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• H E C A T E •

-Años antes de la gran guerra-

Como casi siempre, Hypathias estaba enojado.

No importaban mis intentos de hacerlo sonreír, siempre era un fracaso cada cosa que yo intentara hacer. Todos los agrados que planificaba y cada sorpresa que se me ocurría era un completo desastre.

Ya había invocado cincuenta gatitos en su habitación y el gritó del susto cuando los encontró, preparé una gran cena solo con sus postres favoritos pero él me regañó diciendo que no era para nada sano, le regalé un baúl repleto de vestidos tiernos con faldas abultadas y telas brillantes, pero el tan solo me fulminó con la mirada.

¡Qué difíciles son los hermanos!

—¡Todo esto es tu culpa, Geo! —le grité frustrada.

El primer dios se giró hacia mí, su larga barba cana se meció de un lugar a otro. Las arrugas de su frente tostada se arquearon en sorpresa, y los huecos sin fondo que tenía en la cara en el lugar donde deberían ir los ojos se abrieron aún más.

—¿Mi culpa?

—Así es —le reproché decidida.

Estábamos en el mirador del pabellón de las brujas, un amplio salón techado en cristal que permitía ver hacia el centro de la patria celestial. De un extremo, se apreciaba el sol posándose en el pabellón de los ángeles seguido de los elfos y del otro, más allá del lago de los seres del agua, se lucía la oscuridad de los demonios.

Desde aquí Geo siempre controlaba todo y a todos, estaba de algún modo presente aunque nadie lo notara, o eso fue lo que me comentó una vez que lo invité a jugar conmigo al parque y se negó.

—Desde que Hypathias vino a discutir contigo está de muy mal humor y no quiere jugar conmigo —me crucé de brazos—. Exijo saber qué fue lo que estaban hablando.

Porque saber el motivo de la molestía de mi hermano, tal vez me hubiera hecho las cosas más fáciles y así podría hacerlo sentir mejor.

Geo me sonrió.

—¿Amas mucho a tu hermano?

—Pues claro que sí —respondí al segundo—. No puedo ser feliz si él no lo es, no lo tolero.

El anciano sopesó mis palabras mientras asentía.

—El problema es, que tu hermano quiere demasiadas cosas que no le puedo dar. Puede ser que sea difícil de comprender ahora lo que trato de evitar, pero eventualmente lo sabrán con el tiempo.

Fruncí las cejas.

Cuando se ponía así de poético lo odiaba porque era aún más complicado de entender.

—¿A qué te refieres? ¿Qué es lo que Hypathias debe de comprender? ¿No se supone que el lo sabe todo?

—Pues el balance —dijo mirando hacia afuera, con las manos a su espalda—. Los cielos, la tierra y las aguas son cuidadas, la paz está asegurada y la magia es lo que gobierna esta ciudad. Te necesito a ti bendiciendolas y a él guiándote para que todo este sistema funcione de manera perfecta. Es por ello que te otorgué mi poder y a él mi conocimiento, debe seguir siendo así aunque él quiera más.

¿Más que? Hypathias tenía todo, si algo faltaba Geo nos lo daba. Yo misma podía crearlo.

Todo era posible, a menos que...

—¿Hypathias quiere poderes como los nuestros?

El anciano se volvió hacia mí con expresión preocupada.

—Me temo que sí, mi querida.

—Pues hazlo, no veo qué problema podría significar.

Él negó.

Su postura se puso más rígida.

—No pueden tener ambas cosas.

—¿Y eso por qué?

—¡Porque estarían a mi nivel!

Lo último lo dijo casi gritando, sus cejas bien fruncidas en signo de su irritación.

Esa fue la primera y única vez que me había hablado fuerte. A ese punto estaba acostumbrada de escuchar a Hypahtias enojado, pero nunca a él. Siempre mantenía el control pero ahora no.

Di un paso atrás por acto reflejo, él pareció comprender lo que había hecho.

—Mi pequeña —dijo apenado—. Perdón por hablarte de esa manera, creo que dejé que mis emociones y la discusión con tu hermano de hace un momento subiera a mi cabeza.

Me alejé de él sin intercambiar palabra alguna, bajé los escalones con prisa y me adentré a la privacidad de mis aposentos, donde mis dulces favoritos y los gatitos que había rechazado Hypathias me esperaban.

Estaba más que claro que Hypathias tenía razón y Geo estaba siendo un idiota desmedido.

Al lanzarme directamente a mi cama, los pequeños gatitos me recibieron con sus maullidos.

Geo estaba mal, y debía demostrarlo de algún modo.

Si, estaba claro que yo era la diosa irracional con magia poderosa, y él era el dios de la sabiduría infinita y que nos complementamos el uno al otro. ¿Pero qué mal haría tener ambas?

Si tan solo uno de los dos tuviera ambas cosas.

O bueno, que otro más tenga ambas cosas...

—Gatitos —dije a los felinos—. Creo que se me ha ocurrido una idea.

• ✧ •

Por alguna razón que yo desconocía, mi hermano siempre parecía estar ocupado.

Tenía muchos libros por leer, asuntos complicados que atender, sirvientes que despachar y cartas por redactar.

Resguardado en su oficina de marmol blanco y paredes color crema decoradas con aplicaciones muy elegantes en las columnas de cada esquina, casi siempre se posaba detrás de su hermoso escritorio tallado a mano. Era imposible para él sacar tiempo para mí, así que siempre tenía que escabullirme en su oficina y esperar a que estuviera de buen humor para poder conversar con él.

—Te tengo una sorpresa —dije entusiasmada.

Hypathias me ignoró.

—Me enteré de que Geo te hizo pasar un mal rato por eso de que se negó a darte mis poderes.

Mi hermano levantó la vista hacia mí. Sus ojos, uno azúl y el otro morado, me escudriñaron.

—¿Quién te dijo eso? —preguntó enojado.

—El mismo Geo me lo dejó entrever, pero no te preocupes. Pude hacer algo y ahora quiero que conozcas a Immanuel.

Hice uso de mi magia para abrir la puerta de la oficina, del otro lado se veía un brujo rubio y bastantante confundido. Se veía exactamente a Hypathias y a mi; misma cara, bucles de cabello dorado hasta debajo de las orejas y estatura. La única diferencia era claro nuestros ojos.

Mientras que los míos eran morados, decidí que los de Immanuel fueran del mismo tono de azul que tenía Hypathias en su ojo izquierdo, el cual era precisamente mi favorito de ambos.

—Hecate... ¿Qué rayos hiciste?

Cielos, lo dejé perplejo. Esta vez si me lucí.

—¿No es obvio? ¡Ahora somos trillizos! lo mejor es que Immanuel tiene tu habilidad y la mía, lo hice porque escuché precisamente de Geo que es lo que querías, que uno de nosotros tuviera ambas habi-

—No —me corto—. No quería que alguno de los dos tuviera ambas habilidades, las quería para mí. Porque eres demasiado inmadura y los demás idiotas con los que tengo que lidiar son igual de inútiles que tú.

—Y-yo..

Un nudo se formó en mi garganta.

Hypathias se agarró el tabique de la nariz.

Y como si supiera precisamente lo que estaba ocurriendo y que necesitábamos de intervención, apareció Geo en el lugar. Bueno, más bien entró por la puerta y se puso a mi lado.

—¿Cual es el alboroto que están armando? lo escuché desde el otro lado del-

El anciano se detuvo en seco cuando vió a Immanuel.

—¿Quién es él?

—Immanuel, el tercer dios de los brujos —respondí.

—Lo creó Hécate y lo bendijo con nuestras habilidades —dijo Hypathias en modo acusatorio—. Si no hubieras sido tan terco y egoísta contigo mismo, yo hubiese podido resolver esto. Pero no, le das la magia a ella y estas cosas ocurren. Así que sorpresa, tu máxima pesadilla se ha vuelto realidad: existe un dios que es semejante a ti.

Geo frunció el ceño. No sabía donde poner la atención, la intercambiaba entre mi, Immanuel e Hypathias.

Se veía muy tenso.

—Hijo mío, te ruego que no cuestiones mis decisiones. En lo que respecta a la niña, por favor te pido que elimines esto que creaste.

Me volví en su dirección boquiabierta.

Immanuel no se atrevió a hablar en ningún momento, tan solo jugueteó con sus manitas en su lugar y mantuvo la cabeza agachada.

—No quiero hacerlo.

—Te lo estoy ordenando.

Respiré hondo.

No pierdas el control, me dije, no esta vez.

—Me acabas de pedir que elimine a mi hermano, no lo voy hacer.

—Tú hermano es Hypathias, este no es nadie.

—No, estás mal.

Lágrimas se formaron en mis ojos.

—Obedece, niña.

Tal vez fue el miedo, la impotencia o algo que estuvo dentro de mí hace mucho tiempo. Tal vez fue una mala decisión, pero en ese momento lo que le hice a Geo se sintió como lo correcto.

Disfruté cada segundo de eso.

—Vete tú —murmuré antes de que el techo se abriera.

Cayeron rayos en el lugar en que estaba el anciano parado, rafagas de viento mecieron el lugar y fuego blanco se prendió a los alrededores.

No se que vino primero, si sus gritos pidiendo que pare, el estruendo del caos o las voces de Immanuel e Hypathias combinadas que gritaban mi nombre a mis espaldas.

Era poder crudo, destructivo e incontrolable.

Un momento él estaba ahí, y al otro no. Pero solo porque estaba muy enojada, y porque sabía que me lo debía, seguí dirigiendo mis fuerzas en el mismo punto aunque él ya no estaba en la habitación.

Continué hasta que terminé drenada, y mi visión se nubló por las lágrimas. Hasta que el nudo en mi garganta me estaba casi asfixiando y hasta que Immanuel posó una mano en mi hombro para indicarme que ya todo había terminado, que me calmara.

Estaba hecho, no había vuelta atrás.

—Lo acabaste —dijo Hypathias, su voz era el único sonido luego del desastre.

Pasé unos instantes atónita, mirando al vacío y con una extraña sensación de calma; como que por fin me había quitado un peso de encima.

Por otro lado, había una voz en mi cabeza que me gritaba que esto estaba mal.

—Si, lo acabé.

Hypathias camino por los alrededores de la oficina, viendo las paredes de mármol quebradas, el hueco en el medio del techo y parte de sus lustrosos muebles quemados.

—Encontraremos la forma de seguir la vida sin él, después de todo ya tenía planes en caso de que algo así ocurriera.

Agradecí la indiferencia que había en su voz.

Asentí en su dirección.

—Sin embargo, Immanuel no puede estar con nosotros en la patria celestial. Mira lo que causó su mera presencia, no podemos arriesgarnos a que reacciones de ese modo de nuevo.

Me volví con brusquedad hacia él, estaba lista para debatir pero me cortó en el aire.

—¿Recuerdas el proyecto del nuevo mundo que tenemos que poblar? Pues se me ocurrió que Immanuel podría ser el gobernante.

El susodicho se tensó a mis espaldas.

Yo incliné la cabeza a un lado.

—¿Qué significa eso?

Para responder, Hypathias se dirigió a él.

—Significa que tendrás que renunciar a tu inmortalidad y tus poderes, pero a cambio serás alguien muy importante. Alguien respetado y que cumplirá con las reglas, cuidarás a los brujos y lucharas con tus fuerzas por mantener viva la magia en todas tus tierras.

Immanuel abrió la boca.

—¿Quieres decir que seré un rey?

Hypathias asintió.

—Si, y tendrás autoridad sobre toda la tierra que nombraremos como Ylia, para eso te convertirás en el primero de la línea Arcoelli. Es un proyecto que tiene años en gestación pero no había nacido nadie digno para ocupar el cargo, hasta hoy.

Yo crucé mis brazos, no muy segura de esto porque me estaba encariñando con mi nuevo hermano, pero imaginé que esto sería lo mejor. Porque Hypathias nunca se equivocaba.

Aunque claro, la idea de un castillo y una ciudad más grande que la nuestra me parecía fascinante. Una fantasía total.

Claro que era algo que alguno de nosotros tres merecía conocer, y estaba segura de que él haría el trabajo perfecto como rey. Despues de todo, era la versión mejorada de nosotros dos.

Immanuel Arcoelli, soberano de todo el territorio que abrazaba el arcoíris de Ylia y mucho más allá.

Vaya, ya hasta me lo imaginaba con una corona y todo.

—Está bien —dije por fin—. yo también estoy de acuerdo.

De ahí en adelante, llegó una nueva etapa en nuestras vidas, en la que de verdad tomamos riendas sueltas de nuestro destino.

En la eventualidad, hicimos muchos preparativos, se establecieron varios escritos en los que ambos de mis hermanos estuvieron de acuerdo que serían las reglas del continente, límites territoriales fueron negociados con las otras razas y algo que sonaba así como "constitución" fue sentado.

No sabía que era, pero seguro debía de ser importante.

Yo preparé una corona, el balance perfecto de gemas que reflejaban colores y hierro fundido, justo como lo había imaginado. Junto a ella puse una gran gema pulida y única en su especie, que coloqué en la mano de Immanuel el día de su coronación. Atada tenía una nota que cargaba una promesa: donde sea que estés, y siempre que me necesites, ahí estaré para darte mis fuerzas cuando lo solicites.

Porque lo cierto es, que por mis hermanos haría lo que sea.

Cuesteme lo que me cueste.

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N.A: En la actualidad Hypathias tiene un parche en el ojo azul, por eso todos los demás solo describen a su ojo como morado.

Extra: Como dato interesante, su ojo azul tiene un parche porque Coryanne lo cegó el día que Ivy escapó del cielo. No sé si algún día escriba la escena con los detalles desde el punto de vista de coryanne pero por ahora ya saben.

Capítulo dedicado a la mejor: @Xime_vera que siempre supo que Aiden era un tanto diferente.

Gracias a todas por leer♥


Instagram @valkyria22

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