera se habían besado.

Durante el viaje en el ascensor, ni un roce de manos, ni un empujón tonto por los pasillos hasta llegar al apartamento del rubio.

No fue hasta estar dentro de éste, que el mayor le había dado la vuelta logrando tirar sus maletas al piso, cogerlo por los muslos para alzarlo y apresarlo contra la pared para poder besarse con hambre.

Habían sido tres años, en los que habían estado separados.

Tres años en los que se habían extrañado.

Shouyo metía sus dedos por las hebras rubias mientras que Atsumu apretaba con fuerza las nalgas del menor.

Apenas separaban sus bocas para tomar aire, y cuando lo hacían, no tardaban en volver a juntarlas y retomar el desesperado beso.

En algún momento, cuando Shouyo se había empezado a restregar encima del rubio, las camisas de ambos, y la chaqueta y corbata del rubio, habían volado, y las morenas manos del pelinaranja debido a pasar tiempo bajo el sol, dejaron de enterrarse en el pelo rubio para pasearse y arañar con ligera fuerza la ancha y trabajada espalda de Atsumu quién gruñía cada vez que sentía las cortas uñas enterrarse en su piel.

En el camino hacia la habitación del mayor, éste había desviado sus labios del menor para centrarse esta vez en su cuello y empezar a dejar notorias marcas que serían visibles al siguiente día. Shouyo no contenía los gemidos que salían de su boca y le importaba muy poco sí los vecinos del rubio se enteraban de lo que estaban a punto de hacer.

Escucharon algo caer y romperse, muy probablemente cuando el pelinaranja se quitó los zapatos con ayuda de sus pies; importándoles más bien poco dado que ambos rieron entre dientes.

La puerta chocó con fuerza contra la pared cuando Atsumu la abrió, y al llegar a la cama dejó caer al chico de sus brazos logrando que rebotara un par de veces en el colchón por ello; y se colocó encima para otra vez, volver a unir sus bocas y besarse desesperadamente.

Movió sus manos de forma ágil y desabotonó el pantalón del pelinaranja. Los bajó junto a la ropa interior, sintiendo en su vientre la dura erección del contrario. Mandó a volar los pantalones con los bóxer y calcetines a algún lugar de la habitación y abandonó esos adictivos labios para ir dejando un camino de húmedos besos empezando por el cuello, bajando por sus clavículas y rozando peligrosamente sus duros pezones, rodeando con la punta de su lengua el ombligo del menor logrando que su vientre se contrajera, para acabar finalmente en el miembro de pelinaranja.

No lo pensó dos veces cuando se introdujo el pene de Shouyo dentro de su boca logrando sacarle un sonoro gemido de placer, y empezó a subir y bajar su cabeza a la vez que movía su lengua por toda la base.

Shouyo se mordía el labio inferior lleno de placer, y sus manos agarraban con fuerza las sábanas a la altura de su cabeza.

Las fantasías que había tenido en Brasil pensando en Atsumu, no se comparaban con la realidad.

Un gemido más alto salió de sus labios en el momento que sintió un dedo introduciéndose en su interior. Alzó su cabeza al escuchar un 'plop', y le alzó una ceja a Atsumu a la espera de una explicación de porqué había dejado de atender su erección.

Estaba a punto de acabar.

—Estás apretado.

El pelinaranja le miró alucinando.

¿Se había sacado su pene de la boca para decirle eso?

Alzó su pierna izquierda, listo para golpear el hombro del rubio, pero éste lo agarró por el tobillo a la vez que introducía un segundo dedo en su interior y empezaba a simular pequeñas embestidas con ellos al tener un mejor acceso.

Eso solo logró que echara la cabeza hacia atrás y que soltase un pequeño grito de sorpresa mezclado con placer.

—¿Por qué preguntas lo obvio?- recriminó entre dientes.

—¿Acaso no te has tocado estos años?- preguntó para después acercar su boca y morderle la pantorrilla con ligera fuerza.

—Ahh...- gimió de nuevo. No sabía ya si era por el placer que un par de dedos hacían entrando y saliendo de su interior, por las acciones del rubio, o por su intensa mirada que no apartaba de su persona.— No lo he hecho.- respondió su pregunta.

—Yo sí...- le volvió morder, pero esta vez algo más suave.— Incluso me he despertado con la ropa interior manchada por soñar con el desastre que le hacía a tu cuerpo. Como un adolescente.

Hinata sollozó ante el placer nuevamente y apretó los dedos de sus pies.

Los dedos del rubio se movían con más fuerza y rapidez, y no sabía cuando había introducido un tercero. Lo que si sabía es que estaba cerca de llegar al clímax.

Sus labios fueron otra vez poseídos por los del rubio, consiguiendo que sus dientes chocasen entre sí en ocasiones. Sus manos abandonaron las sábanas para ir a la ancha espalda y clavar sus uñas allí, consiguiendo escuchar un gruñido por parte del rubio que murió en su hambriento beso.

Separó sus bocas consiguiendo que el beso terminase, y puso los ojos en blanco en el momento que Atsumu daba las últimas embestidas con sus dedos haciendo que se corriese en su estómago.

Dejó salir un quejido al sentir su interior vacío, y su cuerpo no dejaba de tener pequeños espasmos debido a su reciente orgasmo.

Apenas y movió sus ojos viendo que el rubio se bajaba de la cama para quitarse los zapatos que no había dejado en el genkan por el calentón que ambos traían encima. Le siguieron los pantalones y la ropa interior dejando ver, como se alzaba orgullosa la dura erección que goteaba líquido preseminal.

Se acercó hasta una de las mesillas de noche que había a cada lado de la cama y de uno de los cajones sacó un condón de la gran tira que tenía.

Con su cuerpo aún con pequeños espasmos, se mordió el labio inferior deseoso de que ese trozo de carne le taladrase hasta el punto de que se olvidase de su propio nombre. Le vio ponerse el pedazo de látex, y sin subirse a la cama, le jaló de los tobillos hasta dejarle en el borde, levantarle la cadera y enterrarse de una sola estocada en su interior.

Si quería que olvidase su nombre, iba por buen camino.

Gimió alto a la par que sus ojos nuevamente se ponían en blanco y se corría por segunda vez.

Sus pieles chocaban de forma obscena en cada embestida que daba el rubio, y él solo podía gemir sin control. Su cuerpo estaba pasando por tal placer que su mente se estaba quedando en blanco.

No sabe en que momento ocurrió, pero ahora los dos estaban acostados en la cama con Atsumu pegando su pecho en su espalda. Uno de sus brazos rodeaba su torso mientras que otro levantaba una de sus piernas para así poder tener mejor acceso a su entrada y poder seguir embistiéndole con fuerza.

Su cuerpo era un completo desastre, como había asegurado el mayor que hizo en sus sueños; lleno de chupetones. Pero eran las mordidas las que más abundaban sobretodo en su cuello.

Atsumu no había parado de marcar su cuerpo con ellas, como queriendo reclamarle después de años separados. Queriendo dejar muy claro, que ya tenía a alguien. Y él como tonto enamorado que era se había dejado.

También había perdido la cuenta de las veces que se había corrido. El placer que recorría todo su cuerpo, solo atontaba a cada segundo su mente. ¿Y el rubio? ¿Se había corrido en algún momento?

Jadeó de la sorpresa al estar ahora él encima de Atsumu, quien volvía a sostener sus nalgas, las cuales no había dejado de tocar en cada momento que podía.

—Muévete para mi.

Shouyo tragó saliva. 

Los ojos avellana estaban inundados en pura lujuria, y había una ligera capa de sudor en su cuerpo.

Tenía las piernas como gelatina, pero estaba dispuesto a moverse. Sobretodo ahora que sentía al rubio más dentro de él.

Apoyó sus manos en el duro abdomen del mayor y elevó sus caderas hasta dejar la punta en su interior para después caer de golpe soltando un gran gemido de placer al sentirse lleno nuevamente; y escuchando un gruñido por parte de Atsumu. Subió otra vez de forma lenta y se dejó caer a la vez que apretaba el pene del rubio. Las manos en sus nalgas se apretaban con fuerza cada vez que se dejaba caer y estaba seguro que sus largos dedos estarían marcados en ellas.

Soltó un agudo chillido de placer cuando subió sus caderas y Atsumu le embistió con fuerza desde abajo; y le miró.

—Vas muy lento.

—P-pero no puedo ir m-más rápido.

—Deberías.- gruñó volviendo a enterrarse en el estrecho agujero.— Esto te gusta tanto como a mí.

—P-pero...- suspiró ante otra embestida.— Si v-voy lento... Te siento tan d-dentro...- despegó sus manos del duro abdomen y las llevó al suyo propio donde se notaba un bulto sobresalir.— En esta posición... Llegas hasta aquí. Me excita tanto.

Atsumu volvió a gruñir, para luego volver a dejar al pelinaranja de espaldas en la cama y volver a embestirle con fuerza.

Los gemidos volvieron a llenar la habitación como los rasguños que conseguía Atsumu en su espalda, logrando encenderlo más si era posible. De su garganta también salían roncos gemidos, pero eran más los gruñidos llenos de placer junto a las mordidas que no podía evitar dejar en el cuerpo contrario.

Sus caderas aumentaron la velocidad de las embestidas al sentir que estaba a punto de llegar al orgasmo. Rodeó el cuerpo de Shouyo en un abrazo, sintiendo que él le rodeaba las caderas con las piernas.

Volvió a besar de forma desesperada los labios del menor dando unas últimas y certeras embestidas que los hacían jadear en medio del acto, y los dos temblaron dejando escapar un gemido de sus gargantas rompiendo el beso al llegar al orgasmo a la vez.

Atsumu se dejó caer, agotado, encima de Shouyo quien le devolvió el abrazo, acariciando su arañada espalda con cariño.

Te he echado de menos. Todo este tiempo.- le susurró Shouyo en el oído.

—Y yo he pensando en tu sonrisa... He soñado el momento, de verte aquí a mi lado.- le devolvió el susurro.

—Y ya estoy aquí contigo.

·

·

·

Cuando abrió los ojos aquella mañana, sentía que le dolía todo el cuerpo. Era como si un camión le hubiese pasado por encima y arrastrado varios metros por el asfalto. Pero le fue inevitable que una sonrisa se escapara de sus labios y enterrara su cabeza en la almohada que abrazaba a la vez que estiraba cada centímetro de sus entumidos músculos.

Si el camión que lo había arrollado se llamaba Ishida Atsumu, estaría encantado una y mil veces de salir delante de él en la carretera para que lo arrastrase.

Después de esa primera vez tan alocada y desesperada que tuvieron de tener sexo donde él había eyaculado más de una vez y confirmando que el rubio solo una, le siguió una segunda más tranquila y pausada. Con susurros llenos de amor en el oído del contrario y besos delicados repartidos por el cuerpo de ambos. De solo pensar en como las puntas de los dedos de Atsumu recorrían su espalda con tal suavidad y delicadeza como si se fuese a romper, le volvía a erizar la piel como lo hizo en aquella ocasión.

Los dos suspiraron el nombre del contrario al llegar al orgasmo entre ligeros temblores e infinitos picos en los labios del otro.

Y si Shouyo había creído que ese momento íntimo y lleno de amor había sido el final, estuvo muy equivocado. No entendía de dónde Atsumu sacaba la energía cuando él parecía falta de ella. Recuerda que había visto como el cielo empezaba a pintarse de naranja en algún punto, y cuando ya no pudo más y cerró sus ojos exhausto, el cielo estaba en ese momento completamente oscuro.

Sacó la cabeza de la almohada y la giró a la izquierda viendo que ese lado de la cama estaba vacío. Al estirar la mano sintió que el lugar estaba frío dejándole claro que su hombre estaba en la cocina por el olor a comida que entraba por la puerta abierta.

Volvió a sonreír como estúpido, y dio patadas a la cama cual colegiala enamorada al poder decir nuevamente que Atsumu, ya no era su chico, sino su hombre.

Aunque había aceptado el anillo que todavía brillaba en su anular, en medio de besos y fuertes embestidas el rubio le dijo que si quería volver a ser su pareja nuevamente. Puede que no fuese la manera más romántica de pedirle aquello, como le dejó saber en un grito indignado cuando le penetraba con fuerza; pero que acabó diciéndole que sí.

Se sentó en la cama y con su mirada buscó su ropa interior notando que sus pantalones y los del rubio habían volado a diferentes lugares del suelo de la habitación. Incluso pudo ver todavía los zapatos de vestir del mayor. Se puso en pie dispuesto a ponerse su ropa interior junto a una camisa que había visto mal doblada de Atsumu encima de una cómoda; notando como sentía su cuerpo completamente limpio.

El rubio había limpiado cada centímetro de su cuerpo de los rastros de semen que habían manchado su abdomen y el interior de sus muslos cuando al contrario se le había olvidado ponerse de nuevo el condón.

Caminó descalzo por los pasillos de la casa de Atsumu notando que de las paredes solo colgaban marcos de fotos, a los que les hacían falta, pues eso, fotos. Sin embargo, en una mesa detrás de un sillón pudo notar algunas fotos con su familia, pero no le prestó mucha atención a ellas.

Llegó hasta la cocina donde Atsumu cocinaba el desayuno de ambos, y al estar justo detrás de su espalda, lo rodeó por detrás en un abrazo y le dio un beso entre los omóplatos.

Pudo escuchar una risa contenida que acabó saliendo como un bufido.

Sonrió y apoyó su barbilla en el mismo lugar que dejó el beso y observó la ancha espalda ampliando su sonrisa. La marca de sus uñas en forma de arañazos la cubrían por completo, como la marca de besos que dejó en su cuello por ambos lados, y la circunferencia de sus dientes en los anchos hombros.

—Eres malo.

—¿Por qué?- preguntó. Giró su cabeza frunciendo sus labios en busca de un beso que no tardó en llegar.

—Quería despertar contigo a mi lado.

Atsumu rió.

—El malo eres tu. Despertaste antes de lo que pensé... Quería llevarte el desayuno a la cama.

—Que honor.- se burló el pelinaranja.— No todos pueden presumir que el gran Ishida Atsumu les lleva el desayuno a la cama.

—Shouyo...- advirtió divertido al sentir como esas manos que añoró, se deslizaban por su estómago hacia abajo.

—¿Qué?- se hizo el desentendido.

El rubio apagó el fuego, se giró en su lugar y cogió de los muslos al más bajo para dejarlo encina de la encimera de la isla con la que contaba la cocina.

Hinata solo pudo reír cuando fue alzado.

Dejó sus manos en los hombros de Atsumu mientras que éste le agarraba por las caderas y las acariciaba con sus pulgares.

—No me importaría seguir en donde lo dejamos anoche, pero te recuerdo que no fui yo el que se desmayó cuando lo hacíamos.

A Shouyo se le incendiaron las mejillas.

Le dio un suave golpe en un hombro y le siguió mirando.

Estaría avergonzado, pero habían sido muchos años sin verlo. No quería apartar la mirada de él ni un segundo.

—Tu no estuviste sentado en un avión por más de 24h.

—Claro que no, pero por eso debía poner en marcha esas nalgas que tienes, cariño.

Hinata le volvió a golpear un poco más fuerte esta vez, consiguiendo que Atsumu riese.

Se inclinó para besar esos labios que también había añorado, y sonrió en medio del acto al ser correspondido.

—Viste el podcast.- no era una pregunta sino una afirmación.

—Me lo mandó Kageyama el día que salió... pero no lo pude ver hasta que estuve en el avión.

—No sabes la falta que me hiciste todo este tiempo.

—Tu a mi también.- deslizó su mano por el cuello hasta llegar a su mejilla y acariciarla con cariño.

Dio un bote del susto al sentir algo húmedo tocarle el tobillo, y al mirar, pudo ver a un perro de color negro.

No supo identificar que tipo de raza era.

¿Pero de donde había salido? ¿Tan necesitado estaba de sexo la noche anterior que no se dio cuenta que había un animal en la casa?

—¿Y este perro?

—¿Sabías que Yuto era un hembra?- le respondió con otra pregunta a lo que solo alzó una ceja en espera de más explicaciones.— Se ve que Yuto provocó a Kuro de alguna manera y tuvo una camada de cinco perritos.

—¿Ésta es una de sus crías?- el rubio asintió.— ¿Y cuando fue eso?

—Hace dos años. El abuelo me llamó por si quería una. Al ser crías de un perro lazarillo normalmente las entrenan para que sean igual que sus padres. Tobio-kun se quedó con otra de ellas, y las personas que los entrenan, le dijeron al abuelo que le darían otro cuando estuviese bien entrenado.- negó con la cabeza divertido.— El abuelo dijo que para cuando eso ocurriese, él ya estaría muerto.

Hinata rodó lo ojos.

—El abuelo sigue siendo una persona joven. Todavía tiene muchos años por vivir.

—Papá le dijo lo mismo y lo único que consiguió fue que el abuelo le dijera que los años que le quedaban de vida, se los pasaría regañándolo.

—Los echo muchos de menos... ¿Cuando vas a Sendai?

—En dos días... ¿vienes conmigo?

—¡Por supuesto!- sonrió mientras le daba un beso.

—Pero antes de eso, tenemos que desayunar algo. Hay que recuperar toda la energía perdida del día anterior.

Se bajó de la encimera y se sentó en una de las sillas que tenía la mesa de cristal redonda que había en la cocina, mientras que el rubio volvió a centrarse en el desayuno de ambos.

El can, le siguió moviendo su cola y con las orejas en punta, muy seguramente intrigado de quien era la nueva persona que estaba en la casa de su dueño.

Le rascó cada lado del cuello, viendo como la cola seguía moviéndose con rapidez, muy probablemente a gusto con las caricias. Sin dejar de rascarle con una de sus manos, guió la otra hasta dar con la chapa que colgaba del collar blanco y así poder leer su nombre.

Alzó las cejas en completa sorpresa y se aguantó un bufido de gracia al leerlo.

—¿Lo llamaste Tobio?- le preguntó a Atsumu cuando se sentó frente a él con los platos de comida.

El mayor rió ante la pregunta.

—Es tan divertido cuando llamo a alguno de los dos, y giran a la vez la cabeza.- decía sin parar de reír.

—Eres de lo que no hay.

Y aunque le parecía mal lo que hizo Atsumu, Shouyo debía de admitir que era muy gracioso.

—¡Noya-san!

—¡Shouyo!

Ambos chicos corrieron y saltaron para darse un gran abrazo al reencontrarse.

Como Atsumu le había confirmado, después de dos días iría a Sendai y allí estaban.

El día después de su llegada, en la que se pasaron prácticamente todo el bendito día no solo entre las sábanas dejándose llevar por el placer acumulado durante esos años sino que por partes de la casa, se había acordado que sus maletas seguían tiradas en la entrada.

No tenían gran cosa, solo su ropa y algunos recuerdos como un pequeño Cristo Redentor y algunas camisas que decían Brasil.

Uno de esos cristos, se lo regaló a Atsumu, que enseguida lo dejó encima de una estantería al lado de una foto de ellos dos juntos cuando estaban en preparatoria. La verdad no se acuerda de aquella foto, pero le hizo sonreír.

Al llegar la noche y pedir una pizza con extra de queso para cenar, decidieron ver la televisión. O más bien fue a él quien le interesó ver la televisión. Quería enterarse un poco de lo que estaba pasando en su país después de años alejado de él.

Pero casi se ahoga con el refresco que estaba tomando cuando en un canal que había puesto al azar, hablaban del encuentro que tuvo con el rubio en el aeropuerto.

Era un canal del corazón.

'Hay pocos hombres como Ishida-san'

'La sonrisa de Ishida-san podría curar enfermedades'

'Ser abrazada por Ishida-san de esa manera sería un sueño'

Ese tipo de comentarios y mucho más, eran los que se lograban escuchar. Él solo podía morir de vergüenza.

En otro canal, era de él de quien se hablaba.

Tenían en pantalla la foto que Atsumu había publicado con él en el coche, y se hacían miles de preguntas sobre quien era.

Habían muchas conjeturas, una de ellas donde decían que él solamente lo quería porque Atsumu era alguien famoso y con dinero. Eso le hizo enfadar.

Sin embargo, el enojo disminuyó cuando algún periodista que sí sabía hacer su trabajo, le investigó como es debido y descubrió los partidos que había estado teniendo en Brasil en la playa. Y que era patrocinado por el gran Kodzuken.

Dejó de darle vueltas al asunto, cuando Atsumu le arrebató el mando de la televisión y la apagó alegando que dejara de ver ese tipo de cosas y que se centrara solo en él.

Parpadeó un par de veces al haber sido cegado por un flash proveniente de una cámara, y frunció el ceño al ver a un par de personas murmurar a unos metros de ellos, notando entre la pequeña multitud, al responsable de la foto.

—No les prestes atención.- le dijo el antiguo libero rodeando su brazo con el propio.— Ya que nuestro querido Atsumu salió del armario, somos el foco de atención.

—No sé de qué te quejas.- apareció el rubio, jalando a su pequeño a sus brazos y le sacó la lengua al castaño.— Gracias a mi gran hazaña, alguien se va a casar.

—Es verdad, felicidades.- sonrió feliz Shouyo.

Nishinoya se cubrió la cara completamente sonrojado, dejando a la vista un anillo de compromiso en su anular.

En el camino a Sendai, Hinata se había metido en la redes sociales un poco para matar el tiempo en aquel viaje de varias horas. Y su sorpresa llegó cuando vio que Kageyama había publicado dos fotos y un vídeo.

En la primera se podía ver dos manos, una encima de la otra dejando ver que cada una llevaba un anillo de oro en sus anulares. En la segunda imagen, era una foto de Kageyama y Noya, con éste último llorando mientras mostraba su mano con el anillo mientras que Kageyama tenía una de sus escasas sonrisas normales, no espeluznantes.

Cuando vio el vídeo, jadeó.

Escuchó a Atsumu preguntarle que ocurría sin apartar la mirada de la carretera, pero lo ignoró.

Había intentado subirle el volumen al vídeo, pero resultaba que Kageyama había preferido hacerlo sin sonido. Por lo que se limitó a ser un mero observador.

En el vídeo se veía una guirnalda de luces colgadas por el lugar, alguna que otra planta que le extrañaba que Kageyama cuidase y una mesa con dos sillas, preparada con una vela encendida en el centro y una vajilla todavía limpia.

Sin duda un ambiente muy romántico.

Se vio como la pareja entró, con Kageyama guiando a Nishinoya quien tenía los ojos tapados por el más alto. Kageyama movió los labios y Noya asintió, y al ver que el pelinegro se separaba intuyó que le dijo que no abriera los ojos ya que abría la silla para que el castaño se pudiera sentar en ella. Una vez sentado, Kageyama se arrodilló y volvió a mover los labios. En eso apareció Yuto quien cargaba la pequeña caja de terciopelo, supuso, negro. Noya también había movido sus labios, quizás preguntándole porqué llamaba al perro, a lo que Kageyama volvió a hablar para que al segundo el chico que estaba sentado abriera los ojos y, muy posiblemente, jadease ante la imagen.

Se veía como Kageyama le hablaba al contrario, que tenía sus manos cubriendo su boca. Cogió la pequeña caja del hocico de Yuto, quien había estado sentada mirando la escena; y la abrió dejando a la vista del más bajo el par de anillos. No podía asegurarlo, pero estaba muy seguro que le estaba diciendo muchas palabras bonitas que no hacían más que sonrojar y hacer llorar a Nishinoya, y que dejaban a un Kageyama muy nervioso y vulnerable.

Hubo unos segundos en los que Kageyama había dejado de hablar para momentos después haber suspirado al ver cómo sus hombros se movieron ante el acto; y volvía a hablar. Juraba que hasta había escuchado sus palabras.

—¿Te casarías conmigo?

Su antiguo libero había asentido incontables veces la cabeza. Había aceptado el bonito y brillante anillo para después lanzarse en un tierno abrazo junto a Kageyama.

—A Tobio-kun le corre la envidia por la venas.- dijo Atsumu con sus ojos entrecerrados.

—No digas eso.- golpeó con suavidad el duro abdomen del rubio.— Fue una proposición muy bonita.

—No digas tonterías Shouyo.- negó.— No soportó la idea de que tú y yo estuviésemos comprometidos antes. Pero no pienso dejar que se case antes que nosotros.

—Decirle en un podcast que si aceptaba tus sentimientos por medio del anillo, no es una propuesta de matrimonio.

Hinata sonrió grande y se giró para ver cómo los zafiros de su mejor amigo aniquilaba a su chico de mil maneras posibles.

Corrió feliz hacia su amigo y saltó para enroscarse en su cuerpo cual mono para darle un gran abrazo.

—¡Bakayama! ¡Te extrañé!

El pelinegro rodó los ojos y le escuchó chasquear la lengua.

Aunque se mostrase así con él, sabía que lo había extrañado igualmente.

—Shouyo, se que es una tontería que piense cosas sobre tu y Tobio, pero suéltale.- le dijo Noya.— Tú tienes a tu hombre, y yo tengo al mío.

El pelinaranja se sonrojó ante el pensamiento del mayor que podría tener algo con el pelinegro. Su amigo por su parte, se sonrojó de sobremanera al haber escuchado a Noya celoso y decir que él, era su hombre.

Ni en sus locos sueños de adolescencia pensó que aquello sería posible.

—Bueno, bueno, muy bonito el reencuentro, pero no quiero que nos cancelen la reserva en el restaurante y preferiría que al día siguiente mi novio no saliese en los programas del corazón por fotos fuera de lugar.

Giraron sus cabezas hacia donde Atsumu señalaba recordando que no estaban solos.

Que habían un par de fotógrafos dispuestos a sacar todas las fotos que fuesen posibles para vendérselas a alguna revista o noticiero para que tuviesen de que hablar.

Creyó que estaría en boca de todos por sus logros deportivos, no por temas del corazón.

Kageyama, aún sonrojado, enlazó su mano con la de Noya y caminó fuera del ojo de las cámaras, para ir al lugar al que habían reservado.

·

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—¿Qué tal Brasil? Regresaste moreno.- dijo Noya con la boca llena de carne.

—Es tan bonito. Hay muchas personas en las calles aunque el calor por el día era un poco insoportable. Pero por las noches era muy agradable. Sobretodo cuando ibas a la playa. Y la comida era muy buena.

—Espero que hayas mejorado algo, para eso te fuiste, ¿no?- soltó Kageyama dándole vuelta a un trozo de carne para que se hiciera por el otro lado.— Querías mejorar, no hacer turismo.

—Cierra el pico, envidioso.- Atsumu le lanzó una servilleta al pelinegro que gruñó por ello.— ¿Por qué le dijiste que sí?- le habló esta vez a su amigo castaño.— Piénsalo bien. Tendrás que verle esa cara de vinagre todos los días. Y su personalidad es horrible... ¿De verdad quieres casarte con él?

—Lo mismo te digo Hinata, ¿por qué quieres estar con un tipo tan arrogante como Atsumu-san? Sigo creyendo que sus lágrimas de hace años eran mentira.

Se escuchó un jadeo por parte del rubio.

—¡Envidioso! ¡Eso es lo que eres!

El pelinaranja rodó los ojos ante la repentina -en realidad no- pelea que comenzaron ambos armadores.

Decidió centrarse en hablar con su antiguo senpai que parecía ignorar como él la pelea de los otros dos.

Aunque quizás fuese algo molesto ver volar delante de tus ojos servilletas echas bolas y probablemente alguna verdura que le disgustase a quien lo tiraba.

Sabía que el jugar con la comida estaba mal, ¿pero de que le servía decírselo a aquel par? Ninguno pensaba hacerle caso.

—¿Qué tal tu trabajo Noya-san?

—De maravilla. El último viaje que hice fue a Italia. Pesqué marlines, Shouyo. ¡Marlines!

—¡Wow! ¡Llévame contigo un día!- dijo emocionado.— En una librería de Brasil encontré uno de tus libros, el de Australia.

El chico hizo un sonido con su garganta al estar bebiendo, y le señaló con el dedo.

—Casi me muero al ver una araña del tamaño de mi mano.

—No exageres, Yuu.- habló de repente Kageyama dejando la pelea de lado.

—Tu te callas, mi amor. Que te desmayaste al ver una pequeña oruga subiendo por tu pantalón.

Shouyo y Atsumu se rieron mientras que el de ojos azules se sonrojó hasta las orejas al verse descubierto.

Le agarró las manos y le empezó a decir que ese tipo de cosas era mejor que se las callase. No quería sentirse avergonzado delante de la pareja. Específicamente de Atsumu, quien no dudaría en burlarse de él en cualquier momento.

Hinata sonrió al verlos tan enfrascados en una nueva conversación, y por acto reflejo entrelazó su derecha con la izquierda del rubio, y recostó su cabeza en el hombro del mayor.

—Se ven tan felices juntos.

—Como tu y yo, cielo.- besó sus alborotados cabellos.

—Pero tuvieron un momento difícil. Sobretodo cuando Kageyama sufrió bullying.

—Bueno... Eso ya es agua pasada. Ese terrible momento en sus vidas pasó. Solo míralos.

Y eso hizo.

Su mejor amigo sonreía feliz.

Era una sonrisa dirigida únicamente a Nishinoya, quien le devolvía la sonrisa pero de forma tímida. Le acariciaba con la punta de sus dedos el dorso de la mano que tenía sobre la mesa,  juraría que jugaba con los dedos de la otra bajo la madera.

—Ellos serán felices y todo lo que tu quieras.- la voz de su chico le trajo de vuelta a la tierra.— Pero yo soy afortunado de tenerte.

—Yo también.- le dio un pico junto a una sonrisa.

—No, yo más... Llenaste de luz aquel momento tras el divorcio de mi madre y estuviste a mi lado cuando le ocurrió aquello a Samu. El haber ido al Karasuno, estar a tu lado y enamorarme de ti, fue una de las mejores cosas que pudieron pasarme.

—Te amo.- le susurró Shouyo con el corazón rebosante de amor ante las palabras del su chico.

—Y yo te amo más.

Se dieron un último corto beso antes de volver a la comida con sus amigos.

A partir de ese momento, ya nada ni nadie los podría separar.


FIN


*La última vez que fui en avión - hace como 5 años- podías regular la claridad de la ventana en vez de bajar un estor o una cortina para que no te diese el sol. No sé si es igual en todos los aviones o es solo de la compañía en la que viaje.

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