39
• G I N G E R •
En cualquier momento, la acción empezaría y aún ni había salido el sol.
Estábamos a meros minutos de subir al punto más alto del palacio del árbol, donde Demi nos prometió que estaría el portal y que luego iniciaría nuestro plan.
Era evidente que hoy, cometeríamos la locura más grande que se me hubiera podido ocurrir en mi vida. No había vuelta atrás.
—¿Los arcángeles hacen algo para aplacar los nervios antes de una gran misión? —le pregunté a Ivy desde mi posición en su cama.
Con mis piernas cruzadas, y mis dedos enredados sobre mi regazo, traté y fallé mil veces en aplacar el marullo de emociones que sentía en mi estomago. Quería correr, gritar, vomitar y llorar. Todo a la vez.
Mis sentimientos eran válidos ya que no todos los días una acepta subir al cielo para infiltrarse en el pabellón de unos dioses.
A pesar de que Demi estaba de nuestro lado y que nuestro plan lucía perfecto, no tenía idea de qué esperar con exactitud de todo esto.
—La verdad es que no, pero yo te recomendaría dar un trago largo al primer ron de mala clase que encuentres en tu camino. Es lo que hago yo —respondió Ivy con una sonrisa felina.
Muy a diferencia mía, la arcángel se mostraba fresca y diría que emocionada por lo que estaba a punto de pasar. Lo noté en el momento en que me pidió pasar a su recamara y traerle un frasco de anticonceptivo. Llevaba su cabello recogido en una trenza, unos pantalones negros entallados que se perdían dentro de sus botas de cuero y una capa sobre sus hombros que si bien estaba debajo, más tarde serviría para cubrir su melena blanca.
Ella repasó el plan en voz alta una y otra vez, haciendo movimientos con su daga en las partes que le tocaba actuar y simulando a la vez que se presentaba un oponente al que debía eliminar haciendo el menor ruido posible.
Admiraba la forma en la que se tomaba todo esto, como si fuera un juego y por un segundo la vida de todos nosotros no estuviera siendo sacrificada.
Tal vez era todo una máscara y ella también moría de nervios, ¿Pero quién era yo para juzgarla?
—Creo que es hora de que vayamos con los demás —propuse una vez ella terminó de ensayar sus movimientos.
Subimos las escaleras juntas, arriba, arriba y más arriba. Hasta que las paredes de tronco tallado del palacio desaparecieron y fueron reemplazadas por follaje verde y frondoso. Tal y como lo haría la copa de un árbol.
Note que aquí estaban todos.
Los cuatro brujos juntos en un lado, sentados en el suelo y mirando a sus pies con miradas idas. Circe se mordía las uñas como si nadie la viese y por último mi hermana al lado de Demi, se veía pálida y más asustada que todos los demás.
Apostaría una gran cantidad de dinero de que ninguno de los presentes en ese lugar había pegado un ojo en toda la noche.
En medio de ese salón, captando mi atención y robándome el aliento, había un poso de magia. Era como un agujero en el cual había luz en lugar de oscuridad.
Resplandecía con una luz blanquecina que se reflejaba en todo y todos, haciendo innecesario el uso de antorchas en la sala.
Jamás había visto un portal en mi vida, pero creo que no era necesario señalar para poder identificarlo.
—¿Cómo funciona? —cuestioné maravillada—. ¿Saltamos y ya está?
La diosa echó un paso al frente para responderme. La luz blanca se reflejaba en los puntos altos de su rostro y sus orejas puntiagudas.
—Debemos esperar al amanecer, el primer momento del día en que las líneas que separan los mundos se hacen más delgadas —dijo de manera muy serena—. El segundo, es el atardecer.
—Si nos lanzamos en otro momento del día, ¿Qué pasa? —preguntó Aiden desde su esquina.
—Dicen que das vueltas alrededor de los mundos, pero sin poder aterrizar en un sitio específico hasta que mueres —contestó Ivy como si fuera lo más casual.
Mi estómago se agitó aún más.
—Shh, no los asustes —le reprimió la diosa elfa—. Les entregaré unos relojes de arena que llevaran colgados de su cuello. Asegurense de estar juntos y podrán cruzar a salvo y de vuelta en el momento en que caiga el último grano de arena.
Los sirvientes elfos de Demi nos entregaron los colgantes. Todos eran figuras de cristal negro con arena purpura en su interior. Una vez asegurado el mío en mi cuello, y tras una larga respiración me acerqué al borde del portal.
Dioses, esto en verdad estaba pasando.
Los demás hicieron lo mismo, mirándonos a los ojos sin razón alguna.
El sol empezó a salir, con su primer asomo se pintó el cielo de dorado.
—Si las cosas salen mal... —empezó diciendo Ivy—. Estoy feliz de haberlos conocido a todos.
Ella fue la primera en lanzarse al portal.
No pude resistirlo cuando mis labios se curvaron en una sonrisa.
—Si las cosas salen mal —prosiguió diciendo Aiden—. Confío en que salvarán el mundo y seguirán sin mí si deben hacerlo.
Luego se arrojó por igual.
Eso fue demasiado pesimista para mi gusto.
—Bueno, este... El sentimentalismo no es lo mio —fue el turno de Esdras de hablar—. Si las cosas salen mal, supongo que estas serán mis últimas palabras así que las aprovecharé. Theo, ¿recuerdas la vez que te robaron todo un barril de ron y los cuatro duramos una semana buscándolo en el almacén de la taberna?
Theo entrecerró los ojos en su dirección.
—Si, lo recuerdo.
—Pues nunca se perdió. En realidad, yo vomité dentro de él durante una borrachera, así que me deshice del barril porque sabía que te enojarías.
Tras decir eso, se tiró de cabeza al portal.
—Eres un hijo de-
Theo no terminó la frase ya que corrió tras él y el portal se tragó sus palabras.
Circe soltó una larga bocanada de aire.
—Son unos idiotas sin cuidado a los cuales siento que debo cuidar todo el día para evitar que se maten —musitó antes de saltar tras ellos.
Solo quedamos Moll, y... esperen un momento.
Rosie seguía a la distancia junto a Demi.
—¿Rosie, por qué no te acercas con nosotros al borde?
Su cara me decía que tenía unas cuantas cosas para decir. No podría explicar como, tan sólo sé que ella tenía que decir algo.
Ella carraspeó. En un acto de nerviosismo, apartó varias veces los rizos rebeldes de su cara. Algo no andaba bien.
—Me quedaré.
—¿Qué? —exclamó Moll perplejo.
Mira que bien, no fui la única sorprendida en esta ocasión.
Rosie se acercó a mí con pasos calculados, me tomó de las manos y me miró a los ojos por unos segundos.
Llamenme loca, pero creo que la falta de sueño me hacía verla más radiante de lo normal.
—No soy la más fuerte, ni tengo habilidades con armas. Si hay que pelear, creo que seré un estorbo.
Demi carraspeo. Rosie, tragó saliva y creo que eso fue lo que me indicó que tenía más cosas por decir. Me estaba ocultando algo.
Esto no era momento para discutir estas cosas. No cuando podía arriesgar todo un plan.
—Rosie, sólo estás nerviosa. Claro que eres de utilidad, solo debes mantenerte cera-
—Estoy embarazada.
No recuerdo con exactitud que pasó por mi mente, no recuerdo si dije algo o si llegué a emitir un sonido, porque en el momento en que las palabras dejaron sus labios, Rosie me empujó al portal.
Y después, el mundo se convirtió en luz.
• ✧ •
Estaba sentada en el suelo de madera, al otro lado del portal. Aquí se veía todo muy parecido, como si siguiera en el mismo salón del palacio de paredes verdes.
Todos los demás estaban aquí y me miraban entre preocupados y confundidos. En el medio del salón, estaba el mismo portal de luz que había atravesado.
—¿Por qué te lanzaste de cabeza? —la voz de Ivy fue la primera que distinguí—. Pudiste haberte golpeado de no ser por Theo que te atrapó en el descenso.
No me había percatado de eso. Mucho menos sentí o pensé algo racional durante esa caída.
Solo estaba pensando en Rosie, mi hermana gemela que estaba-
¡Pum!
El golpe sordo de la caída de Moll, nos tomó desprevenidos a todos.
Fue como si el pozo de luz lo expulsara y después lo lanzara a los aires hasta dejarlo caer en un sitio seguro del suelo.
—Creo que se me escapó atrapar a ese —apreció Theo—. Lo siento amigo.
Moll estaba frotándose el trasero, la parte de su cuerpo que recibió la totalidad de la caída. Tan solo ver su cara de idiota me hizo enojar, por lo que me paré de mi lugar y me dirigí a él, invocando bolas de aire de tormentas en mis dos manos.
—¿Por qué no la cuidaste? —demandé saber.
Moll levantó sus ojos verdes en mi dirección. Como era de esperar, no se veía muy feliz con mi forma de dirigirme hacia él, pero no me importaba.
—¡Yo tampoco sabía nada hasta ahora! —respondió tan enojado como yo.
Mierda.
Rosie se había pasado en grande esta vez.
—Este... siento interrumpir sus gritos pero creo que los presentes aquí merecemos saber el contexto —pidió saber Aiden.
—¿Quieres contexto? por detrás te la entro —interrumpió Ivy entre risas—. Perdón, no me pude resistir.
Tan solo Esdras y Theo se unieron a sus risitas infantiles. Aiden y Circe rodaron los ojos casi al mismo tiempo.
—Rosie está embarazada —expuse sin más.
Las risas se detuvieron para ser reemplazadas por el escepticismo.
Creo que Circe casi se desmaya.
—¿Como? —cuestionó Esdras boquiabierto— ¿De quien?
—¿Como que de quien, idiota? pues claro que de mi —explotó Moll con el ceño fruncido.
Llevé una mano al tabique de mi nariz. Estaba negada y sorprendida.
Mis planes, la empresa de papá, todo estaba en juego y ahora tenía un nuevo miembro en mi familia al cual mantener.
—Lamento interferir en este momento tan... memorable —Ivy captó nuestra atención—. Debo recordarles que tenemos nuestros colgantes puestos y la arena empezó a caer. Debemos ponernos en marcha.
Ah, cierto. Estábamos en medio de una misión suicida.
Cómo olvidarnos de ese pequeño detalle.
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