17
• I V Y •
Tratar de convencer a los Arcángeles de que me acompañaran en la batalla, fue pan comido. Después de todo, es lo que hacemos los guerreros, un ciclo interminable de guerras y de dedicar nuestra vida al servicio.
Lo que no fue fácil de conseguir fue convencer a Rigel de que necesitábamos relocalizar a las crías para que estuvieran en un lugar más seguro durante la batalla.
Si, el campamento era el lugar más seguro de todo Midgard en estos momentos ¿Pero que seguridad teníamos en caso de que las cosas se pusieran mal y tuviéramos que enviar una alerta?
O peor aún, ¿Cómo nos daríamos cuenta de que el campamento fue descubierto por las fuerzas enemigas mientras que la mayoría de los arcángeles estaban en batalla? No podíamos arriesgarnos a estar a medio día de distancia, era algo que Rigel debía de entender de una manera u otra.
¡Tantas cosas por pensar y justo era ya la hora de dormir!
Me revolqué en la pequeña cama que me fue asignada en el campamento, como intentando deshacer de mi cabeza los pensamientos que me mantenían en vela y me hacían sentir como una fracasada. La habitación era simple: consistía en una mesa y un espejo de cuerpo completo contra la pared, al fondo había una gran ventana abierta por si necesitaba salir volando.
Tenía que descansar lo suficiente ya que partíamos a Ylia antes de que saliera el sol, debía de estar bien para servir a todos y atender las responsabilidades y poder buscar una solución para salvar a Aiden.
Aiden.
Sin importar cuantas veces Demi, la diosa élfica, retornó al cielo trás mis súplicas en su búsqueda, no había rastro de él.
Era como si nunca hubiese salido del palacio, tampoco había rastros de Hécate a la vista, parecía ser que... algo horrible pasó.
Y no tenía idea de qué.
Mordí mis labios en un intento inservible de detener el nudo que se formó en mi garganta.
Con una respiración profunda, me ordené a mi misma mantener la calma. Que las preocupaciones que saltaban en mi cabeza se calmaran y cantaran una canción más gentil.
Entonces, se me ocurrió ocupar mi mente en un lugar más feliz. Como cuando el aire era más sencillo de respirar y sólo éramos él y yo, acurrucados por las noches con el pequeño Milo entre nuestros cuerpos.
Eso es, cambiar los malos pensamientos por uno más feliz.
Sonreí para mi misma al recordar cuando él deslizaba sus dedos por mi espalda hasta hacerme dormir, traté de imitar la acción repasando la punta de mis dedos a lo largo de mi brazo expuesto por mi bata de tirantes.
Recordé además sus labios, tan tiernos y adictivos, que me robaron la respiración en más de una ocasión. Me hacían arquear mi espalda en busca de más hasta que me embriagaba en un sueño de amor del cual no quería nunca despertar.
Mis pechos, se tornaron inquietantemente sensibles debajo de la tela fina y el viento nocturno. Mis mejillas empezaron a arder.
Después, deslizando una mano tímida debajo de mi sabana y pasándola entre mis piernas, recordé la última noche que pasamos juntos, cuando en medio de la gruesa noche me besó el cuello, las mejillas y cada un de mis puntos más frágiles.
De algún modo él siempre lo supo, que no teníamos suficiente tiempo y que aquella noche debía de besarme como si fuera la última vez.
Sin saber muy bien lo que pretendía hacer, inicié el vaivén de mis caderas, frotando mi intimidad contra mis dedos. Con mi mano libre, toqué mi corazón. Lo sentí muy agitado, los latidos demasiado descolocados.
Eso es porque lo amo, me recordé, porque tengo sentimientos y porque sé que él está bien. Que pronto nos volveremos a encontrar y que él volverá a besar mis párpados para limpiar mis lágrimas, que se reirá de mis chistes y que seremos felices.
Cerré los ojos con aún más fuerza, y aceleré mis movimientos. Recordando cada una de sus caricias y la forma exacta en la que él me presionaba.
Sentí miles de sensaciones floreciendo en mi piel, galaxias enteras naciendo en mi estómago y cometas que me robaban los gemidos.
Los dedos de mis pies se curvaron, mi respiración se aceleró y el sudor empezó a correr detrás de mis orejas.
Justo cuando estaba a punto de culminar, tan cerca que casi podía alcanzar el punto más alto del cielo entre las estrellas, me detuve. Porque no quería formar una tormenta de estrellas fugaces como la última vez.
Entre jadeos cansados y el desastre que se había formado de mis sábanas y almohadas, reí para mi misma.
Jamás pensé que yo fuera capaz de esto y que al final, el miedo a ser descubierta por las estrellas fuera lo único que me detuvo.
Aiden se hubiese reído también, si hubiera estado aquí.
Si tan solo las cosas hubiesen sido de manera distinta él hubiera estado aquí, y tal vez los monstruos que atormentaban mi cabeza tal vez-
No.
Me paré inquieta de la cama, buscando cualquier distracción que eliminara el ruido de mi cabeza aunque sea por un momento. al principio tan solo di vueltas sin sentido en el mismo lugar.
En el fondo maldije a Kara, por su culpa no traje a Milo conmigo, la compañía del pequeño hubiera sido agradable. Cualquier cosa es mejor que la soledad angustiante.
Bueno, aunque pensándolo bien, dudaba mucho que me hubiese podido toquetear si Milo estuviera aquí.
Ahí sí me dio vergüenza ajena.
En lugar de pensar posibles escenarios que jamás iban a ocurrir, me decidí por colocarme mis zapatillas y dirigirme a la cocina por un bocadillo nocturno, lo cual nunca era una mala idea.
Pero entonces, noté un destello en mi mesita a un lado de mi cama.
Iluminaba la luz de la luna, la gema que decoraba a la corona de las brujas, la misma corona que yo había estado cargando conmigo a todas partes.
El último regalo que recibí de Aiden.
Hasta ahora, la había usado en eventos públicos al dirigirme a los brujos para hacerlos recordar precisamente quien estaba al mando ahora y hasta los hice creer que Aiden me la entregó al prometerme matrimonio lo cual no era cierto, Aiden me amaba demasiado pero creo que tanto él como yo aún no estábamos listos para considerar casarnos, pero eso era algo que los brujos no debían de saber, por ahora.
No sé que me inspiró, pero se me antojó colocarla en mi cabeza sin motivo alguno. Sólo quería ver... algo.
Así que tomando una respiración profunda, puse la reliquia sobre mi cabeza y me vi a mi misma en el espejo más cercano que estaba contra la pared.
Mi garganta se apretó.
La corona sobre mi cabello suelto parecía brillar por sí misma. No sé a qué se debía pero sentía que mi reflejo era aún más miserable y desdichado cuando la tenía puesta. Podía ser que una pieza tan única y deslumbrante solo estaba reservada para el uso de gente que era feliz.
—Hola Aiden —le dije a mi reflejo—. Donde sea que estés, hola.
Mordí mi labio.
—Tengo miedo, mucho —sentí las lágrimas correr por mis mejillas—. Y aunque todos están aquí, y las cosas van de maravilla, yo... te extraño.
No podía continuar.
Entonces sentí ira e impotencia conmigo misma, por haberme dado falsas esperanzas de que podía hacer esto, de que podía continuar pero estaba claro que la realidad era que no.
Esta corona me quedó demasiado grande y debía de rendirme.
No existían palabras dulces que me hicieran sentir en paz, estaba frustrada y quería gritarle al mundo por esto.
Así que me desquité con lo único que tenía a mano, y lancé la corona contra el espejo provocando que este se quebrara y algunas de las piezas salpicaron mi cama y parte de mi piel expuesta.
A pesar del desastre, la corona se mantuvo intacta.
━━━━━━━━╮• ✧ •╭━━━━━━━━
NA:
Este capítulo fue raro, siento que pasaron muchas cosas y a la vez nada. Pero está bien, porque así es como imagino la cabecita de Ivy en estos momentos.
No suelo traer explicaciones de mis personajes, pero si tienen sentimientos encontrados creo que pueden interpretarlo en que esta es su forma de mantener el control en situaciones que se le escapan de las manos.
Anyways, ¿que tal están? me enteré hace poco de que tendré que mudarme de nuevo así que oremos porque esto no signifique un retraso. Ya en el blog les subiré una entrada explicando el porqué de tantos retrasos y que es lo que pasa en mi vida últimamente.
Tengan un increíble finde brujis, nos leemos♥
-Valky.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro