36
• I V Y •
Al menos, Demi tuvo la decencia de llevar ropa puesta cuando hizo acto de presencia.
El día prosiguió su curso normal, o bueno más bien lo que sería considerado normal luego de descubrir cosas muy importantes y caer en cuenta de que lo mejor que nos convenía a todos en ese momento era aceptar la ayuda de Demi.
Aunque me costara admitirlo y tuviera que sacrificar mi orgullo en el proceso.
Mientras esperábamos, se unieron a la sala los demás: Theo, Esdras y Moll. Aunque en un principio trataron de reanimar el ambiente, poco a poco se dieron cuenta de que era un caso perdido ya que en esa sala nadie estaba de humor por las siguientes posibilidades:
Los reyes podrían estar muertos en estos momentos.
Que Aiden se convirtiera en rey.
Yo podría ser una reina diosa, si así lo quisiera.
Si tan solo lo quisiera.
Jamás planeé esto. Pensé que después de perder tanto no tendría más que arriesgar para poder conseguir la anhelada libertad por la cual lucharon mi madre y sus aliados. No se me había ocurrido que... para que todos los demás fueran libres, tendría que sacrificarme a mí misma, convertirme en algo que no era tan sólo para conseguir los objetivos. Tan solo imaginarlo me dio nauseas.
Era demasiado que pensar y mucho más complicado de lo que parecía, tendría que evaluar las consecuencias de esta decisión con Aiden y pedirle su opinión al respecto.
Porque aunque parezca que no tuviéramos otra alternativa, él tenía una voz y debía ser escuchada. Nunca lo obligaría a aceptar este paso a la fuerza.
—Me alegra saber que están todos y todas reunidos por acá, así empezaremos más rápido —anunció Demi al cruzar la entrada.
Llevaba sus rizos contenidos en largas trenzas que eran decoradas con cuentas de colores. Su vestido estaba confeccionado con plumas superpuestas entre sí para formar una falda de color grisáceo y de forma abultada. Como siempre, cada paso que ella daba dejaba un rastro de florecillas silvestres, que lamentablemente eran aplastadas por los pisotones de los guardias árbol que tenía custodiando su espalda.
—Termina con esto rápido —mascullé sin molestarme sonar demasiado cortez.
Ella tronó los dedos, y de la nada aparecieron ramas gruesas de entre el suelo que se retorcieron y doblaron hasta formar una especie de trono en la cabecera de la mesa.
Aiden alzó una ceja, yo rodé los ojos.
En definitiva, ser extravagantes era algo que ninguno de los dioses era capaz de evitar.
—Alguien está un poco ácida hoy —dijo mientras acomodaba su falda en el recién brotado asiento—. Seré breve cariño, empezaremos analizando el principio.
—¿El principio? —cuestionó Circe.
—Pues sí —respondió la diosa elfa con su amplia sonrisa—. Un día Geo creó la tierra, el mar y los cielos.
—¿Enserio va a recitar el poema de la creación justo ahora? —interrumpió Ginger.
Demi frunció el ceño.
—¿Necesitan mi ayuda o no?
—Necesitamos la ayuda la una de la otra querida, no te hagas ilusiones —la corregí—. Puedes proseguir en lo que estabas.
Ese comentario la hizo mantener su mirada con la mía por tanto tiempo que muy en el fondo agradecí porque sus poderes no tuvieran nada que ver con matar cosas con la mirada.
Para mi suerte, tan solo chasqueo un par de cosas en la lengua élfica que podrían traducirse como "niña malcriada", o algo así.
Aunque no tenía interés aparente en lastimarme, mantuve los ojos bien abiertos, sólo por si decidía cambiar de opinión y aparecía una enredadera debajo de mi asiento con la cual podría estrangularme.
—Al quinto día, para tener compañía, creó un par de Gemelos. Hécate, la irracional cuya magia es tan basta como su imaginación. Hypatias el racional, que está destinado a la sabiduría. Fueron los primeros, los favoritos y los que tenían el mundo a sus manos.
La forma en la que las palabras salieron de esos gruesos labios marrones tenía cierto toque de desprecio, como si una espina vieja y retorcida aún le clavaba el corazón. No me atrevía a decirlo pero parecía como si... la diosa estaba celosa.
La idea me pareció muy absurda, pero me entretuvo lo suficiente como para evitar decirle que hablar sobre la creación del universo no tenía nada que ver con nuestro caso.
—Pero los gemelos brujos no estuvieron solos mucho tiempo, luego crearon a los ángeles —agregó Aiden.
—Así es —ella asintió—. El padre de Ivy vino al mundo y luego yo. Así que tengo los años suficientes para asegurarte de que nuestro propósito en el cielo era entretener a los gemelos. Geo creó los ángeles para que decoraran el cielo con las estrellas y lo hicieran más bello para ellos, a mi me encargó la tierra para que la llenara de vida y a Namphys las aguas. No importa lo que sea que le digan a los niños como ustedes en las clases de historia, esa era la realidad. Todo era por los brujos, es por ellos que tenían dos y los demás solo somos uno de cada raza.
Todos abrieron ligeramente la boca en señal del desconcierto.
—¿Cuál era el propósito de los demonios? —habló Circe en esta ocasión.
Demi emitió una risa socarrona antes de responder:
—Pues Geo decía que eran depredadores. Para mantener a los demás a raya y como recordatorio de que, en caso que vayas a tomar malas decisiones, hay destinos peores que la muerte.
Por el rabillo del ojo pude notar que Lauren pensaba lo contrario.
Entre los demonios la idea de ser vistos como monstruos carentes de sentido alguno de compasión era aún una visión errónea, un estigma contra el cual lucharon siempre. Claro que eran letales, viles y violentos con la provocación necesaria, pero por igual se debía reconocer que tenían tacto, sentimientos y deseos que los impulsan a vivir el día a día, al igual que todos.
—Entonces estás diciendo que toda creación que existe fue para agrado de los brujos. Porque eran los privilegiados de Geo —habló Theo.
La diosa asintió, el movimiento haciendo sonar a las cuentas que decoraban sus trenzas.
—Pero luego Geo decidió desaparecer un día y sin él cuidando a sus espaldas, no tuvieron otra opción que aceptar que son semejantes a nosotros. De ahí en adelante vinieron los colores que nos diferencian, los pabellones en el cielo y las reglas para asegurar la paz entre razas.
—¿Y esto tiene que ver con nosotros por...? —cuestioné medio aburrida con todo.
Demi se acercó más adelante en la mesa, lamió sus labios antes de hablar y creo que podría haber jurado que durante un latido, la preocupación brilló en sus ojos oscuros.
—Creo que los gemelos quieren retomar la posición que perdieron cuando Geo desapareció. Se que suena descabellado, pero tengo mis razones para pensar que ellos están detrás de todo esto.
Al principio pensé que ella estaba bromeando. Pero después de observar unos segundos y ver que su cara seguía igual de trágica, se me ocurrió que hablaba en serio.
—No puede ser cierto, los brujos estamos siendo atacados —señaló Aiden—. ¿Podrían los dioses sacrificar a su propia gente?
Demi lo miró conmovida.
—Me temo que lo están haciendo en estos momentos cariño. Si no me creen piensen lo siguiente: los padres de Ivy no están, a mi no podría importarme menos dominar las otras razas y Namphys no es muy listo que digamos. ¿Quiénes más quedan como sospechosos?
Por los malditos dioses, ella era una genio. Todo tenía sentido y podía ser que por fin encontramos al culpable de todo esto.
Los dioses brujos gemelos. O como los llamaba Vela, el par de mocosos.
—Quieres que te ayudemos a pelear contra ellos —dijo Circe con la mirada apuntando al cielo—. ¿Cómo derrotas a un dios?
La diosa de piel morena le sonrió.
—Pues haciendo un milagro querida.
Fruncí el ceño.
—Para hacer un milagro deben estar juntos los seis dioses —señalé.
Ella tanteó la cabeza a los lados.
—Eso pensamos, hasta que pasó lo de tu madre. Solo éramos cuatro en ese entonces y fue suficiente para desterrarla de este mundo.
Se me dificultó la respiración.
La forma en la que habló de mi madre despertó una sensación extraña en mi. Una necesidad de proteger y defender. Mis alas brotaron de mis espaldas, como en cada ocasión que necesitaba ponerme en posición antes de atacar.
Los guardias-árbol se pusieron en sus lugares, tan solo una señal era suficiente y ellos estarían sobre mi en caso de que decidiera perder el control sobre su diosa.
Demi ni se inmutó.
—¿Qué necesitas que hagamos? —habló Rosie con un hilo de voz.
—Quiero que entren al pabellón de los brujos y encuentren una prueba. Lo que sea que resulte suficiente para demostrarle a Namphys lo que están haciendo y así los castigaremos. Creo que con que Ivy, Namphys y yo estemos del mismo lado podría ser suficiente para hacer un milagro que los ponga en su lugar.
¿Acaso me acababa de incluir entre su lista de dioses? vaya, confiaba en mí más de lo que aparentaba.
Este era mi turno de cruzar las piernas.
—Muy lindo lo que planteas mi querida Demetria, pero me temo que no nos has mostrado cuales son tus razones para ayudarnos. ¿Acaso planeas brindarnos ayuda para después apuñalar nuestras espaldas cuando menos lo esperemos? Lo siento, pero paso.
Los guardias-árbol gruñeron detrás de mí. Estos vegetales gigantes me estaban comenzando a hartar.
Demi dejó salir una gran bocanada de aire.
—Las bestias llegaron a mis tierras. Mataron a unas crías de elfo hace unas semanas y aunque logramos mantenerlos... no estoy segura de cuanto pueda aguantar más. Tengo este palacio impenetrable, pero no toda mi población habita aquí, yo no los obligo —mordió su labio inferior con rabia—. Puedes pensar muchas cosas horribles de mi Ivy, la mitad de ellas puede que sean ciertas. Pero me duele mi pueblo, y esa es una verdad por la cual me atrevería a pelear con quien sea.
Ahí estaba.
Debajo de la fanfarronería y las risas había una elfa asustada, derrotada y preocupada por cosas más importantes que su apariencia. Alguien que tenía un mundo por el cual pelear y estaba dispuesta a hacerlo con sus dientes si era necesario.
Alguien con mucho que perder.
—A ver si entendí —vociferó Esdras—. ¿Estamos considerando subir al cielo, pretender que conocemos nuestro camino en el pabellón de los brujos y volver a Midg con vida?
—Ya ustedes conocen el pabellón, la estructura es idéntica a la academia Ylia —dije—. En cuanto a subir al cielo, no estoy segura.
—Tengo un portal —Demi se encogió de hombros.
Abrí la boca por la sorpresa.
Los portales entre mundos no eran cosa de uso diario. Eran pocos y de uso altamente controlado. El primero que crucé en mi vida fue el que me envió al campamento de los arcángeles, el segundo cuando me gradué y tuve que volver al cielo y el tercero fue el que usó mi madre para enviarme a Midg.
—¿Qué más necesitamos para ponernos en marcha? —cuestionó Aiden decidido.
Demi esbozó una sonrisa.
—Podemos empezar tramando el plan que los deje entrar y salir con vida. Claro está, evitando que vean a Ivy porque está más que claro que aún tienen cuentas pendientes que resolver con ella.
¿Que yo qué?
—¿A qué te refieres? —preguntó Ginger con la ceja alzada.
La diosa se lo pensó unos segundos.
—¿Acaso saben cual es la razón por la cual Hypatias es ciego y Hécate no lo es?
—Porque la sabiduría de Hypatias es tan grande que no necesita sus ojos para caminar por el mundo como nosotros —respondió Circe de forma automática.
—Si que eres brillante. Esa pizca de sangre élfica que hay en tí si que se nota, querida —le guiñó el ojo—. Pero me temo que no, él es ciego porque Coryanne lo atacó mientras ayudaba a Ivy a escapar.
Abrí los ojos.
Recordaba que mi madre lo atacó justo cuando me desvanecía, pero esa parte de la historia no era algo que me esperaba.
Estaba más que claro que Coryanne era poderosa pero que causara un daño irreparable en un dios, era algo nuevo. Una muestra más de lo que era capaz.
A mi lado, Lauren también estaba tan sorprendida como yo.
Tal vez la pregunta de Circe sobre cómo derrotar a un dios quedó sin respuesta, pero algo en mi corazón me decía que tal vez, la diosa demonio hubiera tenido la respuesta.
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