36
• A I D E N •
Aún no teníamos idea de cómo lo íbamos a lograr, pero este era el día en que saldríamos del Inframundo y regresaríamos a Midg.
O bueno, más bien era la noche en que regresábamos a Midg, ya que en el Inframundo no existía tal cosa como el día, sólo una noche eterna.
Detalles menos o detalles más, al final se entendía que esta descabellada teoría de Icarus en la que todos nosotros utilizábamos nuestros poderes para abrir un portal, se pondría a prueba de una vez por todas.
A tempranas horas de la mañana, Icarus nos llevó a todos a la cima de una de las montañas de roca que rodeaban la villa de los demonios, y allí nos pidió que nos sentaremos en el suelo formando un círculo.
En el medio, trazó una estrella de cenizas y varios símbolos, muy parecido a la vez en la que invocamos a Ivy, por lo que tuve un presentimiento de que podría funcionar.
La idea se fundaba en que en el momento que se creó el Inframundo, fue utilizando los poderes de los cinco dioses combinados: Hécate, Izar, Namphys, Demi e Hypathias.
En ese entonces, luego de haber creado el Inframundo, también usaron sus poderes para formar el ducto mediante el cual enviaron a los demonios. Aunque no teníamos exactamente los mismos poderes, tanto Icarus como Ivy y yo tendríamos que hacer un intento por sustituir los dioses restantes y así, entre todos, construir un camino de regreso a casa.
Si bien la idea era un tanto complicada, mientras más lo pensaba me auto convencía de que valía la pena intentarlo.
—Extrañaré estas rocas —señaló Izar con expresión severa—. También las chozas del este de la villa, porque son las que tienen el mejor pan.
Icarus rodó los ojos.
—Si tanto te preocupa este lugar, estás a tiempo de cambiar de opinión —habló Ivy.
La susodicha llevaba puesto unos pantalones de cuero que iban a juego con una chaqueta. Ambos eran de la talla de los demonios y el corte lucía perfecto en su cuerpo, creo que jamás ninguna prenda se había ajustado tanto a su tamaño y figura como estas ropas demoníacas.
Supongo que ciertas cosas no se podían negar después de todo.
—A mi me encanta la vibra que se siente en el Inframundo, pero debo admitir que extraño mi hogar —dijo Hécate sin mirar a nadie en particular—. Y estar despierta me hace ilusionarme con cosas tan mundanas que hace tanto tiempo no hago.
La pequeña diosa hablaba con los ojos brillosos y el corazón en la boca. Por el silencio que se hizo, creo que todos comprendimos a que se refería, y es que luego de tantas injusticias y barbaridades por las que había pasado, estar despierta para la pequeña debía de significar mucho más de lo que pudiéramos comprender.
Quizás, era la primera vez en la que era realmente libre ahora que estaba despierta.
—¿Qué es lo primero que quieres hacer cuando vuelvas a casa? —cuestioné.
Ella se volvió a mi, los tirabuzones de su pálido cabello rubio cayendo a los lados de su rostro inocente enmarcaron la tierna sonrisa que me dedicó.
—Pienso pasar unos días en Ylia, específicamente en la costa, para poder disfrutar de la arena y las olas antes de regresar a la Patria Celestial.
—¿Te gusta la playa? —preguntó Izar asombrado.
—Me encanta. De hecho, creo que fue la creación más perfecta que hizo Geo en Ylia. Tiene un lugar tan especial en mi corazón que no me atrevería a replicar algo similar en la Patria Celestial ya que me temo que perdería su esencia y majestuosidad.
Ella hablaba con una sonrisa prendida y sus ojos morados mirando al cielo en señal de que estaba perdida en sus pensamientos, imaginando de seguro una tarde perfecta a la orilla del mar; con el sol quemando los hombros, el salitre enmarañado en el cabello y la imponente promesa de un futuro tan infinito como su inmortalidad en el horizonte mientras que sus pies se mantenían firmes en la arena.
Se me ocurrió entonces que la libertad debía lucir exactamente así, como un día en la playa.
—¿Me permites acompañarte a la playa cuando regresemos a Ylia? —le pregunté.
Como respuesta, su rostro se transformó y entrecerró sus ojos en mi dirección.
—Hasta donde me consta, eso era más que obvio. De hecho, esperaba que todos ustedes me acompañaran.
Ivy la miró maravillada, por lo tierno de ese comentario.
—Pues empecemos con esto para que puedas ir a la playa cuanto antes —cortó Icarus.
El mestizo refunfuñón, sujetó a su hermana y también a su padre por las manos. Yo seguí su ejemplo, tomé a Ivy y a Hécate, la pequeña bruja tomó a Izar, y así el círculo se formó.
Hécate e Izar empezaron a murmurar una oración, Icarus nos indicó que cerráramos los ojos y que nos concentráramos en lo que estaba ocurriendo, en el viento, los latidos de nuestros corazones y la magia que corría por nuestras venas.
Me atrevería decir que, aunque mis ojos estaban cerrados, mi poder se despertó y se estaba externando en forma de luz.
• ✧ •
Sentí que mi cuerpo no era mío, de hecho no podía ver ni experimentar nada más que una infinita y gruesa oscuridad salpicada de estrellas y planetas distantes.
Esto no era el cielo que se veía desde el mundo de los demonios, no, era más que eso.
Mucho más.
Lo supe porque desde donde estaba podía precisamente apreciar como la figura de tres planetas orbitando frente a mí. Eran dos mitades que en el centro tenían un mundo redondo.
La Patria Celestial arriba, Midg en su centro y el Inframundo debajo.
—¿Estoy muerta? —cuestionó Hécate.
Busqué a la pequeña con la mirada por todas partes, pero no dí con ella.
Tampoco di con mis extremidades ni podía sentir mi rostro.
—¿Dónde estás? —pregunté en mi cabeza, mi voz era tan sólo un eco perdido en el espacio.
Estaba cuestionándome si había dado con ella o eran ideas mías el haberla escuchado cuando precisamente su interrogante fue respondida por alguien más.
—No estás muerta, Hécate, sabes que eso es imposible —respondió una voz que jamás había escuchado.
De nuevo, no podía dar con ninguna figura en concreto, tan solo podía escuchar como si estuvieran a mi lado.
Esa segunda voz desconocida, era más antigua que el universo y el tiempo. Era poderosa, escalofriante y reconfortante.
—Geo —dijo ahora Izar a media voz.
El dios de la creación, la luz, la oscuridad y los seis dioses.
Él lo era todo.
y él estaba aquí.
—¿Estás vivo? —volvió a hablar Hécate agitada—. Pensé que te había-
—Siempre he estado aquí —explicó solemnemente—. Tan solo mi propósito cambió cuando decidiste que ya no necesitabas de mi compañía.
El dios de los dioses, estaba hablando y aunque no podía verlo a él ni a ninguno de mis compañeros, mi asombro no me cabía en el pecho.
Creo que Ivy estaba tan sorprendida como yo, ya que escuché como jadeó cuando él empezó a hablar.
Esto era surreal.
—Yo no... no fue mi intención —murmuró la pequeña con un tono roto.
—Pero en algún momento tenía que ocurrir.
—¿A qué te refieres?
Por un segundo, no se escuchaba nada más que las estrellas y las órbitas a la distancia, rotando en su lugar o bien dirigiéndose a todas direcciones.
— Cuando hice los mares, los cielos, la magia y la vegetación, me aseguré de que todo tuviera un principio y un final. Esas eran las reglas de la naturaleza, sujetas a transformación constante y reinvención. El hecho de que gracias a ti yo haya sido renovado para convertirme en algo más, era justo lo que tenía que pasar.
—¿En que te convertiste ahora?
La pequeña estaba haciendo de lado sus pesadas emociones y ahora hacía las preguntas necesarias.
Por algún motivo, eso me llenaba de orgullo.
—Lo que experimentan sus almas ahora mismo es que están en mis zapatos. Soy energía inagotable y me puedo convertir en lo que quiera. Lo que decidí hacer fue ser el vigilante de los mundos, me aseguro de que las leyes de la naturaleza sigan su curso.
—Entonces —cortó ahora Izar—. Se supone que eres un rarito sin cuerpo que observa todo lo que ocurre desde el universo.
Una carcajada gruesa se hizo presente.
—Siempre tan insolente hijo mío, pero si lo quieres poner así, tienes razón. He estado presente y observado todo, incluso sé de tus andanzas con Coryanne y las crías excepcionales que ambos procrearon.
Izar carraspeó.
—Si alguien tiene que pagar por eso, quiero ser yo. —Se ofreció el Dios arcángel.
Icarus ahogó una respiración.
—No debes —empezó diciendo Ivy, pero no pudo concluir cuando fue interrumpida por Geo.
—No tengo nada que reclamarte, hijo mío. Al fin y al cabo las acciones que cometieron usando el libre albedrío que les conferí no causaron daños a terceros.
Tras esas palabras, se escuchó un suspiro áspero. No tenía como comprobarlo, pero supuse que ese fue Izar.
Al parecer, la existencia de Ivy e Icarus nunca fue un pecado después de todo. Justo como debieron ser las cosas desde un inicio.
Mi corazón saltó de alegría por esa noticia, hubiera estrechado la mano de la susodicha si tan solo hubiese tenido un cuerpo que controlar en ese momento.
Esto de estar en los zapatos de Geo estaba haciéndose un poco insufrible,
¿Qué sentido tenía ser omnipotente si no podía ver a Ivy? pues no le encontraba ninguno por ahora.
—Pero me temo que no puedo decir lo mismo de las recientes acciones de Hypathias —completó Geo.
—Si pretendes advertirnos, estamos muy enterados de lo que está ocurriendo —habló Ivy.
Hice lo posible por respirar hondo y omitir que los pensamientos negativos me ganaran y lograran quebrarme en estos momentos. Ya había llorado lo suficiente, no era momento para eso aquí.
Por más dolorosa que se sintiera la herida, no me rompería frente a Geo.
—Confío en cada uno de ustedes, y por eso es que los detuve a mitad de su camino. Para dejarles saber que mi bendición los acompañará en su regreso a casa y hasta la victoria de su guerra, aunque no pueda interferir directamente en el desenlace de esta.
—En otras palabras, no harás nada más que observarnos desde lejos —dijo Izar.
Dioses, Izar tenía la misma actitud insolente que su hija.
Pensándolo bien, creo que él era peor.
—Ya los ayudé lo suficiente y hasta donde me consta, creo que gracias a mi están en ventaja.
—¿A qué te refieres? —preguntó la pequeña Hécate.
—Yo fui quien los guió a ti y al príncipe brujo hasta el Inframundo, para que pudieran enterarse de lo que necesitaban saber y utilizaran la ayuda de Izar y su hijo.
—No quiero sonar mal —en esta ocasión hablo Icarus—. ¿Pero no crees que era mucho más fácil que nos lo dijeras directamente antes que recurrir a estos extremos?
—Como lo dije antes, Hécate me expulsó de su universo. Ahora puedo hablar con ustedes porque logré desviarlos de su camino para ponerlos al tanto de estas cosas. De mi parte, no tengo nada más que exponer o reclamar a ninguno de ustedes, por lo que los liberare para que sigan su ruta.
Lo demás estaba implícito.
No pudo hacer nada más, pero sin embargo quería hablar por última vez con sus hijos.
¿Quizás esta era una especie de despedida o su forma de pedir perdón a todo lo que había ocurrido antes?
No lo sé, pero a mi me parecía que sí. y el hecho de que Izar estaba callado, decía muchísimo.
—Un momento —lo detuve— tengo una pregunta que me gustaría hacer. ¿Es cierto que soy un Dios?
—Tienes los poderes de un Dios, pero estás encadenado a un cuerpo mortal. Tal y como ocurrió con tus discretos antepasados, tu magia será heredada entre tus descendientes.
Eso quería decir que había posibilidades de que, o bien mis hijos fueran semidioses, o arcángeles, o brujos exageradamente poderosos o una mezcla extraña de todo lo anterior.
Que los Dioses nos protejan cuando eso ocurra.
—Yo tengo una pregunta que me gustaría hacer —hablo Ivy—. Hace un momento, cuando Hécate preguntó si estaba muerta, dijiste que eso era imposible. ¿Por qué?
Vaya, ella sí que era directa.
—Ideé a cada uno de mis hijos semejantes a mi, inmortales en todo el sentido de la palabra.
—¿No se te ocurrió que esa inmortalidad podría ser un problema en el futuro?
Geo respiró profundamente.
Yo oré porque esa fuera una buena señal, y no que se estuviera incomodando.
¿Podría esta fuente de energía inagotable hacernos daño en esta condición?
No lo sabía, pero tampoco lo quería averiguar.
—Nunca se me ocurrió semejante cosa porque los amo. A cada uno de ellos por igual, incluso al Arcángel presuntuoso. ¿No sientes ahora que tu existencia en medio de este universo que te rodea es abrumadora? Pues eso mismo es lo que yo sentía antes de crearlos a todos y sus mundos. Asumí el rol de la creación en sí misma, porque lo necesitaba. Aunque lamento que las cosas se hayan desencadenado de esta forma y sin duda habría actuado de forma diferente si tuviera la oportunidad de hacerlo todo de nuevo, no me arrepiento de nada. Porque por mis decisiones es que conocí lo que era la felicidad.
Ivy suspiró.
—No tengo más preguntas.
Y como si Ivy hubiera dicho las palabras mágicas necesarias, con un parpadeo se prendió de nuevo una cegadora luz
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N.A:
Arriba, imagen de Ivy generada en inteligencia artificial.
Gracias por leer ♥
—Valky
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