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• I V Y •

Lauren, mano derecha de la mismísima Coryanne, la que fue prisionera durante la rebelión de los demonios, mi única compañera en este viaje y a la que yo tenía el honor de llamar como mi tía Arlen, estaba parada frente a mi en la entrada de la academia con los brazos cruzados.

No lucía para nada felíz de verme.

Su largo cabello oscuro estaba atado en un apretado moño bajo, que no hacía más que resaltar esa expresión severa.

Lucía un vestido de color vino tinto, que era largo y la tela se veía tan suave que me hacía pensar si fue confeccionado con el petalo de una rosa gigante. Estaba compuesto de capas y más capas que daban volumen a la falda y la hacía lucir como uno de los miembros de la más alta sociedad entre los elfos.

Si, porque el vestido de los elfos, ya que durante todo este tiempo estuvo recluida en el palacio de la diosa Demi.

—Vaya, te sentó muy bien el-

—Ahorrate los elogios —me cortó al segundo—. ¿Sabes cuanto tiempo me abandonaste con los elfos?

—Yo no diría abandonar precisamente —musité en voz baja.

—Oh, claro, porque me drogaste y me engañaste, luego de eso recuperé la conciencia y para cuando viene a caer en cuenta ya ustedes estaban a kilómetros de distancia de Quisqueya sin mí.

Rasqué la parte trasera de mi cabeza.

—¿Lo siento?

Su mirada no solo me fulminó, sino que también me aniquiló y enterró a diez metros bajo tierra.

—Te pasaste en grande esta vez Ivy. Y todo eso a cambio de nada.

—No fue a cambio de nada, quería protegerte —alcé la voz—. Sabes que estamos en una guerra, en cualquier momento esta Academia podría ser atacada. Mientras discutimos, los ejércitos enemigos se están alistando para desatar lo peor que tienen sus dioses sobre nosotros.

—¿Y eso qué? —señaló aburrida—. Lo peor que podría haberme pasado es morir, y eso no me podría importar menos.

—Lo sé. —Sostuve su mirada sin parpadear. —Eres capaz de arriesgarlo todo por mí, pero esta vez no quiero que lo hagas.

Ella resopló, ahora en un tono más calmada.

—Sabes que hice una promesa para protegerte.

—Si, una promesa que le hiciste a Coryanne —dije apartando la mirada.

Un escalofrío recorrió mis brazos y me erizó los vellos, Arlen como siempre fue muy lista para notarlo.

—¿Qué está ocurriendo? —dijo en voz baja—. Estás nerviosa y no me has dicho por qué fue que decidiste cambiar de idea y traerme de regreso.

Tragué en seco antes de responder.

—Ella está de vuelta.

• ✧ •

Para mérito de Arlen y contra todo pronóstico que había formulado en mi cabecita pesimista, ella no reaccionó de mala manera al ver el estado en que se encontraba la diosa demonio.

Con la ayuda de Esdras y Circe, la cargamos y colocamos con cuidado en mi cama. Ella no se inmutó, tan sólo se mantuvo en la misma posición sosteniendo sus rodillas contra su pecho y se hizo un ovillo A la vista de la piel pálida que quedaba expuesta, se podían apreciar sus huesos saltones.

No paraba de temblar y estremecerse ocasionalmente en su lugar, por lo que tuve que enterrarla en pilas de mantas y sábanas. Eso hizo que disminuyeran los escalofríos, pero pensé que tal vez ahora tendría demasiado calor, no estaba segura.

—Sankta Coryanne —murmuró tía Arlen en la lengua demoníaca— ¿Cómo la trajiste de vuelta?

Yo dejé salir un largo suspiro y estrujé mis ojos con mis manos. Entre la desvelada de la madrugada y tener que esperar toda la tarde porque demi transportase a tía Arlen hasta la Academia con uno de sus portales, estaba agotada.

Este día se me estaba haciendo eterno.

—Rompí la gema de Hecate que estaba en el centro de la Corona de las Brujas. Luego se llenó la habitación de humo y sombras, para cuando me vine a dar cuenta de lo que ocurría ya Coryanne estaba en el suelo.

—¿Por qué rompiste la corona?

Arlen no apartó la vista de la diosa que se acurrucó en el nido de mantas. A penas se le veía la cabeza y el pelaje negro se esparcía en la cama como un río de tinta.

—Es dificil de explicar pero digamos que sentí un impulso de destruirla. Cada vez que la usaba, sentía que algo me rogaba acabar con ella y también me provocaba pensamientos un tanto oscuros-

—Tus pensamientos eran de tristeza, soledad, frustración e impotencia.

Abrí los ojos en su dirección.

—¿Cómo lo sabes?

—Estoy en su mente, en Coryanne quiero decir, es exactamente lo que estoy percibiendo.

Tomé asiento a un lado, en la silla que estaba frente a mi tocador, fascinada con la destreza de mi tía.

—Intenté leer su mente también pero... estaba bloqueada.

—Lo está —ella apreció—. Pero entré por la puerta trasera.

Uní las cejas en señal de mi confusión.

—¿A qué te refieres exactamente?

—Digamos que, la señora es toda una profesional en dejar sus barreras arriba en todo momento para evitar que cualquiera entre en sus más profundos pensamientos y artimañas. Pero, como fuí su confidente durante bastante tiempo, me enseñó donde se encontraba una especie de puertecita que tras tres toques y esperar unos segundos, siempre me deja entrar.

Tener las barreras mentales arriba todo el tiempo sonaba agotador por decir lo menos. No quería ni imaginar hacerlo de manera inconsciente todo el tiempo.

—¿Por qué nunca me enseñaste a hacer eso?

Arlen tomó uno de los paños que mantenía cerca en mi mesa de noche y lo humedeció en un recipiente con agua potable para luego pasarlo con cuidado por la cara de la diosa.

Esta última no se inmutó al toque fresco del liquido.

—Es magia avanzada para demonios poderosos. No es jurisdicción de mestizas de segunda clase.

Obviamente estaba bromeando, lo sabía porque Arlen siempre tenía ese humor tan particular.

—Soy tan mestiza como tú, por si lo olvidabas.

—Si, pero yo sí me preocupé por heredar las mejores cosas de los demonios y aprender su magia, tú sólo saliste como un pequeño dolor de cabeza con alitas que se tiene que hacer la violenta para dar miedo.

No tuve más remedio que reirme junto a ella y dejarla que me acabara con sus palabras. Al fin y al cabo tenía razón, sólo era un pequeño dolor de cabeza que se hacía la violenta.

—También debes admitir que soy muy buena blandiendo armas, eso es mérito de los ángeles.

Cuando era pequeña, mi padre me enseñó a escondidas a tomar sangre porque sabía que era algo necesario para mi subsistencia, lo hacía ocasionalmente y con las instrucciones de mensajeros discretos que Coryanne enviaba a mi padre para suministrarme de pequeños frascos de sangre refinada.

Todo lo demás que sabía de la magia de los demonios, se lo debía a mi tía Arlen. Que mientras estudiabamos la magia de los brujos al mismo tiempo me enseñaba a entrar en la mente de todos.

Ella me ayudó a ver el proceso de leer mentes como el entrar a una pequeña estantería, donde una tomaba los libros que quería leer, si era necesario se podían cambiar las cosas de lugar o, incluso introducir algunos tomos que antes no estaban.

Era obvio que mis habilidades nunca estarían a la par de las de ella, así que no tenía caso hacer comparaciones.

—¿Tus padres te enseñaron algo de los ángeles?

Me senté a un lado en la cama, ella prosiguió con la limpieza del rostro de la soberana y luego pasó a los hombros. Usaba el paño mojado con una delicadeza que parecía que temía por cortarla con la tela.

—Mi madre trabajaba en las calles de la Patria Celestial como una cortesana, nunca supo a ciencia cierta cuál era el nombre del ángel que la embarazó. Tan solo sabía que era un arcángel que acudió a una guerra y falleció tiempo después.

Me removí incómoda en mi lugar, y me arrepentí de hacer la pregunta por vergüenza. Jamás había sabido de los padres de tía Lauren, nunca me preocupé por saber cuando ella sabía todo de mí.

Me sentí como la mierda.

—Lo lamento, yo no-

—No me apena, es tan sólo una parte de mi historia —dijo impasible—. Después de tenerme con una partera clandestina en la oscuridad de un callejón abandonado en el pabellón de los demonios.

Me acomodé en mi lugar y escuché con atención.

—Cuando me tuvo fue fácil al principio porque parecía una demonio desde siempre. Cuando llegué a la pubertad y me hice más alta, las cosas cambiaron drásticamente. Ella decidió dejar su trabajo y emprender en una pequeña panadería que nos sirvió como sostén por varios años en la comodidad de nuestro pequeño hogar. Un día de mucho trabajo, unos niños encontraron la forma de entrar a la casa mientras mi madre se preocupaba por atender al frente.

Su respiración se cortó y apartó la mirada de la diosa. Por la forma en la que sus nudillos palidecieron me percaté de que había incrementado su agarre con el trapo.

—Ese fue el día en que las descubrieron —murmuré por lo bajo.

Y degollaron a su madre delante de sus ojos probablemente, porque esa era la condena por tener mestizos encubiertos.

Arlen no lloró, tan solo se enojó bastante y respiró en un par de ocasiones con dificultad.

—Apenas era una adolescente cuando la capturaron. Tú madre, quien ya estaba embarazada de tí para ese momento, me dió asilo y me encargó cuidarte cuando tuviste tus primeros días de nacida a cambio de protección. Luego pasé a ser su mano derecha entre las sombras y el resto es historia.

Tragué en seco.

—Gracias por ser tan valiente Arlen.

Ella sonrió de lado y se sentó en la cama, dejando a Coryanne en el medio de ambas.

—Creo que ambas tuvimos madres tan excepcionales y arriesgadas que no nos dejaron otra opción que tratar de cambiar el mundo, sin importar lo que cueste.

Miré a la figura que estaba a mi lado, de mi misma estatura y con su cabeza hacia delante y el pelo esparcido a los lados... la mente principal detrás de todo este lío.

—A veces me pregunto, qué otros secretos podría Coryanne tener —dije al aire.

Mi tía sofocó una risa.

—¿Te imaginas que hubiese tenido otro hijo con Izar del que sólo ella y yo supiéramos, y que entonces lo tuviéramos que haber criado en las profundidades del pabellón de los demonios sin decirle ni siquiera a tu padre? Sería una especie de hermano sorpresa.

Alcé una ceja en su dirección.

—Eso es un chiste de mal gusto, sabes que mis padres tuvieron una relación muy tensa.

—Tan tensa que te trajeron al mundo —dijo entre risas.

Rodé los ojos.

—Por favor no sigas, he tenido un día muy largo y no quiero terminarlo precisamente imaginando a mis progenitores revolcándose.

Arlen rió aún más fuerte.

—En eso te daré la razón, tus ojeras dan asco —dicho eso, recogió los paños poniéndolos en una cubeta—. Pide a alguien que nos lleve a mí y a Coryanne a mi antigua habitación, la cuidaré de ahora en adelante para que atiendas tus otros asuntos. Puedes enviarnos a Milo también.

Asentí con una sonrisa de dientes cerrados y volteé hacia la diosa por última vez.

Tal vez no estaba segura de reconocerla como mi madre, no estaba lista y necesitaba tiempo.

Pero lo que sí era seguro, es que la haría sentir orgullosa de mí. Tanto a ella como a mi padre e incluso a Aiden, donde quiera que estuvieran.

—Haré las cosas bien —dije en voz baja—. Lo prometo.

Podría jurar, que ella asintió como respuesta.

━━━━━━━━╮• ✧ •╭━━━━━━━━

N.A:

Gracias por leer ♥

—Valky

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