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• A I D E N •

Mis días en el inframundo transcurrieron con cierta rapidez ahora que tenía tareas diarias que consistían en controlar los poderes que siempre estuvieron en mi pero que ahora en adelante es que aprendía a liberar, no controlar.

Tras  tomar un desayuno simple que consistía en un bocado de pan de cereales con queso cremoso salpicado de hierbas y un agridulce jugo de fruta de la pasión, tenía un día repleto de  práctica y más práctica.

Por un lado el proceso de los entrenamientos  era un poco cuesta arriba porque no tenía idea la mayor parte del tiempo de lo que estaba haciendo. Por lo menos tenía a Hécate e Icarus, que estaba más que demostrado que tenían altas expectativas y un exceso de fé en mí que empezaba a preocuparme un poco.

A este punto pude conseguir algo de progreso, rellenando cubetas con agua, congelando pequeños vasos que contenían líquidos y logré encender un fósforo en dos ocasiones. Todo eso sin gemas. Pero habían otros días donde la suerte no era la misma y podía pasar toda una tarde sin conseguir nada.

Luego estaban los retos que Hécate quería que hiciera, como intentar invocar objetos, flotar en mi lugar y tratar de transportarme entre distancias cortas. Aunque le puse empeño, fallé miserablemente en todos cada vez que lo repetía porque era prácticamente imposible.

—Lo harás bien Anastacio —me animó Izar—. Nadie logra sus objetivos la primera vez, ni siquiera yo pude hacer una estrella en mi primer intento.

La compañía de Izar en este proceso fue útil, aunque no lo pareciera los comentarios del dios eran útiles de vez en cuando. Supongo que su  falta de humildad y el exceso de egocentrismo de vez en cuando eran necesarios cuando uno trataba de poner su cabeza en otras cosas que no fueran la cruel y depresiva realidad.

Aprendí muchas cosas de él; como por ejemplo el complicado sistema de los ángeles en el cual separaban a sus crías cuando eran muy jóvenes y los hacían ir al campamento lejos de sus familias. Cuando pregunté si no era algo traumático para los pequeños, me respondió que en realidad no porque a pesar de que los entrenamientos eran intensos, nunca hacían nada que los pusiera en peligro sino que trataban a todos por igual como si fueran sus hijos ya que era difícil mantener el registro de quién era la cría de quien.

Me explicó que tan pronto los pequeños estaban en el campamento no eran propiedad de nadie sino de toda la comunidad que los cuidaba. Todos eran tíos, hermanos mayores y abuelos si era necesario.

Algo similar ocurría con los querubines, quienes eran los encargados de cuidar los cielos, velar porque el sol y la luna en Midg salieran y se acostaran, al igual de que eran los responsables de cada una de las estrellas que iluminaban la noche, estos asistían a una especie de observatorio donde les enseñaban cada una de estas labores y así podían hacerse cargo de los cielos.

Era un mundo fascinante, una lastima que bajo estas circunstancias es que pudiera enterarme de todo esto. Creo que Icarus tenía una opinión similar ya que en medio de los entrenamientos ocasionalmente guardaba silencio y prestaba atención con cierto disimulo a los relatos de su padre.

Nunca lo juzgué, sabía que su relación con su Izar no era la mejor y que mucho menos sabía mucho de Los Ángeles más que los rumores que los demás demonios hacían llegar a él.

¿Cómo pudo un mestizo de alas negras crecer entre demonios?

No tenía la respuesta exacta a eso, pero mientras tanto sólo me preocupaba por hacer las preguntas qué tal vez él quería hacer, pero no se atrevía.

—¿Cómo son las clases de vuelo entre los Ángeles? —cuestioné casual.

Mi atención estaba puesta en el suelo, ya que intentaba invocar una roca pequeña.

Icarus y Hécate frente a mí, esperaban pacientes que apareciera algo en ese punto.

—Lanzamos a las crías desde un precipicio hasta que aprenden —respondió como que no era la gran cosa mientras levantaba unas pesas.

Icarus palideció aún más de lo que ya estaba.

—¿No te parece que es demasiado peligroso?

—Para nada. Si notamos que están a punto de estrellarse la cara contra el suelo los ayudamos. De ahí viene la famosa frase en nuestro pabellón: no importa si caes, siempre alguien te alcanzará y hasta los cielos te elevará.

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando precisamente recordé una ocasión en la que Ivy me salvó de estrellarme la cara y el resto de mi cuerpo contra el suelo.

—¿Cómo aprendiste a volar tú, Icarus? —preguntó la pequeña Hécate.

El mestizo se puso rígido.

—Yo no vuelo —le respondió cortante.

No me atreví a decir nada, ya que supuse que era un tema un poco complicado.

—Yo puedo enseñarte —ofreció Izar.

Aunque creo que eran de las pocas veces en las que Izar abría la boca y se ofrecía a hacer una buena acción, Icarus parecía enojado ante esta propuesta.

—No estoy interesado en volar —fue su respuesta.

Hécate, percatándose de lo que acababa de provocar, ignoró lo que estaba pasando y se acercó aún más a mi para ayudarme con mi invocación de la dichosa roca. Yo hice lo mismo que ella de hacer como que no me daba cuenta de lo que ocurría, porque creo que la conversación entre esos dos se puso muy personal.

—Lo que digas, pero podría explicarte también cómo ocultar tus preciadas alas cuando te pesan mucho. Es una habilidad que algunos de  los de plumaje claro poseemos.

Mi curiosidad me ganó y me introduje en la conversación casi sin quererlo.

—¿A qué te refieres con plumaje claro?

El dios se dirigió a mí para responder.

—Sabes que soy el dios y que mi cabello y mis plumas son completamente blancos —señaló su espalda y cabeza—. Pues hay una idea entre los ángeles de que significa poder. Así que mientras más claro sea tu cabello y plumaje, se rumora que es un símbolo del nivel de poder que se acumula en cada uno. Pero creo que Icarus podría hacerlo aunque sus plumas sean negras, de todas formas es mi descendencia.  Por ejemplo, su hermana lo consiguió aunque a veces se le manchaban las alas de negro cuando consumía sangre.

Hice un repaso mental de las arcángeles, tanto Vela como Poppy eran rubias y Kara tenía el cabello cobrizo pálido. Pero Ivy... era absolutamente blanco.

Tan blanco que hasta consumir sangre lograba mancharla.

—¿Que sus alas y cabello fueran similares a los tuyos no la delataban como tú hija? —alcé una ceja. —Ya nos contaste que es idéntica a ti en todo el sentido de la palabra.

El negó.

—Hay unos cuantos con el cabello blanco además de ella, son raros pero podría decir que nace uno cada cuatro generaciones. De todas formas, Coryanne hizo algo con la mente de todos los arcángeles y cuando la ven es imposible que piensen en que se parece a mí.

Cierto, ellos pueden entrar en la mente de los demás.

Con la atención puesta en Izar, pero aun haciendo el esfuerzo de invocar la roca, no sé cómo ocurrió ni en qué momento resultó pero para cuando miré a Hécate, ella tenía una piedra entre sus manos y la estaba examinando.

Era pequeña, redonda, plana de los lados y de un color blanco impoluto.

—¿Acaso hice eso yo?

Ella asintió.

—Si, mientras hablabas con Izar ella apareció frente a tus pies —dijo la rubia mientras admiraba  mi pequeña creación.

Esta era la primera invocación de un objeto sólido que conseguía sin mis gemas.

Viéndola contra la luz, aun en las manos de Hécate, me percaté que tenía unas letras grabadas.

La condenada roca decía Ivory.

El nombre de Ivy.

—¿Por qué le pusiste el nombre de la hija de Izar?

Oh.

Porque soy un idiota enamorado sin remedio, si lo sé.

Izar, Icarus y Hécate me miraron esperando una respuesta.

—P-porque estaba escuchando a Izar hablar de ella y me puse a pensar cosas, me preguntaba si al tener una hija tan poderosa  no habías considerado que se hiciera pareja de alguien que se le iguale en niveles de poder —entre crucé mis dedos para parecer relajado—.  Como un dios, por ejemplo.

Me gané una gran carcajada por parte del Ángel.

—Que gracioso eres Anuel —dijo entre risas—. Es una buena idea que tomaría en cuenta para el caso de Icarus.

El mestizo se volvió a su padre y lo miró de arriba a abajo y soltó un resoplido.

—Pero Ivory no —agregó serio—. Ella no será novia de nadie, ni mucho menos de alguno de los otros dos dioses. Me encargaría personalmente de organizar una guerra y estrangularlos con mis manos desnudas hasta que supliquen piedad si siquiera insinuaran tal cosa.

Parpadeé un par de veces.

¿Acababa de decir eso?

Bueno, pues definitivamente no era momento para confesarle que soy su yerno.

—¿Ella está de acuerdo con eso?

—Pues supongo que no —se encogió de hombros—. Ivory es la luz de mis ojos y la única cosa que he hecho bien en mi vida, no puedo evitar ser un padre sobreprotector con ella. Digo, es la misma razón por la cual estoy acá en el inframundo al fin y al cabo.

Porque vino a buscarla.

Si, ese era un motivo justo y suficiente para estar acá.

—¿Podríamos dejar de hablar de la hija favorita de Izar un momento y enfocarnos en esto? —espetó Icarus con recelo—. Ya está claro que Aiden tiene poderes, que funcionan pero que necesitamos que se relaje y no piense tanto las cosas para liberarlos.

Eso será un reto que me temo no podremos superar, porque sobrepensar las cosas es mi talento natural.

—¿Sé te ocurrió algo? —le preguntó Hécate.

La pequeña extendió la roca con el grabado a Izar, quien la había pedido. Tras ver el nombre, no pudo evitar sonreír y enseguida la guardó en uno de los bolsillos de sus pantalones.

Icarus rodó los ojos antes de proseguir:

—Aiden, ¿tienes experiencia consumiendo drogas?

━━━━━━━━╮• ✧ •╭━━━━━━━━

N. A:

Gracias por leer hermosuras ✨ hoy es mi cumpleaños y aunque no lo pude celebrar con una de las escenas romántico empalagosas de Aiden e Ivy que tanto amo, por lo menos tengo a Aiden derrochando amor para pasar el rato.

LOS EXTRAÑO JUNTOS :(

(Pero no pueden reencontrarse todavía porque soy mala y debo hacer que mis lectoras sufran un poco más jejeje)

Gracias por llevar la historia a 1k de lecturas, son increíbles ✨

-Valky

🔮 Instagram @valkyria22

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