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Holi, antes de leer, te recomiendo repasar los capítulos 12 y 13 de la segunda parte Demonios y Brujas, ya que hago referencia a los eventos que ocurrieron en aquellos capítulos.
Esto es totalmente opcional, pero si no te importa no pasa nada, puedes continuar la lectura.
• L U C A S •
Mi momento favorito del día cuando estaba a bordo del Leviathan, eran las mañanas. Justo cuando el sol se asomaba por el horizonte, abriéndose paso entre las olas de la lejanía y posándose en el cielo para que todos lo apreciamos.
Era también el momento en que me acercaba con mi taza de té a la popa del barco, donde Aren había ordenado colocar macetas y enredaderas para mí, luego había anunciado que esta zona era específicamente el jardín de la nave y que nadie más que yo estaba a cargo de este, lo que significaba que era mi responsabilidad cuidar los pequeños brotes que yo mismo había cultivado.
Tener un jardín en un barco era un reto, algo que parecía tan absurdo como la idea de que un brujo se volviera pirata, pero de alguna forma logré hacerlo funcionar.
Mi pequeña siembra contenía hierbas aromáticas y pequeños tomates, que requerían sombra y la cantidad justa de agua para crecer, cada cierto tiempo tomaba un poco de ellas para llevarlas a la cocina. Luego estaban algunos retoños que tenían cualidades curativas, las cuales almacenaba en el almacén en forma de ungüentos y brebajes que podían ser utilizados cuando se necesitara, lo cual era casi diario considerando la cantidad de rasguños, cortes, quemaduras por el sol y hasta dolores de cabeza que experimentaba con frecuencia la tripulación.
Pero esta mañana en particular no fue tan alegre ni positiva como todas las anteriores, apenas tenía ánimos para revisar las plantas, ya que el humor de Aren estaba por el suelo. El tritón dorado apenas cerró los ojos toda la noche, en repetidas ocasiones lo sentí ansioso mientras cambiaba de posición entre nuestra cama y la pequeña piscina que tenía en el baño. Percibí como vomitó en una ocasión y el corazón se me estrujó.
No podía hacer nada para hacerlo sentir mejor. Ya la decisión estaba tomada y no había de otra que dirigir la nave a lo que quedaba a las Ruinas de las Seis Doncellas. El lugar sagrado que visitaba esta nave cuando estaba al mando del antiguo capitán Bjorn.
El mismo que atravesó su corazón con una espada, acongojado de que nunca pudo romper la maldición que mantuvo a su amada en el cuerpo de un monstruo, y el mismo que depositó todas sus responsabilidades sobre Aren.
Aunque las cosas iban de maravilla, y que cuando tenía le dejaba saber que estaba haciendo un gran trabajo, no había mucho más que tuviera para convencerlo,ya que en ocasiones como esta donde había que tomar aún más el mando y actuar en serio, él dejaba de ser el mismo Aren de siempre.
—Es la primera vez que vamos al santuario desde el evento —murmuró alguien a mis espaldas.
No tenía que volver la vista para saber qué se trataba precisamente de él. Aun con mis manos metidas dentro de la tierra de mis macetas y la atención puesta en cada uno de los nuevos retoños, supe que se trataba de Aren quien estaba recostado en el marco del pasillo que daba a la parte trasera del barco.
Reconocería su voz en cualquier lugar, en cualquier momento y aun después de cien años sin estar a su lado.
—Sé que suena aterrador, pero es un capítulo que tienes que cerrar —dije con la vista puesta al horizonte—. Bueno, tanto tú como el resto de tus amigos.
De aquí en adelante tomarían la decisión de si seguir esta tradición.
—A veces, lo odio por hacer eso —habló Aren refiriéndose al capitán—. Es como si todo mi agradecimiento y mis buenos recuerdos se esfumaran con él entre las aguas turbulentas aquel día. Lo peor de todo es que sé que no era su culpa y que por alguna extraña razón quiero entender que no fue su intención, pero... dioses. ¿Por qué nunca me lo dijo?
A este punto había girado mi cuerpo y mis ojos estaban puestos sobre las lágrimas que corrían por sus mejillas.
—Estoy seguro de que él confiaba en tí, tan solo sucede que no todos lidiamos con nuestros problemas de la misma manera y no puedes esperar que todos sean igual de abiertos como tú —sonreí de lado—. Lo que sí está claro, es que él tomó sus decisiones estando seguro de que todo iba a salir bien después de él, ya que te dejó a ti y a los demás en esta nave.
Aren tragó en seco.
—Debí haberlo sabido antes —dijo con la voz cortada—. Él era como un padre para mí y sufrió tanto en silencio y yo nunca lo supe porque estuve enfocado en mí.
Me paré y me puse frente a él. Primero lo pensé un par de veces ya que mis manos estaban sucias de tierra y no quería ensuciar su camisa de algodón y-
Da igual.
Lo estreché en un abrazo y él me sostuvo de vuelta.
No siempre las cosas son fáciles y debía de entender que no siempre iba a tener las palabras que él necesitaba escuchar para calmar su dolor, pero lo menos que podía hacer era no sentirme tan culpable por lo que él estaba atravesando, al contrario, le quería dejar saber que en mí siempre encontraría un lugar donde desahogarse y que siempre se sentiría amado y validado.
Lo cual, era como exactamente yo me sentía con él.
Luego de unos segundos, cuando la respiración de Aren se calmó y sus latidos se apaciguaron, me digné en hablar.
—Lamento haber ensuciado tu camisa, prometo lavarla cuanto antes.
Él rió por lo bajo antes de romper nuestro abrazo y mirarme con una ceja en alto. Sus ojos aun irritados por las lágrimas.
—¿Quieres que me desvista ahora?
—No-no-no, eso no fue lo que quise decir, me refería a más tarde.
La sangré que sentí trepar hasta a mis mejillas me hizo suponer que estaba tan rojo como un tomate.
¿Alguna vez dejaría de sonrojarme por Aren? Aunque ya a este punto habíamos amanecido ambos desnudos más veces de las que pudiera contar, la respuesta parecía ser que no.
Sin dejarme explicar mejor, él procedió a tomarme por la parte trasera de la cabeza y me dió un beso profundo.
Sus labios tenían un sabor ligeramente salado pero luego se tornaba dulce cuando su lengua hacía contacto con la mía. Besarlo siempre me hacía sentir como que estaba en medio de una tormenta en el mar, donde pasaban tantas calamidades y peligros a mi alrededor pero de alguna manera yo encontraba una balsa en la cual podía dormir seguro, un lugar donde nunca correría el peligro de irme a la deriva.
Era intenso, pero se tomaba su tiempo memorizando cada rincón de mi boca y dejándome saber que le pertenecía. Me transportaba a lugares muy lejanos y al mismo tiempo me retornaba a la realidad con sus gruñidos que me hacían sentir tan vivo y florecían sensaciones increíbles en todo mi cuerpo.
Sus labios contra los míos se sentían como que eran la única cosa correcta en este agitado mundo, siempre lo fueron.
—Eres mucho más de lo que pude haber deseado —murmuró contra mi boca finalmente.
Y entonces, dejándome aun con los ojos cerrados terminó el beso fugaz. Me percaté de ello cuando ya el calor de su cuerpo era lejano y cuando sentí un trozo de tela que fue arrojado a mi cara, nublandome toda la vista.
La retiré con mis manos y noté que se trataba de su camisa, y a dos pies de mi estaban sus pantalones en el suelo.
Un par de latidos después, por el chapuzón que escuché a mi izquierda entendí que se había ido nadando y que el beso fue una despedida momentánea.
Porque ya habíamos llegado a las ruinas, y aparentemente él quería hacer esto sólo.
• ✧ •
Las ruinas de las seis doncellas estaban más que arruinadas.
Los antiguos monolitos estaban destrozados, ni rastro de lo que habían sido las imponentes figuras en aquel tiempo.
Todo ello se debía a la última vez que estuve acá con el resto de mis compañeros brujos... e Ivy.
Claro, era imposible olvidar aquella vez en la que la pequeña mestiza casi es castigada por la ira del leviathan pero que afortunadamente fue salvada justo a tiempo por el príncipe Aiden, quien secó toda el agua de nuestros alrededores por unos segundos y mutiló a la criatura con sus invocaciones de hielo.
El recuerdo del gigante marino retorciéndose por el dolor hasta que por fin perdió la vida, aun me provocaba náuseas.
Pero a pesar de que estaba más que claro que aquel monstruo no existía más en este mundo y que aparentemente este santuario estaba fuera de peligro, tenía un mal presentimiento.
Culpé a las nieblas que danzaban sobre las aguas, que otorgaban un aire espeluznante en el ambiente y daba la sensación de que el barco estaba navegando por nubes misteriosas.
Aren se decidió por continuar entre las aguas, por lo que se mantuvo nadando a un lado del barco y manteniendo su cabeza a flote, yo permanecí en el costado izquierdo del barco para tener una buena visión de él.
No pude descifrar sus sentimientos ni lo que estaba pasando por su cabeza ya que mantuvo una cara impasible, incluso cuando se topó con lo que quedaba de un monolito de baja estatura y se sentó sobre este.
Las escamas doradas de su cola estaban a la vista, encontraron la forma de resplandecer aun en este punto del mundo, en el cual el sol se negaba a hacerle frente a las gruesas nubes grises lo arropaban.
Él tritón mantuvo su cabeza en alto, las mechas doradas de su cabello flotaban con el viento tras su nuca cuando comenzó a cantar.
El canto era una hermosa armonía de notas graves y largas. No sabía si pronunciaba las letras de una canción en un idioma que desconocía, o si tenía significado alguno.
La melodía era preciosa, aunque triste pero imponente. La forma en la que Aren la interpretó, con cada respiración y la mirada apuntando en un punto lejano del horizonte, me daba a entender que estaba haciendo un esfuerzo por dar lo mejor de sí mismo, en el último adiós al capitán Bjorn.
Uno por uno, otros miembros de la tripulación se unieron a la canción, todos entonando las mismas estrofas iniciales que ahora se volvían a repetir. Fue un momento tan íntimo, que no pude evitar sentirme como que estaba fuera de lugar.
Miré de nuevo a Aren, quien aun me daba la espalda desde su monolito pero ahora había cerrado la boca y tan solo sus compañeros continuaban la melodía.
Y entonces, a la distancia algo captó mi atención.
Había un animal acercándose en nuestra dirección, y estaba caminando sobre las aguas.
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