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• L U C A S •
Podría intentar mil veces describir el mar, pero me temo que mil veces y una fallaría de forma miserable en el intento. Era como si todos los adjetivos que venían a mi cabeza se quedaban cortos, y que nuestro lenguaje de repente no lograba cumplir su propósito de expresar las emociones que rebosaban en mi corazón.
Era salvaje, inesperado y no se doblegaba por nada ni nadie. Sus olas se peleaban entre sí, salpicando gotitas que al ser atravesadas por los rayos del sol matutino, se asemejaban a miles de gemas suspendidas en el aire.
Era hermoso, y nunca me cansaría de ello.
Esta pasión por las aguas era parte de mi nueva faceta. Si me lo preguntaban, era de lo más irónico ya que hace un año atrás me interesaba más la lectura, la práctica de alquimia y hechicería, las curaciones y por supuesto la botánica. Todas esas actividades eran cosas que estaban bajo mi control, pero ahora descubrí este amor hacia el mar sin dueño ni reglas.
Sentado desde mi balcón en el Leviathan, con la brisa salada colándose por cada hebra de mi cabello, tuve que hacer un gran esfuerzo para forzarme a despegar la vista de enfrente y atender las plantas. Tenía que asegurarme de atenderlas antes de que atracar en Ylia y entonces-
—¿Aren aun no te ha cambiado esas tazas por macetas? Qué pésimo servicio tienen por aquí.
Podría distinguir esa voz en cualquier circunstancia, en cualquier momento del día y hasta en mis sueños.
—Ivy Bren —dije, a la vez que sacudía la tierra de mis manos—. O debería decir, Ivy Arcoelli de Ylia.
Me volví en su dirección y la encontré de brazos cruzados, con una sonrisa de lado y el cabello atado en una trenza que se mecía con el vaivén de la brisa.
No habían vestidos opulentos ni alas al acecho. Más bien, vestía una camisa con las mangas enrolladas a la altura de los codos, con pantalones y botas gruesos, la misma sencilla Ivy de siempre.
Al escuchar lo que dije, arrugó un poco la nariz.
—Es lo peor que he escuchado en mi vida.
Me senté en el suelo y con palmadas sobre la madera, la invité a mi lado. Ella aceptó, y al posicionarse reprimí el impulso de señalar el aroma del alcohol que desprendía.
Todos los demás le habíamos señalado que abusar del alcohol podía ser demasiado nocivo para su salud, pero ella se negaba sin escuchar alegando que era lo único que la mantenía con los pies en la tierra.
—Aún estás a tiempo de arrepentirte de tu plan —sugerí.
Se lo había comentado ya hace unos días atrás, cuando pidió que la transportáramos ella y toda su corte de vuelta a Ylia.
La idea de tomar el control de todo un continente era arriesgada, sin importar que nuestras tierras estuvieran indefensas, era una declaración de guerra temeraria. Eso sin contar que traería amenazas y más que un descontento hacia Ivy.
Y el tema más preocupante de todo: los reyes de Ylia aún estaban en funciones, a pesar de que nadie supiera de ellos en varios meses.
No sabía qué esperar, es por ello que esta me parecía una terrible idea.
¿Qué más podía decir?
Mi mejor amiga estaba involucrándose en los problemas de un reino que nunca se había preocupado por ninguno de los dos.
—Cuando toquemos tierra firme, ya no hay vuelta atrás. —Su voz era apenas un murmullo en comparación con la brisa potente—. Tomaremos el control, y se dividirán los bandos. Si no quieres arriesgarte, lo entenderé. Pero si decides quedarte conmigo, lo apreciaré por el resto de mis días.
—Jamás te dejaría sola. —Me apresuré por responder—. Más que nunca me necesitas a mí y a todos los demás, sería un honor serte de utilidad.
Ivy esbozó una sonrisa perezosa cuando posó sus ojos verde azulados a la distancia, en el punto donde el mar y el cielo se confunden.
Por un momento no vi a una reina.
Una reina, que había sufrido y era tan imperfecta como todos nosotros. Con la barbilla en alto y el sol besando tanto sus mejillas sonrosadas como cada uno de los callos y cicatrices que decoraban su piel.
Tal vez fuera una mala idea, pero podría ser que alguien que había perdido tanto y sin embargo aun lograba ponerse de pie de algún modo, era lo que Ylia necesitaba.
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Aren me caía demasiado bien. No había duda alguna con eso.
Pero tener que razonar con el capitán del Leviathan era a veces una travesía que me tomaba todo el día.
—¿Me estás diciendo que no nos vamos a deshacer tan fácilmente de las locas con alas de gallina?
Estábamos en su despacho, él acomodado en su sillón de terciopelo y yo del otro lado del escritorio de caoba, aun con mis apuntes desperdigados por la superficie.
Era nuestra sesión de clase de lenguaje de señas diaria, pero yo había aprovechado la ocasión para traer el tema de Ivy a la conversación y ahora no había vuelta atrás.
Desde que estábamos en Quisqueya, el tritón de cabello dorado se mostró muy interesado en ayudar en lo que pudiera para la causa, incluso soportó las amenazas de las arcángeles e hizo lo posible por controlar su lengua y no discutir con ellas.
Pero formar una alianza con alguien que estaba a punto de desencadenar una guerra, ya era otro tema.
—Solo estaremos allí para ofrecerle lo que tenemos a nuestra mano. —Traté de convencerlo—. Ella me prometió no arriesgar la vida de la tripulación si las cosas se ponen feas.
Aren alzó una ceja.
—Sin ofender pero, lo único que ha gobernado tu amiga en su vida es el corazón del príncipe Aiden. Lo cual es un logro en sí mismo, pero no se compara en asumir el control total de un continente. ¿Cómo es que estás tan seguro de ella?
—Ahí es que entramos nosotros —añadí animado.
Me levanté de mi lugar. Atravesando el espacio entre nosotros y sentándome sobre el escritorio para así estar más cerca de él y explicar mi punto.
Aren siguió cada uno de mis pasos con la mirada y al percatarse de mi proximidad, tragó en seco.
—No estoy de acuerdo con nada de esto, y dejé muy en claro que si la guerra se desata no participaremos. Pero por otro lado, somos un grupo muy variado y cada uno de nosotros puede ayudar a Ivy en un asunto distinto. Por ejemplo, tú más que nadie sabes sobre los impuestos comerciales y esas cosas.
Aren se inclinó hacia la mesa, posando sus brazos a un lado de mi pierna.
—Entiendo lo que quieres decir, pero siento que les falta algo importante. ¿Cómo planean sacar a los brujos del castillo sin recurrir a la violencia?
—No lo haremos, Ivy gobernará desde la Academia Ylia. Antes sirvió de castillo así que no será problema alguno volver a tomarla ahora que está vacía desde la muerte de la directora.
El tritón dejó escapar un largo suspiro.
—No lo sé Lucas... ¿estás seguro de que los brujos los aceptarán solo porque sí?
La verdad era que no tenía idea sobre eso.
—Pregunté lo mismo. La única respuesta que obtuve fue que tenían esa parte cubierta ya que Poppy está planeando algo y que será mejor que no sepamos mucho al respecto si queremos seguir durmiendo bien por las noches.
Aren tornó los ojos.
—¿Por qué Poppy tiene que ser tan perturbadora en todo lo que hace?
Podía darle la razón con eso.
A simple vista, Poppy parecía ser la más delgaducha e inocente de las arcángeles. Con los labios siempre fruncidos en un puchero y sus grandes ojos lilas brillantes que hacían pensar a cualquiera que no existía maldad en su corazón.
Creo que hablaba por la mayoría cuando admitía que ella era la más preocupante de las cuatro hermanas, todo gracias a sus comentarios sobre voces que le pedían de manera incesante matar y destruir todo a su paso para construir un trono con los huesos de sus víctimas y rodearse de un río de sangre.
Claro está, al final siempre decía que lo decía en broma pero yo ya no sabía en qué creer.
—No sé cómo lo lograste Lucas, pero creo que me has vuelto a convencer de hacer una locura.
Algo en su tono delataba que estaba cansado. De pronto noté las bolsas bajo sus ojos más marcadas, sus labios en una línea fina y todos sus músculos decaídos.
Pasamos por mucho estos últimos meses. Era consciente de que la culpa era mía por haberlo involucrado.
Me paré de la mesa un tanto inseguro. Aren levantó la cabeza y me miró descolocado mientras me dirigía a su lugar para sentarme sobre sus piernas.
Él no dijo nada.
Su pecho subía y bajaba con pesadez, su aliento chocaba contra mi rostro en cada suspiro que liberaba.
—lamento llevarnos hasta aquí —murmuré muy cerca de sus labios.
Las mejillas de Aren se pintaron de rojo.
¿Acababa de sonrojarse por mi?
—También —agregué aprovechando el silencio—. Gracias por creer en mí cuando ni yo mismo lo hacía.
Parpadeó un par de veces.
—Si hubiese sabido que para dejarte sin palabras lo único que tenía que hacer era sentarme en tus piernas, créeme que lo habría hecho hace mucho tiempo.
Eso le sacó una risa que nos hizo estremecer a ambos.
—Es solo que nos imagine en esta misma posición un millón de veces desde que empezamos a practicar el lenguaje —dijo entre risas—. Creo que me perdí en el momento porque es demasiado bueno para ser real.
Vaya.
No tenía idea de que responder ante eso.
Aren deslizó una mano por mi nuca, sosteniendo el peso de mi cabeza firmemente y manteniendo nuestros labios a un respiro el uno del otro. Cerré los ojos y me dejé perder en la sensación de calidad que me cubrió.
—Gracias a ti, por mantenerme a flote cuando no podía hacerlo por mi mismo —susurró el tritón antes de estampar sus labios contra los míos.
Era salvaje, inesperado y no se doblegaba por nada ni nadie. Eran olas doradas que se perdían entre sí, y me hacían sentir en casa. Un lugar seguro donde siempre sería recibido.
Era hermoso, y nunca me cansaría de ello.
Era Aren, simplemente Aren.
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Volví de entre los muertos con un capítulo precioso. Tarde pero se logró.
Oigan, quería ponerle una canción muy bonita en multimedia porque mis niños se lo merecen, pero como todas las canciones que escucho son de desamor me quedé en blanco XD así que ahora les pregunto yo a ustedes:
¿Qué canción les recuerda a Lucas y Aren?
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