13
• A I D E N •
—A ver si me queda claro, tienes un hijo, del que ni siquiera te habías enterado de su existencia, y resulta que es el jefe de este mundo demoníaco al cual estás encerrado y tampoco puedes salir —hablé en dirección de Izar, mis cejas tan fruncidas que casi se tocaban la una con la otra.
El dios de alas imposiblemente blancas y tan resplandecientes como los rayos del sol por la mañana, asintió mientras estiraba y flexionaba los músculos de su espalda.
A decir verdad, no sabía cómo tomarme la noticia tan sorpresiva: Ivy tenía un hermano. A juzgar por la forma en la que Hécate escupió todo el helado que tenía en la boca, supuse que por igual tomó desprevenida a la pequeña bruja de rizos dorados. Sus brillantes ojos morados abiertos como platos.
Después de su confesión, Izar nos llevó a una pequeña parte de la explanada que rodeaba su cabaña rocosa, en la que tenía varias rocas de diversos tamaños y formas, que utilizaba para cargarlas como peso muerto y hacerse con un pequeño gimnasio personal. Algunas de las rocas, captaron mi atención por sus formas y texturas tan distintas que parecían más bien pequeñas lunas y planetas que habían caído en esta explanada, o también podrían haber sido creadas por este ser divino para dejarlas tiradas por ahí.
—Digamos que Coryanne es... una máquina de sorpresas —explicó estirando sus brazos. Hecate y yo tan solo prestamos atención sentados uno al lado del otro en el suelo. —De alguna forma, siempre parece tener algo oculto bajo su manga. Es como si pasara tanto tiempo pensando en todos los efectos secundarios que desencadenarían sus actos, que es capaz de planear artimañas que duran décadas en ejecución y que nunca serían descubiertas. Sabía cómo mentir tan bien que el mismísimo Hypatias se tragó algunas en más de una ocasión.
—Siempre está un paso por delante de todos —completé por él—. Aun cuando eso signifique sacrificarse a sí misma.
—Si, eso mismo iba a —el ángel arrugó la frente— ¿Cómo lo sabes?¿Acaso la conociste?
Cada pregunta iba detrás de la otra con rapidez, como si de alguna forma yo fuera una amenaza y podría decir que lo que brillaban en sus ojos eran celos.
Al parecer, aún albergaban ciertos sentimientos en el corazón de Izar aunque tratase deaparentar lo contrario.
—No tuve el honor, pero por lo que cuentas es muy similar a alguien que conozco.
Alguien que amo más de lo que pensé que fuese posible amar, y que extraño tanto que me duele.
—Ah, hablas de la madre de tu hijo Milo de nuevo, ya entiendo —dijo Hecate sonriente—. Siempre pones esa cara de melancolía desmedida y por el movimiento que haces en tu garganta me pregunto si te rajaras a llorar en cualquier momento.
Parpadee varias veces en la dirección de la intensa niña de rizos rubios. Ella tan solo dio un sorbo a una pequeña taza de té que había aparecido entre sus manos.
—Me voy a permitir interrumpir porque siento que en cualquier momento ustedes dos van a iniciar una discusión fea —dijo Izar posicionándose entre los dos.—Pero debo decir, que la cara de perro mojado que tiene Arturo me conmovió lo suficiente como para considerar hacerle una visita a mi hijo. Ya hace tiempo que no veo al mocoso y creo que es oportuno que lo conozcan.
¿Posiblemente conocer la cabeza de los demonios arrojaría algún indicio de cómo salir de este mundo?
Podría ser que sí.
Aunque también, era posible que nos dejara justo donde estábamos, en el desconcierto absoluto.
No había nada que perder.
• ✧ •
Izar nos llevó volando a lo que pensé sería la cima de una montaña, la más alta de todas ellas. Conforme nos acercamos, me percaté de que en realidad se trataba de un volcán. Me di cuenta porque el idiota entró en picada desde el cráter.
—¿No tenías otra forma de entrar? —pregunté indignado, izar descendía a gran velocidad y directo a una piscina de magma activo.
En el último segundo, estabilizó el vuelo y aterrizó en una explanada de roca que bordeaba la piscina llameante.
El calor era insoportable.
—De hecho, hay una entrada principal a la que se puede acceder con mi autorización —dijo una voz aburrida y un tanto gélida, que resonó en el interior de la cámara en la que nos encontrábamos —pero él decide entrar así porque sabe que me molesta.
Giré el cuerpo a la derecha, y lo que encontraron mis ojos me dio tantos escalofríos que olvidé la lava que nos rodeaba.
El parecido con Ivy era tan evidente que parecía una broma.
Icarus, el señor de los demonios, se sentaba en un alto trono de piedra rodeado de lámparas de fuego dentro de una cámara volcánica, sonaba como un relato épico en todos los sentidos.
Como una leyenda antigua que cobraba vida ante mis ojos.
Sus labios eran rosados y carnosos, la nariz fina y hasta la expresión aburrida era muy similar a la de su hermana. Hasta ahí llegaban las similitudes, ya que eran totalmente distintos en todo lo demás.
Su piel era tan clara, aun más que la mía, prácticamente pálida por la falta de luz solar, muy distante al tono café claro que compartían Ivy e Izar. Sus alas, que se erguían por encima de su hombro y enmarcaban su figura, eran negras. El color, al igual que su cabello corto, tan profundo parecía succionar la poca luz que nos rodeaba. Jamás había escuchado de un ángel con alas negras.
Pero lo que levantó todas mis alertas y me puso la piel de gallina fueron sus ojos, llenos de sombras que podría jurar que no paraban de moverse y oscilar entre sí.
Era algo enigmático y un tanto misterioso. Como todo dios debería serlo, pensé para mis adentros.
Pero por otro lado, tan bien llegó a mi mente la idea de que era muy joven. A juzgar por ciertos rasgos que denotaban su juventud y cierta frescura, le tiraba la misma edad que los hermanos menores de Theo.
—Icarus —reconoció Izar.
—Izar —respondió su hijo. —veo que traes forasteros contigo.
—Si, tuve que traerlos ante ti porque no te has dignado con presentarte como es debido.
El joven, apuntó su atención a sus uñas. Estas estaban pintadas de un negro más brillante.
—Estuve ocupado —el tono demasiado descortés.
Izar resopló.
—Que no los engañe su tono antipático, sabe que están aquí desde el momento en que tocaron esta tierra —nos explicó—. Sus soplones están por todas partes y lo mantienen al tanto de todo lo que ocurre en este diminuto planeta.
Eso era mentira. Si alguien me hubiera estado espiando lo sabría.
—No hemos visto ningún espía hasta ahora —respondí con desconcierto.
—Eso es porque están debajo de la tierra, ocultos entre las rocas y camuflados en la oscuridad de las sombras —dijo Icarus con cierto aire de superioridad y una media sonrisa estampada en su cara.
Había visto esa misma expresión Ivy un montón de veces, pero era diferente en su hermano. Entre retorcido y peligroso.
—Hermanito Aiden — Hécate tiró de mi manga para llamar mi atención—. El ángel negro me asusta, tengo un mal presentimiento.
Icarus alzó una ceja.
—Lo mismo dirían los demonios de tus queridos aliados brujos.
La rubia frunció las cejas.
—¿A qué te refieres?
El mestizo posó su atención en dirección de la pequeña, antes de chasquear los dedos y que entraran a la escena, se aproximaban a nuestro encuentro desde detrás del trono y entre las esquinas oscuras.
—¿Qué está pasando?! —gritó la niña exasperada.
Uno de los demonios se apresuró a sujetarme, mantuvo mis manos a la espalda y lanzó mi cuerpo contra el suelo. La acción fue tan rápida que me tomó por sorpresa. Otro de ellos se apresuró a colocar una gasa de algodón en mi nariz y la sostuvo tan fuerte que me hizo daño.
Mi campo de visión se difuminaba poco a poco, hasta que apenas pude distinguir a Izar siendo contenido por tres demonios a la vez, y a Hécate desatando una ola de poder en forma de rayos, lanzas de granizo y que iban dirigidas a sus enemigos.
El suelo al rededor de sus atacantes parecía abrirse también.Sus brillantes ojos morados resaltaban aún más por las lágrimas, y una angustiante expresión preocupada.
No pude contenerme al pensar que esta niña, era la misma que había estado dormida contra su voluntad en una habitación solitaria aislada en una torre en la Patria Celestial, la que habían sometido su poder a experimentos sin sentido y la misma que ahora estaba frente a mis ojos combatiendo enemigos.
Una verdadera diosa de lo imposible, la magia y la hechicería personificada.
Para cuando mis ojos se apagaron completamente, conté a ocho demonios que intentaron contenerla y cayeron en el intento.
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Nota de Autora:
Que lindo se siente volver a escribir, y que me lean personitas tan increíbles como tú♥
-Valky
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