14
• I V Y •
El campamento ofrecía una impresionante vista de las montañas que le rodeaban, este consistía un salón construido con troncos de madera y equipado con amplias ventanas que daban paso a la luz hacia la imponente larga mesa que servía para acomodar a una importante cantidad de guerreros. Sin embargo, y a pesar de que estar las cuatro solas mientras los demás seguían sus labores diarias era de lo más pacifico, este desayuno en particular se me hizo de lo más... incómodo.
Todas desayunamos lo mismo: pan con aceite de oliva salpicado con copos de queso rallado. Yo evité el contacto visual con ellas, porque presentía que de alguna forma podrían leer en mi cara todo lo que estaba pasando por mi mente.
Y es que no podía no pensar en ello: Kara era madre. Madre. De las que tienen un embarazo y luego dan a luz y luego tienen una cría con alas diminutas. Esa clase de madre..
Creo que no me había sentado bien la noticia ya que nunca había pensado en ella en esta faceta. Kara no era del tipo expresivo o mucho menos mostraba cualquier gramo de sentimientos casi nunca. Conseguir hacerla reír era todo un logro y ni hablar de lo difícil que era hacerla guardar reposo durante sus recuperaciones de distintas lesiones que había tenido a lo largo de los años.
Era demasiado.
—Entonces —aclaré mi garganta—. ¿Tú y Rigel fueron enserio, huh?
Tan en serio que alcanzaron a empujarse las tripas y compartir fluidos. Me dio asquito imaginar el dichoso acto.
Kara apuntó su atención en mí mientras daba un gran trago de su jugo de manzanas.
—¿Estás a punto de hacer un comentario muy pervertido al respecto, no es así?
—No, claro que no —bajé el tono de mi voz—. Al parecer tuvieron suficiente tiempo como para hundir el barco en mi ausencia.
Mi amiga tornó los ojos al cielo.
Vela y Poppy hicieron un intento espantoso en mantener la compostura, ya que se les escaparon unas cuantas risitas.
—¿Tienes algún problema con esto? —cuestionó Kara seria.
Recuperé la compostura porque comprendí exactamente lo que quiso decir.
¿Acaso esto será un tropiezo en nuestra amistad? ¿Aún siento algo por Rigel? ¿Merecía esto mi aprobación?
—No —respondí sincera —. Tan solo me impactó por un momento, tendré que darle vueltas al asunto para poder aceptarlo. Pero lo que no logro entender es... ¿Por qué ella sabe que ustedes son sus padres?
Los ángeles, tanto querubines como arcángeles, no tienen padres como las demás razas. Cuando nacemos somos enviados al campamento para hacernos grandes guerreros y guerreras, en el caso de los querubines estos son resguardados en una especie de planetario donde aprenden de astrología y empiezan a formar pequeñas constelaciones. Esto provoca que las crías se mezclen entre sí, no hay registro exacto de quienes son los padres de cada uno, por lo que el sistema te obliga a cuidarlos y amarlos a todos por igual. Se supone que compartimos un vínculo familiar muy fuerte, que nadie pertenece a nadie y que formamos parte de un todo poderoso.
—Estamos todos resguardados en el mismo campamento, no hay forma de que me aleje de ella —respondió vehemente—. Los únicos que permanecieron en el cielo fueron los querubines. Nosotros no tuvimos otra opción que sobrevivir.
Asentí.
—Estoy muy orgullosa de cada una de ustedes por eso —respondí—. Tanto ustedes como Rigel y los demás, yo... jamás hubiera pensado que fuese posible sobrevivir de este modo, no hubiese podido dirigir a esta unidad y mantenerlos vivos por tanto tiempo.
—Era lo que teníamos que hacer —habló Vela—. Sabíamos que la guerra en algún momento vendría, solo esperábamos por tí.
Ese era precisamente el motivo de mi visita al campamento, al igual que la misma razón por la cual mantuve nuestra alianza con los Elfos: la guerra se acercaba y necesitábamos fuerzas.
Yo vine a buscar mi armada.
Los ángeles aquí presentes en el campamento no me veían como una diosa a la cual debían de dedicarle oraciones y ofrendas. Más bien debía de ganarme su confianza para convertirme en una especie de líder que podía guiarlos hasta la batalla contra las bestias enviadas desde el cielo.
—Debemos convencer a Rigel —dijo Kara—. Él está a cargo del campamento.
—Oh, en ese caso, qué buena suerte que mi hermana es pareja del jefe del campamento —dije muy entusiasta.
Vela y Poppy abrieron los ojos como platos ante mi comentario.
—¿Acaso dije algo?
Kara suspiró.
—Lo de Rigel y yo es complicado, por ponerlo de un modo lindo.
Ella evitó mirarme a los ojos mientras lo decía. Así que supuse que debía ser algo un tanto difícil de explicar.
—Supongo que tendremos que poner en marcha el plan B —enuncié mientras cruzaba ambos pies sobre la mesa.
Me gané una mirada reprobatoria por parte de Vela que aun no terminaba de comer su desayuno.
—No tenemos plan B —me recordó Poppy.
—Si tenemos —sonreí complacida—. Se me acaba de ocurrir.
• ✧ •
—¿Por qué razón crees que es buena idea retarme a un duelo? —cuestionó un exasperado Rigel en medio del campamento.
Las pequeñas crías, que él había estado entrenando hace un momento antes de que los interrumpiera, estaban prestando atención a nuestra conversación muy atentamente. Como si esto fuera lo más entretenido que hubieran visto en mucho tiempo.
Llegó a mi cabeza la idea de que estas crías eran pequeñas criaturitas que ansiaban ver sangre rodar, igual que yo. En ese caso, supongo que los estaban enseñando muy bien.
—Necesito llamar la atención para hacerme respetar si quiero dar órdenes por acá —dije guiñandole un ojo —. Sabes como es el asunto.
—¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! —gritaron los pequeños emocionados.
Rigel frunció el ceño como reprendiendolos, ellos guardaron silencio.
—¿Acaso esto es porque aún estás enamorada de mí? —murmuró en mi oído, sus alas grises desplegadas a nuestro alrededor para que nadie escuchara lo que pasaba.
Yo también tenía mis alas fuera, y aunque me pasaran por la poca costumbre de cargar con ellas desde que llegué a Ylia, sería un insulto a los ángeles llegar al campamento sin tenerlas fuera. Además, ellos sabían que era una mestiza, pero si tenían conocimiento de la parte de que puedo invocar mis alas a mi gusto no me quedaba claro.
—Siempre fuiste tan egocéntrico y centrado en tí mismo Rigel —dije antes de tomarlo por sorpresa y patear sus piernas. El cayó contra el suelo y el polvo se elevó a su alrededor con el impacto —. Yo era exactamente igual, así que de todas formas no iba a funcionar.
—Uhhh —cantaron los pequeñines al unísono.
Para su crédito Rigel se levantó más rápido de lo que había pensado, apenas parpadee y ya él estaba en pleno vuelo dirigiéndose a mi dirección. Un latido más, el arcángel estaba contra mi garganta arrastrándome por los aires hasta que contuvo mi espalda contra un árbol y nuestras caras se encontraron a la misma altura.
Mantuvo su agarre en mi cuello, dificultando mi respiración y mis pies alejados del suelo.
—Superame, Ivy —su mirada era peligrosa, su humor se había avivado.
Si, avivado. Porque Rigel era de la clase de dementes que podía perfectamente mantener la compostura en eventos públicos, pero esta era la otra faceta suya. Amaba provocar dolor y el sufrimiento ajeno era su droga. Por esta razón logró ser nombrado líder en su cuadrilla.
Esto hacía las cosas aún más divertidas para mí.
En medio del forcejeo logré escupirlo en la cara, esto lo asqueó lo suficiente como para salir de su frenesí de desquiciado asesino y así pude escaparme de su agarre.
Alcancé a golpearle la parte trasera de la cabeza con mi codo, y el estrelló su cara en el árbol al cual me tenía agarrada.
—¡Dioses! —gritó.
El árbol se tambaleó con el choque.
—Sobre tu pregunta de hace un momento, la respuesta es: ni en tus sueños —dije poniéndome en posición defensiva, con mis puños al aire a la espera de su próximo ataque —. Deberías ponerte al día, resulta que ahora los brujos son más mi tipo.
Rigel se volteó. Tenía una ceja cortada y su nariz estaba sangrando. Estaba hecho un desastre y hasta sus alas estaban salpicadas de sangre y polvo.
Yo debía de estar en un estado similar ya que sin lugar a dudas debía de tener moretones en la garganta y la espalda me ardía por haber frotado mi piel contra el árbol.
—Suficiente, detenganse ambos —se metió en medio de nosotros dos nadie más que la pequeña Stella.
Entre masculló, alcancé a escuchar que nos llamó algo así como idiotas infantiles.
Primero se acercó a su padre y le dio una toalla de algodón para que la sujetase contra su nariz.
—Antes de que alguno de ustedes salga herido, este estupido duelo termina. Ivy, tú ganas.
No estaba muy segura de lo que acababa de suceder.
—¿Yo gané?
—Ay por los dioses, no te hagas la sorprendida —sentenció molesta—. Eres hija de dos dioses, claro que ibas a ganarle a un común.
Miré a mi alrededor y encontré a mis hermanas mirando nuestro espectáculo junto a las pequeñas crías.
—¿Acaso una cría me está regañando? —les pregunté confundida.
—Tiende a ser muy protectiva con su padre —explicó Kara.
—Y heredó el mal carácter de la madre —completó Vela.
En ese caso, significaba que mi plan había salido de una manera peculiar y de algún modo gané mi objetivo. Obtener el respeto de los arcángeles.
Y aunque pensaba que el líder era Rigel, algo me decía que quien controlaba a todos en este lugar en realidad era una pequeñita que tenía ojos verdes salpicados de destellos cálidos, y que llevaba por nombre Stella.
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