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• L U C A S •

Por los cuernos que coronaban su cabeza comprendí que era un ciervo, pero la forma en la que estaba compuesto su cuerpo, de agua cristalina, me hizo entender que se trataba de un ser fuera de este mundo, al igual que los otros parecidos a él que empezaron a salir, por todas partes.

No solo había ciervos, también habían caballos y felinos gigantes, que mutaban y se transformaban en delfines y ballenas con cuernos, o tiburones de cabezas gigantes con hileras de dientes a la vista.

Eran muchos de ellos, cientos diría yo, y todos se acercaban en nuestra dirección.

—¡Es una maldita trampa!— gritó uno de los tripulantes del barco.

Alguien dio la señal para que preparan los arpones y los cañones. Así que los aires se forraron de pólvora, puntales de metal y fuego.

Nada de eso detuvo la estampida que se nos aproximaba.

—No puedo creerlo —exclamó un tritón joven a mi lado— son bestias de agua, las mascotas de Namphys.

Acto seguido, se hincó de rodillas y comenzó a orar.

Namphys era el dios de los hijos Del Mar. Era el mismo que había condenado a la amante del capitán Bjorn al cuerpo de un monstruo por negarse a estar con él, era el ser despiadado que estaba prohibido nombrar en esta nave.

Y al parecer, estaba esperándonos en este preciso lugar.

Mierda, esto estaba demasiado jodido.

—¡Aren! —mi mente fue al rubio aun en el agua—. ¡Tienes que volver con nosotros!

Él estaba boquiabierto y parecía perdido en las bestias a la distancia hasta que mis gritos lo trajeron de vuelta a la realidad.

Frenético, miró a los alrededores en busca de algo, pero se veía más y más estresado cuando no daba con lo que quería.

—Escaleras —dijo para sí mismo —no han desplegado las escaleras, no puedo subir a la nave.

Porque ni siquiera habíamos soltado el ancla cuando Aren se lanzó en picada. Hacerlo ahora, era muy riesgoso y nos haría perder valioso tiempo en caso de que tuviéramos que huir, lo cual parecía que era nuestra única opción.

Pero no me iría de aquí sin él.

Una de las bestias alcanzó a Aren y lo tomó por la cola, se trataba de un delfín que alcanzó a llegar a el primero porque decidió por ir nadando. El tritón respondió dándole golpes con su pesada cola y haciendo uso de una de sus dagas que tenía atada en el antebrazo.

Creo que su contraataque funcionó ya que al clavar su daga de concha, la bestia se reventó como una burbuja. Pero eso no impidió que los otros se acercaran a él se detuvieran.

Al parecer el plan era hundirlo o llevarlo a algún lugar peligroso, sea lo que sea, no estaba en ánimos de averiguar. Estiré mis manos al frente e invoque una superficie de piedra. Con el corazón desbocado hice que el trozo de piedra se deslizara por los aires hasta donde estaba Aren.

—Confía en mí —grité— trata de sujetarte a la piedra.

Con un esfuerzo, Aren se subió sobre la piedra y yo lo transporté a rastras hasta el barco.

—¡A un lado! —advertí a nuestros compañeros antes de hacer que el gran trozo de piedra cayera en medio del barco, provocando así un gran hueco en la madera del suelo que nos costaría mucho.

Estaba frenético.

Pero lo salvé, que al final de cuentas era lo único que me importaba.

Aren se lastimó un brazo con la caída, pero se puso de pie con mucha dificultad, haciendo uso de su magia para invocar sus piernas. Yo le lancé su camisa para que se tapara.

Aunque ahora, tenía que descifrar la forma en que salvaría a los demás, porque seguíamos en medio del maldito santuario y no teníamos escapatoria, estábamos atrapados.

Primero vinieron los golpes a estribor, seguidos de los azotes a estribor y el mundo a mis pies empezó a temblar. Si esas bestias planeaban destruir el barco y atacarnos en las aguas, lo estaban consiguiendo.

—¡Veleros a sus puestos! —ordenó Aren— Drake, toma el timón. Da la vuelta y dirígete al oeste, hacia Ylia.

No podía creer lo que acababa de escuchar.

—¿Estás de mente? —le reclamé. Otro azote al barco me hizo sujetarme de la baranda más cercana para no perder el equilibrio—. Vamos a morir, no hay forma de que escapemos de esta. Son demasiado rápidos y nos rodearon.

Tal vez los demás tritones sabían algo que yo no, tal vez habían perdido la cabeza o tal vez sólo confiaban demasiado en Aren ya que a pesar de mis ladridos de alerta, nadie reparó en mí. Tan solo siguieron órdenes y se pusieron a la obra de prisa, sin rechistar ni hacer preguntas innecesarias a su capitán.

—Sé que suena como una locura, pero tengo un plan —me tomó por los hombros con mucha fuerza y me miró a los ojos, cómo para sostenerse o para asegurarse de que prestara suficiente atención—. Necesito que hagas algo.

• ✧ •

El plan de Aren implicaba traernos junto a otros dos tritones más a las profundidades del almacén, el nivel más bajo de todo el barco, donde se encontraban las pociones, ingredientes y mercancía en general que se iba a comerciar entre los continentes a los que embarcamos.

Bajamos junto a otros dos tritones al almacén con el corazón en la boca, apenas podía intercambiar palabra con los demás miembros de la tripulación. Nada tenía sentido.

—Lucas —me llamó Aren—. Da las órdenes y haremos lo que digas.

Aunque en el fondo me mordía la parte interna de la mejilla, porque estaba sumamente nervioso y el barco no dejaba de ser golpeado, hice un intento por mantener la compostura.

Por lo menos por unos minutos más, luego me iría a la esquina más cercana a llorar.

—Debemos derramar sobre el suelo aceite vegetal, esparcir polvo de alas de hada y extracto de dragón. Todo en ese orden.

Aren alzó una ceja.

—¿No necesitas poner la mezcla a hervir?

—Si —me apresuré a responder—. Se me ocurrió algo que nos hará ganar tiempo.

Sin hacer preguntas adicionales, Aren y los otros dos tritones se pusieron manos a la obra. Fueron primero a los pequeños barriles que tenían el aceite vegetal y lo empezaron a tirar por todo el suelo. Yo los ayudé.

Se me hacía sumamente escalofriante toda esta situación.

Implicaba que Namphys, a pesar de ser un ocupado y todopoderoso dios, había sacado tiempo en su agenda para enviar a sus mascotas contra nosotros.

Porque, recordando lo que había pasado con Carolay y el capitán Bjorn, éramos el enemigo. Y mientras el leviathan siguiera sobre las aguas su ego de mierda aún seguía siendo lastimado.

—Sigan con el polvo —anuncié cuando no quedaba más aceite y ya el nivel del líquido en el suelo me tapaba media bota—. Yo me encargo del extracto.

Los pensamientos en mi cabeza trajeron muchas preguntas y fuertes revelaciones.

Si Namphys estaba contra nosotros, podía ser que... ¿Creó una alianza con Hypathias para declararnos la guerra?

Pensándolo bien, motivos tenía para tomar esa decisión. Pero los beneficios que traería una guerra declarada contra nosotros, aún no me quedaban muy claros.

—Échense a un lado —indiqué cuando terminamos de poner los ingredientes en su lugar—. Voy a prender este lugar en fuego.

Ellos subieron a la escalera, pero permanecieron lo suficientemente cerca como para hacerme compañía sin correr peligro de ser quemados. Yo estuve en el segundo escalón.

Invoqué el fuego y lo puse flotando en el aire sobre el mejunje que habíamos creado, no pegado a este para evitar que se quemara, solo lo suficientemente cerca para calentarlo y hacerlo hervir.

Ya esto no era sólo una guerra entre demonios y brujas, pensé mientras el fuego hacía su trabajo, ya esto implicaba a brujas contra brujas, elfos contra demonios, bestias del mar y hasta los arcángeles haciendo apariciones. Era algo más grande de lo que podíamos comprender, era una guerra entre dioses y monstruos.

Cuando la mezcla rompió a hervir, el barco comenzó a flotar. Supe que había salido bien y que estaba funcionando por los gritos de júbilo que rompieron en la cubierta.

De ahora en adelante teníamos que tener cuidado, porque la guerra estaba muy cerca.

Y ya no quedaban dioses a los cuales suplicar.

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N.A:

Gracias por leer ♥

—Valky

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