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• L U C A S •
Cada día, uno más de los habitantes de la ciudad Caelum se unía a nuestra causa.
Nuestros aliados consistían en un puñado de brujos con poca suerte y cansados de no recibir lo que merecían, seres sin futuro y con deseos de desenterrar la semilla de la esperanza que plantamos en sus cabecitas simples.
Eran lo suficientes como para poder asistir en trabajos variados como la cocina, la limpieza y el mantenimiento general del palacio improvisado de Ivy en las instalaciones de La Academia. Hacían todo eso a cambio de la promesa de darles un trabajo digno y remunerado cuando tomemos el control total de la ciudad.
La Academia Ylia, por fin estaba volviendo a la vida luego de meses cerrada.
—Estás muy pensativo —señaló Ivy entre mordiscos de su porción de pavo al horno—. Es demasiado temprano como para preocuparse por cosas que no puedes controlar.
En efecto, bajé la mirada a mi plato y comprobé que estaba intacto.
Las papas rebozadas con hierbas y mantequilla empezaban a enfriarse, el muslo de mi pavo seguía en su posición inicial y hasta la mermelada de bayas ácidas que lo bordeaba no había sido tocada.
Sin quererlo ni pensarlo, ahogué una risa por lo absurdo de mi situación: un huérfano afortunado que pasó de comer carne salada y caldos en la torre de las wiccianas, a formar parte de la corte de la primera reina mestiza de las brujas.
Tantas cosas y aun no se me plantaba la avaricia o el aprecio por este tipo de lujos en el corazón.
El fino comedor en el que nos encontrábamos era hermoso. Con sus techos altos y pintados con imágenes de los dioses y la naturaleza, suelos de mármol y una gran mesa entre nosotros que era atravesada de un camino de terciopelo rojo y rebosaba de pan, miel, huevos duros y fruta para acompañar nuestros alimentos.
—Si hubieras dicho eso último con la boca vacía, habría sonado excelente —le corregí.
Aunque todo esto desde afuera parecía algo inusual, al final del día solo éramos Ivy, sus pésimos modales en la mesa y yo intentando tener una comida decente.
Aunque vigilar a mi amiga en su hora de comida parecía algo de críos, habían pasado cosas muy fuertes en su vida últimamente, y me aterraba la idea de que continuase saltando comidas.
¿Para qué otra cosa sirven los amigos además de acompañarte en tus momentos más oscuros?
—Eso de los modales nunca ha sido mi fuerte de todos modos— se excusó mientras se acercaba al centro de la mesa para arrebatar un trozo del pan trenzado—. Cuando creces en un campamento, no existen normas más allá de las de supervivencia y respeto a los superiores.
Imité su acción, y tomé algo de pan para remojarlo en mi taza de té de flores.
—¿Cómo fue el campamento?
—Pues bien —dijo muy casual—. Fue todo lo que conocí hasta la adolescencia. Mis amigos, mis hermanas y hasta los instructores que tuve... prácticamente me hicieron lo que soy hoy.
—¿Por qué tu padre te dejó?
Ella alzó una ceja.
—Los ángeles no tienen nada suyo. Todos formamos parte de una misma familia, así que desde el momento en que naces se supone que eres enviado al campamento. Allí todos los bebés se confunden entre sí. Lo mismo pasa con los querubines, pero ellos van a un observatorio estelar que está en lo más alto de nuestro pabellón. Sé que suena un poco jodido, pero está bien, no tienes otra alternativa que tratar con cierto cariño y respeto a cualquier ángel que ves en la calle, no vaya a ser que sea tu tío o abuelo.
Tomé mi té con gran escepticismo, pintado en todo mi rostro.
—Es muy extraño, pero supongo que no es distinto a lo que me pasó a mí...
—No se parece en nada —se apresuró en aclarar—. Allí ellos te cuidan y respetan, saben que es su responsabilidad hacer de ti alguien en la vida y te hacen sentir útil. Como que formas parte de una causa más grande.
Como que eres una guerrera destinada a grandes batallas, pensé.
—¿Qué hay de Izar? dijiste que estuviste con él por un tiempo.
Eso la hizo tragar su pan con dificultad. Aunque un segundo después se recompuso, noté que su taza tembló un poco cuando la levantó hacia sus labios.
—Cuando alcanzas cierta edad en el campamento, te llevan al pabellón de los arcángeles de vacaciones. Usualmente son un montón de mocosos angelitos felices por revolotear entre las grandes columnas del pabellón y las calles de oro que atraviesan la patria celestial —sonrió para sí misma antes de continuar—. Durante esa visita, él hizo un intento deplorable por tratarme como al resto. Pero le fue inútil porque con sólo verme, supo que yo era su hija ya que veía la cara de mi madre en mí. Así que, todas las noches antes de dormir, acudía a mi habitación y me preguntaba por mi día, me contaba una historia sobre héroes y antiguas guerras, y se despedía con un beso sonoro en mi frente cuando mis párpados me pesaban por el sueño.
Mi corazón se encogió por la imagen de una pequeña Ivy, con sus grandes ojos verde azulado llenos de inocencia. Siendo feliz con su padre y teniendo por primera vez, a alguien que la amaba por ser ella a pesar de conocer todos sus secretos y capacidades.
—Suena como un gran padre —aprecié.
El silenció se hizo pesado, y ella apuntó la mirada en algún punto lejos en el techo. Como si estuviera viendo a alguien que la miraba desde las alturas, alguien que pertenecía lejos entre las nubes.
—Él actuaba como uno.
La conversación se había tornado muy íntima. Pero algo pico en mi curiosidad, y me impulsaba a seguir averiguando lo que más podía, tomando en cuenta de que hablar de su padre le marcaba un punto sensible.
—Entonces, ¿cómo hace una pequeña diosa para pasar desapercibida entre los demás?
Frunció el ceño. Pero afortunadamente, reanudó su almuerzo ya que introdujo un bocado más a su boca.
—Nunca me había visto a mí misma como una diosa, hasta que ustedes lo trajeron a consideración el otro día, supongo que eso ayudó. De todos modos, ser un dios o diosa no te hace excepcional entre tu especie si hablamos de apariencia, tal vez puedes hacer cosas que los demás no y te da algo de confianza entre el resto, pero fuera de ahí, eres alguien común y corriente a simple vista. Velo de este modo: Si la cara de Izar no fuera conocida por todo el mundo, tal vez hubiera podido vivir toda su eternidad encubierto.
—Ya veo —aprecié con una mano en mi mentón.
Tenía sentido lo que decía, ya que por alguna razón pensé que los dioses tenían un brillo que desprendían su cuerpos poderosos, como si la magia no aguantaba más estar encerrada en sus venas, y de algún modo necesitaba florecer en sus pieles. Pero al conocer a la mismísima Demi de los elfos durante esta primavera... me di cuenta de que no había brillo ni halos en su cabeza, tan solo un cuerpo precioso y una actitud atrayente, como sí sola presencia en una habitación hiciera que ninguna mirada pudiera desprenderse de ella.
Seguimos comiendo en silencio, hasta que nuestros platos se vaciaron y no quedaba más que hacer que limpiar nuestras bocas con las servilletas.
Y aunque esperé a que ella me permitiera retirarme, nunca lo hizo. Sólo me analizó por un largo momento, como intentando descifrar un acertijo muy complicado cuya respuesta afloraba en mis ojos.
—Lucas, ¿a qué viene todo eso?
—Tengo una teoría —dije en voz baja, cuidando que nadie fuera del comedor pudiera escuchar—. Podría ser que, si encontrásemos más dioses que fueron creados como tú...
—No hay más como yo —me interrumpió al segundo—. No hay más dioses, sólo los seis traídos por Geo.
—Pero tú eres una excepción. ¿Te imaginas que otros dioses al igual que tú fueron creados y viven en cubierto?
Ella negó con la cabeza.
—¿A qué pretendes llegar con esta teoría?
—Si hubieran más como tú, creo que serían aliados poderosos en nuestra causa.
Ivy cruzó los pies sobre la gran mesa del comedor. Tras un corto resoplido, me miró con cierto pesar.
—No le tengo fe a esta teoría, siendo sincera —se encogió de hombros—. Sin embargo, admito que sería muy hipócrita de mi parte hablar de cosas imposibles.
Ese minúsculo atisbo de esperanza que me confió, fue todo lo que necesite para avivar mi emoción.
—Tengo que seguir trabajando en ello, pero juro que traeré algo de ayuda. Sólo tengo que averiguar cómo crear un dios.
—Podrías encerrar a Namphys y Demi juntos en una habitación hasta que pase algo interesante —sugirió mi amiga.
Yo la miré con cara de asco, entendiendo lo que ella quería implicar. Como respuesta, me dedicó una risita socarrona.
—Dejando ese comentario blasfemo de lado, creo que lo primero que debo determinar es cómo la magia se transforma para crear un ser poderoso.
—Si los dioses de los que hablas existieran, creo que lo mejor que podrían hacer sería seguir ocultos en lugar de involucrarse en esta mierda, como todos nosotros.
Incliné la cabeza a un costado.
—¿Por qué no los quieres de nuestro lado? sería una victoria asegurada.
—Porque sería usar su poder contra su voluntad. Eso me convertiría en la clase de líder que no quiero ser. Quiero que me sigan por lo que represento, no quiero que nadie más que yo misma salga perjudicado en esta trinchera.
Traté de no dar un respingo con esa última palabra.
—Está bien, yo... prometo que si encuentro a alguien, no lo obligaré a hacer nada que no quiera.
—Bien. En ese caso, cuentas con mi bendición para demostrar tu teoría.
Disculpándome y tropezones, recogí mis pensamientos y me levanté de mi asiento. Dispuesto a empezar mi investigación, cuando una idea cruzó por mi mente.
—Sabes, creo que aún no has dado la orden de qué colores usarás en tu reinado.
Porque el morado era de los brujos, el negro de los demonios y el dorado de los ángeles. Ivy representaba todo eso y nada al mismo tiempo. Tomar una decisión al respecto era un tema muy complicado, decidir entre uno y otro podía significar una guerra o perder aliados.
—Dile al resto de mi corte que será rojo —dijo sin mirarme a los ojos.
fruncí el ceño.
—¿Por qué?
—Porque esta es una corte nueva y me niego a seguir las antiguas tradiciones de ninguna raza —su voz era plana—. Además, me recuerda la sangre, que es precisamente lo que inició y terminará este conflicto.
No sabía a qué sangre se refería con exactitud. No me atreví a preguntar, tan solo hice una plegaria por mi propio pellejo cuando los cabellos de mi brazo empezaron a elevarse.
La guerra estaba por llegar.
Nuestra reina roja, la estaba anticipando.
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Gracias por leer corazones <3
-Valky
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