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• A I D E N •

—Entonces... vamos a pasar mucho tiempo aquí, juntos —habló Izar.

Aún estábamos solos y encerrados en la jaula de los demonios.

No había pasado mucho desde que Icarus se había ido, y era más que evidente de que no teníamos nada mejor que hacer.

Supuse que cada quien procesó los eventos presenciados a su modo; Izar fingiendo desinterés cuando era más que obvio que estaba muy preocupado por todo y hasta por su propio hijo, Hecate comiendo miles de galletas con chispas de chocolates que invocó con sus manos por la ansiedad y yo pensando en alguna forma de salir de aquí.

Claro, la pequeña bruja podría ayudarnos invocando una llave mágica o convirtiendo a uno de los barrotes en una puerta abierta, pero eso no nos daba la seguridad de que los demonios podrían estar del otro lado de la pared resguardando estos pasadizos o incluso espiandonos en este momento. No quería arriesgarme, así que las cosas tenían que ser lo suficientemente planeadas y no nos podíamos arriesgar a más errores.

—A menos que tu dulce hijo quiera hacernos un favor, parece ser que estaremos unidos un breve tiempo —aprecié.

Izar resopló, como respuesta.

A este punto de este estresante día, y con el calor que emanaba del volcán que estaba próximo a nosotros, él dios arcángel optó por quitarse su camiseta y exhibir sus esculturales pectorales.

Rayos, ¿se suponía que todos los ángeles eran así de magníficos a la vista? El pensamiento me hizo dudar de mí mismo y mi apariencia por un momento.

—¿Sabes que Agustín? —me sacó Izar de mis pensamientos—. Esta clase de situaciones te pone a pensar en tu vida y cada una de las decisiones que tomas.

—¿El encierro te pone melancólico, no es así?

Él sonrió de lado.

—No es la primera vez que me tienden una trampa, tengo algo de experiencia —se encogió de hombros—. Hypathias nunca me la puso fácil que digamos en la Patria Celestial.

Fruncí el ceño.

—¿Ustedes no se llevaban bien?

Hécate rió por lo bajo.

—Para nada —respondió la diosa por él—. Cada una de las reuniones era peor a la anterior, pensaba que en algún momento iban a saltar a golpearse entre sí.

Creo que era la primera vez en todo este viaje en que escuchaba a la rubia decir algo coherente. Pero luego noté que tenía chocolate regado por toda la cara y el sentimiento se esfumó.

—Él problema es que el brujito era demasiado rígido y exigente —prosiguió Izar—. Todo tenía que hacerse a su manera, y yo nunca he sido bueno siguiendo reglas.

Si, dije en mi cabeza, creo que la única regla que se les podía imponer a los dioses era precisamente la que él había roto en dos ocasiones; la de no relacionarse con otras razas. Y ahora sus bendiciones mestizas estaban vagando por el mundo y tomando decisiones demasiado poderosas.

—¿Cómo se conocieron? —la pregunta salió de mi boca sin pensarlo.

Tan sólo la curiosidad llegó a mi de manera esporádica.

Ambos dioses se miraron entre sí, como que la respuesta era demasiado obvia pero a la vez no había manera de ponerlo en palabras simples.

El arcángel fue el primero en hablar:

—Cuando tomé mi primer respiro de vida, ellos estaban allí. Hypathias, Hécate y Geo, nuestro creador. Desde el principio siempre fueron ellos. Hypahtias sin dones pero con una personalidad de mierda, y por el contrario Hécate siendo una tierna chispa de alegría inagotable.

Asentí.

—¿Y qué tal Geo? ¿Nunca tuvo planes para que se llevaran bien o algo así?

Izar dudó en si debía continuar hablando, como la respuesta a mi pregunta estuviera en la punta de su lengua pero habían motivos que lo forzaban a tragarse sus palabras.

Pero tras un largo respiro, lo dijo de todas formas.

—Geo era... una gran masa de poder inconmensurable. Podía hacer todo lo que quería, era el principio y el final del universo tal y como lo conocemos. Pero al igual que cada cosa que existe, la eternidad lo hacia sentir solo. Por eso se le ocurrió crear al par de brujos que bien conoces. Hypathias heredó su sabiduría y Hecate su poder.

Para tener compañía, recordé el pasaje que me habían enseñado de pequeño las Wiccanas.

—Es importante que sepas que él amó a ese par tanto, que me creó a mí para que ellos pudieran tener estrellas decorando el cielo, a Demi para que llenara a la tierra de vida y a Namphis para que se ocupara de los mares. Todo lo hizo por ellos, para que se deleitaran. Ese es el objetivo de nuestra existencia, no era tan importante que nos lleváramos bien o no.

Hécate por su parte no lo negó, tan sólo se mantuvo a raya como siempre y escuchó atenta cada palabra de Izar y asintió en varias ocasiones.

Como si esa fuera una verdad tan absoluta que no necesitaba de ninguna añadidura en ese relato.

—¿Te sentías cómodo con eso? El estar... atado a los deseos y deleite de los brujos.

—Si. No me importaba mucho, tenía algo que hacer que me gustaba y era bueno en ello.

Asentí.

Esta información cambiaba muchas cosas. Lo mas evidente de ello, era que cualquier sentido de igualdad que se había construido en nuestro mundo y hasta en la mismísima patria celestial se había esfumado ya que ponía indudablemente a la raza de los brujos por encima de todos.

Tambien pensé en el poder de Hécate. Como ella fue creada a imagen y semejanza del creador significaba que una fracción de su poder también corría por las venas de todos nosotros los brujos que somos sus herederos. Aunque claro, nuestro poder está más limitado al uso de gemas que nos permiten canalizar nuestra magia para poder provocar las invocaciones.

—¿Qué pasa entonces con los demonios? ¿Cuál es el sentido de su existencia?

Izar se recostó contra los barrotes, y su mirada apuntaba hacia la pared, como si pudiera ver a los espías de Icarus del otro lado.

—Hace mucho tiempo atrás, cuando los brujos pidieron que las razas fueran creadas y Geo trajo al mundo a los primeros súbditos que poblaron a la Patria Celestial, nos percatamos de que tener a una multitud controlada no era fácil, muchos de ellos intentaron rebelarse. Yo fui el primero en ofrecerme para mantener la paz. Geo me ayudó a establecer los arcángeles como guerreros poderosos que podían capturar rebeldes y uno que otro monstruo rebelde que surgía en las tierras de Demi.

>>Pero entonces Hypathias y Geo decidieron que mantener a los súbditos a raya y luchar contra los rebeldes no era suficiente, en algunas ocasiones debíamos deshacernos de ellos rápido e imponer el miedo sobre ellos. Así que, a pesar de que no estuve de acuerdo con ello y por mas que me rebelé, Geo creó la oscuridad.

Coryanne, dije para mis adentros. La dama de la noche.

El resto de la historia lo conocía, porque era muy bien sabido como todas las historias que le hacían a las crías revoltosas antes de la hora de dormir: Si no te portas bien, Coryanne enviará a sus demonios por ti y te castigará. Saldrá desde cualquier rincón oscuro de tu habitación y te pellizcará los pies.

Lo recordaba muy bien, porque yo y un montón de brujos tuvimos miles de pesadillas al respeto.

Izar continuó hablando después de una corta pausa.

—Había algo en Cora desde el principio que me hizo saber que ella era diferente al resto de nosotros. Pensé que debía deberse a que había pasado tanto tiempo, miles de años, desde la ultima vez en que presencie el nacimiento de un Dios. Y es que, mientras que todos los demás aceptamos nuestras responsabilidades sin rechistar, ella no e incluso cuestionó a Geo. Eso me llamó bastante la atención y fue lo que me hizo fijarme en ella.

Dioses, esto era increíble.

Creo que algo en el universo me hizo llegar a este momento, precisamente por esto. Sentí como si derrepente toda mi existencia y las decisiones que había tomado me llevaban a este punto porque necesitaba saber esta información, de la mano de dos Dioses, y encerrado en el inframundo.

Hasta ahora me enteraba de todo esto porque los brujos perdimos gran parte de nuestro conocimiento de historia a costo de un gran incendio tiempo atrás.

Vaya, el destino tenia un humor muy pesado de vez en cuando.

—¿Tienen idea de a donde fue Geo al final?

Aunque la pregunta se sentía fuera de lugar por el tono que tomó la voz de Izar al recordar a Coryanne, no pude resistirme a no querer saciar aun más mis ansias de querer saber que pasó después, de poder comprender porque las razas fueron criadas en un sentido de igualdad si ese no fue el fin original, el porqué de las gemas y muchas cosas más que mi mente iba configurando.

—Pues las divisiones estaban asentadas, todo funcionaba perfectamente y ninguna de las razas entorpecía en el trabajo de la otra —respondió el dios alado—. Y de la nada, un dia cualquiera escuché que él había desaparecido. Como el pasaba más tiempo en el pabellón de los brujos ninguna de las otras razas pudimos saber mucho. Tengo la teoría de que él vió que ya no era necesario en el mundo y decidió terminar su inmortalidad.

—Oh no —intervino Hecate—. Eso no fue lo que le pasó a Geo.

Me volví hacia ella con una ceja en alto.

—¿Tú si lo sabes?

Los brillantes ojos de Hecate miraron directo a los míos, por un segundo me perdí en el morado profundo, el tono tan intenso como el poder la brujita.

—Pues claro —dijo como si fuera lo más obvio del mundo—. Yo misma lo desaparecí.

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