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Ivy.
— ¿Hay una razón para entrenar tan temprano en la mañana? —. Se quejaba Ginger Richet por quinta vez consecutiva.
El sol apenas empezaba a salir en el horizonte, sus rayos tiñendo de amarillo pálido las calmadas aguas que mantenían a flote al Leviathan. Era un bello día, perfecto para enseñarle a la bruja como degollar a sus enemigos.
— Bienvenida a mi vida. — Se burló Theo desde un asiento distante. — Esdras y yo siempre nos hacíamos la misma pregunta cuando los centauros nos hacían levantar peso antes de que saliera el sol en los campamentos del ejército real.
Por alguna razón Theo no parecía tener nada que hacer, y yo no tenía ganas de exhortarle buscara un entretenimiento mejor que ver a dos hembras entrenar a estas horas de la mañana.
Theo Faller por mucho parecía ser el único de los brujos a bordo de esta nave que tenía sentido común. Aun recordaba que fue él quien me abrió las puertas de su casa y me tendió una manta cálida en la noche el día que no me atreví a volver al palacio después de mi discusión con Aiden.
Él jamás había hecho un comentario fuera de lugar, lo cual me hacía cuestionarme cada día cómo es que podía soportar a los otros tres brujos, los cuales parecían no tener filtro en sus lenguas.
— Si mal no recuerdo tú querías aprender a defenderte. — Yo le recordé a la pelirroja.
Ella rodó los ojos.
Tal como le había ordenado, Ginger vestía pantalones de cuero ligeros y una camisa dentro de estos. No era la vestimenta adecuada para entrenar, pero era lo que teníamos en nuestras circunstancias.
— Lo primero que debes hacer es aceptar tus desventajas y convertirlas en fortalezas. Por ejemplo, mírame. — Hice un ademán para señalar mi cuerpo. — No tengo mucha masa muscular y soy un tanto pequeña.
Theo ahogó una risa cuando hablé de mi estatura. Yo volteé hacia él y lo fulminé con la mirada.
— Aún así, aprovecho estos factores y en la batalla soy más rápida, ágil y letal que mis oponentes. — Agregué. — Es por eso que he decidido empezar con dagas hoy.
Yo saqué una daga nacarada de entre una de mis botas, el mango estaba decorado con perlas y la hoja filosa brilló cuando captó la luz solar.
Ginger alzó una ceja cobriza.
— ¿Eso no es de los tritones?
— Si, es de Aren. — Le dije sin darle mucha importancia. — Luego te enseñaré a robar, pero hoy concentrémonos en las dagas. Pueden salvarte de un apuro y además, se ven muy bien cuando las llevas atadas en la pierna.
La situación me hacía recordar un poco a mis desdichados días de tutora allá en Pineville, pero siendo sincera, estaba empezando a emocionarme más de lo que tenía planeado. Esto de ser instructora parecía de pronto ser una buena idea.
Le indiqué a la bruja cómo debía sostener el arma, con la punta dirigida hacia el suelo y pero un poco inclinada a un lado, cuidando de que no se acercara demasiado a sus venas.
— Lo estás haciendo increíble. — La animé. — Ahora debes de tomar en cuenta que un oponente desarmado lo primero que intentará hacer será atacar para quitarte la daga.
Me lancé al suelo y con una patada barrida logré golpearla en las piernas, haciendo derrumbar a la bruja. Ginger cayó de espaldas, su cabeza se golpeó con un sonido seco contra la cubierta.
Había soltado la daga, la cual salió volando por los aires y que al caer se clavó en la madera, a unos cuantos pasos de Theo.
— Para la próxima debes de cuidar la daga y esquivar mi ataque. — Le ordené. — Vamos, arriba y repetimos.
Ginger no hizo amago alguno de movimiento.
— ¿Pasa algo? — Cuestionó Theo.
— Creo que la noqueé. — Respondí rascando la parte trasera de mi cabeza.
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— ¿Cuándo despertará? — Inquirí en dirección de Theo.
El brujo cargó el cuerpo inconsciente de Ginger con cuidado y la trajo hasta mi camarote. Donde la dejó sobre mi cama y la examinó con detenimiento.
— Pues, considerando que no hay sangre ni heridas visibles, puede que en cualquier momento. Estas cosas pasan todo el tiempo en el campamento de los centauros.
Yo dejé salir aire que traía contenido en mis pulmones. Por los últimos minutos, lo único que había hecho era caminar de un lado a otro preocupada con las manos posadas a los lados de mis costados. Para la próxima tendría que ser más delicada, al parecer los brujos eran más frágiles que los ángeles.
— Sabes, a veces la veo y no entiendo. — Empezó a decir Theo. Sus ojos marrones no dejaban de analizar a la pelirroja tendida frente a nosotros. — Ella es Ginger Richet. Su padre tiene una de las minas más ricas de toda Ylia pero aun así ella decidió arriesgarlo todo y acompañarnos en esta loca travesía.
En sus palabras no había ni un ápice de envidia, sólo curiosidad genuina. Como un pequeño que trata de entender el infinito mundo que lo rodea.
— ¿Qué te motivó a ti? — Cuestioné con cuidado.
Su mirada encontró la mía. Yo dejé recargar mi espalda sobre la pared más cercana para hacerle entender que tenía todo el día para escuchar lo que sea que tuviera por decir.
— Cuando era pequeño mi padre tuvo un accidente que le provocó una herida en la pierna, por lo que duró algunos meses sin trabajar. Como sabes, yo soy el mayor de mis hermanos así que tuve que trabajar desde muy temprana edad para que mis hermanos menores tuvieran que comer. Fueron días difíciles para mi madre, ella tenía todos los trabajos que podía pero aun así no era suficiente. Ya estás enterada de las circunstancias bajo las cuales conocí a los chicos, así que no hay necesidad de repetirlo. Pero lo que no te dijeron es que a partir de ese día, ellos me ayudaron de tantas formas... pero lo que más agradeceré es jamás tener que dormir con el estómago vacío. Separarnos ahora que las cosas están mal para todos sería algo que jamás me perdonaría.
Había escuchado el relato a medias, el mismo día que llegamos a la nave y todos prometimos ser sinceros. Pero ahora que tenía más tiempo y el detenimiento suficiente habían ciertas cosas que pude notar.
— Theo, si mal no recuerdo los había ayudado un ángel a escapar de un demonio. — Dije llevando una mano a mi mentón. — Pero los ángeles no existen hace muchísimo tiempo y los demonios están exiliados.
El asintió.
— Es imposible. — Musité.
— Cosas imposibles pasan cada día. — Enunció con delicadeza. — Creo que tú misma eres un buen ejemplo de ello.
Mordí mis labios sin estar segura que más agregar. ¿Podría ser que por lo menos un arcángel estuviera con vida? Nada parecía tener sentido.
— Creo que debería comentar esto con Arlen. — Dije. — ¿podrías esperarme aquí?
Theo reposó su atención en Ginger por segunda vez.
— Sería un placer.
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GINGER.
Mi garganta se sentía seca cuando desperté y descubrí un camarote que no era el mío. El mundo daba vueltas y yo no recordaba bien lo que había pasado. Tan solo llegó a mi mente la idea de que en algún momento hubo un arma entre mis dedos, aún percibía el fantasma de la poderosa sensación que causó el filo letal bajo mi agarre.
Me levanté sobresaltada, buscando instintivamente el arma pero no encontré nada más que a Theo, quien se acercó con pasos estudiados.
— Que bueno que despertaste.
Por alguna razón, en el fondo de mi memoria aun escuchaba una historia triste relatada con esa voz, su voz. De un niño cuyas cargas eran demasiado pesadas para su edad y que su corazón le impedía ser desagradecido.
Miré a los alrededores para tratar de ubicarme. Luego fui hacia mi cuerpo y comprobé que mi ropa seguía en su lugar.
— ¿Nos acostamos? — Pregunté.
Él movió la cabeza a los lados mientras reía. El sonido de esa risa era grave y varonil, lo mismo que se esperaría de alguien con su tamaño y músculos recubiertos en piel morena.
— Te tropezaste y no despertabas. — Resolvió en decir entre risas. — Lo siento, pero es que me parece demasiado gracioso que eso fuera lo primero que llegó a tu mente.
Ah, esa era la explicación.
— Pues que lastima.
No le dí mucha importancia al asunto y muestra de eso fue que decidí acomodarme aun más en la cama.
Theo alzó una ceja.
— ¿Acaso estás decepcionada por no haberte acostado conmigo?
— La verdad estoy decepcionada por no haberme acostado con nadie en semanas, no te creas tan especial.
Para mi sorpresa volvió a reír, y yo pensé que podría sin problema alguno acostumbrarme a ese rico sonido.
— ¿Espera, dijiste semanas? — Cuestionó mientras se sentaba en la cama junto a mi, justo al lado de mis pies. — Osea que estabas con alguien en la Academia.
Yo relamí mis labios recordando la experiencia un tanto, peculiar y tal vez solo fue para escucharlo reír de nuevo que me animé a decirle:
— ¿Guardarías un secreto? — Theo asintió. — La última vez que estuve con alguien fue con Saías, el profesor.
Los ojos de Theo se abrieron demasiado por la sorpresa.
— Antes de que te hagas expectativas, fue horrible. El idiota hace graznidos extraños. — Froté mis manos contra mis ojos. — De los peores polvos de mi vida.
Sin embargo su risa no llegó, o más bien lo hizo pero no como me lo esperaba. Tras un resoplido un tanto perezoso, repare en que la atención de Theo estaba puesta en mí.
Tomándome por sorpresa sujetó uno de mis tobillos y ahora trazaba círculos contra mi piel. Sus dedos callosos se sentían cálidos, su mirada avellana me estudiaba, esperando alguna reacción de mi parte. Era un gesto delicado, y una invitación peligrosa al mismo tiempo.
— Creo que mereces más que eso. — Susurró.
— Qué sabes tú de eso. — Ataque en el mismo tono.
— Soy el dueño de una taberna próspera que construí a corta edad. Creo que eso me da el derecho de decir que sé dar un buen servicio, en todo el sentido de la palabra. — Abandonó su posición para plantarse de pie junto a mí, colocó un dedo bajo mi barbilla y levantó mi rostro para que pusiera atención a lo que tenía por decir. — Te sorprendería los trucos que me enseñaron algunas brujas mayores que tuve como clientas.
Desde esta posición mirándolo con los labios entreabiertos él se veía gigante.
Aparté su mano de mi barbilla, eso de que me controlen no iba conmigo.
— No creo que me sorprenda nada cuando yo misma he hecho retorcerse a brujas mayores bajo mis manos. — Informé.
Tal vez no era la mejor con las dagas, pero esto era un juego en el que yo sin lugar a dudas tenía experiencia. Sabía exactamente qué palabras decir y cómo presionarlo, para llevar la conversación donde yo quisiera.
Y vaya que tenía muy buenos planes para el desenlace de esta conversación.
— ¿Por qué hasta ahora descubro esta parte tuya que me está gustando tanto? — Dijo con voz ronca y las pupilas dilatadas por el deseo.
— Porque así lo quise. — Respondí sin más.
Me arrodillé sobre el colchón frente a él para quedar a su altura, extendí ambos brazos sobre sus hombros y con premeditación me acerqué a su oído.
— Por favor, no te hagas ilusiones si piensas que te dejaré tocarme cuando recién despierto de la inconsciencia y no estoy segura ni que día es hoy.
Los músculos de su escultural pecho se estremecieron cuando rió por lo bajo, llegó a rozar con los míos por un segundo.
— Si quieres jugar a eso, adelante. Pero el día que decidas que ya es hora, búscame y prometo besarte como lo mereces. Hasta que olvides tu propio nombre e impregnes mis sábanas con tu aroma, solo entonces me detendré.
De otra persona esas palabras se me hubieran antojado como lo más narcisista del mundo. Promesas banales de seres inseguros que disfrutan demasiado escucharse a sí mismos alardear. Pero cuando lo decía Theo, con esa dulzura innata, supe que era diferente a todos esos machos y hembras que había conocido antes.
Me dejó sola con mis pensamientos en ese camarote ajeno, no sin antes plantar un beso en mi frente.
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N. A. No estoy acostumbrada a hacer dos puntos de vista en el mismo capítulo perooo San Valentín está a la vuelta de la esquina y quería ilusionarles con esta parejita. ¿Que dicen? ¿Ship?
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