Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8

CAPÍTULO 8

Estar embarazada no es tan malo como parece. Bueno, borren eso. Puede que sea malo, solo que no lo he notado para nada. Si, tal vez en unos meses, cuando suba de peso y tenga hemorroides cambie de opinión al respecto, pero ahora, la verdad no tengo mucho de qué quejarme. No he tenido vómitos ni mareos, o más sueño del que normalmente tengo. Al contrario, siento que tengo una pila inagotable y de no ser por mi obvio estado, correría sin chistarle las veinte vueltas a la cancha que el maestro de Educación Física me acaba de pedir. Le digo que me duele la rodilla y comienzo a hacer el camino a trote lento, muy lento. Nico pasa al lado mío varias veces, pero yo ni siquiera lo volteo a ver. Si lo hago, probablemente me den ganas de abrazarlo o alguna cosa romántica, así que mejor me concentro en hablarle a Andy o en burlarme de la pésima condición física de David.

Me he acostumbrando a rechazar a Nico, ya que hace dos semanas que corté con él y eso, junto con mi problema de fertilidad, ha hecho que lloré como un bebé todas las noches. Ya saben, escucho mi canción depresiva favorita (Una de Cat Stevens que le encanta mi papá) y luego me mentalizo para llorar un rato. Todo esto claro, mientras escribo cosas emos sobre el amor y sus decepciones en mi libreta/diario. No sé por qué me pongo así, si yo no quiero a Nicolás en el amplio sentido de la palabra. Simplemente él me gusta demasiado, eso es todo.

Así paso todos mis días, aunque en las clases es peor. Hacer como que Nico no existe, es algo de locos. En Arte, le hablo solamente para propósitos necesarios como pasarme el lápiz o prestarme goma. Él me observa como si fuera un bicho raro, creo que no comprende el porqué de mi repentino alejamiento. Se me queda viendo con una expresión de "¿Y qué rayos le hice a esta loca para tratarme así?" No pienso decírselo por supuesto. Por primera vez en mi vida me siento una rompecorazones, una inalcanzable hija del infierno. Obviamente, embarazada o no, eso me eleva un poco la autoestima. Incluso me siento como la desgraciada de Rebecca, que es capaz de traer a Nico delirando de amor. Hasta que llegué yo por supuesto, aunque eso no duró mucho para mi gusto.

Luego del ensayo del viernes, veo que Nicolás y Rebecca se van juntos de la escuela. De no ser porque me dan unas ganas tremendas de vomitar, los seguría, pero mejor me dirijo al baño a hacer lo propio, con Andy deteniéndome el cabello para evitar manchármelo.

—Pobre Ceci. El sobrino te la está haciendo pesada.

—Ni lo digas. Es mi primera náusea verdadera— le digo bajito porque alguien está en el baño lavándose las manos pero sale de inmediato dejándonos solas.

Andy me ve con ojos tristes, y luego, hace igualmente una cara de vómito. Sé que está sintomatizándose igual que yo. Si yo lloro, ella lagrimea; si yo vomito, ella siente nauseas. La nuestra es una amistad muy rara, y esta es una de esas pruebas.

—Creo que nos debemos algo rico después de tantos días de stress, así que porqué no vamos a comprar un té helado y luego nos sentamos a observar a la gente que pasa. Con eso seguro te sientes mejor— sugiere Andy.

Ella tiene razón: me siento como en el cielo cuando nos sentamos en la plaza comercial con nuestras respectivas bebidas, a comenzar el sagrado ritual de crítica destructiva.

—No sé tú, pero esa tipa tiene celulitis en las piernas— me callo un momento. — Espero que dentro de algunos meses a mi no pase igual, ¿te imaginas? ¡Con celulitis a los diecisiete!

—No lo creo, tienes buenos genes, no como esa chica de rosa a la que se le ve horrible el pelo— señala Andy a una chica con obvios problemas de cabello grasoso.

Nos quedamos como parias un rato en frente del café más famosillo de la plaza. Todo va bien, nos divertimos sanamente, hasta el momento en que la vida me recuerda que me odia, que no soy para nada su hija favorita y que probablemente me voy a quedar sola toda mi existencia ya que sin esperármelo, veo que Nico y Rebecca están sentados en una de las mesas para dos de aquel café. La postura de ambos es de obvio coqueteo: cuerpo erguido, sonrisa socarrona y sexy, cejas levantadas y lo más notable: ambos muerden sus labios. Me siento terrible y sin querer, comienzo a hiperventilar, quiero salir corriendo. Andy también ve la escena y se alegra por completo, ni siquiera se ha dado cuenta de lo que me pasa.

—Vaya sorpresa. No tenía idea de que esos dos habían regresado.

—Es obvio que no lo han hecho— suelto con la boca llena de hielo. Quiero atragantarme y morir de una buena vez. Figuradamente, claro.

—Pues si no lo han hecho, lo harán— suspira. —Me da gusto: ellos hacen...

—Muy bonita pareja— imito su voz.

La escena me ha arruinado la tarde espantosamente, así que le pido a mi amiga que nos vayamos del lugar antes de que comience de nuevo con las nauseas, pero Andy no me hace caso: la muy chismosa quiere saber todo el asunto. Nos quedamos como paparazzis, de incógnitas detrás del kiosko de telefonía celular. Después de un rato, el trenecito lleno de niños de la plaza comercial, pasa casi encima de nosotros pitándonos el claxon para que nos quitemos. Por supuesto que toda la gente alrededor nos mira como si fuéramos estúpidas.

—Esa es una señal del cielo para que nos larguemos de aquí— digo sin ganas.

Andy me da la razón y se escapa al baño, los litros de agua y té chai le están jodiendo la vejiga. Yo me adelanto a una tienda de bebés que había visto en la entrada. Entro, y la dependienta, una señora mayor, me observa con ojos amables.

—¿Cuántos meses tienes?—ella pregunta, poniendo su mirada en mi vientre.

¿Cómo lo supo? ¿Lo adivinó por el brillo de mis ojos?

—Eh, yo no...

—Por supuesto, no estás embarazada. Solo observas por curiosidad—ella me guiña un ojo.

—Sí, es simple curiosidad—acto seguido, me abotono el suéter por cualquier cosa. No quiero que alguien más se de cuenta.

Me quedo observando las ropitas y los zapatitos que cuestan cantidades estratosféricas de dinero, pero juro que las pagaría si mi mesada las pudiera pagar. Cualquier bebé con esos atuendos se vería genial, lindo y tierno. Si tuviera un bebé vestido así, saldría a presumirlo por la tarde en un carrito en donde todos pudieran verlo y apachúrrale las mejillas diciendo argumentando lo lindo que es, mientras se mueren de envidia porque saben que nunca tendrán un hijo tan bonito y carismático como el mío. Si fuera simpático y risueño, lo metería a uno de esos concursos de las tiendas departamentales o incluso le hacía una carrera de modelo para una marca de papillas y cereales, convirtiéndome así en el sueño de toda mamá: ¡ser manager de mi propio hijo! ¡Cuidado Bebé Gerber!

 Un dedo en mi espalda me hace reaccionar y lo agradezco demasiado, comenzaba a babear como perro de Pavlov por mi fantasia.

—¿Qué haces?— es la voz Nico.

¡Ups! Yo no debería de estar aquí, y él tampoco.

—Nada, solo busco un regalo para una tía— le contesto y luego me arrepiento de haberlo hecho.

Sin más, camino dejándolo dentro de la tienda. Antes de salir, la dependienta me desea suerte. Afortunadamente Nico no se percata de ello, y va detrás de mí.

—Cecilia, deja ya de comportarte como una niña inmadura y dime qué fue lo que te hice para que me trates así— me toma del brazo.

—No soy una niña— contesto enojada. —Bueno no, tienes razón, soy una niña al lado de la perfecta Rebecca. De hecho, entré a la tienda a comprarme pañales.

—¡Qué comentario más maduro!—él suelta sarcástico—¿Y qué tiene que ver Rebecca con todo esto?

Una música malvada se planta en mi cerebro al escuchar el nombre de mi archienemiga, así que entró en modis caninus. Es decir, decido ser una completa perra con él.

—¿Qué tiene que ver?— también imito su voz. —No soy idiota, los acabo de ver ligando en el café, pero ¿sabes qué?: no me importa en absoluto. Si quieres mentirme diciendo que no tienes nada que ver con ella, es tu problema Nicolás Cortés Alba, no el mío.

Nicolás permanece callado, tratando de sopesar lo que le dije. Me ha salido genial, estoy tan orgullosa de mi lado canino. Ese orgullo solo me dura unos segundos porque luego, me contesta muy serio:

—Eso te lo dije hace dos semanas, cuando tú me dijiste que no querías nada conmigo. Me rechazaste, y no solo eso, me ignoraste desde ese día y ahora ¿vienes a seguirme en mí salida con ella?

—No te sientas tan importante, no te seguí. Andy y yo venimos aquí todo el tiempo— me excuso. Nico levanta una ceja, seguro no me cree. —Es en serio. Somos clientes distinguidos de esta plaza.

—Sí, sea como sea...—él pasa las manos por su melena. —Odio tener que decirlo así, pero tú fuiste quien me rompió el corazón, así que no tendría que explicarte nada.

Hablando de corazones rotos, el mio le hace compañia al suyo en el piso imaginario de la decepción amorosa. Aún así no cedo, ni soy amable con él.

—No te pido explicaciones, Nico. Solo te pido que me dejes comprar en paz.

Nico mira a todos lados, mientras yo me arrepiento por todo lo hecho en los últimos meses. De todo, menos estar con él. Quisiera abrazarle y decirle que no vuelvo a rechazarlo, que es con él con quien quiero estar, pero básicamente, no puedo ni debo hacerlo.

—Bien, me parece justo—Nico regresa a la tierra, al igual que yo.—¿Sabes? Ahora las cosas serán distintas: estoy pensando en regresar con ella, así que...

¡Bum!, una bomba de emociones cae sobre mí. Se siente tan feo escucharlo por Nico, pero es lo mejor. Le miró con ojos llorosos, cuando de reojo veo que Andy llega a la escena. No hubo tiempo de disimular que hablaba con él. Nico la saluda despidiéndose luego, y dejándome un mal sabor de boca.

—¿Qué te hizo?—pregunta mi amiga.

—Descubrió que lo espiábamos y me reclamó. Eso es todo.

—Ni hablar, tendremos más cuidado para la próxima.

—No habrá próxima, Andy. En verdad, no quiero saber nada de ellos.

—¿Por qué no? Pensé que Nico y tú se llevaban muy bien.

—Nos llevábamos, tiempo pasado.

Andy no deja de extrañarse por mi comportamiento y en verdad, no me importa. No voy a decirle nada, mucho menos ahora que Nico acaba de mandarme al diablo.

Después de la plaza, voy directo a mi casa y de ahí, directo a mi cuarto. Llego a instalar mi trasero a la computadora, es lo único que me puede reanimar en estos momentos en que quiero dejar de lado el drama por esta ocasión. Reviso primero quién está conectado en el chat y molesto a David un rato mientras juego un poco con la pecera del Facebook. Por último reviso mis correos y hay dos que puedo destacar fácilmente: el primero es de Joaquín, que dice que se muere por verme, que me extraña. Como me vale un carajo lo que él quiera, lo borro al igual que he hecho con todos sus mensajes anteriores. El segundo correo, para mi mala suerte, es la primera actualización que tengo del Twitter y que acaba de llegar. Son las diez de la noche cuando un balde de agua fría cae sobre mi cuerpo. “@ becky_pretty: feliz porke estoy con el amor de mi vida!! *-*”

—¡Nooo!— grito, golpeando el monitor de mi computadora, como si ella tuviera la culpa.

Efectivamente, Nico y Rebecca volvían a ser novios, tal y como él me había dicho. ¿Cómo rayos era que Nico había actuado tan rápido?

—¡Cállate “Mounstrilia”!— se asoma mi hermano a la puerta de mi cuarto —Por primera vez en tu vida, sé una niña normal y evita gritar como un cerdo para demostrar tus emociones.

Chris me molesta en ese momento, así que lo corro lanzándole un zapato a la cabeza (Maldigo el día que le dije a mi mamá que quería un hermanito varón). Está a punto de darme un paro cardiaco, siento dormido mi brazo izquierdo. Estoy tentada a llamar a mi hermana a la guardia en el hospital para que me diagnostique. Maldita sea @becky_pretty y también de paso Nicolás Cortés. Alzo mi puño al aire e imploro por una oportunidad para vengarme de ellos, aunque a decir verdad no sé cómo puedo hacerlo si soy un poco cobarde después de todo. Resignada apago la computadora y tomo mi libreta. Me quito la ropa quedando solo en bóxers y camiseta; me tiro a la cama, prendiendo antes los altoparlantes de mi teléfono celular para escuchar mi canción.

—La, la, la, la, la, la, laaa...— tatareo el principio, arrancando en gordas y saladas lágrimas.

—¡Por Dios Cecilia!—grita mi padre desde la sala.—¿Otra vez esa jodida canción?

Oficialmente le he arruinado su gusto por esa canción. No me importa, estoy triste y necesito sopesar mi primera (Y espero que única) desilusión amorosa.

N/A: Hola chicas! Ya vine a actualizar, y bueno, si alguien habia leido anteriormente este capitulo, podrá ver que corregí los dialogos de N y C para que fuera más intenso, doloroso y sexy. Yo lo escribí pero admito que Nico es un peneque en este capitulo, y ojala que se trague sus calzones por volver con Becky >.< (Notese que soy Team Ceci XD) Saludines a Cami, a Vivi, a Elliz, a Mia, a mi Cuchi Lux, a Cooni (Que dijo cosas maravillosas de esta historia *--*) y en general a todas las que leen. Ojala que cada vez más gente se una a la lectura ya que siempre es más ameno escribir para un publico tan lindo como ustedes. Ok, cursi a la vista asi que me voy...se viene una especie de venganza por parte de Ceci, muahaha! Sintonizen la próxima semana, vale?

Ale ;)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro