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• G I N G E R •

Aunque el clima era precioso, el cuello de mi vestido estaba lo suficientemente holgado y tan solo llevaba algunos minutos sentada en la mesa de reuniones, me sentía asfixiada.

Estábamos todos los brujos en la reunión; Esdras, Theo, Moll a los lados y en la cabeza Rosie, Circe y luego yo. Del otro extremo estaban agrupados los miembros del gremio minero de Terra, presidido por mi padre.

Esdras y Moll nos explicaron que en situaciones corrientes esta clase de reuniones se reservaban para los comerciantes y el rey, quien tan solo se hacía acompañar de sus consejeros de elección.

En nuestro caso, la reina partió y nos dejó correr por nuestra suerte.

—¿Se supone que iniciaremos esta reunión? ¿Sin la chica? es una barbaridad —habló uno de los ancianos del gremio.

—Nuestra reina tiene otros asuntos que ocupan su atención en estos momentos —defendió Circe—. Siente mucho no poder recibirles como es debido, pero en su lugar ha dejado a toda esta comisión para llegar a un acuerdo.

—¿Quién le notificará nuestros acuerdos para la toma de decisiones? —cuestionó mi padre.

—Nosotros —hablé mirándole a los ojos—. Tenemos total libertad para tomar decisiones. Así lo decidió la reina.

Aunque mantuvo la compostura, la forma en la que su respiración se cortó por un segundo me indicó que se había sorprendido.

Mi hermana y yo teníamos una buena relación con nuestro padre. Era un hombre que sabía mantener la calma y tenía un gran corazón, desde que habíamos iniciado esta aventura siempre se mantuvo al tanto de nosotras y nos envió cartas cada semana y nosotras escribíamos de vuelta a cada una de ellas.

Pensé que su único defecto era que tenía que cargar con este grupo de viejos anticuados que controlaban todo. Aunque mi familia era propietaria de una parte considerable en la gran mina de gemas de Terra, el resto de los propietarios nos superaban cuando se sumaban sus partes en un solo conjunto. Por esta razón, de generación en generación los señores Richet eran los presidentes de esta mesa.

El único problema aquí, es que en esta ocasión el señor Richet no tenía un heredero, más bien tan solo habían dos brujas que a sus ojos no eran dignas de llevar tan importante puesto.

A menos claro, de que me case con alguien.

—Hablen ustedes —dijo otro de los ancianos.

—Queremos que reconozcan a nuestra reina como única autoridad en Ylia y renuncien a proveer a los antiguos reyes de gemas —expresó Circe con calma.

Como podía verse tan profesional y segura de sí misma, era algo que ignoraba completamente. Creo que Esdras pensó lo mismo que yo, porque el brujo tenía la mirada completamente perdida en cada palabra que emitía la rubia. Era un tontito perdidamente enamorado.

Pero incluso la seguridad de Circe no evitó los murmullos desaprobatorios que inundaron la sala.

—¿Qué ofrecen a cambio? —se dignó a preguntar mi padre.

—A cambio, obtendrán una exoneración de impuestos por cada cinco mil toneladas de gemas que sean obtenidas de manera no invasiva, así como la exclusividad de ser los únicos proveedores de Caelum durante las festividades invernales.

En esta ocasión, el que habló fue Theo. Mirando a cada uno de los ancianos a los ojos, pero por cierta razón que más o menos me temía, evitando a mi padre.

—Suena demasiado bueno para ser verdad —apreció mi padre—. Pero deben considerar que arriesgamos nuestra lealtad a un reinado que salió de la nada. Si fracasan, nosotros y nuestras inversiones también. Sin mencionar la posibilidad de una guerra civil y los posibles botines que podrían provocar las multitudes.

—Nuestra reina asume la responsabilidad de su seguridad, y ofrece las instalaciones subterráneas de este palacio para almacenamiento de mercancías —sonrió Circe.

Los ancianos asintieron, tenía la corazonada de que esto iba a salir demasiado bien.

Hasta que mi padre asumió su rol de padre, y notó que yo estaba nerviosa.

—Ginger —dijo en un tono bajo— ¿Hay algo que quieras agregar?

A pesar de que habían más personas a mi alrededor, a pesar de que me consideraba valiente y decidida, a pesar de todo eso y más, me sentí pequeña por nueva vez y que sólo estabamos él y yo en el mundo.

—Quiero asumir mi derecho de ser heredera de la familia Richet.

Y así sin más estaba dicho, simple y al grano. Desatando más de una mirada bochornosa, insultos y señalamientos.

Un caos, justo como todo lo que tenía que ver conmigo.

—Una bruja no puede echar a perder una herencia que remonta a cientos de años —gritó un anciano molesto.

—Pedro, por favor no disfraces tu miedo a que mi hija presida el consejo de directores con esta repentina preocupación por la herencia de mi familia. Te recomiendo guardar silencio.

—¡Bien dicho señor R! —vitorearon Moll y Esdras al unísono.

Mi padre alzó una cena.

—Ignorelos señor Richet —se adelantó Circe.

El miró en nuestra dirección no muy seguro de ello, pero de todas formas siguió hablando.

—Aunque me parezca que Ginger e incluso Rosie son las brujas más sensatas que conozco y no tengo dudas en que harían un trabajo excepcional, me temo que reglas son reglas y el resto del concejo no aceptaría.

Como si la conversación no se tratase sobre ellos, cada uno de los ancianos mantuvo el silencio. Lo suficiente para no refutar, y que se entendiera como un indudable asentimiento.

—No estaré sola —dije seria, y posé mi atención en Theo—. Theo Faller me pidió matrimonio a inicios de primavera. Él es un importante comerciante de Caelum que podrá dirigir el gremio en nombre de nuestra familia. Le daré mi apellido, mi derecho y todo el apoyo que necesite para poder asumir el rol.

Hubo muchos murmullos y miradas recelosas fueron intercambiadas, Theo fue señalado y más de uno puso mala cara.

Pero entonces mi padre se paró de su lugar.

—Señorita Carruzo, disculpenos a mi hija y a mi. Tenemos que conversar.

• ✧ •

—Te dejo ir a otro continente en un barco de tritones por tu cuenta, gracias a los dioses logras salir con vida de la plaga misteriosa que los atacó y ahora me entero de que estás comprometida —sacó exasperado—. Por los Dioses Ginger, esto lo hubiera esperado de Rosie pero tú... me tomaste desprevenido allí dentro.

Ahora, en la intimidad que nos arropaba en este pasillo reconocí a mi padre con nuevos ojos. Su cabello rojizo estaba siendo salpicado por tímidas canas que antes no había visto, su mirada lucía cansada y hasta pequeñas arrugas empezaban a amontonarse a un lado de sus ojos.

No lo pensé dos veces, y me lancé a sus brazos con los ojos cerrados.

Como siempre, él me recibió con los brazos abiertos.

—¿Estás enojado conmigo? —cuestioné con mi cara hundida en su hombro.

—No hay nada en el mundo que me haga enojar con ustedes, y eso lo tienes muy claro.

Lo apreté aún más fuerte.

—El matrimonio es falso, lo acordamos Theo y yo. Lamento no haberte advertido antes, tan solo quería mantener nuestra herencia.

Rompió nuestro abrazo pero no me soltó. Más bien examinó mi cara.

—Aunque te diga que me parece una idea muy arriesgada e innecesaria, te conozco y sé que harás lo que te interesa de todos modos. Así que iré al grano ¿Confías en este Theo?

—Si —la respuesta me salió del alma—. Es un buen sujeto y propuso la idea para ayudarme.

Él respiró hondo.

—Si confías en él, yo también lo haré —sonrió—. Pero si te hace daño, se las verá conmigo.

Lo único que podía hacer este hombre tan bueno, era cambiar el azúcar por sal. No se atrevía a hacer ningún mal.

Bueno, eso y tal vez mandar a sus guardaespaldas para defenderme, pero esa es otra cuestión.

Lo abracé una nueva vez.

—¿Ya le dijiste que es un matrimonio falso?

La voz de Rosie aproximándose a mis espaldas nos hizo romper el abrazo para girar ambos en su dirección.

—Si, lo acaba de decir —respondió nuestro padre—. Es un alivio, no estoy preparado para que alguno de mis retoños contraiga matrimonio ni-

—Genial —lo cortó Rosie entusiasmada—. Es buen momento para informarte que serás abuelo.

Primero palideció, luego se desmayó. Por fortuna, su cuerpo no cayó contra el suelo porque logré atraparlo en el aire usando el poder de mis gemas.

—Qué tacto tienes Rosie —la regañé.

Mi hermana se encogió de hombros.

—Más vale enterarse ahora y no cuando dé a luz.

Negué con la cabeza.

En el fondo, muy en el fondo me causó gracia la situación, porque las cosas estaban saliendo bien y porque mi pequeña familia loca estaba unida una nueva vez.

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