1
2009
He contado miles de veces los ciento cincuenta y ocho pasos que hay de la parada del bus hasta mi casa, el auto de mi padre estaba afuera, lo que significa que no se habría ido aun a su trabajo. Detrás de mí, el sol se ocultaba detrás del castillo de Osaka.
Recuerdo jugar con las sombras largas que se mostraban en el suelo en el atardecer junto a la calle, también cuando Donnie metió la mano tras un hongo cerca a un árbol y tocó un nido de avispas. Salimos corriendo y gritando.
El triciclo de Timothy estaba tirado en medio de la entrada, así que al cerrar la puerta detrás de mí lo arrastre hasta el garaje. Allí el golpe de calor me dió en toda la cara. A mi madre siempre le habría gustado los espacios cálidos. Odiaba el frío. Por otro lado, mi padre siempre dice que nos quebraremos por gasto de dinero innecesario.
- ¿Eres tu cielo?
- Hai - Deje mi chaqueta en el perchero.
Dirigí mi vista hacia la sala, y vi a mi padre recostado boca abajo en el sofá, con el brazo sobre los cojines. Timothy, mi sobrinito de cinco años estaba arrodillado junto a el, buscando.
- Lego - Aquel hombre robusto con algo de esfuerzo me miró con el rostro algo azul por aguantar el aire y sus bigotes algo comprimidos - no tengo idea de porque demonios hacen fichas tan diminutas. ¿Has visto el brazo de Capitán América?
- Estaba encima del DVD. Creo que Tim los intercambió con los brazos de Iron Man.
- Al parecer no puede tenerlos más tiempo rojos, necesita los azules.
- No te preocupes, así podrá disparar rayos de energía a Loki. - Señale mi mejilla y Timothy me dio un beso allí por saludo - ¿Dónde está mamá?
- Arriba. Mira¡¡ Una moneda de cinco Yenes¡¡
Escuche el familiar sonido de la mesa de planchar. Miwa Hamato, mi madre, no se sentaba nunca. Una vez fue a pintar los ventanales muy cerca a los tatamis, mientras comiamos Domplings de cena.
- ¿Podrías buscar esos tontos brazos? Me ha hecho buscar por media hora y ya se me hace tarde.
- ¿Tienes turno nocturno?
- Si, y ya son las cinco.
- En realidad son las cuatro y media.
Mi padre sacó los brazos de entre las almohadas y miró el reloj.
- ¿Que haces aquí tan temprano?
Alcé los hombros y lo reverencie, algo me tenía distraído así que le sonreí y me fui a la cocina.
El abuelo estaba junto a la ventana, revisando su juego de Manjong. Tal vez únicamente yo me daba cuenta de que le encantaba jugar solo. Además de que hacía trampa. Su médico nos había dicho que era mejor mantenerlo ocupado para recuperar su concentración después del derrame cerebral que tuvo y este pasatiempo parecía agradarle.
- Kon'nishiwa sofu - Me sonrió - ¿quieres una taza de té? - Negó y miró la nevera. - ¿una bebida fría?
Asintió.
Abrí la puerta de la nevera.
- No hay jugo de manzana - Es muy caro - ¿cerveza? - Negó otra vez - ¿Agua?
Asintió y me susurró un ¨Arigato¨ a lo que le entregué el vaso.
Mi madre entró en la cocina, con una canasta de ropa recién lavada y doblada.
- ¿Son tuyos? - Ondeó un par de calcetines.
- De Don, creo.
- ¿irás a algún lado?
- No.
- ¿Va a venir Tora? Llamo hace poco. ¿tenias el Tphone apagado?
- Mm.
- Dijo que quería reservar las vacaciones. ¿a donde querías ir?
- Roma.
- Miren bien el hotel y pongan atención a que empresa se los compran... Dicen que la mayoría están en reparaciones. Y hablando de tu padre ¿ya te ofreció un poco de té? - No quise mencionar palabra, y ella lo notó - ¿estas bien cielo? Te ves algo pálido.
Me tocó la frente, como si fuera un bebé; colocando sus uñas de esmalte negro contra mi cabello oscuro y algo alborotado. Quería recordarle que tenía veintiséis años y no cuatro.
- No creo que podamos tener vacaciones.
Me miró fijamente, cosa que realmente odio. Es tan seria y brusca, como rayos X lee sentimientos.
- ¿tienes problemas con Tsume?
- Mamá, Yo...
- No quiero meterme en su relación, pero llevan muchísimo tiempo juntos. Es natural y totalmente normal si las cosas de vuelven un poco complicadas. Es decir, tu padre y yo...
- Me quedé sin trabajo.
Mi voz apagó todo ruido en la casa. Las palabras se quedaron flotando. Nadando por la cocina sin permiso y poniéndome más nervioso de lo que ya estaba.
- ¿Qué tu qué?
- Murakami va a cerrar el restaurante. A partir de mañana. - Extendí un sobre color caramelo, similar al de las gyozas que mantenía apretado durante todo el camino. Conmocionado. Todos los 158 pasos hasta poder llegar a casa. - Me pagó tres meses por adelantado.
- ¡tres meses! - Gritó mi padre, mientras mi madre apoyaba una taza caliente entre sus manos. - Vaya, que generoso, sabiendo que trabajaste allí por seis años.
- Yoshi - Le lanzó una mirada de advertencia. Señalando a Timothy con la cabeza. Todos los días lo cuidaban como niñeros mientras Don llegaba a casa.
- ¿Que es lo que se supone que harás ahora? Le pudo haber avisado desde antes, no faltando un día para largarse.
- Bueno, tendrá que buscar otro trabajo, y problema resuelto.
- No hay trabajos Miwa, Lo sabes muy bien.
Mamá cerró sus ojos, como si tratara de recuperar los alientos para conversar sin desplomarse.
- Es un muchacho muy listo. Va a encontrar algún empleo. Tiene buen historial laboral. ¿o no? Murakami le va a dar unas referencias muy favorables.
- Ja, si claro >> Leonardo Hamato es un experto en usar palitos de bambú y tiene muy buena mano con el Ramen<<.
- Gracias por el voto de confianza, Pá.
- Solo digo la verdad.
Desgraciadamente dependemos de mi trabajo para sostener la economía familiar. Donnie no ganaba prácticamente nada en la biblioteca. Mamá no podía trabajar, por que tenía que cuidar del abuelo, y su pensión no daba casi para nada. El coche de mi padre estaba hecho chatarra después de un accidente y él se mantenía tenso por los constantes farfullos de su jefe por posibles despidos. Así que mi salario daba apenas lo suficiente para que mi familia viviera de semana en semana.
- Aún no nos metamos dolores de cabeza, mañana puede ir a la oficina de empleo a revisar con su amigo las ofertas. Con lo que le dieron puede manejarse unos días más. - Charlaban como si tuvieran una pintura de Monet como su hijo. - Y es inteligente. Eres inteligente, ¿verdad Leito? Tal vez allá algo como cursos de dibujo para niños. O encontrar algo en una oficina.
Me quedé sentado, mientras ellos seguian parloteando sobre que otros posibles oficios podría llegar a tener con mis limitadas cualificaciones. Un puesto en alguna fábrica. Operario, amo de casa. Por primera vez esa noche me entraron ganas de llorar.
Timothy me observó con esos ojitos enormes y en silencio me ofreció la mitad de una galleta Oreo.
- Gracias - Dibuje las palabras con mis labios y me la comí.
Dejé los brazos cruzados sobre la mesa y me sacudí el cabello exhalando desespero y preocupación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro