40
• A I D E N •
Del otro lado del portal encontramos a Lauren esperándonos. La mestiza de cabello más oscuro y portadora de una lealtad inquebrantable.
Ella me sorprendió bastante. Jamás había conocido a alguien de tanta confianza y disposición como lo había sido ella a lo largo de esta travesía, en mis cortos años de vida. Y pensar que toda su devoción era dedicada a una diosa que había muerto hace tanto tiempo...
Lauren estaba esperándonos del lado del portal porque (a pesar de que Ivy le rogaba que no lo hiciera), era una medida de seguridad. Así nos aseguramos de que no estábamos involucrados en una trampa de Demi y que era seguro para cruzar.
Por obvias razones, nadie estaba entusiasmado con la idea de enviar a una de las nuestras como carnada al otro lado, pero luego de discutirlo mucho y que Lauren insistiera tanto en el asunto de que la dejáramos ir de primera, no tuvimos otra opción.
Pensar que ella arriesgaría su vida sin pensarlo con tal de mantener a Ivy a salvo, era algo que escapaba de mi comprensión.
—Todo despejado de este lado —explicó con tranquilidad.
Ivy se acercó a ella para examinarla. Primero la piel de sus manos y por último sus pupilas. Hasta que comprobó que la situación estaba bajo control, se detuvo a tener una corta conversación con ella.
—¿Te hicieron daño?
—No. Me trataron bien y fui alimentada, incluso encontré los aguacates de este lado con mejor sabor.
El alivio se reflejó en el semblante de Ivy. Sus hombros se aligeraron, sus cejas se aflojaron y dejó salir un suspiro.
Bien. La primera parte del plan estaba saliendo bien.
—¿Dónde está Rosie? —preguntó Lauren mirando a nuestro reducido grupo.
La pequeña y dulce Rosie Richet, creo que hablo por todos al decir que la subestimamos y nos tomó por sorpresa la gran noticia que albergaba en su vientre. Ginger y Moll no se lo tomaron bien, en algunas ocasiones los sorprendía a ambos mirando a la nada, como si estuviesen imaginando el futuro a partir de ahora.
—Es una historia divertida que te contaremos después —se apresuró Ivy restándole importancia—. Por lo pronto puedo decir que está segura en Quisqueya, bajo la protección de Demi y dándole muchos mimos a Milo.
Lauren inclinó la cabeza a un lado, por un latido percibí que estaba a punto de decir algo pero luego cambió de idea.
—Cuando dices que pasa algo divertido siempre tengo la corazonada de que en realidad es algo preocupante.
Mi novia recostó su peso sobre una pierna.
—Por lo menos puedo decir que no fui yo quien metió la pata en esta ocasión —dijo entre dientes.
Lauren elevo una ceja.
— ¿Ah no?
—En realidad fue culpa de Moll —se inmiscuyo Esdras en la conversación—. Literalmente, metió la pata muy profundo.
—¿Podríamos dejar de hablar de meter patas? —suplique al advertir el tono que estaba adquiriendo la conversación—. Lauren, puedes empezar a decirnos lo que averiguaste de este lado cuando quieras.
Ella asintió y nos indicó que la siguiéramos a través de un pasillo interminable. Pasando por puertas, bajando escaleras y avistando guardias elfos en el camino que mantenían sus posiciones firmes. Todos parecían seguir reglas de etiqueta estrictas, vestían trajes opulentos de un color verde hoja, que no dejaban casi nada de piel a la vista.
No se parecía en nada al palacio de Quisqueya, con su fiesta eterna, el descontrol, los elfos desnudos y sus insinuaciones desvergonzadas.
—He estado observando a la distancia y el mercado de los brujos parece estar en el mismo lugar de siempre —dijo Lauren captando nuestra atención—. Ivy sabe como llegar, ustedes siganla y... traten de no llamar la atención.
Luego se detuvo en una gran puerta que parecía ser la salida.
El espectáculo estaba a punto de comenzar.
• ✧ •
El mercado de los brujos resultó no ser nada especial. Tan solo un grupito de puestos, que eran atendidos por brujos con uniformes morados y que vendían gemas, cartas del tarot, plantas, ramas ley y pociones mágicas. Lo de siempre.
Pero lo que lo hacía más especial era sin lugar a dudas su ubicación, y es que estaba atravesado por una calle de oro que conectaba los cinco pabellones. Los edificios eran de cristal con aplicaciones de un material cremoso y rebosados de detalles diminutos por doquier. No había rincón de esta ciudad al cual mirara que no se viera majestuoso.
Incluso el palacio de los elfos desde afuera se veía bello, con su estructura robusta, sus ramificaciones inmensas y el atardecer eterno besando su copa.
Ivy nos explicó que una forma fácil de no perdernos en la ciudad era siguiendo el atardecer, ya que del lado que estaba el sol recostado se encontraba el Pabellón de los Arcángeles. En sentido contrario, del lado que estaba más oscuro en la ciudad se encontraban los demonios, dejando así en el medio a los elfos, tritones y brujos.
Al terminar su explicación, se quedó mirando con sus ojos impregnados de tristeza a la estructura de los arcángeles. Sus altas columnas y rascacielos que estaban rodeados por nubes rosas, era tan alto que no se me ocurría otra forma para acceder que no fuera volando.
Si no estuviera en medio de una misión suicida, hubiera accedido a una visita guiada por la patria celestial sin problema alguno.
—Hay dos guardias alejados de la multitud —habló Circe a mi lado, fingiendo estar interesada en la mercancía que estaba a nuestro alrededor—. Supongo que Ginger tendrá que hacer la parte de Rosie y pretender ser dulce e inocente.
—Puedo ser dulce si me lo propongo —dijo la pelirroja elevando la voz.
Moll ahogó una risa que lo hizo ganarse una mirada asesina de la susodicha.
—No tenemos tiempo para discusiones —interrumpió Ivy, debajo de la capa que cubría su cabello—. Rosie, acercate. Esdras y Theo están en posición.
Siguiendo las órdenes, la bruja de cabello rojizo se acercó con sus manos temblorosas, la cabeza mirando al suelo y sus piernas en un paso delicado. Su porte era distinto a su seguridad de siempre, la podía notar más dócil y frágil.
Vaya, Ginger resultó ser una buena actriz después de todo.
—N-necesito ayuda —balbuceó a los guardias—. ¡Un ladrón apareció, se llevó mis gemas y no pude hacer nada al respecto!
Con eso, la bruja llevó sus manos pálidas a su rostro y se enfrascó en un molesto lloriqueo. Los guardias se miraron confundidos sin saber bien qué decir o hacer para detener su llanto desesperado.
—¿A dónde escapó el ladrón? —le preguntó uno de ellos.
Ginger apartó las manos de sus ojos y tras aspirar un par de veces los fluidos que se escaparon por su nariz, apuntó en la dirección de un callejón apretado que se formaba entre dos tiendas.
Los guardias siguieron la dirección que les indico la jovencita y en cuanto se adentraron al lugar, un golpe sordo me indico que Esdras y Theo iniciaron su parte del trabajo.
Con un pulgar arriba, le indicamos a Ginger a la distancia que el plan había funcionado y por ende ya podía volver con nosotros.
—Creo que en cinco minutos estarán listos —murmuró Ivy—. mientras tanto, ustedes podrían ir cambiando sus gemas gastadas por estas nuevas.
Ella reveló el bolsillo de su capa y las piedras en su interior brillaron recargadas de magia. Fruncí el ceño.
—¿De dónde las sacaste?
—Tome un puñado mientras los vendedores estaban distraídos con el llanto de Ginger —dijo sin más.
—Robar no era parte del plan —refunfuñe indignado.
Ella rodó los ojos.
—Tenemos semanas sin cambiar las gemas. Es más que obvio que tus amigos las necesitan.
Tal como los ángeles necesitaban el sol, los demonios la sangre y los brujos las gemas. Porque la magia sin importar la especie que fuera no era infinita, corría en nuestras venas pero necesitaba ser cuidada, recargada y trabajada.
Aunque me costara admitirlo, Ivy tenía un punto así que deje el tema pasar y le cedí el paso a Ginger y Circe para que tomaran las gemas que necesitaran.
—¿Quieres gemas o intentaras ir sin nada? —me pregunto Ivy.
—¿Cómo que ir sin nada? —exclamó Circe—. Claro que necesita gemas para invocar la magia, no es una opción.
Eso mismo pensaba yo, hasta que hace unas horas prendí llamas de fuego en el aire con tan solo el chasquido de mis dedos. Aún no estaba seguro de qué paso con exactitud, creo que tuvo que algo que ver con la situacion o la presencia de Ivy, tan solo hice uso de mi magia como siempre lo hago pero... había olvidado que no traía mis gemas conmigo. Aun así, la magia funcionó.
Pero la misión de hoy no era momento para poner a prueba mis talentos recién descubiertos.
—Pasame una de fuego y otra de hielo —le pedí sin pensarlo demasiado.
Más tarde les explicaría a mis amigos lo que descubrí. Cuando toda esta pesadilla terminara y entonces no sería más que un relato que contaremos a la hora de la cena. Fuera de peligro y en nuestros respectivos hogares, vivos y felices.
A la distancia, del callejón oscuro salió Moll. Con una mano extendida y cuidando de no llamar demasiado la atención, nos pidió que nos acercáramos a su posición. Lo que significaba que estaban fuera de peligro.
Al llegar al lugar, en efecto estaban los dos guardias atados y recostados contra la pared. Inconscientes y tapados cada uno con una capa marrón, ya que sus uniformes morados y armas ahora los vestían Theo y Esdras.
—Se me ve increíble el trasero con esto puesto —dijo Esdras posando su nueva adquisición.
Torne los ojos en su dirección.
—Tu trasero ya era increíble desde antes —le contestó Circe.
—¿Podemos empezar a caminar antes de que estos dos se pasen de cariñosos y entonces la cosa se ponga incómoda? —suplico Theo.
Como respuesta colectiva, dimos media vuelta para salir del callejón y dirigirnos al pabellón de los brujos.
• ✧ •
Con un agarre firme en mi hombro Esdras me encamino a la entrada del pabellón de los brujos, detrás de nosotros los demás seguían en una fila silenciosa. Porque estábamos fingiendo ser delincuentes que habían sido detenidos por los dos formidables guardias.
Tal como lo había descrito Ivy, era escalofriante el parecido a la academia, pero una versión mejorada.
El lugar me recordó una historia que me contaba mi madre antes de dormir, sobre un rey que buscó en su reino al mejor arquitecto para que le construyera un palacio digno de un dios. Decía, que el arquitecto rezo cada noche antes de dormir por inspiración divina para cumplir el encargo del rey, hasta que una de esas noches se le presentó en un sueño la imagen imponente de un gran castillo construido en el cielo sobre columnas de marfil y decorado con diamantes. Viendo el pabellón de los brujos ahora con mis propios ojos, me hacía preguntarme si tal vez esto fue lo que vio el arquitecto en sus sueños fue esto.
Los pisos de mármol estaban decorados por canales de agua que producían un sonido relajante. Habían plantas y muchas gemas brillantes que estaban colocadas en cada cornisa, columna y esquina de la edificación.
El lugar estaba salpicado por sirvientes, todos con sus túnicas moradas. demasiados ocupados en sus asuntos como para importarle que dos guardias estuvieran trayendo a un manojo de brujos con las manos atadas.
Antes de entrar por el portal,acordamos que el lugar más seguro de toda la Academia era la torre donde estaba mi dormitorio que compartía con mis amigos. por lo que ese era el lugar donde si alguien estaba tramando algo, debía de tenerlo escondido por ahí.
En caso de que no encontráramos nada, eso significaba que la teoría de Demi en la cual los dioses brujos eran los causantes de nuestros problemas, estaba descartada.
—¿Necesitan algo? —nos detuvo una de las sirvientas antes de dirigirnos a la entrada de las escaleras de la torre.
No había nadie más en este lugar, tan solo ella. Como si esta bruja de complexión delgada, estatura pequeña y piel flácida fuera suficiente para proteger lo que fuera que estuviera escaleras arriba.
—Estos rufianes estaban engañando a los clientes en el mercado. Los trajimos para que reciban el castigo divino. —dijo Theo desde la cola de la fila.
La sirvienta achicó los ojos en su dirección. No se trago ni una de sus palabras.
—Creo que están perdidos.
—Lo mismo digo —respondió Ivy saliendo de su lugar en la fila.
Más rápida que un latido, ella se acercó a la sirvienta y la tomó por la cabeza. Con ambos brazos la aprisionó contra su cuerpo. Inmovilizandola el tiempo suficiente como para darle la vuelta y revelar una gema roja que llevaba incrustada en la nuca.
Era una demonia, y estaba haciendo de guardia en el pabellón de los brujos.
Ivy sacó una daga de su bolsillo y la clavó contra la unión de la gema y la piel, haciendo que la sangre blanca brotara de la guardia demoníaca y trayendo con ella un concierto de chillidos desesperados.
Quise ayudar, pero todo pasó tan rápido que apenas lo pude procesar.
Para cuando la gema cayó al suelo, los brazos de Ivy estaban sangrando por los arañazos que le provocó su presa.
Había sangre roja y sangre blanca tanto en la ropa de Ivy como en el uniforme morado que ahora yacía en el suelo. Como si nunca hubiera estado ahí, tan solo se evaporó.
Mi estómago se revoloteo.
—¿Podrías avisar antes de degollar a alguien? —Le reclamó Esdras, tocando el uniforme morado con su espada un tanto asqueado —. Quiero estar preparado mentalmente si lo vuelves a repetir.
Frente a todos, el camino escaleras arriba estaba libre.
Tan solo el sonido de los pasos apurados nos detuvo.
A nuestras espaldas, atraídos de seguro por los chillidos del demonio, se congregaron muchos más guardias de los cuales no pude distinguir bien si eran demonios o brujos.
No se veían para nada felices de que no hubiera rastros de su guardia.
—Esdras, espero que estés preparado mentalmente —esbozó Ivy antes de lanzarse contra ellos con sus alas afuera.
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