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• I V Y •

Cuando las cosas parecen que no pueden empeorar ya que tu entereza está apunto de derrumbarse por los suelos, siempre existe la posibilidad de que aparezca un estúpido dios de los mares que te haga pensar lo contrario.

Como ahora.

—¿Me estás diciendo que el idiota de Namphys los atacó? —repetí mirando a Lucas directamente a los ojos.

No podía dar mérito de lo que estaba escuchando, era difícil de creer que tanto él como el resto de la tripulación del Leviathan estuvieron en peligro y que tan sólo por una pequeñísima oportunidad de escapar que aprovecharon era que estaban sanos y salvos frente a mí.

Dí un largo trago al ron que tenía servido en mi taza.

Cuando Lucas, Aren y los demás tritones arribaron a nuestro palacio improvisado en la academia durante horas de la madrugada, lo hicieron de una forma poco sutil. Primero fueron las sirvientas que interrumpieron mi sueño diciendo que un brujo y un tritón habían llegado y demandaban mi presencia, así que solicité de inmediato que los dejaran pasar a la antesala para recibir visitas de mi habitación, que trajeran bocadillos y cualquier té que estuviera listo a estas horas de la noche.

Pero al ver la expresión y el estado de Lucas, quien parecía que había pasado por mil y una dificultades, fue suficiente para entender que necesitaba de algo más fuerte que el té para poder sopesar lo que sea que estaba a punto de decir.

Para sorpresa mía y la de Circe que luego se nos unió junto a Esdras también en sus ropas de dormir, Aren no habló. El joven tritón de piel bronceada mantuvo una expresión enojada, y su mirada lucía muy lejana, en un punto en que se alejaba de la realidad e ignoraba todo lo que ocurría a su alrededor.

Preferí no mencionarlo ya que todos acá, sabíamos que el tema tocaba una fibra muy sensible para el susodicho.

Esto estaba poniendo a mi cabeza a dar vueltas.

—Quiero matarlo —dije sin más —cambien los planes, la guerra se cancela. El objetivo ahora es irrumpir en los aposentos de ese cretino mientras duerme y dejarme asfixiarlo con mis propias manos desnudas.

Esdras alzó una ceja.

—Claro, porque eso hará que nuestra guerra declarada contra Hypathias cese —señaló el brujo sarcásticamente—. Oh, espera, eso no lo detendrá.

Lo miré con mis ojos entrecerrados.

¿Qué realidad es esta en la que Esdras tiene razón?

—Creo que está claro lo que ocurre aquí —señaló Circe, con una envidiable calma—. Esto fue una llamada de atención de Namphys, quiso dejarnos dicho que está del lado de los brujos malos.

Reí por lo bajo cuando ella dijo "los brujos malos". Esa era una linda forma de poner que estaba apoyando a Hypathias.

—¿Qué beneficio conseguiría con ello? —cuestionó Lucas.

—Autoridad sobre las razas y su ego de mierda intacto —señaló Circe—. No podemos saber qué fue exactamente lo que le habrá prometido Hypathias, pero está claro que el pequeño se vió desesperado. Tenemos a los Elfos de nuestro lado, también a los pocos arcángeles. el Leviathan y unos cuantos brujos. El solo tenía a sus soldados y sus bestias. Sea lo que sea que le prometió a Namphys a cambio de su ayuda, debió ser grande.

Maldije para mis adentros.

¿Por qué parecían las cosas empeorar cuando sentía que tenía todo bajo mi control?

Era como si con cada paso que daba hacía delante, siempre surgía algo que me hacía replantear todo una y otra vez.

Desearía que Kara estuviera aquí conmigo y me ayudara a discutir este asunto, pero con lo confidencial e importante que se había vuelto esta improvisada reunión, le ordené a ella y las otras dos de mis hermanas que se mantuvieran en alerta del otro lado de la entrada de mi habitación.

No podíamos arriesgarnos a que nadie más escuchara esto.

—Aren, tú y la tripulación no pueden volver al agua —sentencié seria—. No podemos arriesgarnos a perderlos.

El tritón clavó sus ojos contra los míos, por unos segundos, en su rostro sólo había desprecio hacia mí.

—¿Enserio te atreves a prohibirme ir al mar? —escupió molesto—. Para eso mejor me cortas los brazos y me mandas a prisión, no puedes separarme de las aguas. Es parte de mi y de toda la tripulación. Me volveré loco.

Lucas se aclaró la garganta, yo tan solo me acomodé en mi lugar y me encargué de mirarlo con seriedad.

—¿No recuerdas que yo precisamente oculté mis alas por años en el tiempo que estuve viviendo entre los brujos? ¿No recuerdas que escapé de mis hermanas y me entregué a una prisión cuando tuve que hacerlo? Todos en esta causa hemos perdido una cosa u otra, todos hemos tenido que sacrificarnos en cuerpo y alma. No serás el único ni el primero, así que ubícate y haz lo que te ordené.

Miré a esos ojos dorados con la misma intensidad y odio que ellos me dedicaron a mí. Sin pestañear ni titubeos.

Esdras se removió incómodo en su lugar.

—Ivy tiene razón, es muy arriesgado que vuelvan al mar con la atención de Namphys sobre nosotros —habló con más cuidado que yo—. Pero esta academia está rodeada de agua, es seguro que permanezcan en nuestros alrededores siempre que lo necesiten. Pueden quedarse en el barco estacionados, en las profundidades de las aguas o incluso en el bosque. Cuando te comuniques con tu tripulación déjanos saber que prefieren y haremos lo posible por acomodarlos.

El tritón asintió, parecía que se iba a preparar para irse de la sala porque no había más nada que decir, tampoco es que yo pudiera decirle algo más que lo hiciera sentir mejor.

Así que antes de recoger sus cosas e indicarle a Lucas que iba a salir, Aren se volteó una última vez en mi dirección.

—Que sepas que tal vez tienes a algunos brujos engañados haciéndoles creer que eres una reina —sus palabras fueron frías—. Pero yo no soy un brujo, y para mí no eres más que una farsa.

En mi cara, se posó una sonrisa que mostraba todos mis dientes y que lo hizo enojar aún más.

—Siempre he sido una farsa, la mejor de todas de hecho.

Lucas negó con la cabeza, se veía demasiado frustrado con nuestra conversación pero no dejé que me afectara. Es una pena que no me pudiera llevar bien con su pareja, pero tampoco lo dejaría hacerme sentir mal.

O por lo menos, no delante de él.

Tan pronto se esfumaron y en aquella sala sólo quedamos Esdras, Circe y yo, dejé escapar un gruñido por el estrés que me había causado esta conversación.

—Maldita sea la hora en la que nacieron Hypathias y Namphys —dije mirando a la puerta cerrada.

Circe asintió dándome la razón.

—Será más complicado con estas nuevas tropas, pero si tratamos de evitar una guerra en el mar... creo que mantendremos la ventaja sobre ellos —apreció Esdras.

—¿Crees que eso los detendrá de atacarnos a nosotros o al palacio? —cuestionó ahora Circe—. Ya dijiste que estamos rodeados de agua, en cualquier situación somos un blanco fácil y sensible. Aunque nosotros podamos escapar, arriesgaríamos a los sirvientes inocentes.

—La única solución que veo en todo caso sería adelantarnos y atacar cuanto antes —dije—. Por favor, terminemos con la boda de Theo y Ginger para poder lanzar fuego en la patria celestial.

Circe se estremeció, así que Esdras de una manera muy sutil la tomó por la mano y la acarició con su pulgar, el acto consiguió hacerla relajar un poco.

Si supieran lo importante que eran para mí, lo que significaba la ayuda que me estaban brindando en este esfuerzo descabellado por salvar nuestros mundos... era demasiado.

Me paré de mi lugar por los sentimientos abrumadores que me arroparon, estaban pasando tantas cosas ahora que lo mejor que podía hacer era caminar en mi lugar sin decir nada. Mirando a mi cama, mis libros y la corona de las brujas en mi mesita.

La corona que estaba decorada con la piedra de Hécate en su centro.

Sin pensarlo mucho, y consciente de que mis acompañantes aún estaban en la antesala teniendo una conversación en voz baja, me decidí por tomar la pieza y aprecié más de cerca la piedra.

Recordé la noche en la que por mero impulso la tomé y la estrellé contra un espejo, la maldita piedra no se rasguño y permaneció intacta.

No tenía idea de que estaba hecha, sólo tenía conocimiento de que Hecáte la entregó como un regalo a los primeros reyes de Ylia cuando habitaron Midg.

Entonces, sentí un impulso por apretar la piedra, haciendo un puño con una de mis manos sobre el material, tan fuerte que me hizo daño.

Era difícil de explicar lo que sentía por esta corona, pero simplemente la odiaba. Me hacía sentir escalofríos, impotente e inutil. Era un recordatorio constante de lo que precisamente había dicho Aren: una farsa que jamás podría engañar a nadie.

No pertenecía a este mundo, ni al que me vio crecer. Estaba destinada a vivir bajo un engaño y nunca podría ser completamente feliz.

Apreté tanto la gema, que mis nudillos se tornaron blancos.

Entonces, sonó un crujido. Sólo uno fue necesario para hacer que la piedra se cuarteara.

Y después la oscuridad estalló en el mundo.

Con un estruendo la piedra se rompió y de ella salieron sombras oscuras que ondulaban en el aire y se sentían frías mientras acariciaban mis manos.

No me dió tiempo a registrar muy bien lo que ocurría, sólo sé que mis instintos me pidieron que me deshiciera de la piedra.

Lance la corona contra la pared y esta cayó del otro lado de mi cama.

—¿Qué rayos hiciste? —preguntó Vela a mis espaldas.

Me volví hacia ella, quien con espada en mano esperaba paciente una explicación.

A su lado, e igual de alerta estaban Esdras y una muy confundida Circe.

Esta era la madrugada más movida que habíamos tenido en un buen tiempo.

—Digamos que, hipotéticamente, sentí un impulso de destruir una reliquia antigua de una raza que no es mía.

Expliqué juntando ambas manos delante de mí.

La escena debía ser demasiado comprometedora porque a mis espaldas aún ondeaban las sombras negras, estaba un poco alterada y creo que me hasta me había orinado encima.

Posé una mano sobre mis caderas y adquirí una pose casual para hacer creer que estaba todo bajo control, cuando en verdad no.

—Vy —me llamó Vela— ¿Qué demonios fue lo que arrojaste del otro lado de la cama y por qué se está evaporando?

Iba a dar una excusa estúpida, pero me detuve cuando percibí que Vela, la arcángel más valiente que conozco, palideció mientras posaba su atención en un punto que estaba a mi espalda.

Bajó su espalda y la volvió a envainar.

Primero pensé que estaba volviéndose loca, que si ocurría algo malo lo menos que podía hacer era bajar la guardia de esa manera.

Segundos después, giré con lentitud sobre mi lugar y vi que del otro lado de mi cama, había alguien sentado contra el suelo.

Estaba abrazando sus rodillas contra su pecho y tenía la cabeza hacia abajo. Su larga melena oscura, se tragaba la luz y servía como una especie de manta del color de la media noche.

Como la figura era de baja estatura, tuve que acercarme un poco más para ver desde un mejor ángulo las facciones de la criatura.

Su piel se veía pálida y manchada, apenas alcanzaba a cubrir bien la figura esquelética.

estaba temblando con escalofríos y murmuraba incoherencias en la lengua de su raza, la demoniaca.

Sus labios habían perdido el color, estaban agrietados y secos. Como que había pasado mucho tiempo desde la última vez que bebió algo.

Aunque su figura no era la misma, aunque el pasado de lo que una vez fue no era más que recuerdos y leyendas urbanas, sus ojos manchados de sombras seguían ahí, delatando la identidad de la diosa que estaba destrozada en el piso de mi habitación.

—Coryanne —suspiré en voz alta.

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N.A:

La imagen es la portada antigua, pero quería que recordaran como lucía la corona.

Gracias por leer ♥

—Valky

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