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• C I R C E •

Aunque no lo pareciera, fingir ser Ivy era un trabajo extenuante.

La labor iniciaba todas las mañanas en el vestíbulo, recibiendo a los súbditos y escuchando sus súplicas. Mi objetivo era encontrar un punto medio entre sus demandas y las necesidades del reino, eso sin dejar de emular los arrebatos y sobresaltos temperamentales que caracterizaban a Ivy.

Vela, mi confidente y arcángel asesora en estos asuntos, me instaba constantemente a mejorar mi actuación.

—Te estás ruborizando —susurró Vela, observándome con ojos críticos—. Debes hacerlo más natural, como si fuera algo que haces todos los días.

Era fácil de decir pero, gritarle a alguien que podría perfectamente meterse sus propuestas por el trasero, era algo que nunca me saldría de manera natural sin sonrojarme.

Tal vez era cosa de Ivy, pero no mía.

Esdras, el tesorero provisional del tesoro y voz de la razón en medio del caos del vestíbulo, intervenía ocasionalmente con su peculiar sentido del humor.

—No te preocupes tanto. Siempre puedes decirles exactamente lo que piensas. A veces es lo más efectivo —me dijo Esdras con una sonrisa irónica,tras asegurarse de que el malhumorado granjero que estuvo en la audiencia hace unos segundos ya estaba lejos de nuestro campo de voz.

—¿Crees que Ivy respondería de la misma manera? —le pregunté, con la cabeza agitada por la jaqueca que empezaba a aflorar a causa del estrés.

Esdras asintió con complicidad, y prosiguió a indicarme los próximos compromisos en mi agenda.

—Después de los súbditos, tienes un almuerzo con los pescadores, una reunión con la corte esta tarde, el culto vespertino y luego la entrevista con los guardias centauros.

Respiré profundamente para mantener la compostura.

—Lo sé, puedo con esto —afirmé, más para convencerme a mí misma que a él.

—Un pequeño descanso te vendría bien —comentó Esdras con una sonrisa, alejándome de las presiones del trono por un momento.

El susodicho se ofreció acompañarme al almuerzo, y juntos nos dirigimos hacia los jardines, alejándonos de la formalidad del castillo tras una corta despedida a Vela.

Caminábamos hacia una puerta de madera que llevaba a los tranquilos bosques que rodeaban la Academia. Aunque sabía que era una irresponsabilidad desaparecer así, la presencia relajante de Esdras me hizo olvidar momentáneamente mis preocupaciones.

—Es sumamente indecoroso desaparecer así, sin avisar —le dije con seriedad.

Antes de que pudiera terminar mi advertencia, Esdras me tomó entre sus brazos y me besó suavemente. Sus labios eran cálidos y tiernos; por un momento, todala tensión se disipó en esa muestra de afecto inesperada, pero bienvenida.

Cuando finalmente nos separamos, quedé sin aliento y confundida por el fugaz  y abrupto momento.

—Lo siento, no sé qué me ha pasado —murmuré, sintiendo mi corazón latir aceleradamente.

Esdras me miró con tanto cariño, como si estuviera a punto de decir algo importante, pero en su lugar, sonrió con complicidad.

—No necesitas disculparte. A veces es bueno romper las reglas, aunque suene como una mala idea —dijo con una chispa traviesa en los ojos.

Aunque esa idea involucrase un corto beso pero sumamente peligroso, entre la reina de las brujas y su tesorero, pensé. 

Se me ocurrio entonces que el escándalo sería épico si alguien se hubiera percatado.

A pesar de mi confusión interna y la sensación de que había cruzado una línea, no podía negar que ese momento con Esdras había sido emocionalmente cargado. Era algo que necesitaba.

Esdrás prosiguió la caminata hasta la sala de reuniones de la corte, regresandome al presente y las responsabilidades que conllevaba.

—He estado pensando —rompió el silencio, manteniendo una distancia saludable entre nosotros.

—¿Acaso piensas en tu tiempo libre? —cuestioné divertida.

Él me fulminó con la mirada. 

Yo le pedí que prosiguiera.

—Se me ocurrió que esta noche estás libre, podríamos pedirle a Arlen que te quite el efecto y salir en una cita los dos.

Vaya, eso era algo que no hacíamos desde hace mucho tiempo. Ahora que lo pensaba, creo que nunca habíamos tenido tiempo de planificar precisamente algo para los dos sólos.

Nuestro tiempo a solas, solo se limitaba a nuestra hora de dormir. La cual había sido limitada últimamente, ya que estábamos durmiendo en alcobas separadas por obvias razones.

Sin detener la caminata ni cortar la conversación, entramos hablando a la sala de la corte.

—Me parece una fantástica idea, tan pronto terminemos la junta de hoy podríamos-

Lo que encontramos en la sala, era todo menos gracioso ya que nos hizo a ambos palidecer en nuestros lugares.

Era el principe.

Aiden estaba ahí. Parado en medio de la sala.

O bueno, mejor dicho, alguien que se parecía demasiado a Aiden, pero no me terminaba de encajar del todo.

A su alrededor, estaban nuestros amigos intercambiando miradas cómplices alrededor de la autora de esto; la mismísima Arlen.

—¿Qué está ocurriendo aquí? —cuestioné rompiendo el silencio.

—¿Quién es esta copia barata? —exigió saber Esdras con tono de desagrado.

—Barato es el tinte que usas en tu cabello y juras a los cuatro vientos que es natural —respondió el Aiden falso.

Fue tan solo escucharlo hablar con esa entonación de voz, esos insultos inmaduros, los gestos faciales y supe exactamente de quién se trataba.

Pero Esdras se me adelantó.

—Molligan —respondió el castaño posicionándose frente a él—. Primero que todo, llevamos desde los cinco años intentando hacerte caer en cuenta de que mi cabello tiene iluminaciones naturales, ya superalo, rubio pollito.

Yo alcé una ceja ante esa declaración.

—Pero si necesitas matizar el tono cada mes no es nat-

Esdras se apresuró a taparme la boca con sus manos.

Theo, Ginger y Rosie, estaban intercambiando carcajadas a la distancia.

—Segundo punto —continuó hablando mientras pasaba de mí— ¿Podrías explicarme cual es la razón por la cual se han puesto de acuerdo para aplicarte una ilusión de Aiden?

—Porque los súbditos necesitan saber que su rey está presente y que aún pueden confiar en él —respondió Ginger copiando el tono de voz de Esdras.

Si, porque en nuestra última reunión fue precisamente Esdras quien sugirió que traer a un Aiden falso era una buena idea.

—Si, y lo sostengo, pero mi idea era ser yo Aiden. Soy su mejor amigo, lo puedo imitar a la perfección.

—Solo buscabas una excusa para poder besar a Circe sentado desde el trono —expresó Theo con voz cansada mientras jugaba en una esquina con el pequeño Milo y un trozo de estambre.

—¿Y que Circe se besuquee con su primo desde el trono es la mejor idea?—cuestionó Esdras asqueado.

—No me voy a besuquear con nadie en ningún trono —hablé con voz firme— y por favor dejen de discutir sobre a quién besaré como que yo no estoy presente.

—Calma —llamó Arlen la atención—. Aunque no lo parezca, esta fue en parte mi idea.

—No puede ser —llevé mis dedos al tabique de mi nariz—. Te dejaste convencer del imbécil de Moll.

—No voy a caer en insultos tan bajos, y me limitaré a decir que tú y el cabeza de excremento son tal para cual —dijo el Aiden falso.

Naturalmente, lo ignoré.

Arlen como pudo prosiguió:

—He de decir que en realidad la idea de Esdras tiene sentido. Si traíamos a Ivy, traer a un Aiden también tendría sus ventajas en nuestra situación actual. Pero luego recordé que el físico de Esdras y el del príncipe son polos opuestos. Sólo de imaginar el esfuerzo que conlleva una ilusión de esa magnitud ya me estaba drenando.

Aiden y Esdras eran altos, pero hasta ahí llegaban las similitudes. No es que precisamente mi buen amigo estuviera en mala forma física, pero es imposible imaginar cómo alguien cambiaría los músculos, la piel bronce y el cabello ondulado de Esdras por un cuerpo más delgado, blanco, fuera de forma y un tanto simple, en mi opinión.

Ivy me mataría si dijera eso último en su cara.

—A ver si entendí —interrumpió Esdras—. ¿Es más difícil hacerme Aiden porque estoy mamado y por eso elegiste al delicadito de Moll?

Moll siguió vociferando a la distancia, pero a este punto solo Rosie le prestaba atención.

—Es una forma de decirlo, pero si —dijo Arlen

Esto me hizo pensar mucho. Implicaba un nuevo plan y distintas estrategias que debían de tramarse de ahora en adelante.

—Bien, podemos intentarlo —hablé aún sumida en mis pensamientos.

Esdras se me acercó y me tomó de la mano, como para dejarme saber que sea lo que sea que estaba pasando por mi cabeza él estaría presente y de acuerdo con lo que sea que decidiera. 

Aunque le pareciera absurdo o surreal lo que teníamos delante de nosotros.

—Vaya, jamás pensé que en medio de una guerra tendríamos una especie de ventaja por precisamente Aiden y Moll —apreció Theo—. Son los únicos dos brujos que conozco que nunca en su vida han tocado un gimnasio.

Todos concordamos con ese hecho.

Mientras reía rodeada de la buena compañía, una sensación de tranquilidad y expectativa me envolvió, acompañada por la certeza de que, pase lo que pase, no estaría sola en esta batalla.

Nunca tuve miedo, tenía a los mejores de mi lado y junto a ellos estaba segura que nada malo nos pasaría.

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N.A:

Gracias por leer ♥

—Valky

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